domingo, 17 de diciembre de 2017

Llegaron los japoneses a Cuba...y siguen entre nosotros



Llegaron los japoneses a Cuba...y siguen entre nosotros



En mi niñez pintaban a los japoneses como unos tipos amarillos, chiquitos, con grandes dientes y espejuelos y que eran crueles con prisioneros y con la población civil. A ello contribuyó mucho mi afición por los comics, en particular El Halcón Negro, que con un grupo de pilotos internacionales y un cocinero y ayudante chino. Blackhawk o Halcón negro, de nombre Bart Hawk, americano de descendencia polaca;André Blanc Dumont, era Francés; Olaf Bjornson de Noruega; Chuck Wilson era un texano nacido en Estados Unidos; Hans Hendrickson era Holandés y Stanislaus era Polaco. Mientras tanto Chop-Chop (de nombre Liu Huang, era chino. Otros miembros de corto plazo fueron Zeg (polaco), Bo ris (Rusia), Baker (Inglés), el teniente Teodoro Gaynor, estadounidense y como cosa sorprendente, su creador fue el destacadisimo e influyente historietista estadounidense, Will Eisner, también creador de el Spirit.

Como el tema principal era la guerra, el enemigo siempre era los nazis (para lo que fueron concebidos inicialmente), los rusos, extraterrestres, inventos hechos por malvados, personajes históricos que volvían a la vida como Gengis Khan, y por supuesto, los japoneses.

Ya después de la revolución no llegaron más muñequitos o comics a Cuba y después conocí que le cambiaron el nombre por El Halcón de Oro y le incorporaron personajes femeninos y su trama estaba ahora en función de la Guerra Fría con la Unión Soviética.




Visto bajo este prisma, un niño cubano o más bien del mundo occidental solamente podía ver a los japoneses casi como a gente que come carne humana. Pero la vida nos enseña que no todo lo que brilla es oro y no todas las sonrisas son sinceras, ni todo conocido es un amigo, pero además conocemos lo más importante: lo oscuro se aclara cuando lo vemos a profundidad. Y eso fue lo que me ocurrió con Japón.

Y entonces llegaron los años 60 y con ellos el boom económico del país del sol naciente., llamado “Milagro económico”.

La ocupación norteamericana al finalizar la Segunda Guerra Mundial, bajo el mando del
general Douglas MacArthur, al que muchos llaman el más preclaro entre todos los militares de Estados Unidos, tenía el principal objetivo de impedir que Japón se convirtiera nuevamente en una amenaza para su seguridad mundial.

Para ello se trabajó en preparar la mentalidad del pueblo nipón para convertirla en una democracia tipo occidental y sustituir el modelo económico colonialista y expansionista por un proyecto de conquista de mercados sobre la base de la calidad y la competitividad. Y en eso Estados Unidos llevó a Japón a niveles nunca antes alcanzados a pesar de su desarrollo.

Este proceso de impulsar el proyecto japonés se vio influenciado con dos hechos significativos: la victoria de Mao Zedong y el Partido Comunista en China en 1949 y la Guerra de Corea en 1950, que ya formaban parte de la Guerra Fría. Esta cercanía geográfica a esos escenarios, más el interés de desarrollar a Japón fue un estímulo al crecimiento económico.

Es en 1955 cuando comienza el boom económico japonés y el crecimiento vino acompañado de un rápido desarrollo urbanístico, por la necesidad de reconstruir las ciudades bombardeadas en la II Guerra mundial. No obstante en esos momentos existía un caos, y es que la mitad de la gran población de Japón vivía en torno a Tokio, es decir, en el uno por ciento del territorio del país, donde además se acumulaba el setenta por ciento de las industrias.

El “milagro japonés” abarcó los años desde 1960 hasta los 1980, siendo las tasas anuales de crecimiento del PNB (Producto Nacional Bruto) entre 1953 y 1973 de un 9’7%, muy por encima de los demás países del mundo. la OCDE. Es en esos momentos donde se dispara el consumo de aparatos electrodomésticos y se dan cambios en los hábitos y sistemas de vida debido a la influencia de la televisión, la lectura de periódicos y revistas, el uso generalizado del automóvil, los viajes de vacaciones y de fines de semana, y se extiende el reino de la discrepancia y la discusión de criterios.



Todo ello no cayó del cielo ni fue obra exclusiva de las coyunturas internacionales mencionadas anteriormente, la causa principal la constituyeron la laboriosidad e inteligencia de los japoneses, y el empleo masivo de la tecnología en los procesos de producción y el establecimiento de impresionantes procesos de control de la calidad, lo que hace que se identifique a cualquier producto japonés como un producto de alta calidad.

Ello llevó a que los japoneses fueran los primeros en construcción naval, los segundos en televisores y calculadoras y los terceros del mundo en acero, automóviles, cemento y refinerías de petróleo.

En 1971 Japón era el tercer país exportador más importante del mundo, después de Estados Unidos y de Alemania Occidental, y su condición de segunda economía mundial la mantuvo durante decenios, hasta ser sobrepasada por China y ser ahora la tercera.

En los años 60 en adelante, los cubanos nos sentíamos felices si lográbamos tener algún artículo japonés, en particular electrodomésticos, y Sony, Sanyo, JVC, Panasonic, Toshiba, Sharp, Hitachi; los relojes Casio, Citizen o Seiko; las cámaras Nikon, Canon o Olympus, y aunque no los teníamos, todos admiramos la industria automotriz con Nissan, Toyota, Mitsubishi, Suzuki, Mazda y Honda.

Y paralelamente, y en forma masiva, llegaron las historias de samuráis y ninjas. Fue así que Akira Kurosawa con su actor preferido Toshiro Mifune, se convirtió en uno de los preferidos. Rashomon, Los Siete Samurais, Sanshiro Sugata (o le Leyenda del Judo, una de mis preferidas), Trono de Sangre (el McBeth japonés), Yojimbo, Sanjuro,y la Fortaleza Escondida, fueron grandes éxitos. Paralelamente aparecieron otras obras de Masaki Kobayashi, como la excelente Harakiri y la Rebelión de los Samuráis. Y después la exitosa serie de más de 20 películas de Ichi (o Zatoichi), el espadachín y masajista ciego, las que hicieron las delicias de todos.



También llegaron a la televisión obras impactantes en forma de seriales, como la inolvidable Oshin, que retrata al Japón desde principios del siglo XIX hasta los años 80. Las películas de samurais nos mostraron una buena parte de la historia del milenario país, pero Oshin nos muestra el Japón contemporánea y como el país ha evolucionado hasta ser la nación casi perfecta que es.

Pero vamos a repasar la presencia japonesa en Cuba a través del tiempo y la huella que ha dejado esa exquisita civilización en nuestra isla caribeña.

Realmente en números, la presencia de japoneses en Cuba no ha sido muy significativa. Dentro de ese “melting pot” o mezcla de culturas cubano que cuentan con influencias asimiladas de de españoles, africanos y chinos, también están presentes los japoneses durante más de un siglo, con una presencia discreta, que ha dejado sin embargo huellas en la agricultura y la pesca. Desearía que esa presencia hubiera sido masiva, para que los cubanos hubiéramos aprendido de ellos valores tan importantes como el respeto, la decencia y la laboriosidad, de la que estamos tan carente por la destrucción de los valores que ha representado la revolución.

Reportaba el Diario de la Marina que el 9 de septiembre de 1898 llegó a Cuba el primer japonés con planes de establecerse en la isla, para fomentar una comunidad , la cual contó con más de un millar de inmigrantes nipones. Y. Ozuna llegó en el vapor Orizawa que había partido de Veracruz en México.




284 años antes, en Julio de 1614, el navío “San Juan Bautista”, que había salido desde el puerto de Tsukinoura, al norte de la actual Tokio y al mando del samurái Hasekura Tsunenaga con un grupo de 180 japoneses que desembarcaron en la bahía de La Habana, en tránsito a Sevilla, España, don el propósito de establecer un comercio directo entre Japón y México y conseguir permiso para propagar el cristianismo en la prefectura de Miyagi.

La llegada de Ozuna fue seguida por otros japoneses, afectados por la situación del país con la Restauración Meiji, que modificó la estructura política y social del Japón e implicó un cambio que acabó el Shogunato, una sociedad feudal, para tomar una economía capitalista con una persistente influencia occidental y como elemento importante terminó con los privilegios de los samuráis. Muchos inmigrantes japoneses se cambiaban de nombres por razones personales y políticas, ya que muchos se vieron forzados a viajar al extranjero tratando de evadir la persecución de la Kempen tai (Policía secreta imperial), en algunos casos por razones religiosas y otras relacionadas con el shogunato.

La emigración japonesa a Cuba llegó a sumar unos centenares de personas, no fue tan masiva como hacia Brasil y Argentina y Perú y estaba compuesta mayoritariamente por hombres, los que formaron familia con cubanas y que como gran impedimenta, tuvieron que adaptarse a la dieta local, porque muchos ingredientes de sus hábitos alimenticios no se consiguen en la Isla.

A pesar de ser pocos, también se dispersaron por todo el territorio nacional, aunque existieron intentos de agruparse, entre las que destacan la creada en 1914 por Kogawa Fujishiro en el Central Constancia, en Abreus, Las Villas, hoy provincia de Cienfuegos y en 1920 se repite en Cienfuegos con otros inmigrantes, pero la más importante fue la creada en Isla de Pinos, donde fundaron la primera cooperativa de producción agrícola que se conozca en Cuba, así como propiciaron la introducción de fertilizantes químicos.

También los japoneses fundaron la Sociedad Japonesa de Cuba y la Sociedad Japonesa de Instrucción y Recreo Showa (Showa en japonés significa "Paz Iluminada"), ambas en La Habana.




Colonias japonesas en la Isla de Pinos.

La llegada a la Isla de la Juventud del primer emigrante japonés fue en 1908, Misaro Miyaki, que llegó desde la Habana, a donde había venido procedente de México en 1907. Ya en 1947 la cifra era de 130 personas. Como otros extranjeros, ante la posibilidad de gozar de las mismas ventajas que los americanos residentes en el territorio cuando se definiera la jurisdicción estadounidense sobre Isla de Pinos, muchos japoneses se asentaron en sus tierras.

