jueves, 15 de diciembre de 2022

La frita cubana: la reina de los platos callejeros

 



La frita cubana: la reina de los platos callejeros

Si algo seguramente recuerdan con nostalgia la gente de mi generación, son los puestos de fritas y los puestos de venta ostiones.  Estaban en todas partes, eran la comida callejera por excelencia por barata y por exquisita y a pesar de la gran competencia, la demanda siempre era insuficiente por sus atractivos en todos los sentidos.

El puesto de fritas ocupó un lugar prominente dentro de las instituciones de los barrios habaneros, al nivel de la bodega, el café de tres quilos, el puesto de venta de frutas, viandas y vegetales de chinos, la carnicería y la quincalla.

Mientras que bodegueros y los chinos no necesitaban de ningún tipo de marketing ni propaganda comercial, los primeros porque tenían casi todo lo que se necesitaba para comer en una casa salvo vegetales y viandas y productos cárnicos y las facilidades para pagarlo en el momento que se pudiera, y los chinos con sus puestos donde encontrabamos todo tipo de vegetales, viandas y frutas y además exquisitos helados y por una impresionante oferta de alimentos ligeros, como eran las frituras o bollitos de bacalao, de papa, de malanga, de carita, los llamados "cabeza de chino con piojo" y muchos otros, todo muy barato, que hicieron que a esos comercios se les llamara "casas de socorro", lo que después se extendió a los puestos de fritas.  Y aún hoy en día aseguro que es difícil encontrar un helado más delicioso que el que hacían los chinos.

Después estaban otros platillos callejeros muy recurridos, como eran las papas rellenas, el pan con lechón, los tamales y el perro caliente o hot-dog, el que llegó a ocupar un puesto más elitista junto con el sándwich cubano al venderse principalmente en cafeterías, junto con batidos de frutas, de chocolate, de leche malteada o de trigo.


La frita, la reina

La frita fue una de las ofertas gastronómicas más populares de La Habana, si no la más popular y su origen , como todo lo bueno mucha gente se lo disputa, parece estar bien claro y todo parece apuntar al carbonero gallego Sebastián Carro Seijido, el cual al ver que el gas licuado comenzaba a hacerse el preferido como combustible doméstico, vio como una necesidad dedicarse a otro negocio.  

Puso entonces un puesto de fritas en los bajos de su casa, en Zapata y A en el Vedado, y en poco tiempo  apenas daba abasto ante tantas demandas. Abrió entonces la cafetería El Bulevar, en 23 entre 2 y 4,y poco después otra cafetería en la calle Paseo entre Tercera y Quinta, que es la actual "La Cocinita". Cuando triunfó la Revolución, sus planes eran los de expandirse hacia otras zonas habaneras, pero como a muchos, le truncaron sus iniciativas.

¿Cúal fue el éxito de Sebastián?: la originalidad.  Comenzó haciendo diferentes mezclas a partir de carne de ternera, chorizo fresco, cebolla, huevo, leche, pan rallado, pimentón, sal, aceite de oliva, todo frito al carbón y servido en pan redondo con catsup y papitas fritas estilo juliana y cebolla finamente picada.  Su consistencia es muy suave y rápidamente se hizo muy popular, apareciendo cientos de carritos en muchas esquinas habaneras ofertando las fritas, las que fueron desplazando la preferencia hacia los otros alimentos rápidos callejeros tradicionales que hemos mencionado.  Esos mismos puestos de venta de fritas, a un precio inicial de cinco centavos, también ofertaba el pan con bisté a lo cubano, a un precio de quince centavos y papas rellenas a diez.

Puestos de fritas y friteros famosos hubo muchos en La Habana. En casi todas las esquinas concurridas había uno, todos en el barrio teníamos nuestro preferido y se mantienen en nuestra memoria los que estaban situados en los portales de los cines, de las salas de eventos deportivos, hospitales, funerarias, paradas de ómnibus, y hasta junto a bodegas y almacenes, dondequiera que tuvieran espacio para ubicarse aparecían clientes.  Eran famosos los que estaban situados frente al Minimax de Kasalta en la entradas de Miramar y los que pululaban por decenas en la Quinta Avenida desde la rotonda de la Playa y frente a los numerosos bares y cabarés que allí había.

El gran fritero fue el gallego Sebastián Carro Seijido, el hombre que logró aristocratizar la frita usando solo los mejores productos y trabajando con limpieza extrema, cortesía y sobre todo amabilidad con los clientes femeninos, que eran los que arrastraban a toda la familia.

Algunos dicen que Sebastián Carro tuvo en mente la hamburguesa norteamericana, pero lo cierto es que esta no despegó masivamente sino muchos años después, pero lo cierto es que la combinación de la frita era totalmente original, sabrosa y nutritiva además de barata y fácil de preparar y de ahí su éxito en toda Cuba.  La gente prefirió la frita (debidamente envuelta en papel de china) por encima de otros productos alimenticios callejeros populares.

Jorge Mañach en una de sus Estampas de San Cristóbal (de La Habana) describió que la frita cumplía con el gusto de los cubanos por los productos fritos y que los puestos donde se elaboraban y vendían eran parte inseparable de la imagen habanera, aportando junto con el del café y el coñac, las frutas y los perfumes españoles baratos como el Varon Dandy, Canoe y Dana, al olor característico de la capital.

Llegó a ser tan popular la frita y tan recurrente su consumo que la frase de "no gané ni para el chicle", que entonces costaba un centavo, se fue sustituyendo por "no gané ni para la frita", palabra que identificaba la comida.

En cualquier caso, las fritas se convirtieron pronto en la comida perfecta después de un juego de béisbol, una tarde en el cine o para consumir por la noche tras salir de algunos de los bares de La Habana.

Pero con el ascenso al poder de la revolución en 1959, las fritas comenzaron a desaparecer poco a poco. Miles de cubanos salieron de la isla mientras se nacionalizaban los negocios y propiedades, y el principal componente de la frita, la carne molida, se hizo un producto deficitario y después prohibitivo. Pronto desaparecieron los carritos que vendían fritas.

La desaparición definitiva de las fritas comenzó en 1968, con la llamada "ofensiva revolucionaria" que eliminó los negocios particulares, por pequeños que fueran. Desapareció así la comida rápida que ocupaba el primer lugar en la preferencia de los cubanos y a la que solo le disputaba su lugar el café con leche, que también había sucumbido a los embates socialistas.

Aquella mezcla de carnes condimentadas acompañada de un refresco o una copita de ostiones, una fórmula barata y alimenticia para saciar el hambre y que fue imponiéndose entre todas las capas sociales, como ocurrió en su momento con el bacalao y el tasajo, que pasaron de ser comida de esclavos a posesionarse como preferidos en todas las mesas cubanas.



El renacer de la frita: El Rey y El Mago

Si hay en el mundo un lugar donde la frita podía renacer era sin duda Miami, por la extensa concentración de cubanos en esa ciudad, mayor que ninguna otra ciudad de Cuba excepto La Habana.

Ya las hamburguesas dominaban el mercado de comidas rápidas y la competencia con las cadenas era difícil, pero si los cubanos fueron capaces de recrear exitosamente los restaurantes, librerías, tiendas, marcas comerciales de todo tipo en particular gastronómicas, ¿cómo no iba a triunfar la frita cubana?.

Poco a poco la frita se fue convirtiendo, junto con el congrí, el lechón asado, los tamales, los pastelitos de guayaba, de coco y de carne, el café cubano y muchos otros productos, una de las mayores muestras de la experiencia cubanoamericana, entre las que destacan El Rey de las Fritas y El Mago de las Fritas.

El Rey es Victoriano Benito González, que de un modesto puesto de venta de fritas en la ciudad de Placetas en las provincia de Las Villas, llegó a establecer una cadena exitosa de fritas, que son reconocidas por su calidad.

Mientras tanto El Mago es Ortelio Cárdenas, quien trabajara con Victoriano pero que junto a su esposa Eva tenían en Cuba su punto de venta de fritas y que después puso su propio negocio en Miami, entrando en una competencia para ver quién hacía la mejor frita,

Los cubanos han creado variadas, innovadoras y modernas versiones de la frita, lo que hace que su clientela aumente día a día, mientras en Cuba, la mayoría de la población, salvo los más viejos, no han probado una frita en su vida.

La hamburguesa

La salchicha "frankfurter" por supuesto que nació en Frankfurt, Alemania y muchos dicen que las hamburguesas surgieron en la ciudad de Hamburgo, también en Alemania, pero esto está puesto en duda.  Algunos aseguran que allí era famoso un sándwich de carne de cerdo llamada "Rundstück Warm", algo así como "redondo caliente" y que consumían mucho los trabajadores del puerto.  Este sandwich se hacía con las sobras de carne de cerdo del día anterior y se ponía sobre un pan redondo con tomate, cebolla y pepinos y una salsa.  Después, emigrantes alemanes hicieron popular el plato, ahora hecho con carne de res y entre dos mitades de un pan redondo.

