martes, 4 de abril de 2023

 



The Long and Winding Road: un largo y tortuoso camino.

"The long and winding road
That leads to your door
Will never disappear
I've seen that road before
It always leads me here
Lead me to your door.
The wild and windy night
That the rain washed away
Has left a pool of tears
Crying for the day
Why leave me standing here?
Let me know the way."

El camino largo y sinuoso
que lleva a tu puerta
nunca desaparecerá
he visto ese camino antes
siempre me lleva hasta aquí
hasta tu puerta

La noche salvaje y tormentosa
que la lluvia lavó
ha dejado un charco de lágrimas
llorando por el día
¿Por qué me dejas aquí parado?
Hazme saber el camino...


Lo que está pa' tí nadie te lo quita

Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida acaba de ocurrir: he recibido la ciudadanía norteamericana.  Un sentimiento que mezcla gratitud y dolor, esperanza y nostalgia. Un ansia que tuve desde niño cuando mi padre quiso emigrar hacia los Estados Unidos en 1952 y los avatares de la vida, por ser el hijo menor y tener que ocuparse de mi abuela, se lo impidieron.  Pero desde ese momento, siempre soñé con irme a vivir al país que más he admirado.

Después vendrían tiempos turbulentos, mi padre sería sentenciado a veinte años por conspirar contra el gobierno comunista y tras unos pocos años de libertad condicional, obligado a subirse a un barco y deportado a Estados Unidos a través del puente del Mariel.  Entonces me tocó a mí la misma suerte, pues no podíamos dejar a mi suegra enferma y no podía venir con nosotros, así que se repitió la historia.  De ahí que 1952 y 1980 marcaron en mi vida momentos en que ese anhelo pudo haberse hecho realidad, pero no se materializó.

Pero pasaron los años, los hijos crecieron y emigraron, y como dice el dicho, "lo que está pa' ti nadie te lo quita", y llegó mi momento, tarde, pero llegó, porque lo que está destinado para uno siempre llega y más cuando uno, por imposible que le parezca, no renuncia a alcanzar esa meta.

El juramento de fidelidad a la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, así como defender en la forma que fuera necesaria cuando la ley lo requiera y renunciar al país de donde antes fuimos oriundos, son los tres principales postulados de ese juramento, que los nuevos ciudadanos prometimos sinceramente.

Y me pongo a pensar en lo largo y tortuoso de ese camino.

Cuántas gestiones, colas, gastos, suspenso, miedos y emociones han rodeado los cientos de pasos dados hasta llegar a este momento.  Desde el primer certificado de nacimiento solicitado en Cuba, sufriendo la ineficiencia de todo el sistema cubano, sobornos incluidos, legalizaciones, trámites infinitos hasta llegar a la obtención del pasaporte, la intriga de si nos daban la salida o no, las gestiones de mis hijos en las embajadas argentina y mexicana, y después, al vivir en México, los viajes al Consulado Norteamericano en Guadalajara y a la Embajada en Ciudad de México, los sufrimientos (como el cuento de el gato de Alvarez Guedes) por la sospecha de que no nos iban a dar la visa para ir a Estados Unidos (en realidad me la dieron tres veces, las dos primeras con una sola entrada, y la tercera, cuando ya casi tenía decidido quedarme en Estados Unidos porque había nacido mi único nieto, me aprobaron una visa con múltiples entradas).  En fin, puedo hacer, si pudiera recordarme de ello, un tratado con los miles de trámites y recursos empleados hasta llegar a este momento.

Un largo, larguísimo camino recorrimos los aspirantes a hacernos ciudadanos del gran país del norte, algunos por una ruta más larga y tormentosa, pero al final logramos el objetivo, el mío en particular, ser ciudadano del país donde siempre anhele que mis hijos vivieran, y esa es una gran satisfacción, sobre todo cuando veo que mi nieto va a criarse en un país libre y va a encontrar respuesta a sus motivaciones y aspiraciones.


Reflexiones sobre una doble ciudadanía

Algunos piensan que por perder un pasaporte o un papel van a dejar de ser cubanos, nuestras raíces tienen componentes y un sentimiento tan fuerte y tan prendido dentro de uno que no hay documento que lo borre.  Tanto orgullo tengo de ser ciudadano del mejor país del mundo: los Estados Unidos de América, como de mis raíces cubanas.  A Estados Unidos le debo algo que no se paga ni con todo el oro del mundo: la dignidad, la libertad y el respeto a mis derechos, a  Cuba (y de paso a España) mi cultura, mis costumbres y mis memorias, entre las que se encuentran mis seres más queridos que ya no están conmigo.

Ambas las mezclo y surge un nuevo sentimiento donde los valores humanos aumentan y se dignifican.  Y la decisión de emigrar de mi país natal para siempre no va a borrar lo que siento por mis raíces a pesar del contraste entre lo que viví y lo doloroso de recordarlo, comparado con  esta nueva situación.  

Son muchas las diferencias entre Cuba y los Estados Unidos.  Con esta condición de ciudadano naturalizado, tengo el derecho de ejercer el voto para elegir a los oficiales que nos representan a todos los niveles, algo que en Cuba no pude hacer porque las elecciones eran una mentira total, por lo que estoy muy entusiasmado porque llegue el momento de la primera vez que voy a votar ya que va a ser un evento totalmente pensado, reflexionado y libre, algo que nunca he podido disfrutar. No importa quien gane en las elecciones, lo importante es que voy a ejercer mi derecho al voto sin presiones y de forma totalmente alineada con mis concepciones.

Por eso me pregunto: ¿de que me serviría la doble ciudadanía?.


Pros y contras

Me he puesto a analizar las ventajas y desventajas de ser un ciudadano de los Estados Unidos de América y de lo primero he encontrado muchas y de lo segundo, ninguna.

Estados Unidos, como todo, no es perfecto, pero como dice la canción de Pablo Milanés, se acerca a lo que siempre soñé.

Ya hablé del derecho a votar en las elecciones, uno de los grandes privilegios de los ciudadanos y otorgada por los principios democráticos en este país, pero también hay muchos otros que son la posibilidad de la inmigración de familiares, el acceso a oportunidades laborales que estipulan como uno de sus requisitos el ser ciudadano norteamericano, el acceso a ayudas financieras y  olvidarnos de lo que representaba la caducidad de la residencia, pues la ciudadanía no tiene fecha de expiración.  Y una ventaja muy importante es el derecho de portar el pasaporte de los Estados Unidos, uno de los más ventajosos del mundo.

Ahora bien, dije que no había desventajas y no las hay, o al menos no las encuentro, pero hay que estar claro que este es un país donde impera la ley, donde nadie está por encima de ella y es un Estado de derecho que debemos aprender a respetar.  De ahí la importancia de profundizar en su historia, sus instituciones y sus leyes para hacernos dignos de él.

En fin, ser ciudadano de los Estados Unidos de América representa un privilegio, que aunque en mi caso no me permita, por mi edad, vivir el sueño americano como hubiera querido, representa el que me pueda considerar por primera vez, un ciudadano libre y feliz, con las oportunidades que me fueron negadas en el país donde nací.  De ahí que al convertirme en ciudadano norteamericano no dejaré de demostrar mi agradecimiento y para ello voy a tratar de identificarme cada vez más con la nación que nos abrió las manos, en particular a los cubanos.

Por eso asocié este momento con la canción de los Beatles “The Long and Winding Road”, el largo y tortuoso camino, que habla de un viaje, que para mucha gente es el viaje de la vida, una metáfora de todos los retos que nos encontramos a lo largo de ese trayecto, que al final concluye con una recompensa por la que bien valió la pena todo lo que nos esforzamos por conseguirla.



lunes, 30 de enero de 2023

Las Victrolas

 


 Las Victrolas

Los lectores de estas memorias habrán comprobado de que soy un nostálgico de Cuba, pero sobre todo de aquella Habana de los años cincuenta donde comencé a trabajar, donde estudié y donde conocí las bellezas, encantos y tristezas de mi ciudad, de ahí que en mis libros la aborde repetidamente de una forma u otra.