Los emigrados de muchas islas caribeñas como Jamaica, Antigua y Barbuda, Islas Caimán y otras, así como alemanes, italianos, húngaros y de otros países europeos, se hacían llamar americanos y se mezclaron con los norteamericanos hasta llegar a confundirse popularmente como tales. Pero los japoneses, por idioma y costumbres no pudieron integrarse a ese grupo, más bien, por sus rasgos asiáticos eran confundidos con chinos.

Es a partir de 1924 cuando la compañía de viajes “Oversea” facilita el tránsito hacia Cuba del mayor número de inmigrantes japoneses. La emigración japonesa a Cuba estaba compuesta básicamente por hombres, por lo algunos formaron familia con cubanas y se adaptaron a la comida local, ya que muchos ingredientes de la cocina japonesa resultaban imposibles de conseguir en la isla. En ella los japoneses formaron las primeras cooperativas de producción agrícola de que se tenga noticia en Cuba, e introdujeron el uso del abono químico.

Existen investigaciones que afirman que en cada grupo o colonia japonesa, existía una especie de jefatura de tipo militar y que además a pesar de las dificultades o carencias de formas de comunicarse, y de la dispersión de los mismos, siempre estaban en contacto.



Miichiro Shimazu

Japoneses en Santa Bárbara.

Este asentamiento norteamericano, el más importante en la Isla de Pinos, contó con medio centenar de japoneses dedicados mayormente al cultivo del pepino. Después de la II Guerra Mundial se continuaba el cultivo de este vegetal, pero se amplía la producción del melón, otras hortalizas y frutos menores con la característica de hacerlo sobre la base de una agricultura intensiva basada en una baja utilización de la mecanización pero con alta eficiencia.

Como ya analizamos en otro artículo, a partir de la década del 40, el poblado pierde gran parte de su esplendor y comienza a decaer, por lo que las fincas que poseían los norteamericanos cesan de producir o lo hacen en menor escala que antes, pero en esas tierras comienzan a asentarse emigrantes japoneses, los que junto a los pineros recuperaron en buena medida las producciones agrícolas de la zona. A pesar de que casi todos los japoneses fueron encarcelados por la absurda medida tomada por el gobierno de Batista para agradar a los norteamericanos, las familias de muchos se asentaron en Santa Bárbara, por lo que en 1945, tenía una población de 1420 personas.

Entre los que vivieron esos años, había un personaje que llegó a vivir más de un siglo, un un samurái, todo un guerrero nipón, que vivía en un hogar de ancianos, pero no lo sabía. Tenía ciento siete años, pero a veces decía que eran ciento dieciocho. Se llamaba Shimazu y de él otro japonés también anciano pero con su mente clara, llamado Nobor, narró el florecimiento de la colonia de Santa Bárbara en la época de su papá, del trabajo incansable de aquellos japoneses, toda una lección que desgraciadamente no se contagió a los agricultores cubanos y mucho menos a los de hoy en día, y habló de Shimazu, porque el samurái tenía demencia senil.

Shimazu nació en 1907 por lo que si vive, tendría 110 años y no todos los días se puede hablar de un japonés que fue samurái, que llegó a Cuba en la década de 1920, trabajó en Isla de Pinos con un tío en el poblado de Santa Bárbara y que fuera uno de los presos injustamente en el Presidio Modelo por su nacionalidad.

Entre ellos también era muy popular el agricultor Mosaku Harada y su familia, que había llegado en 1924 junto con un grupo de 36 hombres y mujeres.



Soroa. Orquidearo de Takeuchi.

Presencia japonesa en otros lugares de Cuba.

Los japoneses se diseminaron por toda la Isla, hasta llegar a estar presentes en 46 sitios de todas las provincias cubanas y trabajaron con mayor asiduidad en la agricultura, las minas, la industria azucarera, la pesca, la mecánica, la electricidad y los servicios. Y en todos ganaron fama no solo de laboriosos en extremo, sino de inteligentes y con mucha iniciativa para hacerlo todo muy cercano a la perfección.

Aparte de Shimazu y Harada, otro japonés muy reconocido en Cuba fue el horticultor Kenji Takeuchi, el verdadero maestro que, por encargo, desarrolló el “Orquideario de Soroa”, en la provincia de Pinar del Río, donde cultivó más de 700 especies de estas flores, lugar que por suerte todavía se mantiene y tiene una fama bien ganada como su nombre lo indica: “el arcoiris de Cuba”.

En Cuba existen muchos jardines japoneses, pero el primeros que tuvimos fue diseñado en la casa del Carlos Miguel de Céspedes Ortiz, abogado y político cubano y nieto del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, cuya residencia, situada junto al Torreón de La Chorrera, en la desembocadura del río Almendares es desde hace años el lujoso restaurante “1830”.





Kogawa Fujishiro formó una Asociación de Productores Japoneses en el famoso central azucarero Constancia en Abreus, Las Villas, hoy provincia de Cienfuegos. Y tengo que hacer un alto, porque hablar de Constancia es hablar del danzón del mismo nombre, con tantas versiones excelentes de Rubén González, Enrique Jorrín y la Orquesta Aragón y cuyo estribillo dice :


“Pero olvidemos al vulgo

Que al fin no tiene importancia

Bailemos en el Constancia

Hasta que se acabe el mundo”

Dicha asociación se constituyó en 1914 y en 1920 se creó otra similar en la misma provincia.

Mientras tanto decenas de pescadores japoneses, desempeñaban sus tareas en las costas de Cuba y vivían principalmente en Batabanó y Cienfuegos y otros se dedicaron la minería, en particular en Minas de Matahambre en Pinar del Río.



Presencia Japonesa en Minas de Matahambre

Minas de Matahambre , situada en un paraje montañoso, contó hasta hace pocos años con el yacimiento de cobre más importante de la parte occidental de Cuba y que se convirtió en una de las minas subterráneas más profundas de América Latina.

El año 1912 un campesino encontró una piedra brillante en el faldeo de una elevación llamada, loma del viento y ahí comenzó todo, hasta llegar a ser conocido el concentrado de cobre de Matahambre como uno de los de mayor calidad en el mercado internacional.

A la medida que iba creciendo la mina, también lo hacía la población, lo que lo hace de forma desordenada, muy diferente al trazado de los pueblos españoles con calles rectas que se entrecruzan. Y en esa misma medida se fue diversificando extraordinariamente el origen de los que allí trabajaban, pues el primer problema fue la falta de personal calificada para las tareas mineras. A los norteamericanos se suman los rusos, chinos y españoles, y por supuesto un grupo de japoneses, que tenían experiencias anteriores en su país natal.

En el propio 1913 con la apertura de la mina llega al lugar el primer japonés nombrado Takizo Uratsuka, que era cocinero en un buque pesquero procedente de Panamá, pero aunque no conocía bien el oficio, fue el carpintero que construyó el primer concentrador manual de la mina de cobre, lo que ahora constituye un patrimonio industrial histórico.



Concentrador fabricado manualmente por Takizo Uratsuka Uratsuka

Takizo fue un hombre que se ganó el respeto de todos por su laboriosidad y persistencia en cualquier tarea, su disciplina y su discreción. Al hacerse de un capital por su trabajo, este japonés regresa a Japón y cuenta las posibilidades que tenía en Cuba de hacer fortuna, lo hermoso y cálido del lugar donde vivía tan diferente a Japón y su duro clima. Se casa con su novia

Masae Taikiamiro Uratsuka y regresa con ella a Minas de Matahambre en 1923 y construye su casa al estilo de la arquitectura japonesa, e increíblemente todavía existe esa construcción y sus descendientes no han querido modificarla. Del matrimonio japonés nacieron 6 hijos descendientes puros de padres japoneses, doce nietos y 5 bisnietos.

En mi estancia en ese lugar como he narrado en otros artículos, sin saber que algún día escribiría sobre este tema, me enseñaron el concentrador construido por Takizo y es sorprendente que (estoy hablando de los años 80) 60 años después y cuando todavía la mina estaba en explotación, se hablaba del japonés casi como una leyenda.

Buscando oficios menos agresivos a la salud; algunos fueron contratados para animar el gusto de los acaudalados personajes de la época, y en tal empeño, aparece uno de los primeros intentos por recrear un ambiente oriental en el nuevo mundo; lo cual no tuvo parangón en Cuba hasta la construcción del hermoso Jardín Japonés en el Jardín Botánico de la Habana, después del triunfo de la Revolución.

Uno de los que aprovechó la laboriosidad y exquisitez de los japoneses fue el senador José M. Cortina en su famosa hacienda en Pinar del Río, toda una obra de arte, realzada por su jardín japonés.



El torii de La Güira (arco tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas (Jinja), marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado) resulta el anuncio más evidente de las ideas que sustentaron aquel espacio y es sorprendente, cómo a pesar del tiempo trascurrido desde el día en que se erigió el gigante de madera continúa esforzándose por proteger el idílico lugar, constituyéndose en uno de los torii más antiguos de cuantos pudieran existir fuera de Japón.

Los japoneses que trabajaron en la finca de Cortina, represaron con rocas las aguas de un arroyo que atraviesa la misma, originando un lago artificial rodeado de litoral virgen, que en alguna medida imita escenas muy parecidas a los estanques nipones y a su vez reprodujeron las imágenes de Japón en los jardines de la mansión palaciega permitiendo que pequeñas embarcaciones surcaran las aguas del arroyo, que en diferentes tramos, aún exhibe puentes ligeramente arqueados, para permitir el paso de los botes y a la noche, todo el cauce quedaba iluminado por decenas de farolillos orientales. Esa es la huella que dejaron en La Güira en la que quedó la huella del maestro Nakasawa.



La Segunda Guerra Mundial y la injusta política con los japoneses.

A partir del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la histeria se extendió y muchos oportunistas o enemigos de los inmigrantes no deseados, propalaron falsas historias sobre la penetración de espías en secreto como forma de manifestación de su racismo.

La comunidad japonesa tuvo sus peores años en la etapa de la Segunda Guerra Mundial, cuando la emigración japonesa fue paralizada y los radicados en Cuba fueron detenidos en campos de concentración en La Isla de Pinos y en La Habana desde el año 1942 hasta 1946 e igual ocurrió con los ciudadanos alemanes e italianos.

Hasta 1946 permanecieron detenidos 341 japoneses y 114 alemanes, pues los trece italianos fueron excarcelados en 1943. Algunos de sus familiares, sobre todo japoneses, se establecieron en esta isla del sur de Cuba para acompañar a los reclusos.