Otros asocian su origen, también con emigrantes alemanes, pero esta vez en las ferias de ciudades de Wisconsin y otros en Texas, Ohio y otros estados norteamericanos, pero sin duda todos los caminos lo relacionan con la ciudad de Hamburgo, como su origen.  

La cadena de fast food o comida rápida McDonald 's fue la pionera en este tipo de alimentos y surgió a inicios de la década de 1940 cuando ya la frita cubana hacía diez años o más que era popular.

De ahí surgieron decenas de competidores, tantos que mencionarlos es difícil.  Algunos tienen presencia en todo Estados Unidos y en otros países, como la propia McDonald's, Burger King y son muy aceptadas Wendy's, Shake Shack, Sonic, Carl's Jr., Whataburger, Fuddruckers, Johnny Rockets, Five Guys, Red Robin, Steak 'n Shake y muchas otras.

Con tantas variedades y categorías de hamburguesas una comparación con la humilde frita cubana sería injusta, porque la nuestra mantiene siempre la misma fórmula y la oferta de hamburguesas norteamericanas es gigantesca en cuanto a componentes, tipos de carne, clases y clasificación de sus componentes y por ello, aunque mantengan una imagen muy parecida, no es lo mismo una hamburguesa de McDonald's que la que está hecha con carne 100% Wagyu japonesa, con un pan amasado con champán Dom Perignon y otras exquisiteces que la acompañan, como aros de cebollas empanizados con Panko japonés y que puede costar hasta cinco mil dólares, o una Premium, al alcance de todos por alrededor de 20 dólares.


Otra vez "la patria es la comida"

La Habana, aquella que conocí bien, estaba llena de "puestos de fritas”", un estanquillo que ofrecía no solo la apetecible frita, sino otros productos como papas rellenas, pan con bisté, pan con tortilla, perros calientes y muchos otros productos, todos deliciosos y a precios asequibles.

A finales de la década de 1950 una frita costaba siete centavos, un pan con croqueta o papa rellena diez centavos, un pan con bisté, tortilla o perro caliente quince centavos, todos servidos con una abundante ración de papas a la juliana y envueltas en papel de china que servía al final como servilleta.

El fritero era un trabajador por su cuenta con una jornada que podía abarcar desde la mañana hasta la medianoche y en lugares que así lo ameritaba hasta la madrugada.  A pesar de contar con ayuda familiar para reabastecerse, normalmente trabajaba solo en el puesto y muchas veces no daba abasto, pues era cocinero, camarero, cajero y de paso, como los barberos, contador de cuentos, chistes y chismes del barrio o de más largo alcance.  El que trabajaba con carbón tenía trabajo adicional para mantener la limpieza, por lo que fueron sustituyendo el combustible por luz brillante o kerosene, pues todavía el gas licuado era caro, por lo que tenía que mantener la presión del aire en el tanque del fogón con una bomba de las usadas para inflar las gomas de las bicicletas, nada que era un trabajador sin tregua.

Y esos esforzados trabajadores vieron como su modesto negocio desapareció, sin ningún sustituto, para evitar que se convirtieran en pequeños burgueses, lo que nunca iba a ocurrir en negocios como vendedores de maní, de tamales, limpiabotas, vendedores de ostiones, dulces caseros y otras ocupaciones.

Tuvieron que pasar cuatro décadas para que al llegar a Miami volviera a probar la frita cubana.

En Miami he probado varias fritas de distintos establecimientos, hay decenas que los ofertan, y no quiero caer en lo que dicen nuestros compatriotas de que el puerco de Miami no sabe igual que el que nos comíamos en Cuba, pero en honor a la verdad, todas son sabrosas pero no me saben igual que aquellas que solo valían siete centavos, lo que atribuyo a que mis papilas gustativas ya no son iguales y han envejecido o a que los productos ya no son tan naturales como los de entonces.  Pero cuando como una frita dejo de lado esta reflexión y me recuerdo de Lichi.

Eliseo Alberto Diego, ese notable escritor cubano conocido por Lichi, que decía que no había nadie que quisiera más a Cuba que él y que en su exilio en México convirtió su apartamento y su vida en una Cuba chiquita, cocinando comida cubana diariamente, nos dejó también una frase premonitoria: "la patria es la comida", porque sabía que al final la comida siempre va a unir a los cubanos.  La gastronomía alimenta mucho más allá que el cuerpo, porque nos lleva a revivir nuestra infancia y juventud, los momentos importantes de nuestra vida y refuerza nuestras costumbres y tradiciones, nos impulsa hacia nuestras raíces como ninguna otra cosa vinculándonos emocionalmente con ellas.  

No importa que estemos en un mundo globalizado donde las gastronomías se integran, fusionan y coinciden, por lo que recordando el dicho de que somos lo que comemos, los cubanos seguimos siendo eso, cubanos, porque preferimos nuestras comidas por encima de otras que pueden ser mas reconocidas o suculentas.  

Y una muestra humilde, pero muy potente de ello, es la frita cubana.






























viernes, 18 de noviembre de 2022

 El café de a tres quilos

 


 El café de a tres quilos


"Llega tu recuerdo en torbellino.
Vuelve en el otoño a atardecer…
Miro la garúa y mientras miro
gira la cuchara de café…
Del último café
que tus labios con frío
pidieron esa vez
con la voz de un suspiro…
Recuerdo tu desdén
Te evoco sin razón
Te escucho sin que estés
"Lo nuestro terminó"
Dijiste en un adiós
De azúcar y de hiel
Lo mismo que el café
Que el amor, que el olvido
Que el vértigo final
De un rencor sin porqué...
Y allí, con tu impiedad

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Me vi morir de pie
Medí tu vanidad
Y entonces comprendí mi soledad
Sin para qué...
Llovía y te ofrecí, ¡el último café!
Lo mismo que el café
Que el amor, que el olvido
Que el vértigo final
De un rencor sin porqué...
Y allí, con tu impiedad
Me vi morir de pie
Medí tu vanidad
Y entonces comprendí mi soledad
Sin para qué...
Llovía y te ofrecí... ¡el último café!"


Héctor Luciano Stamponi fue un compositor, pianista y arreglista argentino de tango. Compuso “El último café” dada a conocer por Julio Sosa, ese gran cantante de tango tan popular entre nosotros, pero los cubanos preferimos la versión única de nuestro Vicentico Valdés, y en mi opinión, esta es la más hermosa canción sobre el café. La canción es algo así como una frase que una vez escuché y que me llamó la atención: “me voy a tomar un café para que se me quite el sueño de vivir una vida a tu lado”, aunque me gusta más otra que dice: “Te quiero para un café, dos cigarros, cien besos, mil caricias y toda la vida”.  Pero "El último café" es un tango y no podía terminar así, sino en tragedia, pero una hermosa tragedia como todos los tangos.


Y hay muchas otras canciónes representativas de la importancia del café, tal como pueden ser la más cubana de ellas: ¡Ay Mamá Inés!, de Eliseo Grenet(...todos los negros tomamos café); "Ojala que llueva café", de Juan Luis Guerra; "En el café" de Pancho Amat, probablemente la más simpática; la fenomenal "Coffee time", de Cole Porter por la no menos fenomenal Nathalie Cole (My dreamy friend, it's coffee time); "Black Coffee" de Paul Francis Webster por Peggy Lee; Frank Sinatra con "The Coffee Song" de Bob Hilliard, siempre Sinatra; "40 cups of coffee" de Danny Overbea por Bill Halley and his comets (Forty cups of coffee, waiting for you to come home); Piero con "Tomamos un cafe" (Tomamos un café, después, otro café y tuve que esperar para volverte a ver); "Wake up and smell the coffee" de The Cranberries; Mike and the Mechanics con "Another Cup of coffee"; "One cup of coffee" por Bob Marley; el vallenato "Como duele el frío" por los Gigantes del Vallenato (quisiera ser tu café, tu despertar...); la inmortal "Moliendo café" de Jose Manzo por Mario Suárez, una de mis preferidas (Una pena de amor, una tristeza lleva el zambo Manuel, en su amargura, pasa incansable las noches moliendo café); y hasta Juan Sebastian Bach compuso la Cantata del Café, del cual era un gran amante.  Y no olvidar un éxito reciente del argentino Daniel Indart: "Cafecito cubano":

"Óyeme Guajira, prepárame el café, vieja, por Dios!
Mocca, Latte, Café Olé
Cuál capricho se antoja usted
De Colombia o de Brasil
Cuál Café se vá a servir?
Rico, fino y culto es usted
Espressito quiere beber
Espumita por encima
Ay, qué buena cafeína..."