Y es por eso que no puedo dejar de referirme a un tema que toqué someramente cuando hablé de la música cubana, no del reguetón u otras aberraciones contemporáneas, sino de la música cubana verdadera, la que reinó en las primeras décadas del siglo XX y que puso a nuestro país en un lugar muy alto mundialmente gracias a ritmos como el son, el bolero, la guaracha, el mambo y el cha cha chá.   Y en su difusión tuvo un papel muy importante el dispositivo mecánico accionado por monedas que nos permitía escuchar nuestros números favoritos.



La victrola fue un símbolo de la cultura popular sin precedentes y que no puede separarse de lo que fue La Habana que recuerdo.  A veces me daba pena continuar mi camino y no pararme a escuchar una melodía que sonaba en la victrola, pero sabía que en la próxima esquina había otra con alguna otra melodía de mi preferencia.

La victrola la encontrábamos en todas partes, en bodegas o tiendas de abarrotes, en bares, restaurantes, fondas y hasta en prostíbulos.  Los usuarios de las victrolas eran uno de los más importantes determinantes de los indicadores de las preferencias musicales para la industria disquera y había muchos que repetían, según su preferencia o su estado de ánimo, hasta el cansancio su número musical preferido.

Vicentico Valdés, Orlando Contreras, Ñico Membiela, Blanca Rosa Gil, Daniel Santos, Benny Moré, Orlando Vallejo, Rolando Laserie, Tito Gómez, Alberto Beltrán, Celio González, Celia Cruz, Fernando Alvarez, Roberto Faz, José Tejedor, la Orquesta Aragón y muchos otros dominaron el espectro acústico musical de la Habana durante las décadas de 1940 a 1960 y nos rodeaban en todas las esquinas con sus melodías.


La musica de victrolas reflejaba sobre todo tragedias amorosas como traiciones, desengaños, amores imposibles, infidelidades, crímenes pasionales y en otros pocos casos éxitos amorosos, y en la mayoría de las situaciones la mujer era la perjura, la impura, la traicionera que aún asi seguia siendo amada.

Las Victor's Talking Machines, o sea, las victrolas, se adueñó del paisaje habanero (y seguramente de muchas otras ciudades, sobre todo latinoamericanas), logrando que dondequiera se escuchara a los intérpretes que más habían pegado en la radio y otros que se hicieron populares por este medio.  Se calcula que a finales de la década de 1950, solamente en La Habana había más de diez mil victrolas funcionando a todo tren y a toda hora, aunque otras fuentes duplican esa cantidad.  Lo cierto es que era impresionante la cantidad de lugares donde existían victrolas.



Victrola, Vitrola, Vellonera, Rocola, Jukebox, Sinfonola, Gramola.  El origen de la palabra Victrola

Los primeros fonógrafos comercializados en Cuba fueron de la compañía RCA Víctor, la  Victor Talking Machine Company que en 1929 pasó a llamarse RCA Victor (Radio Corporation of America).  Para identificar esta marca fue tomado como logo un perro de raza Fox-Terrier cuyo modelo fue Nipper, el perro del pintor Francis Barrau, el que falleció pero grabó en vida un disco que al ser reproducido en el fonógrafo, Nipper se acercaba atentamente a la bocina escuchando atentamente la voz de su desaparecido dueño, por lo que se escogió como eslogan “His master's voice” (la voz de su amo).

Uno de sus modelos de fonógrafo se denominaba Victrola y por asociación se extendió a las máquinas tragamonedas que reproducían música mediante discos en bares, restaurantes, cafeterías y bodegas, con independencia de su fabricante y marca.

Se afirma que lo correcto para designar estos aparatos es Vitrola, mientras que en otros países como Venezuela se denomina Rockola o Rocola, derivada de la marca Rock-ola; en Estados Unidos se les llama Jukebox (tocadiscos tragamonedas, un poco confuso porque Juke es un establecimiento al borde de la carretera, una cafetería que también tiene estos aparatos reproductores de música); en España se conoce como Gramola, mientras que en Puerto Rico y República Dominicana se les llama Vellonera y su nombre viene del vellón, que es como se le llama a la moneda de cinco centavos de dólar en Puerto Rico y su nombre correcto Vitrola, es empleado en Colombia.

Al surgir en 1925 el fonógrafo de motor eléctrico para tocar discos, patentado por la RCA Victor, surgió toda una cultura asociada a esta máquina, capaz de tocar música según la canción seleccionada dentro de la colección disponible en el aparato y que se activaba al introducirse monedas, por lo regular entre cinco (una reproducción) y veinticinco centavos(cinco números musicales o el mismo repetido cinco veces).  Y todos consideraban que ese era un dinero bien empleado.

Como en Cuba se denomina peseta indistintamente a la moneda cubana de veinte centavos o a la norteamericana de veinticinco, a una persona que habla mucho se le dice que "le echaron una peseta" aludiendo a los cuatro o cinco discos que toca una victrola cuando le echan esa moneda.

Y no crean que no se formaban broncas por culpa de las Victrolas, a veces un borracho o despechado, o simplemente un melancólico o alguien deprimido, repetía hasta la saciedad un número musical y por ello alguien se molestaba y a veces ello daba lugar a un enfrentamiento, pero por lo regular todos disfrutaban la música que había pagado otro y casi toda gustaba.



La Habana de entonces, su vida nocturna y las victrolas

En La Habana de los años cincuenta había cerca de 400 cines, cifra con la que no contaban ni  París ni New York.  El América, Radiocentro, Fausto, Payret, Rodi, Atlantic, Riviera, Mónaco o el Teatro Blanquita (actual teatro Karl Marx) eran los más conocidos, éste último con más de 6 mil 600 butacas.  El Radiocentro era de los pocos en el mundo que exhibía Cinerama y los estrenos se realizaban a la par que en Estados Unidos.

Expertos en la vida cultural habanera, afirman que en 1958 existían casi mil 200 bares o locales nocturnos musicales; 250 clubes sociales con actividad musical; 50 orquestas que habitualmente tocaban en salones para bailar; 100 tiendas de venta de discos de grabaciones musicales y 150 comercios donde se podían adquirir instrumentos musicales, grabaciones en diferentes formateos y partituras. Aparte de los grandes cabarés, como el Tropicana, Montmartre, Sans Souci, El Salón Rojo del Capri, el Copa Room del Habana Riviera. El Sugar Bar del Habana Hilton y el Parisién del Hotel Nacional, también había muchos clubes famosos como el Sherezade, el Pico Blanco del Hotel St John`s, Imágenes y El Gato Tuerto estaban  entre  los más visitados.

También había otros de gran aceptación, como el Palermo Club, Alloy, Pennsylvania, Sierra, La Campana, Night and Day, Las Vegas, Panchín, Rumba Palace, Bolero Bar, Topeka, La Rue 19, Habana-Madrid Night Club, Habana 1900, La Red y el Alí Bar.  Sin mencionar los emblemáticos y reconocidos internacionalmente El Floridita y el Sloppy Joe’s que aunque no tenían música contaban con alguna que otra actuación de tríos o dúos.

El Alí Bar, un poco alejado del centro de La Habana, tenía una característica;  en él actuaba Benny Moré, uno de los más grandes artistas de la música cubana y universal, acompañado por artistas de la talla de Fernando Álvarez, Celeste Mendoza, Orlando Vallejo, y otros de renombre.  No importaba que el Benny con su acostumbrada informalidad un día no se apareciera por allí o lo hiciera tarde, la gente igualmente iba con la esperanza de verlo actuar y cantar y si no, se conformaban con esas otras grandes figuras.

En los jardines de las cervecerías La Polar y La Tropical, en la barriada de Puentes Grandes, eran habituales sesiones bailables de varias horas de duración. En los Centros Gallego, Asturiano, Deportivo La Estrella o en el Club Candado y muchos otros se realizaban funciones musicales privadas para sus socios.