El 12 de diciembre de 1941 los japoneses en suelo cubano fueron declarados “Extranjeros enemigos” y ordenaron su reclusión en campos de internamiento y nombraron a un interventor que dispusiera de sus propiedades, todo por medio del Decreto Ley No. 3343, como parodia de la decisión del presidente Franklin D. Roosevelt cuando autorizó el internamiento y unos 120.000 japoneses-americanos, que fueron trasladados por la fuerza a los campos de concentración durante la guerra.

En Cuba, la administración pro-estadounidense del presidente Fulgencio Batista se hizo eco del movimiento del gobierno de Estados Unidos y detuvo a unos 350 hombres japoneses mayores de 18 años, de entre los 420 que habitaban en todo el país, y los trasladó a la cárcel en Isla de Pinos en el sur de Cuba y tres mujeres que eran sospechosas de tener conexiones con los militares japoneses fueron detenidas y enviadas a una cárcel en las afueras de La Habana.

El arquitecto del jardín japonés de La Güira, el laborioso Nakasawa, por el solo hecho de escuchar su receptor de radio en algún lugar tranquilo fue acusado de la transmisión y recepción de mensajes. Hasta hoy, no hay una sola evidencia de que los japoneses que vivían en Cuba hayan sido colaboradores de otros países ni que hubieran hecho algo que dañara o comprometiera la seguridad nacional.

Una página de la historia de Cuba, tan vergonzosa como la del barco Saint Louis con emigrados judíos que huían del nazismo y a los que se le prohibió la entrada a Cuba.




Pero ahí no paró el abuso, incluso después que terminó la guerra, los japoneses continuaron detenidos hasta marzo de 1946 y unos cuantos murieron durante el internamiento debido a las pésimas condiciones de vida, con mala alimentación, deficiente atención médica a pesar de que entre ellos había algunos ancianos, y expuestos a los embates del clima, sobre todo el exceso de calor. A eso hay que sumarle que las visitas eran una vez al mes, pero la mayoría no pudieron recibirlas, pues sus familias vivían muy lejos y al estar ellos presos muchas no tenían medios para sufragar el viaje. Pero los que lograban ir a la visita eran vejados, solo podían hablar, por un tiempo breve, en español y en alta voz, pero un gran porciento no hablaba esa lengua, por lo que se hacía aún más triste el encuentro.

Y como siempre ocurre, no fueron los hombres los que más sufrieron, sino las mujeres, las que en su inmensa mayoría eran eran japonesas y se quedaron desamparadas con sus hijos y sin medios de subsistencia, pero las japonesas se levantaron y se dedicaron a cualquier tarea por dura que fuera y lograron mantener sus hogares.



Artes marciales japonesas

No puedo hablar de los japoneses y desligarlos de algo que los destaca en el mundo aparte de su idiosincracia y sus éxitos económicos, y es las artes marciales.

Desde principios del siglo XX, se conoció en Cuba el jiu jitsu, que significa “ciencia de la suavidad” y se denomina así a las técnicas de combate creadas en Japón por los Bushi (caballeros).

All comienzo del período Meiji donde a los samuráis les estaba prohibido llevar espada y las contiendas entre familias nobles estaban también prohibidas, el jiu jitsu se convirtió para el samurai en un medio para hacer exhibiciones públicas y vivir de ello.

En 1882, Jigoro Kano, con los conocimientos adquiridos de dos escuelas principales de jiu jitsu a los que agregó sus propios aportes, fundó un nuevo sistema de cultura física y de entrenamiento mental que llamó Kodokan Judo. El Judo, con una incomparable carga de moral y ética, se arraigó definitivamente en Japón en 1886.

Es también a principios del siglo XX cuando visita La Habana en más de una ocasión el experto en judo japonés , el maestro Mitsuyo Maeda , cuarto Dan del Ju Do Kodokan, uno de los primeros alumnos del maestro Jigoro Kano

El célebre luchador japonés Mitsuyo Maeda, conocido profesionalmente por el Conde Koma, llegó a La Habana por cuarta vez en enero de 1912, acompañado de otros tres judokas japoneses nombrados Ono Akitaro, Satake Nobushiro e Ito Tokugoro.

En la década de los años 1930 inmigrantes japoneses en la isla, enseñaron distintas formas de jujutsu y de Judo de un modo extremadamente secreto, solo a parientes o amigos cercanos de la comunidad japonesa. Pero el Judo pronto tendría su momento de auge.




Kano y Kolychkine

Jigoro Kano, el creador del judo, quería difundir esta arte marcial por el mundo y Kolychkine pudo cristalizar ese sueño en Cuba”

Kawaishi Mikonosuke, fue el alumno que Kano mandó al exterior para divulgar el judo y el mismo llega a Francia, prepara a Kolychkine y luego lo envía a Cuba. Kolychkine era una persona muy recta con una disciplina extraordinaria y nosotros los cubanos no somos así, pero gracias a su perseverancia y maestría logró introducir el judo en la isla.

Paralelamente varios maestros impartieron clases de karate en Cuba, destacando entre ellos el cuarto dan de Wado Ryu que apodaban el Indonesio, quien abandonó el país alrededor de 1962. En junio de 1964 llegaron a Cuba varios ciudadanos japoneses para transmitir la técnica de la pesca del atún en nuestro país, contándose entre ellos Masaaki Kohagura, especialista en telecomunicaciones, quien ha sido reconocido como el introductor en la Isla de la práctica del karate-do estilo Shorin ryu, surgido en Okinawa.




Pero sin duda Andrés Kolychkine, nacido en Rusia y con una larga vida deportiva en boxeo, lucha y judo, ha sido la figura que impulsó las artes marciales en Cuba. Creó la Fundación Cubana de Judo (1951) y un año más tarde celebra en el Palacio de los deportes el primer Campeonato Nacional.

Estas historias no las conocía, pero con 18 años de edad y durante tres estuve practicando este deporte, a donde no llegué a donde pretendía y me retiré por problemas de salud (probablemente derivados de la propia práctica del deporte, donde más de una vez salí volando por los aires) cuando poseía la categoría de segundo Kyu o cinta Azul. Hay que explicar que las categorías dentro del Judo se expresan a través del color de la cinta, y cada una tiene un significado, ejemplos: Blanco (ingenuidad), quinto Kyu Amarillo (descubrimiento), cuarto Kyu Naranja (amor), tercer Kyu (esperanza), segundo Kyu Azul (idealismo) y primer Kyu Marrón (iniciación al conocimiento). Así que me quedé en el idealismo, pero con un tremendo amor por el deporte, sin dejar de reconocer que cuando practicaba, primaba más lo ceremonial y lo técnico. Ahora cuando veo un combate de Judo me parece que quieren imponerse por la fuerza y ese no es el espíritu del Judo.

Ya el judoca con cinta marrón es un experto destacado y el pase de un kyu a otro no se obtiene solamente por competencias, sino por una valoración integral de la técnica y la competencia por parte del sensei bajo su única responsabilidad sin mediación de ninguna entidad u organismo superior como en el caso de la otorgación de los grados Dan. De ahí en adelante vienen lo que se llama Dan, que significa escalón y que según el dan alcanzado, que van desde el primero hasta el décimo, se consideran como sensei, profesor o maestro, experto en Judo que van ascendiendo de negro, rojo y blanco y rojo. El grado 12 se reserva para Jigoro Kano.



Lo que queda de los japoneses en Cuba

Después de la revolución se establece la cooperación pesquera entre los dos países y llegan nuevos inmigrantes nipones, aunque en una cantidad pequeña. Y se construye con tecnología japonesa, una central termoeléctrica en Cienfuegos, la más eficiente de Cuba.

A principios del siglo XXI solo quedaban en suelo cubano quince nipones de primera generación. Hoy solo queda el samurái Shimazu, en un Hogar de Ancianos de la Isla de la Juventud. Pero hasta el quinto grado de consanguinidad llegan ascienden a más de mil doscientos los miembros de la Comunidad Japonesa Cubana, los que tienen presencia en todas las divisiones territoriales cubanos excepto en Guantánamo.

La población japonesa de Brasil está estimada en 1,5 millones, y constituye la mayor población nipona fuera de Japón en el mundo le siguen Estados Unidos y Perú. En Cuba desgraciadamente, pudo haber sido mayor, pero las propias políticas gubernamentales cubanas de cierta forma ahuyentaron a los que se encuentran entre los más lúcidos y esforzados trabajadores del mundo.

Ojalá y esta presencia hubiera sido más numerosa, pues sin duda su influencia es en muchísimos aspectos de la vida, la razón principal de que Japón se encuentre entre los países más desarrollados del mundo.

Si nos preguntamos qué queda de Japón en Cuba, hay que decir que su presencia es ahora muchísimo mayor que en toda nuestra historia. Pero así y todo, nos hubiera venido, pero muy bien, tener bastante más esencia japonesa en el melting pot cubano.





martes, 12 de diciembre de 2017

Isla de Pinos y las colonias americanas en Cuba


Isla de Pinos y las colonias americanas en Cuba

Cuando por primera vez visité a Isla de Pinos en plano de turista en 1974 (ya había estado anteriormente en tres ocasiones en los años 60 visitando a mi padre que cumplía una condena de 20 años por conspirar contra “los poderes del estado”, simplemente un revolucionario miembro del movimiento 26 de Julio que se alzó con el ejército rebelde y que comprendió que con Fidel Castro se avecinaba el caos para nuestro país y luchó contra ello), me sorprendió su belleza, lo que no me había interesado en mis viajes anteriores. Realmente nos íbamos de vacaciones sistemáticamente a Cienfuegos, al Hotel Jagua, o a Varadero, al Hotel Internacional o al Kawama, pero quisimos probar algo diferente y reservamos para el Hotel Colony.

Después de un corto viaje en avión, y de otro no tan corto de Nueva Gerona, la capital de la Isla hasta el Hotel, situado a unos cincuenta kilómetros, pudimos disfrutar de un paisaje paradisíaco en dos aspectos: por la belleza del paisaje y porque el hotel estaba prácticamente vacío. Ello conllevaba prácticamente todos los servicios y la playa para mi esposa y yo y otra pareja. Así que pudimos disfrutar de comidas excelentes, entre ellas bisté de caguama y unos exquisitos vinos chilenos de botella barrigona que desde hacía unos años abundaban en Cuba pero que con la caída de Salvador Allende ya iban en proceso de extinción.