Y no menciono decenas de otras obras relacionadas con esta infusión.



En este blog ya he abordado el tema del café cubano y el café con leche, dos bebidas que no le pueden faltar a nuestros compatriotas, así como su historia y el impacto en la vida nacional y nuestras costumbres.

Ahora bien, si hay algo que destaca es el café cubano, una bebida con un sabor particular, que según los entendidos, debe cumplir cuatro características: “Caliente, Amargo, Fuerte y Escaso”.

El café cubano es una de las bebidas más representativas del Caribe. Como lees, más allá de su nombre, se sirve en muchos otros países además de Cuba, en particular en Estados Unidos, sobre todo donde hay importantes asentamientos cubanos.  Y por supuesto se ha modernizado con nuevos sabores e ingredientes, pero manteniendo sobre todo la característica de ser bien fuerte.

Aunque en principio parece ser similar a un espresso, el café cubano es muy diferente y tiene un sabor único.

Destaca por su sabor fuerte, intenso y concentrado, ya que se elabora a partir de los granos de café tostados más oscuros. ¿Y en qué se diferencia de otros cafés intensos? Sencillamente en que el café cubano ya se sirve endulzado. Este es el gran secreto de la bebida.

En el pasado, se preparaba con agua azucarada que se vertía sobre el café, colocado sobre un embudo de tela para colarlo. Para que fuera aún más intenso, algunos habitantes de la isla volvían a colar el café. Así nació la bebida conocida como zambumbia.

Con la invención de la cafetera italiana, el modo de elaboración, al menos en ciudades como La Habana, cambió.



El café cubano se disfruta fuerte, sin agregar tampoco más azúcar, a la que se le agrega las primeras gotas de café para batirla y crear la llamada "espumita", la que se coloca encima del café.

El café para el cubano está asociado a la familia, los amigos y hasta con los visitantes inesperados.  No hay casa de cubano a la que uno llegue que no le brinden un cafecito.

Pero hay algo que como muchas otras cosas, desapareció en Cuba, y es el café de 3 quilos.


Café de 3 quilos.

En Cuba a los centavos se les dice “quilo”. En el mercado de la nostalgia de Miami, el Latin Miami Café en Hialeah en sus inicios vendía café a 3 centavos la tacita, tal como tradicionalmente se ofertaba en Cuba en casi todas las esquinas de La Habana y la mayoría de ciudades de la isla antes de la revolución.

El café de 3 quilos es parte inseparable de la memoria de nuestro pueblo. En Cuba el quilo es la unidad monetaria de menor cuantía, por lo tanto no puedes dividirlo en otras monedas. Hay que recordar la frase: “el quilo no tiene vuelto”. O aquella que dice: “me sacaron el quilo”, que es hacer sudar a alguien y trabajar con gran fatiga y desvelo. La antigua peseta española se componía de cien céntimos a los que popularmente se les llamaba quilo. De ahí viene la costumbre cubana de llamar quilo a la moneda de un centavo.

Aunque algunos pensaban que el modesto quilo no tenía mucho valor “no vale ni un quilo”, se decía antes en Cuba para indicar que algo tenía poco valor), con un quilo se podían comprar muchas cosas, como por ejemplo: un pirulí, una melcocha, un cigarro, un chicle, azúcar, sal, una galleta, un caramelo, un vaso de agua de seltz o carbonatada, por señalar algunas. Y con tres quilos tomabas una excelente taza de café. Una popular tienda habanera, que vendía artículos muy baratos se llamaba “La Casa de los Tres Quilos” y estaba situada enfrente de la iglesia de Reina y Belascoaín. Y por supuesto estaba la cadena de tiendas Woolworth, popularmente llamados Ten Cents o Diez Centavos. En La Habana aún se conservan los Ten Cents de Obispo, Galiano, Monte, Vedado, y La Copa, en Miramar. En el interior había otros cinco en Cienfuegos, Santa Clara, Matanzas, Camagüey y Santiago de Cuba.


Y mis contemporáneos y muchos otros recordarán que solían tomar café a 3 centavos, con su vaso de agua fría con hielo y gastaban otros 2 centavos comprando cigarros sueltos. Un amigo de mi padre puso inicialmente un puesto de venta de café de 3 centavos, a los dos años ya tenía 5 establecimientos similares. Y eso que era rara la esquina donde no hubiera uno al menos.  No importaba tanta competencia, la demanda siempre era mayor porque un cubano no podía pasar frente a un lugar donde vendieran café que no se tomara uno.

Se arraigó tanto el café en nuestras tradiciones y prácticas cotidianas, que hoy los mayores que nos preceden hablan, con nostalgia, de cómo el inconfundible y estimulante aroma del grano tostado y recién colado estaba presente en cualquier parte de cada localidad y motivaba a muchos a consumir una taza del auténtico café cubano, humeante, sabroso, tentador y fuerte, por el módico precio de tres centavos.

Casi todos cumplían ese ritual a cualquier hora del día y todas las marcas en el mercado, suministraban la especie arábiga al 100%; eran muchas, pero todas con calidad indiscutible.

Lo mismo pudiéramos decir del amanecer clásico del cubano. La taza de café era imprescindible para comenzar adecuadamente el día, para no hablar del siempre popular y altamente demandado desayuno básico: un nutritivo café con leche y pan con mantequilla.  Y si era en el campo, el gran jarro de café recién colado con unas viandas y unos pedazos de carne de puerco.

Pero lo más tradicional para los cubanos que están en los más disímiles confines del mundo, en su casa, como gesto cordial de bienvenida, seguramente le ofrecerán al visitante esa taza de café, sea de donde sea su origen pero hecho a la cubana, bien fuerte y caliente, pero siempre tomando el café con la taza y el platillo debajo, que es una costumbre muy vieja de los cubanos.


Cortadito y otras variedades del café cubano

"Cortadito", así en diminutivo, se le llama a una versión más ligera del café con leche. En realidad es una palabra que se usa para definir un tipo de café combinado que se toma en muchos países y que no es privativo de los cubanos, aunque se pretenda demostrar lo contrario. No intente asociar el cortadito con lo cubano, aunque nos guste mucho. Exclusivo de lo cubano es el buchito o cafecito, una simple tacita de café fuerte pero endulzado según el gusto que es lo que apreciamos los cubanos. No confundir con el café expresso, tan popular en muchos países.

Mientras que el preferido de muchos es el cortadito hecho con leche evaporada.  No tiene competencia.

Pero también están otras variantes como:
Rocío de Gallo.  Un café cubano con una cuarta parte de ron, ¡delicioso!

Y nos hemos enviciado en los últimos años a tomar un café que resulta una maravilla para el paladar: el café bombón, hecho con leche condensada.

Ya pasaron aquellos tiempos en que colabamos café tantas veces al día como podíamos: al levantarnos, después del desayuno, al regresar del trabajo, después de la comida, antes de acostarnos y en los días no laborables, otras coladas adicionales, y todas seguidas de un cigarrillo o un tabaco.

Y ahora, aprovechando la tecnología, tomamos varias veces al día una coladita de uno de los tantos buenos cafés que se encuentran en los supermercados de Miami, como
“La Llave”, “Bustelo”, “Pilón”, “Regil”, y otras menos conocidas pero que cumplen con los estándares de calidad que nos gustan, como “La Rica”, “Sedano's”, “Publix”, “La Carreta”, “Cachita”, “La Shalala” y otros, hechos en mi cafetera Chefman, que le extrae al café molido el máximo de sabor.

Y como nota nostálgica, están las matas de café caracolillo que sembré a partir de poner en una lata de leche condensada unos granos de café que nos habían regalado para tostar.  De allí salieron cuatro máticas que sembré y llegaron a dar una cantidad increíble de libras de café, ya que se hicieron unos arbustos frondosos y muy altos que en su madurez hacía que colgaran como racimos las bayas del café. Entonces aprendimos a cosechar en el momento justo sin lastimar al cafeto, cómo secarlo y tostarlo y ello nos permitió tomar el café más delicioso.  

Estos cafetos tuvieron la misma suerte que corrió mi mata de aguacate.  Ni ellos se salvaron de la barbarie socialista.

No en balde se dice que tanto Balzac como Voltaire se tomaban entre 40 y 50 tazas de café al día. A Voltaire el médico le advirtió que tanto café lo iba a matar, pero vivió 83 años, mientras que Honoré de Balzac se levantaba temprano en la madrugada y escribía entre 7 u 8 horas, las que pasaba tomando café.  Johann Sebastian Bach y Ludwig Van Beethoven eran no solo adictos sino también maníacos en cuanto al café se refiere.