Mientras tanto, la industria discográfica cubana era muy poderosa.  Discuba, Gema, Kubaney, Meca, Montilla, Neptuno, Panart, Puchito, y otras como  RCA-Víctor, Sonotone y Velvet grababan principalmente con los artistas cubanos. Algunos lo hacían también en disqueras de Nueva York, como la Sonora Matancera, Celia Cruz o Vicentico Valdés.

Publicaciones como Bohemia, Carteles, Confidencial y Show, reflejaban toda la actualidad artística y musical desarrollada en tiempos pre-revolucionarios; informaciones que también eran cubridas por los 58 periódicos diarios o las 126 revistas de información general semanalmente editadas. Debe recordarse también la numerosa prensa cubana en idioma inglés.

En fin, La Habana era un multifacético abanico de lugares de entretenimiento y diversión, con una amplia difusión y que movía impresionantes cantidades de dinero, y no hemos hablado de los casinos, salones de juego y de la vida licenciosa, que también se nutrían de ello.

Es por ello que las victrolas fueron esenciales para la difusión de nuevos ritmos y artistas, convirtiéndose en un recurso básico para el desarrollo de la industria discográfica nacional. En 1956 se dice que había más de 10 mil victrolas en toda la isla (otras fuentes estiman hasta el doble) instaladas en bares, bodegones, cafeterías, comercios y locales habilitados en todas las grandes zonas urbanas y hasta en los grandes centros azucareros y las pequeñas comunidades rurales.  Y hasta una celebración en un lugar muy remoto, veía aparecer una victrola como símbolo de entretenimiento supremo, acompañada de una planta eléctrica portátil.

 En las vitrolas situadas junto a night clubs y bares, el bolero era la música más escuchada. Al menos donde yo vivía y en los barrios que frecuentaba, puedo asegurar que había al menos una victrola en cada esquina, con sus excepciones.

Por cierto, siempre oía decir a todos en mi casa: “victrola” y como expliqué después escuché y leí: “vitrola”. Mientras que los especialistas afirman que se trata de un error, porque la palabra procedía de la R.C.A. Víctor, en el pequeño Larousse ilustrado el nombre correcto aparece como “Vitrola”.

Y no tenia que ser en un bar, en las bodegas de barrio había victrolas y en el extremo del mostrador, casi siempre con una barra de caoba, vendian las cervezas, ron o bebidas preparadas y jugaban cubilete, para que en el otro extremo de la bodega se seguían vendiendo los mandados. Y la victrola, siempre pegada a la barra donde se situaban los bebedores, no dejaba de sonar.

Resumiendo, la música cubana en los años 50 estaba en la cumbre, sin que se dejase de disfrutar de la buena música internacional, tanto norteamericana, argentina, española, mexicana y venezolana y por qué no, también italiana y francesa.

Eran muy exitosas las disqueras, la radio con una amplia y muy aceptada programación musical al igual que la televisión, numerosos cabarets y clubes donde había música en vivo y por encima de todo ello estaba la reina de la música entonces : la victrola, la que aparecía en todas partes y  que tocaba incesantemente a los ídolos de la victrola, aquello no paraba, parecía imparable.



El catálogo

Las victrolas siempre tenían lo más pegado, los éxitos que más se escuchaban y otros números que nunca cambiaban, o lo hacían a largo plazo, porque siempre eran demandados.  Pero entonces la capacidad de las victrola era pobre, la mayoría podían almacenar alrededor de cien discos, que implicaba doscientas canciones disponibles, lo que obligaba a mantener un sistema que periódicamente mantuviera actualizada la música disponible.

Y ahí era donde los aficionados a la música, que contaban con un tocadiscos como yo, teníamos disponible una oferta de discos a muy buen precio.  En la Plaza del Vapor y en una tienda semiclandestina en la calle Nueva del Pilar y Belascoain, los que se hacían de los discos retirados de las victrolas y que habían sido tocados quién sabe cuántas miles de veces, por lo que eran vendidos a precios de ganga, no recuerdo ahora cuánto, pero sí tengo muy fresco en la memoria que un disco de 45 rpm nuevo costaba $1.35, cuando el dólar y peso cubano estaban a la par, había números, sobre todo nuevos y de música americana que no tenían mucha salida y se vendían a entre 35 y 50 centavos, por tanto los de las victrolas debian que estar por debajo de ese precio, probablemente entre diez y veinticinco.

Como una curiosidad, y que refleja el poco conocimiento o la poca luz de los vendedores de estos discos, recuerdo haber comprado un disco que más de sesenta años después, sigue siendo un clásico navideño: Jingle Bell Rock por Bobby Helms, que por ser subvalorado entonces, lo compré por 35 centavos.

Como yo compraba mucho, asiduamente todos los sábados iba a la Librería La Biblioteca que estaba al fondo del edificio de la Gran Logia Masónica en Belascoaín y Jesus Peregrino, donde ofertaban libros, revistas y discos de uso, comparo ahora que un long playing de 33 rpm, con alrededor de doce canciones, se vendía en $0.99 y uno de 45 rpm en 25 centavos y los de 78 rpm en mucho menos, por lo que seguramente en ese rango estaban los desechados de las victrolas.

Es decir, las victrolas cumplian un doble objetivo para algunos como yo, escuchar la música que reproducían en cualquier esquina y después obtener casi regalado el disco de la música que a uno le gustara, algunos con mucha calidad y otros con alguna distorsión, dependiendo de la cantidad de veces de haber sido reproducido y sobre todo de la disquera, porque no era lo mismo un disco de la RCA Victor, la Capitol, la Decca o la Seeco que otro de factura de menos calidad.

Gracias a las victrolas tuve acceso a mucha música de mi preferencia para escucharla a mi gusto sin tener que desembolsar monedas.



Las cuatro grandes: Wurlitzer, Seeburg, AMI y Rock-Ola

Las victrolas revolucionaron la industria musical de diferentes formas.  Con su invención, la gente pudo disfrutar de la música en restaurantes y bares, mientras que los artistas encontraron una nueva forma de que el público conociera su obra sin necesidad de comprar sus grabaciones y que además propiciaron su adquisición y el desarrollo de la industria musical.

Desde fecha muy temprana con la creación de fonógrafo, cuando  la Pacific Phonograph Co, creó el primer fonógrafo accionado por monedas y lo instaló en 1899 en un local en San Francisco, haciendo más de cuatro mil dólares en el primer año de explotación (alrededor de 120 mil dólares actuales, una suma inmensa entonces), ello inspiró a muchos emprendedores a desarrollar este negocio, el cual gracias a la tecnología, representó una empresa de gran importancia, apoyado también por la aparición de la radiodifusión  y sirvió de paliativo durante la Gran Depresión, convirtiéndose en un medio barato de diversión.

Recuerdo que en Ayestarán y General Suárez, donde años después, tras el triunfo revolucionario pusieron una librería, estaba la Compañía Distribuidora Internacional de Música S.A. que tenía la exclusiva para la distribución de los fonógrafos automáticos comerciales Wurlitzer, un monopolio en Cuba y que le dejó muchísimas ganancias.  La Rudolph Wurlitzer Company comenzó importando instrumentos musicales desde Alemania y después fabricando pianos hasta que entró en el mercado de los jukebox o victrolas, lo que dejó en la década de 1960, no sin haber tenido mucho éxito en este campo.

La Seeburg fue sin duda una de las más populares y se asocia a la marca más conocida y reconocida tecnológicamente en la vida de los jóvenes norteamericanos durante las décadas de 1930 a 1970. La J.P. Seeburg Piano Co. También se dedicó a fabricar pianos y fue pionera en muchos sentidos en equipos de reproducción musical automática operados por monedas y uno de los primeros en instalar la multi selección con la introducción del Audiophone en 1928 con hasta seis selecciones musicales. En Cuba tuvo muchísima presencia, sobre todo por su atractivo estilo.