En una ocasión años después fuimos a conocer el Motel Las Codornices, cercano al aeropuerto, en un lugar bonito pero no comparable con el entorno del Colony.

La Isla de Pinos es la quinta isla caribeña en extensión del archipiélago de las Antillas Mayores, que junto a más de 600 cayos e islotes, conforman el Archipiélago de los Canarreos, en la parte sur-occidental de Cuba justo al sur del Golfo de Batabanó, aproximadamente a 60 kilómetros de la isla de Cuba y a 142 kilómetros de la ciudad de La Habana.



En el Hotel Colony, Marzo de 1974

Esta isla fue descubierta y bautizada como La Evangelista por Cristóbal Colón el 13 de junio de 1494, durante su segundo viaje al continente descubierto por él (no sé que descubrió porque millones de autóctonos pobladores vivían en esas tierras).

Pero lo curioso es que a la Isla se la ha conocido con distintos nombres como Isla de las Cotorras, Colonia Reina Amalia, Isla de los Piratas, Isla de los Deportados e incluso Isla del Tesoro, en tanto que sus primeros habitantes la conocieron también como Siguanea, Camaraco y Guanaja y la más usual, Isla de Pinos, como aparece por primera vez en el mapa de Diego Rivera en 1529 y que hizo que sus habitantes fueran denominados “pineros”. Pero el afán de borrar la historia del gobierno revolucionario hizo que le cambiaran el nombre por Isla de la Juventud.

Al decidirse por los colonizadores en el siglo XIX su explotación y desarrollo, se funda Nueva Gerona, su capital en diciembre de 1830.

A comienzos del siglo XX la Isla de Pinos fue el centro de una disputa con Estados Unidos, hasta que, en 1907, dicho gobierno reconoció la soberanía de Cuba sobre la isla mediante el Tratado Hay-Quesada, ratificado en 1925, bajo gobierno de Gerardo Machado. Pero durante esos años fue notable la aparición de asentamientos de norteamericanos en la isla.

Hay que decir que el golfo de Batabanó es un amplio golfo del mar Caribe que se encuentra en la costa sur del extremo occidental de la isla de Cuba, limitado por la península de Zapata y por la isla de Pinos y con con una profundidad de 2 a 4 metros, que alcanza en el centro hasta 6 a 10 metros, por lo que existen bajos fondos que evitan los grandes oleajes.

Aparte de ser un puente marítimo entre La Habana e Isla de Pinos, el golfo de Batabanó tiene una gran importancia en el campo de la pesca y la extracción de esponjas asentadas en el banco submarino que rodea la zona, aunque ya prácticamente desaparecidas por la sobreexplotación, y la langosta y camarones, siendo el principal alimento y fuente de comercio de los pobladores y pescadores de la zona.

Después de la revolución se creó una fuerte actividad de producción de cítricos, que también está virtualmente perdida.

La Isla tiene muchos sitios de interés, a los que nos referiremos brevemente para acercarnos al tema de los americanos en la isla.



Principales lugares de interés

El Hotel El Colony, al que ya nos referimos, es sin duda un lugar impresionante que se puede considerar casi vírgen. Ahora existe allí un Centro Internacional de Buceo, que no es mi fuerte, pero supongo que tenga excelentes condiciones para ello.

La Playa Bibijagua, famosa por sus arenas negras, se diferencia de las otras existentes en toda Cuba, por el color completamente negro de forma natural de sus arenas, formadas por la acción erosiva de las olas sobre las rocas de mármol que abundan en la Isla. Es sitio con un ambiente sosegado, sano, oxigenado y familiar para quienes prefieren el contacto directo con la naturaleza. Este color de sus arenas contrasta con la transparencia de sus aguas, lo que la hacen aún más encantadora.

Las Cuevas de Punta del Este, por suerte en un lugar apartado de los mayores asentamientos humanos del territorio, y por ende con un alto grado de conservación, es considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre caribeño, y contiene gran cantidad de pictografías aborígenes. Y está el tristemente famoso Presidio Modelo.




Presidio Modelo.

Del llamado “Presidio Modelo”, el que tuve la desgracia de conocer para ir a visitar a mi padre cuando a las autoridades se les ocurría autorizarlo, (3 visitas en ocho años), tiene el triste récord de estar entre los peores recuerdos de mi vida.


No era solo el ambiente opresivo y deprimente que allí se vivía. Todo comenzaba cuando en un ómnibus atestado, íbamos desde la Víbora, en La Habana, hasta Surgidero de Batabanó, de donde salía el ferry Isla del Tesoro, un buque con los motores rotos y que era tirado por un remolcador, lo que hacía que el viaje fuera de más de seis horas. Allí en el barco la gente estaba hacinada por miles, muchos vomitaban, otros se quejaban de la crueldad del presidio político y al final no había otra opción sino irse hacia la cubierta, también atestada y tirarte donde pudieras y dormitar al aire libre. Después venía la larga cola para tomar un taxi colectivo hasta el presidio y una vez allí hacer otra interminable cola compuesta por miles de personas, esperar a que te revisaran detalladamente y al final, casi 24 horas después de haber salido de tu casa, poder estar unas pocas horas con tu familiar. El llanto colectivo era algo dramático y cuando lo sumabas a tu no poco llanto, se convertía en una imagen para no olvidar nunca.



Desde tiempos remotos la isla sirvió de prisión o destierro para aquellos patriotas que disentían de la colonia española. Un ejemplo de ello fue José Martí, desterrado a la isla a la hacienda El Abra hasta su posterior deportación a España.

Un caso interesante fue cuando el 26 de julio de 1896, Evangelina Cossío Cisneros, de 17 años, encabezó un osado levantamiento en Isla de Pinos, en el que jóvenes revolucionarios deportados y entusiastas locales pretendieron unirse a las tropas de Maceo previa captura del jefe de la plaza y declararla independiente de España. Escogieron la fecha de la fiesta de Santa Ana, cuando supuestamente los soldados no estarían acuartelados y sí celebrando en las calles, cuestión que Fidel Castro trató de repetir cuando el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba con uno de sus primeros fracasos, de lo que haría en su vida una gran cosecha ininterrumpida.

La patriota fue hecha prisionera pero se fugó hacia Estados Unidos eludiendo una sentencia de 20 años de cárcel en Ceuta.

Al general y general Gerardo Machado, presidente de Cuba en 1925 decidió construir a cuatro kilómetros del centro de la capital, Nueva Gerona, una prisión en la que se pudieran reeducar a los delincuentes más peligrosos del país. Ello provocó un gran rechazo e incluso muchas familias norteamericanas residentes en la Isla decidieron regresar a los Estados Unidos.

Para ello se realizó una investigación sobre el Sistema Penal de Estados Unidosa fin de decidir qué tipo de construcción carcelaria se podía ajustar a las condiciones de Cuba. Finalmente fue seleccionada una situada en Illinois, conocida como cárcel de Joliet, con un diseño llamado panóptico con cinco edificios circulares, cuatro para los presos y uno para comedor, que es donde se recibían la visita de los familiares.



El lugar donde se construyó el Presidio Modelo fue sede de una prisión militar española donde habían sido recluidos muchos insurgentes, condenados a trabajar en una cantera de mármol próxima al lugar donde cumplían su sanción.

La inauguración del Presidio Modelo tuvo lugar el 16 de septiembre de 1931 y la capacidad de albergue de cada edificio era de 465 reclusos, cada uno en una celda, es decir, cinco pisos con un total de 93 celdas por circular.

Se calcula que a partir del primero de enero de 1959 y hasta 1967, fueron numerados en la oficina de archivo del penal aproximadamente 15,500 individuos, todos por causas políticas. Tal es así que pasó a llamarse Reclusorio Nacional para los Delitos contra la Seguridad del Estado Isla de Pinos. Como curiosidad, entre 1931 a 1958, fueron fichados 22 mil reclusos, casi todos por delitos comunes. Podemos imaginarnos el tremendo hacinamiento existente para aquellos que se opusieron a la llamada revolución., donde en la celda concebida para uno había hasta cuatro presos.

En el proyecto original estaba considerada una torre en el centro del comedor, esta se comunicaría con el sótano por el que entrarían los militares sin tener contacto con los presos. Los penados, en principio, podían ingresar al comedor desde las circulares por unas galerías cubiertas y cerradas.



El proyecto original incluía un pabellón de castigo que fue remozado y ampliado después de la revolución y adonde eran llevados los presos llamados “plantados” o simplemente los que no le caían bien a los custodios.Estos pabellones fueron escenarios de asesinatos, severas golpizas y de huelgas de hambre.

El Plan Especial Camilo Cienfuegos para que los reclusos trabajaran, se caracterizó por la brutalidad de los sicarios que lo dirigían y los presos políticos eran brutalmente castigados, golpeados, acuchillados con bayonetas y hasta asesinados por los custodios.

Los que se negaban trabajar o a continuar trabajando eran severamente golpeados y reducida su alimentación y el acceso al agua. Las golpizas a estos “Plantados” eran sistemáticas.

Se conoce una única fuga exitosa en la que los evadidos pudieron salir de la isla y del país, fue la de Juan Ortega González y Manuel de Jesús Parrado Pérez, los que navegaron durante 13 días hasta que fueron rescatados por un barco y conducidos a Estados Unidos.

Otra fuga de éxito abortada a última hora, la realizó Reinaldo “El Chino” Aquit, quien con gran audacia, vestido de militar, abordó un yate en el puerto de Nueva Gerona, llegó a Cuba pero meses después fue delatado por un alto funcionario consular de México.

Tanto durante la invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón, como cuando la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre, el presidio fue minado completamente y a los reclusos se les amenazaba continuamente con que al primer intento de atacar a la Isla ellos volarían en pedazos. Pero este no fue el único evento relacionado con estas situaciones.



Dos curiosidades del presidio son que se utilizó en la segunda guerra mundial para custodiar prisioneros alemanes y japoneses por el simple hecho de proceder de esas naciones y que en el penal fueron encarcelados Fidel Castro y 25 de sus compinches que asaltaron los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, pero a pesar de toda la historia fantástica que crearon alrededor de su cautiverio, éstos no estaban en circulares, sino en pabellones con muchas comodidades, comidas especiales, libros y que constituyeron prácticamente unas vacaciones ante las que Batista cometió un error que tanto dolor le ha costado al pueblo cubano, que fue dejarlos en libertad poco más de un año después.