Y estos ejemplos me hacen recordar esta frase: “Te quiero mas que al café...pero por favor, no me pidas que te lo demuestre”.  En fin, el café, ese compañero de todo momento, negro como la noche y dulce como el pecado, que nos hace soñar despiertos y después nos despierta, es algo imprescindible, al menos para los cubanos.  Por eso parafraseando un dicho popular, cuando la vida te de limones, no hagas limonada, hazte un café, porque no se puede comprar la felicidad, pero si una taza de café, lo que viene siendo casi lo mismo, por lo que si te despiertas y hueles el café, es imposible volver a dormir.

Y prueba de ello es que mi nieto, ahora de cinco años, desde que era casi un bebé, cuando me veía saborear un oloroso café, me decía : ¡abu dame cafito!.













viernes, 11 de noviembre de 2022

Aguacate maduro…seguro

 


 Aguacate maduro…seguro

Varios hechos me llevan a escribir sobre este tema: primero el haber encontrado en mi reciente viaje a México para compartir con mi hijo mayor, donde por cierto el aguacate tenía un precio por las nubes, unos nuevos productos de McCormick, unos aderezos con sabor a guacamole en varias mezclas y por otro haber leído un interesante libro de Andy Robinson "Oro , petróleo y aguacates", donde se muestra que entre las materias primas más valiosas de América Latina están el oro, el petróleo, la carne, el hierro, los diamantes y esmeraldas, el cobre y también el único fruto: el aguacate.

Allí se muestra el aguacate al nivel de los otros productos mencionados porque es un alimento que por su sabor y sus características nutritivas ha alcanzado una demanda internacional sin precedentes.

Y ello también me trajo a la memoria algo que en un pasado lejano leí acerca de que Cuba era el mayor exportador de aguacates del mundo, y que finalmente encontré en una revista Bohemia de finales de la década de 1950 cuando se aseguraba, y no lo dudo, que Cuba era entonces el único país en el mundo exportador de este producto agrícola y que su valor ascendía a dos millones de pesos (cerca de 25 millones de dólares actuales).



Se hablaba de que Cuba era el único exportador de aguacates en escala comercial con un gran mercado en Estados Unidos, en particular Nueva York, Chicago, Boston, New Orleans, Tampa y Miami (básicamente lugares donde había grandes asentamientos latinos), mientras que las ventas en el mercado nacional ascendían entonces a 600 mil pesos (7 millones de dólares), todo ello basado en una producción de alrededor de sesenta millones de aguacates.  La depresión del mercado resultante de la Segunda Guerra Mundial benefició a los cerdos, que se alimentaron con cantidades considerables de aguacates durante esos años.

Hay que recordar que los aguacates caribeños son variedades mucho más grandes y cremosas que los que actualmente dominan el mercado como el Hass mexicano (para los cubanos resulta algo ridículo un aguacate tan pequeño, pálido, con poco sabor y con una corteza durísima), por lo que cuando se hable de unidades, hay que tener en cuenta que los aguacates cubanos son equivalentes de cinco a diez aguacates pequeños.  La variedad "Catalina" es la más reconocida por su tamaño, cremosidad y sabor y se asegura que el récord lo tiene un fruto obtenido en la finca de A. García en el municipio de Bejucal, que pesó seis libras y que para lograrlo representó un esfuerzo de desarrollo de más de veinte años.  "Catalina", como se le ha llamado a estos aguacates son los más famosos y demandados en Cuba.
 
Pero los años pasaron, llegó la revolución que acabó con todo y también el aguacate perdió su mercado internacional y de paso uno de los proyectos fallidos del Destructor en Jefe, la Brigada Che Guevara, acabó con decenas de miles de árboles frutales, entre los cuales estaban los aguacateros.

 
México y el aguacate

Con la lengua náhuatl, una de las más diseminadas del México prehispánico, se denominó "ahuacatl", sinónimo de "testículo" por su similitud, a esta fruta de un árbol que puede alcanzar los veinte metros de altura y producir hasta 150 frutos anualmente y pertenece a la familia del Laurel, que lo emparenta con el alcanfor y la canela, entre otros.

El aguacate es uno de los muchos regalos que México ha dado al mundo, que son muchos, como es el caso del Cacao, la Vainilla, el Maíz y el Tomate.

Por eso no es para nada extraño que México se haya convertido en el primer productor de aguacate en el mundo, un tercio de la producción mundial, y que su principal destinatario sea su vecino, los Estados Unidos, donde el gusto por el fruto ha crecido exponencialmente por su gusto y sus bondades.

Casi todo el aguacate que se come es mexicano, aunque en zonas donde viven latinos de otros países, prefieren el que conocen desde niños, como es el caso de los cubanos, dominicanos, puertorriqueños y de algunos países de Centroamérica, Colombia y Venezuela.

Pero estas cantidades no tienen nada que ver con el inmenso volumen que genera el aguacate mexicano, que genera muchísimos empleos y un intercambio de 2,5 miles de millones de dólares.

La producción mexicana de aguacate tiene a su líder productor, al estado de Michoacán, seguido de Jalisco, Yucatán, Guanajuato, Oaxaca, Guerrro, Chiapas, Veracruz y Puebla.  En 2021 la producción mexicana fue de 2.5 millones de toneladas de aguacate, siendo michoacanas las tres cuartas partes de ella.

México es lógicamente el mayor consumidor mundial de aguacate, con 7 kilogramos per cápita, seguido por Estados Unidos y Canadá.  

El ochenta por ciento de los aguacates consumidos en Estados Unidos proviene de Michoacán, donde ya se cultivaba ampliamente en las montañas que rodean el lago sagrado de Pátzcuaro desde mucho antes de la llegada de los españoles, una fruta silvestre de las tantas que crecían en esas tierras y en la que los purépechas no parecían muy interesados, por lo que jamás pudieron pensar que ella acabaría monopolizando el paladar del mundo.

Entre los primeros que descubrieron su valor estuvo el geógrafo y navegante Martín Fernández de Enciso, que en su "Suma de Geografía", publicado en Sevilla en 1519, escribió: "lo que hay dentro del fruto del aguacate es como mantequilla, tiene un sabor delicioso y deja un gusto tan blando y tan bueno que es maravilloso", al igual que el conquistador español Gonzalo Fernández de Oviedo, que fue uno de los primeros en probar el aguacate a principios del siglo XVI, el que lo describió  en su “Historia general y natural de las Indias” como "una pasta similar a la mantequilla y de muy buen gusto".  Así, muy lentamente fue conquistando paladares a lo largo de todo el mundo, no solo por su sabor, sino también en la medida en que fueron descubiertas  sus amplias propiedades alimenticias.

Lo mismo que hace medio milenio los españoles, después de destruir y tomar a Tenochtitlán, siguieron en todas direcciones en busca del oro y llegaron a Michoacán, ahora en el siglo XXI, se produce la fiebre no del oro, sino del aguacate y tanto en las orillas de Pátzcuaro como en Uruapan, la capital de este fruto, todo el mundo quiere cultivar aguacate.

Al principio, en Estados Unidos no tuvo mucha aceptación, hasta que se dieron cuenta que era el hidalgo, el principal aristócrata entre los ingredientes de las ensaladas.  Ningún otro podía competir con él. Y el punto final para comercializar este producto fue cuando lanzaron la campaña de que ver el Super Bowl, la final del fútbol americano, tenía que ser acompañado de papas fritas con salsas y ninguna mejor que el guacamole.

Si antes la comida rápida, principalmente los tacos eran los principales destinos del aguacate o del guacamole, hoy en día no hay marca corporativa que no lo posea, y no se concibe la celebración de días festivos o celebraciones, como el Super Bowl, sin aguacate.  Por eso cuando cercano a ese evento deportivo seguido nacionalmente de forma masiva, se anunció por Estados Unidos que se detenía la importación de aguacate mexicano debido a que cuando los inspectores norteamericanos de la fruta en Michoacán fueron enfrentados por el crimen organizado, el que tuvo conciencia del valor inmenso de esta producción y tuvo como resultado amenazas y extorsión a los productores.  Felizmente se resolvió la situación, pero da una medida de la importancia del aguacate en los hábitos alimenticios de los estadounidenses y en la economía de ambos países.



El sabor y el valor nutricional del aguacate

El aguacate es en sí un alimento milagroso, una comida perfecta, ya que sus beneficios para la salud son inmensos, principalmente por sus grasas que no afectan la salud coronaria.

Es libre de colesterol, es la fruta con mayor contenido de fibra soluble lo que ayuda a absorber los nutrientes, contiene elementos como vitaminas (B, C, E y K)y grasas saludables que fortalecen el corazón, el cerebro, el cabello, el sistema inmunológico, es rico en antioxidantes en particular Omega-3, es muy saludable para la piel y previene la osteoporosis, baja los niveles de colesterol y previene el cáncer de las vías digestivas.   