La Rockola es una variación del nombre de la máquina de discos Rock-Ola, patentada por David Cullen Rockola y no tiene nada que ver con el Rock and Roll. Su inventor se dedicó a inventar máquinas accionadas  por monedas y al introducir su máquina fue un gran competidor de Wurlitzer con la que se vio envuelta en reclamaciones legales, y hasta creó un jukebox pequeño que podía colgarse en la pared.  En Cuba tuvo poca participación porque el mercado ya estaba dominado.

En los momentos en que Wurlitzer era el número uno, con grandes plantas, mucho capital y una fuerte red de distribuidores, seguido de Seeburg, que construía equipos de la máxima calidad; Rockola como tercero y bien posesionado en el mercado pero sin llegar a los anteriores, parecía poco probable que un nuevo competidor surgiera, sin embargo John W. Haddock creó la AMI (Automatic Musical Instruments), surgida con poco capital y muchas deudas, con sólo setenta empleados, fue capaz de crear impresionantes productos, entre ellos  AMI fue el creador del primer sistemas que reproducía las dos caras de un disco

AMI estaba en una situación económica tan difícil que solamente vendía al contado, nada de crédito, pero la calidad de sus productos y sobre todo su apariencia le hizo acreedora de una gran aceptación y una fuerte cadena de distribuidores y a partir de exportar y licenciar su fabricación en otros países, logró posesionarse durante unos años como el principal productor de vitrolas.

Tras pasar la fiebre de la victrola construida en una caja de madera con tubos de colores destellantes, metal y diseños acordes con el Art-Deco, incluyendo burbujas, el diseño modernista de la AMI era del gusto de todos.



La victrola: un símbolo cultural histórico

En 2017 se declaró al día anterior a Thanksgiving, o Día de Acción de Gracias, que sería el cuarto miércoles de Noviembre, como el Día Nacional del Jukebox o el Día Nacional de la Victrola, Rockola, Vellonera, o como quieran llamarla.

En la pista musical de nuestras vidas, la Victrola no puede pasarse por alto, ha tenido una rica participación en nuestra historia personal y nos ha traído la música de una manera muy personal, por lo que recordar nuestros encuentros con familiares amigos en el dia anterior a Thanksgiving con la familia o amigos con la victrola y su música de fondo, la convierte en un hito cultural histórico, no solo en Estados Unidos.  Puede que en otros países no celebremos Thanksgiving, pero vale la pena reconocer el papel jugado por la Victrola en nuestra vida.



La victrola no ha muerto


En las décadas de 1970 y 1980 el casete de audio fue el medio preferido de reproducción musical, incluyendo al Walkman que representó una experiencia musical privada disponible en cualquier parte que estuviéramos.  En los noventa apareció el Disco compacto o CD, que mejoró el formato musical, lo que hizo que los jukebox fueran feneciendo poco a poco.

Pero con la aparición de formatos digitales, la música tuvo un cambio muy importante.  Los reproductores mp3 sustituyeron a los CD, las bibliotecas de música digital sustituyeron a las colecciones de discos de vinil, casetes y CD's y los dispositivos actuales reproducen música como si fueran jukeboxes de capacidad casi ilimitada.

Pero los fabricantes de jukebox aprovecharon esta oportunidad, además le incluyeron pantallas táctiles y el acceso a bibliotecas de música online, reviviendo a las Victrolas.

La victrola está muy lejos de ser olvidada, la imagen de un jukebox prevalece en los accesos virtuales a la música.

Enamorados, solteros y casados, jóvenes y  no tan jóvenes. preferían escuchar boleros compartiendo una bebida en un lugar acogedor e íntimo y el mejor acompañante era la  música de una victrola.

Y estaban los borrachos que preferían ahogar sus penas de amor oyendo boleros...
Por uno u otro motivo, gran parte de cubanos y mexicanos ha escuchado o bailado un bolero, quizás con una victrola.


Nada, que el cuartico está igualito, la victrola parece tener vida ilimitada, aunque supongo que con el avance de la tecnología, nada de lo que existe hoy será eterno.



La Victrola moderna

Vimos que este aparato perdió y recuperó parcialmente su vigencia a causa de los numerosos medios de reproducción digital, sobre todo individual que nos permiten que no tengamos que escuchar la música que le gusta a otros, sino la que particularmente nos guste, pero las Victrolas se mantienen para fiestas o determinados lugares de bailes o celebraciones o para empleo familiar.

En particular gustan muchos las que imitan la estética de las antiguas victrolas, ahora con nuevos e impresionantes modalidades de luces y ahora con la posibilidad de reproducción de miles y hasta decenas de miles de números musicales, y los hay para todos los gustos, tanto los que cuentan con conexión a estaciones de radio de Frecuencia Modulada, reproducción de CD de audio, Bluetooth para seleccionar desde el smartphone o una tablet lo deseado, hacer streaming de música, reproducir discos de vinilo como eran los originales o el mas versátil, acceder a la música almacenada en un disco duro, teniendo en cuenta que es posible reproducir archivos de audio comprimido o sin comprimir de diferentes formatos yendo desde el de mejor calidad como es el FLAC (Free Lossless Audio Codec) , pasado por AIFF (Audio Interchange File Format), AAC (Advanced Audio Encoding),  WAV (Windows Media Audio), entre otros muchos y por supuesto el más popular, el mp3, (MPEG-1 Audio Layer 3) que aunque no brinda la máxima calidad, reduce el tamaño del archivo hasta en un noventa por ciento pues elimina todo el sonido que no es audible por el oido humano y se enfoca en los datos reales, y que es compatible con todos los dispositivos.  También ellos cuentan con controles remotos y posibilidades de grabar.

En México conocí de mucha gente que tenía victrolas o rocolas como le dicen en México para su disfrute en encuentros familiares y de verdad era impresionante la facilidad con que se encuentran la discografia completa de artistas, la organización por géneros musicales y la fidelidad de la reproducción y todo ello basado en una computadora interna con sistema operativo Windows cuya única función es la reproducción de música..  Hasta hay negocios que se dedican a la atención del hardware y la actualización de la música y también ofrecen servicios de alquiler de victrolas para celebraciones y eventos.  Y mientras más "vintage" o antigua sea su apariencia, mejor.

No todos tienen acceso a costosos medios de reproducción musical y esta es una forma de contar con música para una fiesta.

 Al final la Victrola representa la nostalgia de una época musical y por ello no ha muerto, aunque su papel en la era digital está principalmente encaminado a reproducir música basura, como el reguetón.  Pero los más jóvenes seguramente van a discrepar de este criterio.

Siempre tenemos la posibilidad de introducirle la buena música, esa que no pasa de moda porque lo bueno no pasa, por eso no ha muerto la Victrola.




















domingo, 22 de enero de 2023

Los cabarés de la Playa de Marianao

 


 Los cabarés de la Playa de Marianao


Hablar del Coney Island de la Playa de Marianao sería incompleto si no mencionamos también a toda la zona justo enfrente de ella en la acera sur de la Quinta Avenida de Miramar, lugar que desde principios de la década de 1920 hasta finales de la del cincuenta fue uno de los principales lugares de entretenimiento, sobre todo de vida nocturna.

Desde que dejamos de ser colonia española, fue Marianao precisamente el lugar donde se asentó el puesto de mando de las fuerzas armadas norteamericanas tras el triunfo sobre España, lo que dio pie posteriormente a que esa zona se urbanizara y décadas más tarde, con la implantación de la Ley Seca en Estados Unidos y el consiguiente incremento del turismo estadounidense, la capital cubana se convirtió en un gran centro turístico y la playa de Marianao fue uno de los lugares que se llenó de cabarés, casas de juego, billares, bares, prostíbulos y hoteles de mala muerte, lo que proliferó gracias a su condición de balneario.

Después de la llamada “Danza de los Millones”, donde el precio del azúcar, producto de la Primera Guerra Mundial alcanzó valores altísimos, vino, a principios de la década de 1920, un periodo llamado “Las vacas flacas”, una crisis con la baja estrepitosa del precio del principal renglón de exportación cubano y que llevó a la miseria a millones.