      Aquí pasó Fidel Castro sus vacaciones en el Presidio Modelo.

Otras curiosidades de la Isla es que en un momento se le llamó Isla de las Cotorras por la cantidad de esas aves que existían en la misma. Era famoso el llevar a La Habana cotorras de contrabando desde la Isla, a las cuales se las narcotizaba y una de ellas la teníamos en mi casa, donde no paraba de repetir las malas palabras que le enseñaban.

Y otro nombre que nunca se le dio a la Isla, pero que podía haber sido, es la Isla del Mármol. Se cuenta que un francés de apellido Chueaux buscaba oro en la Sierra Caballos en 1834 (todavía existe una mina de oro en la Isla, la cual en una ocasión, mientras trabajaba en el Ministerio de la Industria Básica que abarcaba la minería, provocó la muerte por intoxicación por arsénico que muchas veces acompaña esos yacimientos. El francés o halló el oro, pero descubrió el mármol que rellena las entrañas de Isla de la Juventud. Desde aquella primera cantera establecida en la ribera del arroyo Brazo Fuerte hasta las grandes que hoy se explotan, la roca es presencia constante en Gerona y otras ciudades del territorio pinero.



El mármol, producto local, abarata el costo para los pineros y se encuentra en lápidas, como indicador de dirección en las calles, como asientos de parques, como esculturas de artistas, se vuelve un material cotidiano. En la Isla hay canteras de mármol blanco, negro y jaspeado de varios colores y de excelente calidad.Una de las riquezas de esta isla es el mármol negro, que se extrae de las canteras ubicadas en la zona norte de la isla.

También la isla es rica en caolín, materia esencial para la porcelana y la industria cerámica, y sus tierras y su clima muy propios para el cultivo de cítricos.

Y algo que me asombra es que Isla de Pinos pertenecía a Bejucal. En 1864 la población contaba ya con 2,067 personas. Su término municipal fue creado en 1874, segregado de Bejucal, a cuya jurisdicción pertenecía. En noviembre de 1908 se hizo por acuerdo del ayuntamiento la división territorial. Y preciso que Bejucal está situado a 140 kilómetros de la isla de la Juventud (37 hasta Surgidero de Batabanó y de allí 103 kilómetros hasta Nueva Gerona).

Aunque yo nací en Bejucal, estoy seguro que mucha gente de mi pueblo no conoce este dato, que a primera vista resulta increíble.



Cayo Largo del Sur

Cayo Largo del Sur fue hasta hace pocos años un rincón apartado de Cuba. Una especie de paraíso terrenal con un colorido particular, sus playas y paisajes constituyen un espacio digno para el turismo y la protección ambiental.

Se trata de un cayo con unos pocos metros sobre el nivel del mar y una superficie de 38 kilómetros cuadrados, con 27 kilómetros en su porción más larga, casi toda de playas. Hoy en día es uno de los principales destinos turísticos, aunque la oferta por las características del lugar es limitada, pero con mucha demanda.

Destaca el Refugio Natural de Fauna Cayo Campos-Rosario, cayería frente a Punta del Este, con hermosos cayos e islotes totalmente despoblados, excepto Cayo Largo. Todos ellos constituyen un ideal refugio para valiosas especies de flora y fauna y playas de blancas y finas arenas, que permanecen vírgenes.

Entre los más interesantes están Cayo Campos y Cayo Cantiles, con gran diversidad de su hábitat entre los que destaca los cangrejos rojos, que en determinadas épocas del año se encuentran en cualquier parte en cantidades increíbles, esta maravilla de la naturaleza solamente la he visto en la carretera entre Cienfuegos y Trinidad, pegada a la costa, donde proliferan estos cangrejos, que son aplastados por el tráfico por miles.



Y un poco más al norte y al este, ya no perteneciente a Isla de Pinos, se encuentra Cayo Piedra, una pequeña isla situada en las afueras de la Bahía de Cochinos, donde Fidel Castro contaba con una isla privada con todas las comodidades propias para millonarios, con fondos marinos casi vírgenes y donde muchos fines de semana acudía el comandante a su isla de ensueño, con protección militar, lanchas rápidas y un helicóptero y a donde llevaba a sus invitados, casi todos extranjeros, como al ex presidente colombiano Alfonso López Michelsen, al empresario francés Gérard Bourgoin, conocido como el “rey del pollo”, el entonces propietario de la CNN Ted Turner o el dictador de la República Democrática Alemana Erich Honecker, pero los más habituales eran Antonio Núñez Jiménez y su incondicional, el escritor Gabriel García Márquez.

Allí se degustaron los más finos manjares y los mejores y más caros vinos y bebidas, mientras el pueblo continuaba su calvario de escaseces.



Llegaron los americanos.

Desde su colonización española en 1494, la Isla siempre fue considerada como parte integrante del territorio cubano, al igual que todas las islas, cayos e islotes que rodean a Cuba, pero al terminar el dominio español en 1898 con la ocupación militar norteamericana, surgieron interrogantes respecto a su estatus futuro y los Estados Unidos, mediante la Enmienda Platt, le otorga soberanía a ese país sobre ella, apoyándose en la utilidad que podía prestar su territorio en la defensa del Canal de Panamá. Después de la independencia de Cuba en 1902, el territorio pinero fue devuelto a Cuba por el Tratado Hay-Quesada, pero no fue hasta 1925 que se logró la ratificación de dicho tratado y con ello la verdadera soberanía cubana sobre este territorio.

En ese entretiempo, el comerciante norteamericano S. H. Pearcy, radicado en La Habana, adquirió varios miles de hectáreas de terreno en la isla, lo que le permitió establecer la venta de lotes a clientes españoles, fundando en 1901 la Isle of Pines Company, y en sociedad con otros inversionistas coterráneos suyos crearon varias empresas como: Santa Fe Land Company, Isle of Pines Land and Development Company, Almacigos Springs Land Company, Canadian Land and Fruit Company y otras, con las que se hicieron dueños de casi toda la isla.

La propaganda refería que Isla de Pinos era un nuevo y prometedor territorio de los Estados Unidos, lo que atrajo a una gran masa de colonos norteamericanos, agricultores y ganaderos en su mayoría, que se asentaron en los núcleos poblacionales ya existentes, a la vez que crearon nuevos pueblos, como Columbia, Port Jucaro, McKinley, San Pedro, Los Indios, Santa Bárbara, Los almácigos y San Francisco de las Piedras. Hacia 1913 residían allí más de 1 600 estadounidenses. Casi tantos como los pineros.En 1925 la inmensa mayoría del territorio pinero era propiedad de estadounidenses, los que se dedicaron a explotar extensas plantaciones de cítricos y frutales, que con el tiempo llegaría a ser el principal sostén económico de la isla.

Como es común en sus prácticas los colonos trajeron con ellos todas las comodidades y lujos del sistema de vida norteamericano, los que reprodujeron, en la medida posible, en la Isla de Pinos para lo que construyeron hoteles y jardines, iglesias y bancos, avenidas y embarcaderos, y sus casas en las afueras de los pueblos.

Los colonos norteamericanos tuvieron mucho éxito en el cultivo de cítricos, el que desarrollaron hasta obtener ganancias extraordinarias por encima de otros rubros alimentarios, que ni siquiera eran producidos para cubrir las necesidades del consumo local.

Pero al dictaminar el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en 1907, que la isla era territorio cubano y nunca había formado parte del país norteño, se fueron acabando los ánimos de los colonos, por lo que muchos vendieron sus tierras y regresaron a su país de origen, por lo que fueron pasando tierras y negocios a manos cubanas o españolas.



Cementerio de norteamericanos en la Isla de la Juventud

Fue tan importante el impacto, que a casi un siglo de distancia, la huella norteamericana en Isla de Pinos sigue existiendo.

Una de ellas es que en la Isla hay dos cementerios norteamericanos, uno en Santa Bárbara y el otro en Columbia, los que nos muestra la cantidad y la dispersión de los colonos en el territorio insular. El de Columbia, en la cercanía de La Fé, se conserva limpio y podado, como una forma de preservar la memoria de unos 280 norteamericanos sepultados allí.

El primer colono enterrado en el cementerio de los americanos se llamó Freeman Cooper, alemán que ingresó en Cuba desde los Estados Unidos que falleció el 30 de noviembre de 1907. Su hijo Frank, administró la necrópolis hasta 1976, cuando regresó a su país. Yacen también allí míster Pierce, presidente de Isle of Pines Company, y míster Mills, dueño de otra empresa importante.

El “Cementerio Americano”, en Columbia también guarda los restos de 29 hombres que iban a bordo del vapor Nicolás Castaño, que viajaba entre La Habana y Cienfuegos y que en el sur de la isla en Carapachibey, chocó contra las rocas a causa de la explosión de sus calderas el 23 de agosto de 1908.Algunos analistas políticos dicen que tras la guerra hispano cubano americana, los colonos empezaron a desembarcar masivamente en Isla de Pinos, para ir echando las bases demográficas para consumar en algún momento la anexión del territorio a los Estados Unidos.

Estos cementerios atestigua el número de los estadounidenses que vivieron, trabajaron y murieron en esta pequeña isla antaño refugio de piratas, después colonia penal y posteriormente una fuente de productos agrícolas para vender en Cuba y en Estados Unidos.

La lápida con el nombre de Estefania Koenig, la última norteamericana que vivió y murió en la Isla, indica la longitud de la presencia norteamericana. Ahora solo quedan como mudos testigos las ruinas de negocios, escuelas, hoteles y viviendas, así como los restos de una mina de oro, pero la mejor muestra nos la dejan los cementerios de los que un día estuvieron a punto de cumplir un sueño en una nueva tierra.




También llegaron los japoneses

Solamente vamos a hacer un esbozo de la presencia japonesa en Isla de Pinos, porque realmente el tema es tan interesante que merece abordarlo con mayor profundidad.

Entre 1924 y 1926 se produjo el arribo del mayor número de inmigrantes japoneses a Cuba, cuando una compañía de viajes se encargó de promover estos viajes.