Y qué decir de las mascarillas de aguacate para el cabello o la piel, que retrasa el envejecimiento, regenera la piel, retiene la humedad del cabello y nutre el pelo seco, aportando suavidad y brillo.


Tipos de aguacates

A pesar de que se da como segura la paternidad del aguacate a México, lo cierto es que existen tres variedades definidas, botánicamente clasificadas como:

Persea americana Mill o Aguacate caribeño

P. americana Mill o Aguacate mexicano

P. nubigena var o Aguacate guatemalteco

Y con la antillana hay serias discrepancias, porque se asegura que los primeros ejemplares de esta especie fueron encontrados por los españoles y los ingleses cuando colonizaron a las islas caribeñas, pero también  fueron encontradas semillas de aguacate en Perú, enterradas con momias incas de casi un milenio antes de nuestra era.  A su vez hay evidencias de que el cultivo en México es de 1500 años antes de Cristo.

El aguacate, conocido antiguamente por los americanos como "alligator pear" o "butter pear", siendo más acertado el segundo, actualmente es el famoso "avocado", que probablemente tomaron del francés: "avocatier".

Los aguacates mexicanos se pueden clasificar en varios tipos:

Hass: es el más conocido, de piel rugosa y verde oscura que al madurar es morado y tiene una textura que hace recomendable consumirlo en sándwich.

Lamb Hass: igual al Hass, sólo que es más ancho y de color negro.

Bacon: muy popular y de gran consumo, con piel fina y muy cremoso, lo hace ideal para el guacamole.

Reed: tiene forma redonda, su piel es verde claro y fácil de quitar, bueno para aguacates rellenos.

Pinkerton: es el más largo, con una piel muy gruesa. y pulpa cremosa ideal para taquería.

Fuerte: es mayor al de los demás y su cosecha es del otoño a la primavera. Algo parecido al que en Cuba llamamos aguacate de Navidad, porque es el único tipo que se cosecha en esa época.

Y otros dos aguacates, que destacan porque o tienen poco sabor como el Zutano o tienen sabor a anís como el aguacate Criollo.

Principales variedades cubanas
Mientras tanto, nosotros también tenemos nuestras variedades, como debe ocurrir en otros países antillanos y caribeños. Las más relevantes son:

Catalina o Catalino
Es la variedad más importante cultivada en Cuba y que todos quieren tener por su sabor y su buen tamaño.
Madura de septiembre a noviembre y su producción es abundante. Su fruto es verde claro, su pulpa es amarilla intensa; su tamaño es de mediano a grande y tiene forma estrecha en una parte y ancha en la otra.

A. García No. 1 y No. 2
Maduran en los meses de julio y agosto y se consideran  unas variedades de baja producción. Presenta un fruto ligeramente curvo, de forma de pera, muy grande y de color verde con una pulpa amarilla intenso.  La No.2 es algo dulce.

Buena Esperanza
Tiene un color verde pálido con tonos amarillentos, es grande con cuello largo y grueso. Su pulpa es pastosa y de color amarillo intenso. Sus rendimientos son buenos y madura en los meses de julio y agosto.

Suardia o Navidad
Madura entre diciembre y enero, o sea, una maduración tardía.  Tiene frutos redondos, de corteza gruesa y color verde oscuro, su pulpa es menos cremosa y tiene un color amarillo pálido.

Wilson Popenoe
Tiene frutos largos y curvos, con una corteza amarillenta al madurar durante el verano.

Choquette
Igualmente madura en los meses de noviembre a enero. Tiene forma de corazón y su corteza es verde. Tiene una pulpa de consistencia suave de color amarillo pálido y su tamaño varia de mediano a grande.

Manteca
Con un fruto grande y en forma de pera, corteza amarillenta, tiene una pulpa suave y es la primera variedad en madurar, en el mes de mayo.

Amado Gómez
Su fruto es grande, cáscara verde claro, la pulpa es amarilla clara, y una consistencia pastosa, el llamado aguacate panudo.

Julio
Madura tempranamente, entre mayo a julio y produce en abundancia. El fruto es verde claro brillante, su pulpa es amarilla clara, y tiene tamaño mediano.

Otros grandes productores de aguacates actualmente, son Colombia, Brasil, Chile, República Dominicana, España, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Perú, Estados Unidos e Israel.  Como se puede ver, países que no conocían el aguacate más que por su nombre ahora compiten como grandes productores y consumidores.

Y como una curiosidad está el "avozilla" (un aguacate grande como Godzilla), el aguacate gigante, grande como un melón, desarrollado por una empresa sudafricana y que pesa más de un kilogramo y medio (tres libras y media).

También está el aguacate Lula, nativo de la Florida y que fue cultivado a partir de 1919. siendo un híbrido entre las variedades mexicana y guatemalteca, pero realmente las variedades que más se ven en este Estado donde vivo, son el Hass mexicano y otras procedentes de República Dominicana, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Guatemala, que son las que más consumo porque son las que se parecen al aguacate cubano.

                                              El pagua de Veracruz.



¿Aguacate o como se llama?

En mi primer viaje a Argentina vi que llamaban "palta" a unos aguacaticos diminutos, que más tarde sabría que era el Hass, pero esa no fue mi mayor impresión, sino la que menciono a continuación.

Me dio risa cuando leí que en el sitio web Hassdiamond.com, se habla de que en Cuba al aguacate se le conoce como "Pagua", un vocablo que nunca escuché y que ahora compruebo que es una inexactitud, pues así es como se le llaman a los aguacates de tamaño mediano parecidos a los cubanos y que son cosechados en Veracruz.  Al que le digan "Pagua" en Cuba va a pensar que están hablando en chino, porque nadie sabe a qué se refiere.

En México se le conoce comúnmente como pagua, cura, chalte, chinena, chinin, chinene, kiyo, kiyau, aguacate de monte, aguacate de manteca, aguacatón, aguaco, pera salvaje, palta y persea.  Pero el pagua es el que muestro en la foto y que vi abundantemente en Veracruz y que me recordó a los aguacates que conocí toda la vida.

Se que el guacamole es delicioso y ha ganado mucho terreno en la preferencia, pero para mi no hay nada igual a un delicioso aguacate panudo, cortado en lascas al que le agregamos sal y aceite de oliva y unas lascas de cebolla.  Creo que no hay otra ensalada igual.  Una ensalada cubana sin aguacate no es nada, y si hace falta lo picamos en cuadritos para que toda la familia alcance.

Y está el tema de que se compra el aguacate verde, después que comprobamos por el sonido que la semilla está suelta y lo ponemos en un sitio oscuro, a veces envuelto en un papel de periódico, para que se madure para el día siguiente, y ese es todo un ritual porque toda la familia abre a cada rato y comprueba si el aguacate ya está listo.  Otros recomiendan hacer lo mismo pero junto con un plátano maduro o una manzana, lo que acelera el proceso químico de maduración del aguacate.

Y ahora vienen los "tecnológicos" con la teoría de pinchar el aguacate con un tenedor, cubrirlo con un papel film transparente y meterlo en el microondas por treinta segundos, pero los expertos aguacateros dicen que le cambia el sabor.  


Mi mata de aguacates.

En el patio de mi casa se sembró una mata de aguacates de injerto.  A los dos años estaba produciendo y a los diez años era un monstruo gigante que cubría gran parte del patio y del techo.  Sus frutos colgaban y desde la terraza los cogíamos.  Era un aguacate panudo, del que nos gusta a los cubanos, firme y de mucho sabor, cremoso, que no se desbarataba.

Ahí les dejo una foto de mi hijo Carlos pequeño para que tengan idea del tamaño de un aguacate todavía en crecimiento.  Y otra cosa importante, como era imposible comernos la producción enorme del aguacatero, le dábamos a la familia y regalábamos en el vecindario.  Un año nos dio la curiosidad de contar la producción: cerca de 500 aguacates.

Por lo tanto aquel árbol que cuidamos y regamos con tanto esmero, no era representativo de lo que se dice de que producen alrededor de 150 frutos por año.  Este dió tres veces esa cifra.

Con la fumigación desde avionetas para acabar con la epidemia de dengue de 1980 en La Habana, también se acabó con aquel árbol hermoso.

Por eso probablemente a la única gente a la que le tengo envidia es a los que tienen una mata de aguacate en su casa.



Chistes y dichos con el aguacate

Hay muchas frases, adivinanzas y chistes tontos que uno aprende cuando niño y le parecen tan graciosos que no lo olvidan.