Por ello la gente buscó un lugar donde podían continuar divirtiéndose sin hacer grandes gastos, ya que se hacía muy difícil ir a los cabarés y casinos famosos y ello lo encontraron en las llamadas “Fritas de Marianao”.


Las “Fritas de Marianao”

El auge turístico norteamericano surge en los primeros años del siglo XX y aparte de su preferencia por la Habana Vieja y sus zonas aledañas, llenas de buenos restaurantes, bares, cabarés y tiendas se extiende al Hipódromo de Marianao, el Cabaré Tropicana, el Casino de la Playa, la Playa de Marianao y en este último lugar descubren una zona semi marginal pero llena de encanto con su música y su gastronomía que hacen crecer su interés.

Muchos prefirieron dejar a un lado a los sitios más exclusivos para ir hacia la periferia y descubrir otros menos famosos pero donde la música cubana era la reina, donde no había cabida para la etiqueta ni las clases sociales y donde todas las manifestaciones de la música cubana sonaban de forma auténtica.

Y con la Ley Seca, el turismo creció exponencialmente, pues venían no sólo los habituales, sino ahora se incorporaban los que estaban ávidos de tomar bebidas alcohólicas, prohibidas en su país.

Las “Fritas de Marianao”, de la que hablamos, es el pedazo de vía que se extiende entre las rotondas de las calles 112 y 120 de la Quinta Avenida donde pululaban bares y cabarés de segunda y tercera categoría como el Rumba Palace, Panchin, Mi Bohío, el Kiosco de Casanova, El Niche Club, El Pompilio, La Choricera, El Ranchito, el Pennsylvania (con dos shows cada noche), La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos y otros, entre los que destacaba como curiosidades el Barrilito Club y el Flotante Club y el Quibú, detrás de la Universidad de Villanueva y junto a las márgenes del arroyo de igual nombre.

Algunos de ellos eran sitios rústicos con piso de cemento y hasta de tierra o arena, con mesas de madera sin pintar y techos de zinc o de pencas de guano y el lindero de todos era el Romerillo. Se decía que el lugar era completamente marginal,  pues lindaba con el barrio conocido como "El Romerillo” y como  era visitado por bebedores habituales, vendedores ambulantes y gente de la mala vida, incluyendo traficantes, chulos y prostitutas, hacía que junto con los puestos de fritas y los bares y centros nocturnos, abundaran las posadas para satisfacer el comercio sexual.  Lo cierto es que allí iban todos, buscando una Habana más autóctona.

Pero no importaba la forma, lo importante era el contenido y el de allí no podía encontrarse en ninguna otra parte.

Por ahí pasaron grandes de la música como Félix Chappottín, Benny Moré, Antonio Arcaño, Arsenio Rodríguez, Juana Bacallao, Carlos Embale, Obdulia Breijo, Marcelino Teherán, Tata Güines, el transformista Musmé,  y muchos otros talentos que han sido olvidados.   

El caso de Julio Chang, que construyó meticulosamente una imagen que acabó superándolo, fue el transformista Musmé, el más famoso de los artistas de variedades cubanos que empleaba el transformismo, y que no solo triunfó por su aspecto externo, sino también porque cantaba con su propia voz impostada de soprano o contralto, con una notable feminidad al cantar, lo que había aprendido como alumno de la famosa profesora Mariana de Gonitch.  Comenzó en el Panchin y de ahí pasó al Pennsylvania y al teatro Campoamor. En septiembre de 1960 el gobierno suspendió a los transformistas de los shows de cabaré  lo que hace que trabaje casi en la clandestinidad, hasta reaparecer en el Teatro Marti con los espectáculos de Pous y Sanabria, el que también fue prohibido.  Musme se fue a Mexico y más tarde a New York, donde tuvo tanto éxito como en Cuba. 




Y dentro de todos los que por allí pasaron, estuvo uno de los genios desconocidos o no debidamente reconocidos de la música cubana: el increíble percusionista El Chori, el alias con que se dio a conocer Silvano Shueg Hechevarría.

Se dice que Manuel Corona, el trovador y autor de composiciones tradicionales cubanas como “Longina”, “Santa Cecilia”, “Aurora”, “Mercedes”, “Se acabó la choricera” y “Una Mirada”, tuvo una vida bohemia y frecuentaba lugares del bajo mundo habanero, por lo que vivió en la trastienda del Bar Jaruquito, donde murió en 1950, en la total miseria.

Pero lo que no se puede olvidar es que en la Playa de Marianao la música cubana tuvo un palacio.

Y no era raro encontrar en estos establecimientos  que muchos denominaban "tugurios de mala muerte", a personajes como Marlon Brando, Agustín Lara, Imperio Argentina, Cab Calloway, Gary Cooper, Federico García Lorca,Toña la Negra, Ernesto Hemingway, Maria Félix, Josephine Baker, Errol Flynn, Pedro Vargas, Tito Puente y otros muchas otras figuras de alcance mundial, en particular George Gershwin, que encontró gran inspiración en lo que allí escuchó.  Por algo sería.

Y a la entrada de esos centros nocturnos, en las aceras se podían ver decenas de puestos de venta de fritas, uno tras otro y que hizo que ese sitio fuera conocido como "Las fritas de Marianao".  Estos puestos de fritas vendan pan con bisté, tamales, papas rellenas, croquetas, mariquitas y otras comidas rápidas, pero la reina era la frita, esa incomparable hamburguesa cubana que no tiene que envidiarle nada a cualquier otra oferta de gastronomía callejera, de ahí el nombre del lugar.

Los puestos surgieron primero como respuesta al concepto cubano de que "la playa da hambre" y después los numerosos usuarios que iban a los bares y centros nocturnos hicieron que los puestos extendieron sus horarios y compitieron entre sí para ofrecer la mayor calidad de sus productos.
 



El chori

La Playa de Marianao, en la acera norte, frente a Las Fritas y junto al Coney Island y La Concha, contaba con lugares de lujo, como eran el Country Club, el Casino Nacional, el Biltmore, El Casino Español de La habana y el Club Náutico, donde tocaban principalmente jazzband como las orquestas Hermanos Castro, Riverside, Casino de la Playa y Hermanos Palau.  

Estos exclusivos centros compartían cercanamente la geografía con las llamadas "fritas de Marianao", la zona que colmaba la acera sur de la Quinta Avenida desde antes y  hasta más allá de la rotonda en que la avenida que se conoció como Gran Boulevard de Marianao y donde existiera el cinódromo del “Havana Greyhound Kennel Club, donde mataban a los pobres galgos de tanto correr.

No era raro encontrar en la prensa una noticia que hablara de una fiesta (o party para hacerlo más chic) ofrecida por el banquero Juan Gelats en el Country Club y donde se reunió lo mejor de la sociedad habanera y otra donde se hablaba de que justo en la acera de enfrente el actor Marlon Brando se pasó la noche bailando y tocando el bongó en los cabarés de la Playa de Marianao.  Ello nos da la medida de que la música cubana no estaba en los clubes de los ricos, dominada por los jazzbands, sino en la zona de Las Fritas de Marianao.

No hay nadie que haya vivido en La Habana de los años cincuenta del pasado siglo que no haya visto escrito con tiza y con letra muy pareja en cualquier parte de la ciudad, el nombre de Chori. El Chori aparecía en cualquier parte con una caligrafía perfecta y curvas que parecían hechas con un compás.  No importaba que lo hiciera en un medio de comunicación tan efímero, siempre quedaba grabado en la mente para el que lo conocía y la intriga de quién sería para el que no.

El Chori, acabó con las tizas en La Habana para darse a conocer y su nombre apareció por todas partes, pero la mayor fama le llegó de boca a boca, todos hablaban del fenómeno de la percusión que tocaba en las Fritas de Marianao.  El lugar tenía tan buena fama para divertirse como mala fama por el elemento que allí iba, porque según me decían mi madre y mi abuela: “ni te acerques a ese lugar que allí solo hay gente de la mala vida”.  O también “mujeres de la vida”, que aunque sabía a qué se refería, nunca logré entender esa definición.