Esta primera oleada de emigración japonesa a Cuba estaba compuesta básicamente por hombres, por lo algunos formaron familia con cubanas y se adaptaron a la comida local, ya que muchos ingredientes de la cocina japonesa resultaban imposibles de conseguir en la isla.

Pero sin duda el asentamiento japonés más conocido en el país es el de Isla de Pinos, en lo que tuvo un papel principal la popularidad del agricultor Mosaku Harada y su familia, el cual había llegado en 1924 acompañado de 36 hombres y mujeres y crearon una productiva asociación agrícola.

La comunidad japonesa creció rápidamente pero tuvo difíciles años durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la emigración japonesa fue paralizada y los japoneses que vivían en Cuba, siguiendo lo que habían hecho los Estados Unidos en su país, fueron detenidos en campos de concentración dentro del Presidio en La Isla de Pinos desde el año 1942 hasta 1945, por lo que la colonia japonesa se nutrió de los familiares de los que injustamente fueron encarcelados.

Como siempre ocurre con los japoneses, su ejemplo de decencia, laboriosidad e ingenio, nutrieron de beneficiosa savia a la Isla de la Juventud.



Santa Bárbara


Nicolás Duarte, propietario de toda la Isla, al hacer su testamento el 22 de abril de 1760, dividió en siete hatos para dejar a cada hijo, uno de esos territorios y Joseph Duarte recibió en herencia el hato Santa Bárbara Las Nuevas, el cual lo vende y a finales del siglo XIX,

Don Juan Costa, a finales del siglo XIX, es el propietario de 1700 caballerías (unas 65700 hectáreas) de las mejores tierras de este lugar, las cuales transfiere por 120 mil dólares en 1901, al norteamericano Samuel Pearcy, de la compañía Isle of Pines.

Al llegar en 1902 los norteamericanos a Nueva Gerona cubrieron la etapa de los 20 kilómetros que la separaban de su nuevo hogar, para ellos una tierra prometida que para Washington era imprescindible poblar de su gente primero para luego anexarla a su país. En Santa Bárbara edifican un poblado al estilo nórdico, al estilo de los bungalows y utilizando el abundante pino local y llegaron a poseer casi la totalidad de las tierras cultivables de esa zona.

A pesar de la laboriosidad de los norteamericanos, también utilizaban mano de obra no especializada para la construcción pinera, pero para trabajos en las granjas o tareas domésticas, preferían a los caimaneros y jamaicanos porque su lengua era el inglés.

A principios del siglo XX un censo registró en Santa Bárbara a más de 200 estadounidenses, 70 caimaneros, 28 jamaiquinos, 25 alemanes, 17 japoneses, 11 británicos, ocho chinos, y en menores cantidades húngaros, polacos, yugoslavos, irlandeses, letones, rusos, holandeses, suecos, portugueses, canadienses y hondureños. Como curiosidad, entre las nacionalidades no se incluía a las familias españolas que se quedaron a residir en el pueblo posterior a la independencia de Cuba.

Y ya en 1920 la cifra llegó a 403 habitantes, habiéndose incrementado levemente la cantidad de norteamericanos pero ya había 17 japoneses, 8 chinos, 25 alemanes y 11 ingleses, dándole al poblado un toque cosmopolita impresionante, que debe haber sido mayor por la cantidad de gente que no fue registrada o que trabajaban allí esporádicamente.

Los norteamericanos desarrollaron la agricultura citrícola aplicando tecnologías y alto nivel de mecanización con la asesoría del Departamento de Agricultura de la Florida, El cultivo principal era el de naranjas y toronjas, se valoraba en ese tiempo a la inmensa cifra de casi 2 millones de dólares.En 1931 se comercializaron 215 000 cajas de toronjas, considerada la mayor exportación de toronjas realizada en la etapa republicana de Cuba, con independencia de los grandes volúmenes exportados de naranjas, pimientos, berenjenas, pepinos, piñas y melones.

La existencia de caolín también hizo desarrollarse la industria de la cerámica, de la que fue gran promotora la ceramista norteamericana Harriet Wheeler. Y también otro atractivo de Santa Bárbara es que cuenta con excelentes aguas minero-medicinales.

Los ciclones de 1907, 1915 y 1917 habían afectados las cosechas y las edificaciones en su paso por la Isla, pero el de 1926, el peor del siglo XX, lo destruyó todo. Este fatídico huracán destruyó muchas de las instalaciones que se habían construído y afectó grandemente la agricultura, no solo de la ciudad, si no la de toda la Isla. Ello sumado a la crisis de los años

1929-1933, provocaron un descenso de la producción y el consiguiente éxodo de una parte de la población norteamericana y a que Santa Bárbara se convirtiera casi en un pueblo fantasma.

Con el afán de la revolución de borrar el pasado, en 1968 se procede el cambio de nombre de Santa Bárbara por el de La Demajagua, en honor al Padre de la Patria, pero la bonanza que un día tuvo ese lugar no volvió a brillar.



Proyectos económicos fallidos y la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre.

Al llegar al poder Fidel Castro, se pretendieron emprender sin previos estudios ni contemplar su negativo impacto ambiental, pero por suerte la falta de financiamiento para ejecutarlos los paralizó o impidió su realización.

El primero relacionado con Isla de Pinos (realmente el primero fue la absurda desecación de la ciénaga de Zapata) consistía en crear un dique en la punta de la Ensenada de la Broa para desecar al Golfo de Batabanó, el mar bajo que existe entre la Isla de Cuba e Isla de Pinos, pero que constituye una riquísima zona de producción de productos marinos, como peces, camarones y langostas, así como esponjas, actualmente extinguidas prácticamente.

Por suerte no se ejecutó, pero la afectación a la fauna de la zona no pudo evitarse completamente, pues se construyeron varios centros porcinos y ganaderos, situados demasiado cerca de la costa, y que vierten sus residuales al mar, sobre todo en el sur de la antigua provincia de La Habana, que junto con los residuales químicos de la agricultura, envenenaron el Golfo de Batabanó, limitando las poblaciones de peces y mariscos en tan rica zona pesquera de antaño.

También el fallido "Plan Costa Sur", también en la misma zona, pretendía extraer el agua de la ciénaga de Zapata y poder emplear esta zona cenagosa para la siembra de cultivos varios, pero lo único que logró fue salinizar enormes extensiones de tierra cultivable.

Años después se abandonó el proyecto, con el triste resultado de la salinización de enormes extensiones de tierra fértil.

Pero también Isla de Pinos estuvo en gran peligro cuando ocurrió la crisis de los misiles o crisis de Octubre, uno de los hechos que puso el mundo entero al borde de una Guerra Nuclear, que ocurrió en Octubre de 1962.



En 1962 la Unión Soviética había trasladado a Cuba potentes armamentos nucleares y convencionales, a solicitud del gobierno revolucionario y como parte de ello se ubicó una Brigada de Artillería Coheteril Costera formada por 4 Grupos Coheteriles de la clase Sopka (Colina) entonces poderosa arma de la Marina para la lucha contra el posible desembarco naval.

Y estos Grupos coheteriles fueron ubicados en la Isla en las direcciones operativas más factibles para el desembarco naval, siendo las Lomas de la Siguanea en Isla de Pinos uno de ellos. Otro cubría la costa norte de las provincias orientales en Punta Las Mulas en Banes, otro en Santa Cruz del Norte, para cubrir el este de la capital y el cuarto en el pueblo de Minas al sur de la playa de Guanabo, con facilidad para trasladarse a cualquier punto del país, como después se hizo llevándolo a Punta Gavilanes en Cienfuegos.

Después de la crisis de Octubre se realizaron pruebas de lanzamiento del cohete S-2 Sopka, el primero desde Siguanea en Isla de Pinos en 1963, que resultó fallido, y después en 1965, hundiendo a un buque y el tercer lanzamiento en 1969 con cuatro cohetes que no dieron en el blanco por lo que se determinó desactivar esta técnica
, que aparecía en todos los desfiles militares y que se daba casi por la octava maravilla del mundo.


Ya en 1945 en los alrededores de Santa Fe, se había desmantelado una base de zeppelines del gobierno norteamericano, la cual después fue convertida en un aeropuerto.

Y ya que hablamos de guerra, veamos que pasó en los años de la Segunda Guerra Mundial en la Isla, aparte de la vergonzosa reclusión de ciudadanos por el solo hecho de ser japoneses, alemanes o italianos.




Espias nazis en Cuba

En plena guerra mundial, entre 1942 y 1944, siete barcos cubanos fueron hundidos por submarinos alemanes y por ello murieron más de ochenta infantes de marina cubanos.

Ello fue producto de varios U-Boot de Alemania que merodeaban, en calidad de espías, en nuestras aguas territoriales.

Antes de la guerra, el jefe de inteligencia de la Marina Nazi, Almirante Wilhelm Canaris había ordenado estudiar las corrientes del Golfo para facilitar las rutas de los submarinos y contar análisis precisos de cartografías, mapas estratégicos y fotografías de instalaciones militares, navales, eléctricas e industriales, y datos sobre la política, economía y geografía de Cuba y otros países del área cercanos a las costas norteamericanas. Y por sobre todo ello se requería el establecimientos de lugares donde los submarinos pudieran aprovisionarse de combustible. Un lugar ideal para esto último pudiera ser la Isla de Pinos.

La obtención de estas informaciones requería de la presencia de espías en Cuba, algunos de los cuales ya se encontraban en la mayor de las Antillas, algunos desde años atrás.

Años antes, el 28 de septiembre de 1928 llegó a La Habana Josef Frederick Degano, Rudolf Delgemberg, un espía del almirantazgo germano, que actualizaría información para el rearme del ejército alemán, tarea prohibida por el Tratado de Versalles y que sería ampliamente violado en Alemania en los años treinta con la llegada al poder de Adolf Hitler. A Delgemberg se le encargó estructurar una red de espionaje con los residentes alemanes en el Caribe para ser utilizados antes de la guerra y durante ella.

Nadie en Isla de Pinos podía imaginar que Delgemberg, dueño de una embarcación en la que viajaba asiduamente los mares alrededor de la Isla y hasta Gran Caimán, Haití, República Dominicana y Jamaica, con abundantes mapas e instrumentos de navegación, anotando profundidades, escollos marinos y corrientes era un espía. Fiel a su condición de alemán, donde el orden, la disciplina y la perfección son casi una obsesión, llegó a realizar planos topográficos tan precisos de las aguas cubanas y los países mencionados, que propiciaron una navegación segura a los comandantes de submarinos nazis.