Uno de ellos es el chiste que nos viene a la cabeza a todos los cubanos cuando escuchamos a alguien pregonar "Aguacate madurooooo…".  Enseguida viene el versito":

"Aguacate maduro: peo seguro,
"Aguacate caliente: peo silente,
Aguacate pintón: peo y mojón".

Y es algo bien realista, porque sin dudas el aguacate produce gases, pero también está:

"Verde con puntas: guanábana; verde sin puntas: aguacate"

Una adivinanza: "Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón, si no lo adivinas eres un burro cabezón: el aguacate".

Una frase: "Un aguacate al día mantiene al doctor ausente".

“No puedes hacer feliz a todo el mundo, no eres un aguacate”.

“Siempre que haya un vacío en tu vida llénalo con aguacate”.  (Amado Nervo)

“Que nunca nos falte amor...ni el aguacate”.

"Es triste amar sin ser amado, pero más triste es saber que había aguacate después de haber almorzado".

"Con todo respeto señorita, yo con usted de aguacate como cualquier guacamole".

Y un chiste en boga en la Cuba de después de llegar al poder la revolución

    "Se perdió la carne roja

    y aquel sabroso chorizo,

    no se sabe que se hizo,

    y del buen queso de la Rioja,

    no hay opción para el que escoja

    dejó la planificación.

    Pero muy dichosos que son

    que los salvó el aguacate,

    Un salvador al rescate

    de nuestra Revolución".




Y quién no recuerda cuando nos disputamos las semillas del aguacate, que se oxidan rápidamente, para con ellas hacerle dibujos de modo que quedaran como unas calaveras.

Y una curiosidad: mi hijo nunca ha comido aguacate, dice que no le gusta, pero si le presentan un guacamole, lo devora completo.



El aguacate en la memoria del cubano

En nuestros días el aguacate ha llegado conquistar lugares en los que hace pocas décadas atrás eran solo un nombre en el diccionario y hoy en día es un alimento demandado en todo el mundo, pero para los cubanos siempre fueron un fruto deseado y de gran consumo.

Y lo más curioso es que el aguacate, un fruto que debió de dejar de existir cuando los grandes dinosaurios que los comían desaparecieron y quedó condenado a no reproducirse porque la supervivencia de las especies vegetales está dada principalmente porque los animales coman todo su fruto, se vayan en otras direcciones y allí o en el trayecto defequen la semilla dando lugar a un nuevo fruto y esto solo ocurría con el aguacate cuando más de diez a trece mil años antes de nuestra era los mamuts y otros herbívoros gigantes cumplían esa función.

Es por eso que el aguacate es un caso de anacronismo evolutivo y no está claro cómo esta especie vegetal pudo sobrevivir hasta que los seres humanos comenzaron a cultivarlos.

Puede ser que para un cubano en Cuba comer aguacate sea difícil pero se logra, para un cubano de Miami, es lo más normal del mundo, pero para un cubano que viva en Europa o Asia, comerse un aguacate es algo así como ganarse la lotería, las probabilidades son mínimas.  Hay quien ha comentado que cambia un aguacate cubano por una rastra de manzanas, peras o uvas, tal es la desesperación por degustar nuevamente ese fruto.
 
¡Ah! y que no se me olvide mencionar el helado de aguacate que me tomé en Dolores Hidalgo, México. ¿Decían que era una broma?.
















sábado, 29 de octubre de 2022

Comprar un Cadillac y morir

 


Comprar un Cadillac y morir


Hace muchos años, tantos que ni recuerdo, me leí un libro con un título muy sugestivo: "Ver Londres y morir".   Los autores eran Paul Alexandre y Maurice Roland y me llamó mucho la atención cuando lo encontré, entre otros, en las ediciones baratas que ofertaba la librería e importadora de revistas, libros y cómics Madiedo, situada en la calle O'Reilly, en los tiempos en que yo trabajaba en la librería "El Gato de Papel", situada a cuadra y media de ella y a donde iba a buscar títulos que los clientes habituales me habían pedido y no había en existencia, ante lo que les contestaba que pasaran luego y que lo iría buscar al almacén, algo falso porque en realidad lo compraba en Madiedo y muchas veces no se le ganaba nada, pero no se perdía al cliente habitual.


Esos libros (nuevos) normalmente costaban entre diez y quince centavos y me destornillo de la risa cuando veo que en Amazon ofertan ese mismo título, usado, a 26 dólares.   Sin duda una novela de misterio y policíaca  interesante, que leí con gusto pero nada más, pero que ahora me hace reflexionar en varias cosas debido a su título.


Esta es una frase parecida a otras famosas y cuyo origen se remonta a los tiempos del imperio Romano, donde primeramente se decía, junto aquella de "todos los caminos llevan a Roma", la de "¡Para ver a Roma y morir!", la que no se quedó allí y le siguió otra referente a Nápoles: "¡Para ver a Nápoles y Morir!",lo que con el tiempo fue degenerando hasta que sobre la década de 1930 el escritor ruso-soviético Ilya Ehrenburg que vivía y trabajaba en la ciudad a orillas del Sena, se enamoró de ella de tal forma que escribió el libro "Mi París", donde se repetía la frase “¡Para ver París y morir!”.  Hay muchos que han escrito sobre la capital francesa, su cultura bohemia, la buena cocina, la creación de tendencias de moda y perfumes, los palacios y la Torre Eiffel, pero sobre todo la vida común de sus habitantes, desde los miserables hasta los más ricos, que hicieron o reforzaron la admiración por la Ciudad Luz.


Y supongo que los escritores hayan parafraseado este tema y lo hayan llevado a Londres.  No he encontrado otras referencias de estos autores, por lo que probablemente su único triunfo haya sido el título del libro.

¿Pero por qué, sin ton ni son, me viene a la mente ese libro?.


Una razón que puede explicarlo o no, y es la siguiente:


El primo, o más bien el esposo de una prima de una amiga, que quedó viudo hace alrededor de dos años y que a pesar de que es una persona fiestera y con recursos económicos, una casa en los Cayos de la Florida con un bote, otra casa en Miami, un buen carro y sin problemas financieros, trató de buscar alivio a su soledad, pero todos los encuentros que tuvo le salieron mal, hasta que un día, en el club de Miami a donde los más viejos van a bailar, vio a una señora bailando sola y le pidió permiso para acompañarla y de ahí surgió una atracción.


La mujer, también viuda e igualmente con recursos económicos, era una compañera ideal, pues no había otra cosa por medio que no fuera la empatía y así fueron conociéndose y compartiendo.

Y con el tiempo conocí que esta mujer, cubana igual que todos los que menciono en este artículo, desde muy niña había tenido un anhelo: comprarse un Cadillac.  Nunca lo hizo, pero ya viéndose con recursos y con una edad en la que el final se acerca, decidió comprarse un Cadillac del año.  De ahí que me vino a la mente la imagen del caso: "Comprarse un Cadillac y morir".


No es que en ambos casos lo que hacemos termina con la muerte, ni ir a Roma, ni a Nápoles, ni a París, ni a Londres, ni comprarse el Cadillac, pero se ve como el lograr una meta, después de lo cual, no importa lo que pase.


Pero ejemplos como ese podemos nombrarlos en cada familia, y yo voy a rememorar los míos.


El tío tanguero


Enrique era hermano de mi padre y como persona no valía mucho, había tenido muchos fracasos matrimoniales, se llevaba mal con todos sus hermanos y acostumbraba hablar mal de ellos.  En más de una ocasión lo oí criticando a mi padre, pero mi abuela lo paralizaba y le decía que si no cambiaba el tema se fuera inmediatamente.  Ella tuvo muchos hijos, algunos tuvieron buena posición y nunca ayudaron a los más pobres y solo iban a verla un rato, el día de las Madres y en Navidad, pero nunca admitió una queja al respecto.


Pero Enrique, guaguero como mi padre, tenía un anhelo, un objetivo central en la vida que nunca alcanzó, o ni siquiera le picó cerca porque tenía un defecto que aniquilaba cualquier meta que se trazara: era un borracho perdido.


Su afición era cantar tango, eran tiempos en que entre Carlos Gardel, Daniel Santos, Panchito Riset y Juan Legido se disputaban la preferencia musical de los cubanos y en particular la mía que pasaba una buena parte del día, quisiera o no, escuchando la radio que en mi casa se apagaba cuando el último se iba a dormir.