Mientras tanto, dos genios musicales como George Gershwin (que escribió “Obertura cubana” inspirado en él) y Tito Puente, fueron grandes admiradores de El Chori.   Aquel hombre que gesticulaba exageradamente y era inventor de ritmos y armonías, brindaba todo un espectáculo en cada actuación y los timbales le eran insuficientes para reproducir los sonidos que tenía en su cabeza, por lo que acudió a sartenes, botellas y todo lo que encontrara y que le sonara atractivo.

Una vez Tito Puente apostó el reloj de El Chori contra todo el dinero que tenía.  Tito debía reproducir lo que el Chori tocara, por turnos o juntos. Lo que oyó en los timbales de Chori le pareció irrepetible y cuando el santiaguero golpeó sus botellas y los otros aparatos, le pareció que estaba oyendo una orquesta.  Tito calificó a El Chori como lo nunca visto, el mejor.

Federico García Lorca vivió en su visita a Cuba en 1930 días desbordados que le hicieron decir que si se perdía, que lo buscaran en Cuba o en Andalucía.  Sus excursiones nocturnas eran en principio a un bar de los muelles llamado el Cursal, en el barrio de San Isidro, donde hasta dos décadas antes había reinado el chulo Yarini, en una zona de tolerancia y en un establecimiento  lleno de marineros, prostitutas y proxenetas que bebían de pie en una larga barra, pero después descubrió lo que sería su sitio preferido: Las Fritas de Marianao, donde hizo un grupo selecto de amigos con el que compartió la música, en particular treseros y bongoseros entre los que destacaba El Chori.  

El poeta y escritor norteamericano Langston Hughes descubrió gracias a Nicolas Guillén la maravilla de Las Fritas de Marianao y en especial a El Chori, el cual tenia un espectáculo que era una  caricatura de un juzgado, donde el Chori era el juez y que al final sirvió de justificación para un estribillo, de la autoría de Manuel Corona,. que decía:

“Se acabó la choricera
Bongó camará.
Un chorizo sólo queda
Bongó camará.”

El multifacético Cab Calloway visitó La Habana en 1949 y quedó estupefacto por la música de el Chori.
 
El Chori, ese hombre que vestía de forma estrafalaria, con pañuelo rojo y una cruz al cuello, llegó de Santiago de Cuba y comenzó a tocar en 1927 en los cabarés de la Playa de Marianao, golpeando cualquier cosa: timbales, tambores, cencerros, botellas vacías o llenas de agua, sartenes y ollas mientras emitía gritos selváticos, no era un simple percusionista, sino un genio musical.

Silvano Schueg participó en películas como "Un extraño en la escalera" (con Arturo de Cordova y Silvia Pinal) y "La pandilla del Soborno" ("Noche en La Habana" con Erroll Flynn, otro de sus grandes admiradores) y fue autor de "La choricera" y "Hallaca de Maíz" y recibió varias ofertas de actuación en el extranjero, las que rechazó.  Nunca grabó un disco y parece que a las disqueras no le interesó hacerlo, pero en los cortos espacios de los filmes mencionados, se ve como saca sonidos de cualquier elemento que estuviera a su alcance.

El Chori, un hombre sin instrucción y con pocos recursos, vivía en un solar de La Habana Vieja y comía diariamente en el restaurante La Zaragozana, probablemente el único lujo que se daba.



El Chori nunca salió de La Habana, se aferró a los bares de La Playa como si no hubiera otro lugar en el mundo y lo hizo desde los años veinte hasta los sesenta, cuando fueron clausurados los centros nocturnos musicales de La Playa.  Se dice, sin precisarse, que murió en 1974, prácticamente olvidado, pero en algún momento se reconocerá lo que le debemos a aquel grupo de músicos populares que incursionaron en Las Fritas de Marianao, del cual El Chori era el Emperador, o sea, más que un Rey..

A el Chori no le hizo falta salir de aquellos barracones de la playa de Marianao para convertirse en una leyenda, un mito, un icono de la vida nocturna habanera.


Marlon Brando


Marlon Brando, el que muchos consideran el actor más grande que ha pasado por Hollywood (hay que recordar lo que dijo Al Pacino a su muerte: Todos hemos subido un escalón), fue un enamorado de la música cubana y la percusión.  Asistió a las noches latinas del Salón Palladium, recibiendo clases de baile cubano.  Semanalmente había un concurso de mambo en ese teatro, donde tocaban Tito Puente, Tito Rodriguez, Machito y otras orquestas cubanas.

Después de esa experiencia, abandonó los drums (batería) y se compró unos tambores.  Leyó un artículo en el New York Times que decía que quien visite La Habana y no llegue hasta la Playa de Marianao a ver a El Chori, no ha ido verdaderamente a La Habana.  Aprovechando su estancia en Miami en 1956, decide viajar a la capital cubana, hospedandose en el Hotel Packard en el Paseo del Prado, un hotel de lujo ahora, pero que entonces era bien modesto y donde se registra con otro nombre.

Pero los periodistas, siempre sagaces (ahora los llaman paparazzis) lo localizaron en el lobby del hotel, hecho que narra su acompañante, Guillermo Cabrera Infante, entonces periodista de la revista Carteles y especializado en cine el que lo lleva a comprar una tumbadora, la que considera una ganga y le pide que no lo retraten con ella si va a salir en una publicación norteamericana porque lo van a considerar una excentricidad, cuando en Cuba es algo normal.

Incursionó en Pennsylvania, La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos, el Panchin, el Ranchito, el Pompilio y La Choricera.  El Chori, celoso, permitió que subiera al escenario y se mostró sorprendido cuando Marlon dio una buena disertación con el tambor.  Tres noches duró la estancia de Brando en La Habana, donde vivió intensamente la experiencia.

No le importaron los pisos de cemento, las paredes de tablas y los techos de planchas de zinc o guano, la esencia estaba en la verdadera música cubana que disfrutó.

G.Caín recogió sus palabras al despedirse: "A mí me gusta extraordinariamente La Habana de noche. La Habana es una ciudad muy limpia. Yo creo que, si no fuera tan limpia, tan cuidada, no se podría vivir en ella por el calor”. Igualmente dijo: "El mar de La Habana es extraño. Es igual que el cielo. Puedes ver las cosas que quieras imaginar".  Menos mal que fue en 1956.


La apuesta de Marlon

Algunos afirman que Marlon Brando viajó a La Habana para comprarse un par de tambores o congas, pero lo real es que todo fue producto de una apuesta.

Estando en un cabaré de Miami se habló sobre la música cubana, la riqueza de sus ritmos y la importancia de la percusión dentro de ella, en particular las tumbadoras, los bongos, los timbales y otros elementos, llegando hasta la quijada de burro.

Marlon dijo que con gusto se iría ahora mismo para La Habana, a lo que uno de los que lo acompañaban apostó a que no se iba como estaba vestido, con pantalones de vaquero, tenis y camisa deportiva.

Y así mismo, vestido informalmente, se fue al aeropuerto y coincidió con Gary Cooper, que también viajaba a La Habana pero vestido de traje y corbata.  Al llegar al aeropuerto de Rancho Boyeros los entrevistó un periodista de Radio Aeropuerto y mientras Cooper dijo que iba a visitar a su amigo el escritor Ernest Hemingway, Marlon aseguró que iba a comprarse un par de bongos o tumbadoras y a bailar la rumba.

Sin quererlo, hizo realidad un viejo sueño que siempre iba posponiendo y de paso ganó la apuesta.

Y una anécdota es la de la compra de los instrumentos de percusión.  