Un apartado de correos en Hamburgo, Alemania, recibía los informes enviados por un comerciante importador de maquinarias alemanas, que sistemática era el receptor de los mensajes del agente. Mientras tanto, Eugenio Hoppe, alemán, dueño de la fábrica de cuchillas Aevos, iba regularmente a Cojímar con Rudolf Delgemberg donde se reunían en el Club Alemán para coordinar una nueva misión, instalarse en esa ciudad una planta radiorreceptora que recibiría, directamente desde Berlín, noticias propagandísticas y otras informaciones secretas. Nadie sabía que era el jefe del Partido Nazi en Cuba.

El Servicio Secreto británico, se dedicó a la búsqueda de Delgemberg, que por entonces actuaba en el servicio de espionaje nazi como jefe de zona en las Antillas, así como a sus cómplices. La gestión del enviado de Delgemberg, Eric Frangel, logró el éxito en las preparaciones para establecer la planta receptora y a finales de 1938,el anticuario de nacionalidad germánica Pedro Schwendt, tenía en el apartamento seis, planta baja, Obispo 307, una emisora que se comunicaba directamente con Berlín.

Rudolf Delgemberg fue detenido en el momento de abordar un avión en la isla de Trinidad. Junto con él estaba Eric Frangel, el segundo jefe de la red hitleriana en el Caribe. Y en enero de 1942, fueron encarcelados por la policía cubana Emil Hacher, Eugenio Hoppe y Roberto Friederich, entre otros ciudadanos alemanes.



El espía alemán más famoso en Cuba.

En 1941 llegó a Cuba de Henry Augustus Lunin, cuyo nombre real era Heinz Kunning. Como un pequeño comerciante de origen latinoamericano, pudo conseguir información actualizada de muchos aspectos de la vida del país y de las principales producciones, como azúcar, tabaco y café. A su vez obtuvo el tonelaje, capacidad y características de la flota marítima cubana y todo lo transmitía a Alemania basado en sus conocimientos de telecomunicaciones.

Se dice que estas informaciones tenían distintas fuentes, pero que su gran fuente eran los prostíbulos y bares cercanos a los muelles, donde gracias a las meretrices y a marinos yanquis borrachos recibía la información que le interesaba acerca del movimiento marítimo.

Se dice que los informes que emitió, propiciaron el hundimiento de muchos buques, entre ellos los barcos mercantes cubanos “Manzanillo” y “Santiago de Cuba”, en 1942.

     Monumento a los marinos cubanos muertos en la Segunda Guerra Mundial.

Las fuerzas de inteligencia cubanas le siguieron la pista a los posibles sospechosos, incluyendo frecuentes viajes que hacía a Isla de Pinos, donde tuvo un romance con una norteamericana, y llamó la atención del contraespionaje.

Al detenerlo le encontraron mapas y dibujos de centros comerciales cubanos y equipos de comunicación tales como receptores y transmisores de largo alcance y documentos demostrando sus contactos con otros nazis.

Kunning fue el primer y único espía nazi fusilado en Cuba y América Latina, al ser juzgado por sus actividades a favor del eje fascista, durante la II Guerra Mundial. Fue fusilado el 10 de noviembre de 1942 en el Castillo de El Príncipe, en La Habana.

Recordemos que una de las principales tareas que tenían en Cuba los espías alemanes era establecer bases de aprovisionamiento de combustible para los submarinos, y no está claro si Kunning pudo lograrlo. El hecho cierto es que hay diferentes informaciones que han aparecido a través de más de medio siglo en diferentes publicaciones que aseguran que en una familia en

Camagüey se refugiaban submarinistas nazis, pasando en ella hasta dos y tres meses con buena comida y asistencia médica, mientras el submarino aguardaba camuflado en la costa hasta poder reabastecerse de combustible.

Otros informes dicen que el combustible se lo robaban los fines de semana de la refinería Shell, en La Habana, y lo transportaban hasta Camagüey en camiones de una compañía lechera propiedad de un español falangista. Las autoridades nunca descubrieron, o no quisieron descubrirlos, a pesar de que esos submarinos torpedearon a cinco barcos mercantes cubanos, con un saldo de 76 compatriotas muertos.

Otros sin mucha información adicional, dicen que Kunning trató de establecer una base en Isla de Pinos, pero que la norteamericana con que tenía un romance comenzó a sospechar de él.

Pero una investigación a profundidad arroja cosas diferentes a las que hasta ahora hemos plasmado.

El libro “Hitler´s Man in Havana. Heinz Luning and Nazi Espionage in Latin America”, publicado por la editorial The University of Kentucky Press en 2008, hacen pedazos la versión que hasta ahora ha circulado en Cuba y en los Estados Unidos.


Esta es en resumen la historia de Kunning o Luning.

Luning, hijo de alemán e italiana,nació en Bremen, pero falto de inteligencia y dedicación no recibió una educación esmerada, por lo que poseía cultura general pobre, sus conocimientos de idiomas eran mediocres y sus hábitos de trabajo deplorables. Vivió brevemente en Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo y en Nueva York. Se dice que no simpatizaba con los nazis y que frecuentaba amistades judías.

Al asumir el poder el Partido Nazi trató de sacar a su mujer e hijo de Alemania pero fracasó por falta de medios económicos. Para evitar el Servicio Militar decidió ingresar en la Abwehr (una agencia de inteligencia y contrainteligencia) Pero el Partido Nazi contaba con su servicio de espionaje conocido como SD, el cual tenía contactos con las colonias alemanas en todos los países latinoamericanos, sobre todo en Brasil, donde vivían un millón y en Argentina 250 mil alemanes.

Tras un pobre entrenamiento, enviaron a Luning a Cuba junto con un aparato de radiotelegrafía que no llegó a funcionar nunca, por lo que nunca pudo emplear este medio y solamente lo hizo por correo, y además tampoco aprendió a emplear bien las tintas invisibles, todo lo cual hizo que la contrainteligencia británica lo detectara y lo detuviera la cubana.

Luning fue detenido en un momento muy delicado para él en todos los sentidos. Por una parte J. Edgar Hoover, el macabro travesti jefe del FBI quería llevarse parte de los lauros, mientras que en Cuba, Batista quería hacer méritos ante los Estados Unidos para obtener mejor precio para la zafra azucarera y mayor ayuda en varios rubros.

El jefe de la policía cubana, el Gral. Manuel Benítez Valdés, tristemente involucrado en la devolución o no permitir ingresar a los judíos que huían del nazismo en el buque St. Louis, deseaba aumentar su prestigio y popularidad pues quería ser sucesor de Batista. Y el embajador estadounidense Braden también quería llevarse un pedazo de la gloria.

Si se hubiera valorado el caso justamente, se podía observar un inexistente interés bélico de sus informes y su conducta de total colaboración con las autoridades cubanas, por lo que la pena de muerte no era apropiada. Hasta el final de la guerra el FBI siguió todas las pistas derivadas de este caso sin hallar rastros del círculo intercontinental de espionaje supuestamente coordinado por este agente alemán.

Tristemente de la aventura de Luning en Isla de Pinos, hace muchos años me leí un artículo interesantísimo y bastante extenso en una revista cubana llamada Mar y Pesca, que desafortunadamente no he logrado conseguir. Pero no hay duda que la presencia del espía en esa Isla fue uno de los aspectos que propiciaron su captura. Su fusilamiento es otra cosa, como en “Los Miserable” de Víctor Hugo, en la vida real hay gente que se roba un pan y pasa su vida en la cárcel y otros se roban millones y quedan impunes. Luning fue el de los panes.





Otras colonias norteamericanas en Cuba.
Pero no solo a Isla de Pinos llegaron los americanos, también a muchas otras partes del país, destacándose las colonias que fundaron en el valle de Sierra de Cubitas. Creo que vale la pena mencionar dos libros de autores cubanos que a partir de una profunda investigación y de entrevistas con descendientes de aquellos colonos, nos dan una visión objetiva de la saga: "Conversación con el Último Norteamericano" de Enrique Cirules y Jaime Sarusky con su obra "Los fantasmas de Omaja".


La Gloria y Omaja

A finales de 1899 la Cuban Land and Steamship Company envió hacia el territorio de Camagüey a un equipo de ingenieros agrimensores encabezado por el ingeniero J.C. Kelly, los que estuvieron parcelando durante meses grandes territorios desde la Sierra de Cubitas hasta el mar, y limitados por el río Máximo, el de los famosos “cangilones”, accidente natural conformado por rocas calizas que cubren unos 350 metros a lo largo del río, que lo convierten en piscinas naturales, utilizadas como balnearios, y a cuya extensión llamaron “Valley of Cubitas” y comenzaron la fundación de una de las primeras colonias norteamericanas en Cuba, “La Gloria Colony”.

A partir de una campaña en los Estados Unidos para estimular la colonización de vastas extensiones de tierras cubanas que, por su fertilidad la hacían presa codiciada, la Cuban Land

Perseguía el objetivo de llenar la isla con colonias de ciudadanos norteamericanos. En Cuba el proyecto comenzó casi simultáneamente en treinta y siete localidades entre ellas estaban la Gloria City y una serie de poblados del Valle de Cubitas, tales como Garden City, City of Piloto, Columbia City, Washington City, New Port, y Port Viaro, esta última una playa pantanosa llena de manglares. En este grupo estaban otros proyectos como los de Ceballos, Ciego de Ávila, Barthe, Omaja en Las Tunas y las ya citadas en Isla de Pinos y una curiosa en Pinar del Río.

El 4 de enero de 1900 entró en la bahía de Nuevitas el vapor “Yarmouth” con doscientos pasajeros y entre ellos una mujer. Muchos pasajeros no bajaron pues se dieron cuenta de que la promesa de encontrarse con una ciudad con todas las comodidades era falsa, por lo que solamente 160 colonos llegaron a la supuesta ciudad de La Gloria, tras pasar por millas de fangosos pantanos, plantando tiendas de campaña el 9 de enero en los lugares donde debía construirse la ciudad.

Hay una leyenda sobre el caso que cuenta que después de varios días abriéndose camino entre los manglares, los colonos estaban tan contentos de encontrar un lugar en el que el fango no les llegara hasta las rodillas y que no estaba lleno de mosquitos que se sintieron en la gloria al llegar a ese sitio y de ahí su nombre.