El trío Irusta-Fugazot-Demares, Hugo del Carril, Alberto Gómez, Libertad Lamarque, Agustín Magaldi, Julio Sosa, Charlo, Enriques Santos Discépolo, Mercedes Simone y por supuesto Gardel se convirtieron en ídolos en Cuba y varios cantantes cubanos comenzaron o hicieron toda su carrera dentro del tango, entre ellos Emilio Ramil, conocido como el Gardel Cubano por su timbre parecido al Morocho del Abasto, fueron seguidos por Olga Chorens, Tony Alvarez, Manolo Fernández, René Cabel, Fernando Albuerne, Elena Burke, Berta Pernas, Alfredo Cataneo, Roberto Espí, Olga Guillot y otros.  La Habana fue la segunda plaza del tango en el mundo entero en la década de 1950 y La Habana tuvo tantas orquestas, clubes y cabarets como Buenos Aires, lo que hizo que muchos artistas del tango argentino fueran a cantar a la capital cubana, es más, el accidente de Carlos Gardel se produce cuando iba a viajar hacia La Habana.


En la familia se comentaba que Enrique cantaba muy bien el tango, eran tiempos en que en la moda masculina imperante no podía faltar el sombrero, así que cuando iba a cantar, se impersonaba con una bufanda, completamente anacrónica para nuestro clima tropical, pero Carlitos, que parece que todas sus películas las hizo en invierno, nunca se las quitaba y los imitadores del Zorzal Criollo no se sentían inspirados si no la usaban.


Enrique tenía sus tangos preferidos y uno de ellos era "Uno" que me aprendí de memoria pues diariamente venía por la calle (vivía al doblar de mi casa) tarareando y como yo era ya un experto en tangos por lo que mencioné del radio que no se apagaba, conocía las interpretaciones de Julio Sosa, de Hugo del Carril, de Libertad Lamarque y la que más me gustaba, las de Roberto Goyeneche, conocido por el polaco con la orquesta de Anibal Troilo.


 

"Uno busca lleno de esperanzas

el camino que los sueños

prometieron a sus ansias…

Sabe que la lucha es cruel y es mucha

pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina

uno va arrastrándose entre espinas

y en su afán de dar su amor

sufre y se destroza hasta entender:

que uno se ha quedao sin corazón...

Precio de castigo que uno entrega

por un beso que no llega

a un amor que lo engañó...

¡Vacío ya de amar y de llorar

tanta traición!


Si yo tuviera el corazón...

(¡El corazón que di!...)

Si yo pudiera como ayer

querer sin presentir...

Es posible que a tus ojos

que me gritan tu cariño

los cerrara con mis besos...

Sin pensar que eran como esos

otros ojos, los perversos,

los que hundieron mi vivir.

Si yo tuviera el corazón...

(¡El mismo que perdí!...)

Si olvidara a la que ayer

lo destrozó y... pudiera amarte..

me abrazaría a tu ilusión

para llorar tu amor..."


Ese impresionante tango hacía que mi tío no saludara a nadie hasta terminarlo, era como una especie de fascinación que sentía por ese y por otros números.


Fue así que se presentó en un concurso y de ahí fue seleccionado para otro, hasta llegar a un nivel en que fue descalificado.  Eso fue una verdadera catástrofe porque digno de un tanguero, Enrique se sumió en la bebida, algo para lo que no necesitaba justificación, pero que le daba un nuevo motivo, por lo que cuando cantaba, solo lo hacía con aquella de Enrique Santos Discépolo, "Esta noche me emborracho".


Para tratar de aliviar su pena, se comentaba que otros actores comenzaron su carrera como cantantes de tango y tuvieron que dejarlo porque su verdadero talento estaba en la actuación como fueron los casos de Carlos Badía, Armando Bianchi, Guillermo Alvarez Guedes, Ricardo Dantés, Emroqie Santiesteban  y hasta un político: Luis Conte Aguero.



Su tormento duró poco tiempo, porque un día llegó un personaje buscándolo para contratarlo para cantar los fines de semana en un bar especializado en tangos cuyo nombre no recuerdo. De ahí en adelante venía por la calle, cantando:


"Golondrinas de un solo verano

con ansias constantes de cielos lejanos.

Alma criolla, errante y viajera,

querer detenerla es una quimera...

Golondrinas con fiebre en las alas

peregrinas borrachas de emoción...

Siempre sueña con otros caminos

la brújula loca de tu corazón...


Criollita de mi pueblo,

pebeta de mi barrio,

la golondrina un día

su vuelo detendrá;

no habrá nube en sus ojos

de vagas lejanías

y en tus brazos amantes

su nido construirá.

Su anhelo de distancias

se aquietará en tu boca

con la dulce fragancia

de tu viejo querer...

Criollita de mi pueblo,

pebeta de mi barrio,

con las alas plegadas

también yo he de volver."


No tendría mucho éxito y no se cuanto duró en ello, pero al menos pudo realizar su sueño de cantar tangos y recibir a cambio el aplauso.



Volver a España


Ya he comentado que no recuerdo mucho a mi abuelo paterno, es más, no recuerdo que nunca haya tenido un gesto amable hacia mí ni me haya dirigido la palabra.  Murió cuando yo tenía tres o cuatro años, pero eso no es justificación para que no sintiera hacia mí algún afecto, porque recuerdo que la mayor parte de mi infancia estuve en los brazos de mi abuela andaluza, que me besaba, me hablaba, me hacía cuentos, me enseñó a leer, me cocinaba dulces especiales y me malcriaba a más no poder.  A cambio de ello yo le hacía caso en todo y ella era mi refugio, mi roca, el lugar donde me sentía seguro.


Pues muchas veces escuché conversaciones entre mis abuelos de hacer un viaje y volver a España.  Se hablaba de los que quedarían vivos y los que ya no estaban entre nosotros.  De la vieja casa de Madrid y de Andalucía, de primos, hermanos, lugares comunes, comidas, romerías, de cómo sería la España que dejaron atrás hacía cincuenta años.


Supongo que esa sería la mayor aspiración de cientos de miles de españoles que por una razón u otra dejaron el terruño y se fueron a "hacer las Américas".  La imagen más exacta nos la dió Alberto Cortés con su desgarradora pieza "El abuelo".


Y un día me atreví a preguntárle a mi abuela sobre el tema, ya era entonces yo un joven, casi un hombre y me contó que todos sus conocidos, amigos y parientes, siempre tenían presente el hecho de que de una forma u otra, algún día regresarían a España, de visita o para morir allá donde estaban sus raíces sin desdorar que en Cuba había creado una familia que a su vez se había ramificado en muchas otras.


A principios de los veinte gozaban de buena posición por el puesto de ejecutivo de mi abuelo en el Banco Español de la Isla de Cuba, pero había una escalera de hijos que hacía imposible viajar con tantos, así que el viaje siempre se fue posponiendo y después vino una época de vacas flacas y la imposibilidad económica de realizar el sueño.


Pero durante toda mi niñez, mi abuela Amalia diariamente, en los cuentos que me hacía, regresaba a su pueblo, sus montañas, recreaba las costumbres andaluzas, las comidas, las romerías, las amigas y los familiares que dejó atrás, recreó hasta las vacas y cabras que pastaban en invierno en la parte baja de la casa de piedra y hasta los lobos que la atemorizaban cuando debía recorrer las serranías o los alrededores de la villa para hacer algún mandado.


Al final, pienso yo, que no necesitó, como muchos otros, el regresar físicamente a España, porque España siempre estaba presente, como nos ocurre ahora a los cubanos que estamos fuera de la Isla.


Manolo


Manolo era un muchacho de unos veinte años con el que trabajábamos juntos en la Librería y Encuadernación "Juan Cebrián" en La Habana Vieja.   Nunca supe con certeza, porque no le gustaba hablar de ello, las particularidades de su vida, de lo cual siempre se quejaba.  Algunos comentaban de que era homosexual, un escándalo en La Habana de los años cincuenta, porque vivía en un apartamente con un amigo, pero por lo menos a él no se le veían poses ni manifestaciones afeminadas, todo lo contrario, se veía que le gustaban las mujeres, pero como era tan hermético, tampoco supe de noviazgos suyos.


Y la gran meta de Manolo era hacerse piloto.  Se pasaba la vida con revistas de aviación, algunas de las cuales me introdujo en su conocimiento, compartimos artículos de Mecánica Popular y nos fajábamos por traducir artículos de Aviation Week and Space Technology, y cualquier cosa en la que se hablara de aviones, aeropuertos, pilotos famosos, aviación comercial, historia de la aviación y otros relacionados, era motivo de conversación y de compartir la información.


En buena parte Manolo me influenció en el amor hacia la aviación, esa profesión tan compleja como peligrosa, al menos en aquellos años.


Cuando el gangster conocido como "Troncoeyuca", pariente de mi compañero de juegos de la cuadra donde vivía y que era piloto de Masferrer o de El Colorado, no recuerdo bien, se estrelló con su avión Cessna, Manolo insistió en conocer los detalles y hasta fue a ver a mi amigo Mundito, el cual de su pariente solo sabía el nombre y que de vez en cuando iba a su casa a ver a su abuela.  A ese nivel llegaba la obsesión de Manolo por los aviones, de investigar y conocer todo lo que pudiera sobre ese mundo.