Al cabaré Sans Souci adonde fue con el pelotero Sungo Carrera el bongosero no quiso venderle el suyo y otros que le ofrecieron no eran de calidad, pero en Tropicana el director de la orquesta, Armando Romeu le indico que fuera a ver a Armesto Murgada, el que lo llevó al lugar correcto, porque no quería comprarlo en una tienda de instrumentos musicales, sino de un músico.  Esos eran precisamente los que buscaba y entregó un cheque en blanco, pero lo rechazaron porque habían sido un regalo del fallecido Chano Pozo.  Esa noche Murgada acompañó a Marlon a presentarle a El Chori.  Tras un recorrido por varios cabarés, llegaron a El Niche, donde entonces actuaba El Chori y le ofreció al dueño una fortuna por alquilar el sitio por el resto de la jornada ($5000) y ahí comenzó una descarga entre El Chori, Murgada y Marlon, que duró hasta el amanecer y que dejó a todos asombrados.

Al concluir, Brando se ofreció para llevar a El Chori hasta su casa en un Buick Roadmaster convertible rojo que le había regalado a Sungo (desde la Playa de Marianao hasta La Habana Vieja) un largo recorrido que el percusionista hacía a pie diariamente y sorpresivamente aceptó.

Marlon le ofreció a El Chori llevarlo a Hollywood y logró llevarlo hasta el aeropuerto, pero allí al anunciarse el vuelo a Miami le dijo que iba a tomarse un café y se fue para su casa en la calle Egido reafirmando su forma de pensar de que "Ni por aire, ni por agua voy a ningún lado".


El ocaso

Las Fritas de Marianao fueron narradas por Jorge Mañach en una de sus Estampas de San Cristóbal (de La Habana) donde lo describe como un foco imprescindible de la vida nocturna habanera de la primera mitad del siglo XX.

Con una zona exclusiva para la alta sociedad junto al mar, la parte sur de la Quinta Avenida o Avenida del Golfo, mostraba todo lo contrario, una barrio marginal que estaba contenido por numerosos centros nocturnos y locales de comida rápida, posadas y prostíbulos.  Pero lo principal es que eran centros de diversión espontánea, auténtica e intensa donde predominaban nuestros ritmos y por ello eran visitados por todo tipo de personas y por personalidades internacionales.  No hacían falta los exagerados anuncios lumínicos ni que El Chori pintara con tiza por dondequiera su nombre, el lugar se hizo famoso porque era una verdadera meca de la música cubana.
 

 Tula Montenegro, la segunda atracción de Las Fritas de Marianao después de El Chori.


Como ha ocurrido con casi todo en Cuba, ya nada de eso existe, ya en la Revolución, el sitio se hizo famoso, esta vez negativamente, por haberse detectado que un exitoso vendedor, de los pocos que quedaban, empleaba carne de tiñosa.  Eso solo se ve en Cuba.  Del resto, la mayoría están deterioradas o convertidas en baños públicos o en locales de comida rápida sin calidad.  Y si los más exclusivos clubes que se convirtieron en círculos sociales administrados por los sindicatos fueron desapareciendo y no tienen buenas condiciones y hasta la arena se ha perdido y solo se puede tomar cerveza aguada a granel, ron barato y pizzas incomibles ¿qué podía esperarse de Las Fritas de Marianao y sus centros de perdición?.  

Por supuesto que el régimen dice que ese sitio era un antro de pecado, que al Pennsylvania no dejaban entrar a los negros porque era el de mayor categoria y por tanto no podian ver a Tula Montenegro que tenia mas curvas que las pelotas lanzadas por la muñeca de Don Larsen, el pitcher de los Yankees de New York.

Las Fritas de Marianao, al igual que el Coney Island y los clubes exclusivos de la Playa corrieron la misma suerte, la fatídica que trajo el socialismo, acabando con el encanto de ambas aceras. 

 

                                Tula Montenegro arrasando



https://www.youtube.com/watch?v=U_s7Dcqqa6k&ab_channel=DesmemoriadosMusicaCubana























































miércoles, 4 de enero de 2023

El Coney Island de la Playa de Marianao

 


El Coney Island de la Playa de Marianao


"Todos los domingos me iba a la ciudad

Y los chocolates para ir a escalar

La montaña rusa, la estrella polar

Los carritos locos, todo un paraíso de metal.

Me iba a la laguna para navegar

Con los botecitos en el mismo lugar;

Magos y payasos, ganas de volar

Con los avioncitos de Jalisco Park.

Todo daba vueltas como el carrusel

Y todos mis amigos girando con él.

Allí pasé mi infancia en aquel rincón

Entre los aparatos buscaba una razón

Por eso la vida sólo me enseñó

A través del parque lo que nos pasó..."


Jalisco Park, de Carlos Varela


Cuando el olor a lechón asado empezaba a inundar La Habana, semanas antes de Navidad, cuando aparecían de la nada cientos de puestos de venta de pan con lechón, mi hermano y yo  sabíamos que se acercaba también el momento esperado de que nos llevaran al Coney Island.

Si había algo que enorgullecía a los muchachos que entonces teníamos entre 8 y 12 años, era decir a sus amiguitos: “me van a llevar al coniailan”, eso era para nosotros lo máximo, representaba ir a disfrutar del parque de diversiones más famoso de Cuba y como afortunados,  despues tendria muchisimas cosas que contar y hasta hacer picar la envidia de los que no tuvieron nuestra suerte.

El Coney Island de La Habana comenzó sus operaciones en la playa de Marianao en 1918, imitaba modestamente al original de Brooklyn, New York , y cuatro años más tarde, a su lado se inauguró el balneario de La Concha, el más famoso de entonces con la playa más concurrida por su cercanía con la capital.

¿Pero de donde surgió el nombre de Coney Island, que sonaba a americano?


El Coney Island de New York

No hay un consenso claro de donde sale el nombre de Coney Island, que se usaba regularmente desde principios del siglo XIX cuando se establece un servicio regular de ferries con la isla de igual nombre, pero varias teorías indican que un  posible origen se relaciona con la tribu nativa que habitaba el lugar y que se denominaba Konoh o Konoi, otro asegura que es una distorsión del nombre del lugarteniente de Henry Hudson, llamado John Colman y que fuera muerto por los nativos, otra se refiere a que el capitán irlandes Peter O’Connor la nombró así en honor a un lugar llamado Coney Island en Irlanda, le sigue la teoría de que una familia holandesa que allí se asentó era de apellido Conyn, y la más aceptada es que proviene de la gran población de conejos que allí había y que la hicieron bautizar como “la isla de los conejos”, a partir de la palabra “konjin” que designa a esos animales en neerlandés.


La isla, que a principios del siglo XX se convirtió en península, fue conectada a Long Island por una carretera construida sobre un vertedero, sobre todo por la popularidad de las playas  Brighton Beach y Manhattan Beach, lo que fue aprovechado por su ubicación en la parte suroeste del municipio de Brooklyn en la ciudad de New York, para construir parques de diversión que fueron adquiriendo fama, la que llegó a su máximo esplendor en la primera mitad del siglo XX, con atracciones diversas como circos, ferias, ofertas gastronómicas variadas y muchas otras que lo hicieron incomparable.

Su fama fue decayendo, pero revitalizados a inicios del siglo XXI mantienen su vigencia como sitio de entretenimiento a pesar de la competencia con los espectaculares parques de Disney y otras atracciones en diversas partes de los Estados Unidos.


El Coney Island de la Playa de Marianao

Y de lo anterior surgió la idea de construir un parque de atracciones similar en los alrededores de La Habana, el que tuvo un gran éxito y con el tiempo se fue haciendo más asequible para todos.

El Coney Island Park se modernizó en 1951 y su acceso costaba un peso y los distintos aparatos y atracciones tenían diferente costo.   Todos querían montar la montaña rusa y el pulpo, pero no todos repetían la experiencia.  Yo en particular los monté una vez y puesto y convidado.

El Coney Island nos dio a conocer aparatos como la montaña rusa, el avión del amor, la estrella de grandes dimensiones y otras, que lo hicieron el preferido de niños, jóvenes y adultos. ¿ Quién no se asustó no con la montaña rusa y el pulpo, sino con la casa de espejos y el gusano?  Y los más pequeños vieron con recelo a la gran muñeca situada a la entrada que saludaba a los que entraban al recinto.