En la primera oleada de colonos llegaron cuatro médicos, un abogado, un periodista, varios comerciantes, contadores, maquinistas, mecánicos, albañiles, carpinteros, campesinos, un juez, un pastor y por supuesto exmilitares, expresidiarios, y aventureros de cualquier calaña.

Al igual que hicieron en Isla de Pinos, desarrollaron una comunidad vigorosa, cultivando cítricos y vegetales, y ya en 1914 contaba con unos 3000 norteamericanos junto con decenas de alemanes, polacos, daneses, italianos y unos cientos de cubanos, españoles y jamaicanos que trabajaban como peones.





La Gloria llegó a su máximo esplendor en esos tiempos, y contaban con juzgados, policía, guardia rural, alcaldía, correos, teléfono y telégrafo, biblioteca, luz eléctrica, alumbrado público, cantinas y fondas, lechería, panadería, fotógrafos, farmacias, médicos, diversos oficios, hoteles, fábricas de cerveza y servicios religioso. Y hasta un ingenio con un trapiche modernizado. Muchísimos pueblos en Cuba no contaban con tantos servicios y vida económica.

Como siempre ocurre, la mayoría de los que se establecieron en La Gloria City eran gente laboriosas y emprendedoras pero también vinieron pistoleros, prostitutas, prófugos de la justicia, jugadores y delincuentes de toda clase, pero por suerte la comunidad no se destacó por estas escorias de la sociedad.

Pero a partir del 1917, muchos colonos abandonaron el lugar y solo quedaron allí los campesinos condenados a morir, pero nada por ellos hizo la Cuban Land. Al igual que ocurrió con los asentamientos norteamericanos en Isla de Pinos, la ley norteamericana que prohibía la entrada al país de frutas que procedieran del extranjero, le dió un golpe mortal a la colonia.

Grandes cantidades de tierras fueron compradas por capitalistas norteamericanos o cubanos que propiciaron el monocultivo, el latifundio y la migración de campesinos cubanos hacia las ciudades. Y con el ciclón del 32 llegó la destrucción de lo que quedaba del ya decadente pueblo de “Glory City”.



Aún se encuentra en lo alto de la colina, el cementerio de los últimos norteamericanos que se quedaron y decidieron vivir allí, unidos a la decadencia de La Gloria City. El último de ellos fue William Stokes. William Stokes era un bebé cuando sus padres llegaron a Cuba. Se casó, creó una familia y vivió en este pueblo toda su vida, inclusive después que sus hijos emigraron y su negocio quebrara. Al morir en 1974, Stokes era el único de los colonos originarios que seguía en la isla, por lo que le llamaban "el último americano en Cuba".




                                              
William Stokes     

Y como lugar también importante, también se encuentra el poblado de Omaja.

El poblado de Omaja, en Majibacoa, Las Tunas, zona oriental de Cuba, tiene una historia muy interesante. Lo construyeron al estilo del oeste norteamericano y hasta sus calles tenían nombres en inglés, y era lógico pues sus primeros habitantes llegaron allí procedentes de los Estados Unidos en 1906.

Los recién llegados lo llamaron Buenavista Fruit Company y eran tierras de muy bajo costo, pues eran zonas de pleno monte, pero a su vez plagado de maderas preciosas y apto para la siembra de cítricos.

El nombre de Omaja es toda una historia interesante. En 1910 el ferrocarril central de Cuba llegó al lugar y a la estación se le puso por nombre Majibacoa, como se conocía por los lugareños. Los norteamericanos lo cambiaron por el de Omaha, tribu de indios pieles rojas de norteamérica.



Así estuvo la discrepancia por un tiempo. De noche los colonos estadounidenses lo cambiaban el Majibacoa por Omaha, y al día siguiente los cubanos hacían lo mismo, pero trocando Omaha por Majibacoa. A lo mejor ninguno de los dos bandos se dio cuenta de que estaban defendiendo nombres indios. El final es que se cubanizó el nombre y se cambió la H por la J y quedó Omaja, que aparentemente no es lo mismo que Omaha, que se identifica con la ciudad de ese nombre en el estado de Nebraska.

Ya en 1919, Omaja tenía 2381 habitantes, la mayoría norteamericanos, pero también suecos, canadiense y finlandeses y con una buena vida económica y social, comercios, tres hoteles, teléfonos, cine, panaderías, aserríos y ebanisterías, agencia de autos Ford y hasta se daba el lujo de contar con dos cementerios, uno de ellos para norteamericanos.

En este caso su declive no vino como consecuencia de ley alguna, sino porque la Carretera Central en su trazado no pasaba por Omaja, así que muchos se mudaron a otros poblados cercanos por donde esa importante vía de comunicación cruzaba, por lo que en los años 30 el pueblo fue feneciendo.




Herradura City, un pueblo americano en Pinar del Río.

Los ambiciosos planes de colonización de la Isla por parte de compañías norteamericanas hicieron surgir pueblos enteros como los de Isla de Pinos y los de Camagüey, pero también en . Pinar del Río. Allí surgió el llamado Herradura City.

La empresa que tuvo esta iniciativa se llamó “The Herradura Land Company of Cuba” y comenzó sus operaciones en el territorio que hoy ocupa el municipio de Consolación del Sur, a finales del año 1904 y solamente un año después, en diciembre de 1905, se fundaría la colonia de Herradura City.

Las producciones fundamentales fueron el cultivo de los cítricos, sobre todo naranjas, con destino a Estados Unidos. Estos colonos fueron de los primeros que introdujeron en Cuba el uso de los abonos químicos para mejorar el rendimiento de las tierras, para lo que también fueron pioneros en un análisis científico de los suelos. Estos estudios abarcaron los suelos de Herradura y parte de los de San Diego de los Baños y beneficiaron notablemente a la agricultura en estos lugares.

Aparte de ser excelentes productores, fueron preciosistas en la presentación de sus mercancías, al punto de que trasladaban sus productos en vagones climatizados para que no perdieran frescor durante la travesía hacia los mercados norteamericanos.

Mantuvieron sus hábitos de vida haciendo que las mujeres, como en las típicas granjas de los Estados Unidos, fueran las encargadas de alimentar las gallinas, los cerdos y demás animales y diversificaron sus producciones con la elaboración de queso, mantequilla, vinos que se vendían y tenían muy buena aceptación en Cuba y en Estados Unidos.

Es conocida la historia de algunos de sus primeros pobladores, cuando en la primera década del siglo XX, Leon Charles Scott y Rosa Holton Scott llegaron a Pinar del Río por las bondades del clima y en busca de un nuevo comienzo. Con ellos venían sus hijos Harold, Vivian, Leona y el pequeño Theodore. Procedentes de Dakota del Norte vendieron la tienda que poseían para embarcarse en esta aventura. Leon Scott creó la finca Montevista, con sus extensos naranjales y vivió parte de la década del 20 en Estados Unidos donde cursó la enseñanza media, además de la Universidad en Virginia, donde se graduó de ingeniero.

Ya antes se habían producido otros empeños similares de colonización en la Isla y en todos los colonos comenzaban fundando una ciudad al más rancio estilo estadounidense y traer con ellos sus más arraigadas costumbres. Y en todos los casos, sabiendo que con ellos venía la prosperidad, vinieron también personas de muchas nacionalidades, en el caso que nos ocupa, alemanes, canadienses, ingleses y chinos. El cementerio fue construido en 1906 e inicialmente era solamente para norteamericanos.

Los norteños compraron parcelas que, con tiempo y trabajo, se convirtieron en fincas prósperas que producían frutales y cítricos, berenjenas, remolachas, pimientos, tomates, zanahorias, pastos para el ganado vacuno y silos verticales para el heno. Hasta la década de 1920, los productos de la zona eran muy demandados en Estados Unidos y el ferrocarril era el centro del trasiego de mercancías, la que después iba por barco a al país del norte.

Las construcciones se hicieron al estilo norteño como el Royal Palm Hotel y el chalet American Society, centros de la vida social y las festividades, como las del 4 de Julio, y los hábitos del país incluyeron que en poco tiempo llegara la electricidad y los autos Ford.

Pero comenzó el declive cuando varias familias se marcharon y muchas de las tierras no eran muy fértiles para los frutales y la salinización iba en aumento. Las leyes estadounidenses y los productores en territorio norteamericano comenzaron a dominar la venta de frutas, lo que sumado al crack bancario y la crisis de 1929 le dio el golpe de gracia a Herradura City.



Para los años 40 los perdedores se habían marchado de Herradura, solo quedaban los triunfadores como Mr.Gerse y aquellos que como Theodore Scott se habían acogido al agradable ambiente de aquel lugar, al que llegó siendo aún muy pequeño. Theodore vivió sus días finales en casa de Rosa, escuchando emisoras norteamericanas y leyendo las revistas traídas por su hermana Vivian en las visitas a Cuba.

Pero a pesar del fracaso de Herradura City, la hacienda Montevista mantuvo su vitalidad y buenos dividendos. El norteño compraba las producciones de los demás, las vendía primero, y después, con la escasez, daba salida a las suyas. Con un camión distribuía las naranjas en los hospitales y otros centros de Pinar del Río.

Hay escasos rastros de lo que fuera una próspera colonia en Cuba, pero algunos historiadores dicen que las tierras son poseedoras de un tipo de herencia histórica. El pueblo actual posee la fama de ser un “pueblo de dinero”, de gente emprendedora y trabajadora, una herencia posible, de la savia estadounidense que se fundió con los lugareños y otros emigrantes, y que mantiene viva la esencia de la desaparecida colonia.

Y como ocurre en toda Cuba, los habitantes de este lugar y de todas las colonias norteamericanas que existieron en Cuba, emigran ahora buscando la fortuna y sobre todo la libertad en suelo americano, de donde vinieron los colonos allá por los primeros años del siglo XX.

Ahora los itinerarios están invertidos, los destinos se buscan a la inversa, pero en la historia de Cuba siempre va a quedar la influencia que nos trajeron las colonias norteamericanas en nuestro país, parecidas a la huella que han dejado los cubanos en el vecino del norte, en particular en el estado de la Florida y sobre todo en la ciudad de Miami, demostrando que pese a la distancia y el tiempo, no somos tan diferentes. 

            Una casa de tabaco en las fértiles tierras de Herradura, Pinar del Río.