Desde hacía un tiempo Manolo había solicitado entrar al ejército, donde iba a ganar menos que en la librería, pero era la posibilidad, según alguien le había prometido, de entrar en la Academia de Pilotos de la Fuerza Aerea y cuando la cosa en el país estaba más complicada por la inestabilidad política, el terrorismo y la represión, a mediados de 1958, Manolo fue llamado a filas.


Se fue muy contento, pensando que iba a resolver rápidamente su entrada a la escuela aérea, que a lo mejor tenía suerte por ser joven y fuerte, con buena estatura y físico y un buen nivel cultural, lo mandaban a estudiar a alguna academia en Estados Unidos y regresaría cuando ya toda la pesadilla de la revolución y la guerra hubiera acabado.


Nada más lejos de lo que pensaba fue lo que le ocurrió.


No volví a ver a Manolo hasta 1962, cuatro años después y fue cuando me enteré de su mala fortuna y de su mala decisión.


Al entrar al ejército pasó todo un período no muy largo de entrenamiento básico, disciplina militar, voces de mando, marchas, armamento, tácticas de combate y todo lo relacionado con una preparación elemental.  Tras completarla, se dijo, ahora me mandan a la Academia, pero no fue así.


Le dieron equipamiento completo, lo montaron en un tren blindado y lo enviaron hacia la Sierra Maestra.  Allí pudo ver que la mayoría de los reclutados estaban igual que él engañados y además muy mal preparados para enfrentar una guerra de guerrillas de grupos que llevaban meses en esas andanzas, conocían el terreno, estaban bien armados y contaban con el apoyo de los campesinos.


Manolo se convirtió, sin quererlo, en uno de los entonces llamados "casquitos".


No quiso hablarme de los numerosos sustos que pasó, de los que vió morir o perder un brazo o una pierna, pero al final pudo sobrevivir, aunque muchos no saben si hubiera sido mejor la muerte que lo que le ocurrió.


Lo hicieron prisionero con un grupo numeroso de casquitos, los que fueron llevados al penal de Puerto Boniato y donde fueron sometidos a todo tipo de vejámenes, hambre, torturas físicas y mentales.  Nadie le creía que el había entrado al ejército porque lo iban a preparar como piloto, pero además, le decían que si hubiera sido piloto entonces habría sido capaz de matar mediante bombardeos a civiles inocentes, por lo que lo encontraron culpable por lo que hizo y por lo que pudo haber hecho y se ensañaron con él.


A finales de 1962, justo después de la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre, me lo encontré en una guagua cuando iba a ver a mi abuela en el reparto Buenavista.


En un principio no lo conocía, aquel hombre fornido y joven, era ahora un flaco enjuto, con parte del pelo cano y los ojos hundidos.  Nos bajamos del ómnibus y en una cafetería me contó lo que pudo, porque me di cuenta de que le costaba trabajo revivir su sufrimiento.  Toda la conversación siempre fluyó debido a que su familia estaba fuera del país y él trataría de irse con ellos.


Después de ese día, también por su propia seguridad, nunca volvimos a vernos, pero estoy seguro que Manolo nunca más se sentiría atraído por la aviación, al menos por ser piloto, porque no solo no cumplió su sueño, sino que pasó por situaciones muy difíciles que lo dejaron marcado.


El viaje a México de mis suegros


Mi suegro Antonio tenía muchísimas virtudes.  Era un hombre trabajador que con escasa instrucción pero con muchísima educación y cultura de la vida, logró por sus esfuerzos, llegar a ser carrero de la Canada Dry, y tener dentro de esa empresa la mejor zona de distribución, por lo que sus 14 o 15 horas de trabajo diario representaban un salario muy superior al que ganaban un abogado y muchos médicos u otros profesionales.  


Así pudo comprar un terreno y construir la casa de sus sueños en el reparto Fontanar, comprar otros terrenos para fabricar, uno en el reparto Versalles en Marianao donde iba a construir apartamentos y una farmacia, otro en Santiago de las Vegas y un tercero en Brisas del Mar en Guanabo.  Aparte de su trabajo como vendedor de Canada Dry, era comisionista de la tienda Ultra y vendía a crédito, por lo que sus finanzas estaban en un buen momento.

 


Mandó a sus hijos a buenas escuelas y guardaba celosamente los ahorros en dólares, porque tenía una misión en la vida, ir junto con mi suegra Josefina, a un viaje a España, la tierra de los padres de ambos, pero primero estaba decidido a hacer un corto viaje a México, país cercano que le llamaba la atención, lo que había sido reforzado por criterio de amigos que le habían dado buenas referencias sobre ese viaje.


Poco a poco fueron acumulando no solo dinero en divisas, sino también planificando las características del viaje, la ropa adecuada para el momento de la visita y otros detalles.  Era una meta fácilmente alcanzable y todo apuntaba a que los esfuerzos de muchos años no habían sido en vano.


Pero llegó el comandante y mandó a parar.  


Ni dólares, ni terrenos (por suerte los pudo vender a tiempo), ni España, ni México.


Uno de los tantos sueños rotos por una revolución que lo ha destruido todo.


Aviador o guitarrista


Siempre tuve dos cosas muy claras: yo iba a ser un guitarrista, pero no uno cualquiera y además un piloto y para ello iba a esforzarme al máximo.


Al final no fui ninguna de las dos, pero no por dejar de tratarlo o quizás por no lucharlo suficientemente.


Sobre el tema de la aviación ya sabía la odisea de mi amigo Manolo y después la de otro conocido del barrio que se incorporó a las milicias con el mismo objetivo y tras años de sacrificio nunca pudo lograrlo, pero lo de la guitarra transitó por varios momentos, unos que pude haber superado y otros no.


Siempre me llamó la atención la guitarra como instrumento musical, el piano también pero se decía que los pianistas todos eran "maricones" y ponían el ejemplo de Ernesto Lecuona, Bola de Nieve y Liberace, y además había que comprar un piano, mientras que la guitarra era un instrumento más asequible.


Comenzando por los tríos, de los cuales me impresionaron los requintos como el de Los Panchos (Alfredo Gil), Los Tres Reyes (Gilberto Puente) y los Tres Caballeros (Chamín Correa), Chet Atkins con su música country, pero en particular me llamaba la atención la guitarra acústica y el virtuosismo de los guitarristas españoles, como Andrés Segovia y los numerosos intérpretes del flamenco.  La introducción de la guitarra eléctrica en el jazz me resultaba particularmente atractiva y disfrutaba con el Nat King Cole Trio y sus solos de guitarra junto con el virtuosismo de Nat.


Después vendría el Rock and Roll y la guitarra traería nuevas sonoridades, impensables hasta entonces y gracias a la tecnología estas se irían desarrollando sin parar.


Y que hice para materializar mis deseos: muy poco realmente, estaba tan centrado en trabajar y ganar dinero, con lo cual me iba muy bien, que di unos meses de clases con un virtuoso y reconocido profesor de guitarra, Nené Enrizo, pero al final lo dejé.  Retomé mis estudios de guitarra con un amigo, vecino de una noviecita en la antigua Quinta Canaria en Arroyo Apolo, que llevaba años estudiando y era todo un virtuoso y a pesar de ello continuaba sus estudios.


Cuando tocaba piezas clásicas españolas como el Concierto de Aranjuez, los ojos se me iban para sus dedos y lo único que deseaba era poder tocar igual que él.  Mi vieja guitarra la había descuidado, inclusive se había mojado y tuve que comprar una nueva y gracias a que tenía dinero adquirí una mejor.


Pero igual, el ganar dinero era mi prioridad y también me peleé con la noviecita, así que mis viajes se hicieron menos frecuentes y luego vinieron otras prioridades que nunca debían haber sido tales y así mi relación con la guitarra se quedó en la simple admiración por ese instrumento.


Paco de Lucía, Vicente Amigo, Manolo Sanlúcar, Atahualpa Yupanqui, Carlos Montoya, Carlos Santana, George Benson, Jimmy Page, Jimmy Hendrix, Stevie Ray Vaughan, Eddie Van Halen, Tommy Emmanuel, Brian May, Chuck Berry, Django Reinhardt, Mark Knopfler, Gypsy Kings, Robert Johnson, Al Di Meola, Slash, Neil Young y muchos otros que se me quedan, son personas que no solo admiro, sino que envidio de la forma más sana posible porque tuvieron la voluntad que no tuve.


Por eso solo me queda disfrutar sus interpretaciones y mover los dedos al compás de sus melodías como si fuera yo el instrumentista y de paso mirar hacia el cielo cuando pasa un avión.


No todos llegamos a conseguir lo que ansiamos.