Pero los perros calientes, los algodones de azúcar, los churros y otras delicias, junto con la adrenalina provocada por los aparatos que montamos, bien valían la pena la aventura.


Sin embargo los carros locos, con sus choques reiterados y sus chispazos cuando ellos ocurrían, eran la delicia de todos y sesenta años después los sigo recordando con anhelo.

Y estaban el balneario de La Concha y las atracciones gastronómicas de la zona, por lo que un día de visita al Coney Island era una experiencia completa.

El Coney Island habanero se ganó la fama de estar dentro de las atracciones más famosas de América Latina.  




Una curiosidad es que la montaña rusa era de madera, y aún en los 80, a pesar de la desidia y la falta de atención y mantenimiento, todavía funcionaba.

Y no solo estaba el Coney Island, en aquella Cuba había para todos los bolsillos.

                                   Los caballitos del Coney Island


Los caballitos

Para los cubanos, hablar de Coney Island era una aspiración para muchos inalcanzable, por lo que contar con un parque parecido era una idea genial, y eso  eran los “caballitos”.


 Todos recordamos a los modestos “caballitos” que se instalaban en un terreno sin construir en un barrio habanero o en las afueras de los pueblos, donde se mantenían varias semanas hasta que fuera bajando la demanda.  En esos mismos sitios se situarían después los circos cubanos que recorrían todo el país y que también eran de nuestra preferencia, no importaba que la orquesta sonara mal, los payasos fueran unos pesados, el león estuviera viejo y sin dientes y la rumbera no tenía mucha gracia, para nosotros era una maravilla, algo espectacular y diferente, y no sabíamos que además era bien barato.

Los “caballitos” contaban con un carrusel colorido, probablemente el que le diera nombre a ese tipo de parque de diversiones nómada, y varios tipos de aparatos para montar que daban vueltas como avioncitos, carritos, sillas voladoras, botes o trenes y algunas otras atracciones que por precios módicos hacían las delicias de los niños.   No faltaban los tiros al blanco, lanzamiento de pelotas, y el maní tostado, las rositas de maíz, los helados y el preferido no sé por qué: el algodón de azúcar.  Y muchos de ellos también ponían hamacas, canales y cachumbambé para aquellos que no podían pagar.

                                         La estrella del Coney Island


Y también estaban otros “caballitos” más sofisticados, situados permanentemente en un lugar, como fueron el Parque Colón, en el lugar situado entre el monumento a Maceo y la desaparecida Casa de Beneficencia en San Lázaro  y Belascoaín, y el más popular de todos, Jalisco Park.

Se dice que Jalisco Park fue el primero en contar con atracciones modernas como botes en estanques con agua, carros eléctricos, casa de espejos, pulpos y  otros que lo  hicieron muy popular.  Primero estuvo ubicado donde  hoy se encuentra el Hotel Habana Hilton (hoy Habana Libre) en 23 entre L y M y más tarde en su ubicación actual, 23 y 18, también en el Vedado. Jalisco Park se convirtió en una especie de mito y su depauperación física fue parte de la acción destructora del gobierno revolucionario.

Y los caballitos pobres, los nómadas, murieron con la ofensiva revolucionaria de 1968.


Se dice, porque yo no lo conocí a pesar de que ese lugar era el de mis escapadas preferidas durante la década de 1950, que hubo una montaña rusa en el llamado Hollywood Park en Via Blanca y Primelles, en unos terrenos donde iba a jugar y que actualmente son parte de los terrenos de la Ciudad Deportiva.  También allí se dice que había un aparato llamado rotor que era parecido a una concretera y que solo los guapos se decidían a montar, pero este parque no duró mucho.

Apareció también un parque de diversiones al lado del cine Mónaco en la barriada de la Vibora, que también duró bastante tiempo, aunque no era muy grande.

No voy a hablar del Parque Lenin ni de los sucesores del Coney Island, todos han tenido corta duración y la propiedad estatal nuevamente ha mostrado su ineficiencia.

                       El playground del parque del barrio en Miami (vista parcial)


Comparacion triste


Es imposible comparar los parques de diversiones cubanos, incluyendo al Coney Island que conocimos, no con Disneyland, Disneyworld o las decenas de gigantes y maravillosos parques temáticos que existen en todo el país o los que se levantan para ocasiones especiales, pero lo voy a hacer con  los modestos parques de libre acceso existentes en todos los barrios o localidades al menos en Miami, se trata de los llamados "playground" o terreno de juegos para niños que cuentan con varias canales o sliders, cachumbambé, varios tipos de swings o hamacas, paredes para escalar y algunas otras atracciones, todas rodeadas de arena o césped y con lugares para que los padres y abuelos se sienten a la sombra.  Y todo ello es gratis o sale del bolsillo de los que pagan impuestos, pero están bien empleados y mantenidos.  Al  menos mi nieto prefiere ir al playground que cualquier otra cosa (salvo la tablet o el teléfono) y por suerte ha salido un buen lector, lo mismo en inglés que en español y no se acuesta sin antes leer o que le lean un par de libros.  Ya vendrá el tiempo en que conocerá parques mucho más hermosos que el Coney Island.


El Coney Island Park, (¿qué niño habanero de mi generación no lo recuerda?) es uno de los primeros parques temáticos de Cuba y América, contaba con las más novedosas atracciones mecánicas de la época, siendo la principal la montaña rusa, algo que  a uno le resulta contradictorio porque en Rusia salvo las de los Urales y el Cáucaso, apenas hay montañas, y el paisaje es mayormente llano, pero el nombre proviene de los juegos invernales en Rusia donde grandes toboganes o trineos de madera se deslizaban sobre colinas de nieve y que paradójicamente los rusos llaman Американские горки) o "montaña americana".


La principal atracción de los parques de diversión es la montaña rusa.  Yo nunca fui tan arriesgado, como dije solo una vez monté la montaña rusa, lo mío eran los carros locos, que estaban más cerca de la tierra.  


¡Y pensar que en mi juventud una de mis mayores aspiraciones era hacerme piloto!.



El mundo que existía frente al Coney Island

Toda la acera frente al Coney Island estaba repleta de los llamados cabarés de la playa de Marianao.  

La acera sur de la Quinta Avenida de Miramar era el paraíso de puestos de venta de fritas y de comestibles callejeros de todo tipo, bares, billares y centros nocturnos de baja categoría porque estaban construidos con piso de cemento y techo de zinc y eran el lindero con un barrio marginal.   El Rumba Palace, el Pennsylvania, La Taberna de Pedro, El Niche, la Choricera, Los Tres Hermanos, Panchin, Kiosko Casanova, El Ranchito, Pompilio y otros eran visitados por todas las clases sociales porque detrás de esa imagen deprimente o humilde, como se quiera ver, había verdaderas estrellas de la música.

Por sus escenarios pasaron figuras como Antonio Arcaño, Arsenio Rodríguez, Benny Moré, Carlos Embale, Taeta Güines, Obdulia Breijo, Musmé y muchos otros talentos olvidados.  Y uno de los genios desconocidos o no reconocidos  de la música cubana: el increíble percusionista El Chori, el alias de Silvano Shueg Hechevarría.


El Chori escribía con tiza su nombre en cualquier parte de La Habana, pero eso no era necesario, los conocedores sabían dónde podían encontrarlo, como hizo Marlon Brando.

Se decía que el lugar era completamente marginal,  pues lindaba con el barrio conocido como “El Romerillo” y además  era visitado por bebedores habituales, vendedores ambulantes y gente de la mala vida, incluyendo traficantes, chulos y prostitutas.  Junto con los puestos gastronómicos y los bares y centros nocturnos, pululaban las posadas para satisfacer el comercio sexual.  Lo cierto es que allí iban todos, buscando una Habana más autóctona.

 No había más que cruzar la calle para insertarse en la aventura.  Y de esa aventura hay mucho de que hablar.