viernes, 28 de agosto de 2020

Cuba, el imperio de los carros americanos viejos

 


Cuba, el imperio de los carros americanos viejos

Cuba es famosa en el mundo actual por varias cosas, casi todas relacionadas con la fallida revolución encabezada por Fidel Castro que no fue otra cosa que espuma y humo, otras por haber sobrevivido a la caída del campo socialista y la URSS y otra que alude a las aberrantes medidas que no existen en ninguna otra parte del mundo y que la hacen un país que se ha detenido en el tiempo y que parece de otro planeta.  

Pero una de esas cosas relevantes y que causa gran curiosidad en el mundo es la gran cantidad de carros de más de medio siglo de construidos que constituyen el grueso de su parque automotriz.  Y eso es algo que sin duda tiene una historia muy curiosa detrás.

Este ha sido un tema presente cada vez que acceso a mis memorias, pero un artículo que leí recientemente me hizo ver que hay muchas cosas de las que no he hablado y que seguramente mis contemporáneos las recuerdan.

Cuba, que nació como República casi a la par del nacimiento de la industria automovilística norteamericana, no podía ser otra cosa, por muchas razones, sino el imperio donde los carros americanos dominaran por completo el transporte terrestre.

La influencia en el transporte, tras la salida de la órbita española y la entrada a un mercado más cercano como el nortemaricano, hizo que en materia de transportación, casi en todas sus manifestaciones, automotor, ferroviaria, marítima y aérea más tarde, estuvieran conformadas por productos de Estados Unidos.  Ya en Cuba estaban sembradas

Cuando en 1957 comencé a trabajar, y tuve un acceso y una libertad de movimiento de la que hasta entonces no había gozado, tuve muchas experiencias que me hicieron pensar que en Cuba no había cabida para otras marcas que no fueran las de las tres grandes automotrices americanas, la General Motors, la Ford y la Chrysler.  Pero así y todo pude ver mucha gente que tenía carros europeos y hasta conocerlas y compartir con ellas, las que en cierto modo subestimaban a los productos automotrices norteamericanos.

También tuve la suerte de trabajar en una librería en la calle Chacón entre Cuba y Aguiar, situada justamente enfrente a la oficina estatal donde se pagaba el impuesto del transporte terrestre, que entonces era obligatorio, porque se entregaba trimestralmente una chapa o placa nueva para el carro, con un color diferente, lo que hacía fácil detectar quién no había pagado el impuesto correspondiente.   Por supuesto que casi todos los carros contaban con una matrícula particular y eran contados los carros oficiales o militares.

Y mayoritariamente, casi absolutamente, según un conocido que allí trabajaba y que era cliente de la librería, los carros registrados eran norteamericanos.

Pero vamos por partes, porque aunque era exactamente así, ello mayormente respondía a un razonamiento económico, que no tenía nada que ver con el gasto de combustible, porque entonces el costo de un galón de gasolina, como se vendía entonces y que representaba casi cuatro litros, costaba veintiocho centavos, por lo que con unos ocho pesos, entonces equivalentes al dólar, se llenaba el tanque.  El principal motivo era que un carro de un modelo de un par de años atrás, por lo regular con poco kilometraje y casi nuevo, podía adquirirse por entre doscientos y quinientos pesos, algo al alcance de muchos.  Y como nos habíamos acostumbrado al “american way of life”, no concebíamos otra cosa sino un carro grande, cómodo y con un motor capaz de halar una locomotora.

Ya he mencionado el gran negocio que había con la ida de gente a Miami exclusivamente a comprar carros de uso, montarlos en el Ferry y revenderlos en La Habana.  Y el gran centro de la venta de carros usados radicaba en la Vía Blanca, muy cerca de donde vivía, por lo que podía ver decenas de ellos con modelos de todo tipo.  Recuerdo que una vez me embullé a comprar lo que entonces se consideraba un cacharro, un Ford de 1939, de color vino y con las gomas un poco gastadas pero muy cuidado, por solo cincuenta pesos, que era menos de la mitad de lo que ganaba en un mes de salario.  Pero todo quedó en un sueño de juventud, que de haber tenido más voluntad lo hubiera realizado porque era un buen negocio.

         1958 KarmannGhia - https://cubanclassics.blogspot.com

Los carros europeos

Si  había una diferencia notable que la gente valoraba más que otras que mencionaré después, es que los carros norteamericanos lucían más modernos y eran más grandes y cómodos que los europeos.   La gente veía a los carros de los países del viejo continente como feos, chiquitos e incómodos, que probablemente fuera verdad, pero la diferencia en otros sentidos, sobre todo el tecnológico, de fiabilidad y durabilidad era abismal a favor de ellos.  Pero ya estábamos los cubanos acostumbrados al consumismo y un carro pequeño no daba el impacto de un carro grande americano, por lo que se decía: “caballo grande, ande o no ande”.

Afortunadamente tuve la suerte de conocer personas que tenían carros europeos, y con ellos aprendí el por qué seleccionaron esas marcas, aunque la mayoría no pensara igual que ellos.

En primer lugar estaba el consumo.  Aunque el combustible era barato como expliqué antes, para qué se necesitaba un motor de doscientos, trescientos o más caballos de fuerza, cuando para mover a una familia bastaba con sesenta y abusar innecesariamente en el consumo de combustible y lubricantes.

Y la gente no valoraba lo más importante, la excelencia mecánica, incomparablemente superior y una mayor fiabilidad y duración, porque el carro era algo efímero y en pocos años había que conseguir uno más moderno, porque ese era el estilo de vida.

                1948 Ford Prefect - https://upload.wikimedia.org


El dueño de donde trabajaba tenía un Consul, un producto Ford hecho en Inglaterra y un conocido de mi suegro un Prefect, también un Ford inglés.  Curiosamente el poseedor del Prefect había sido jefe de mecánica del central Ermita en Guantánamo, donde el americano dueño de la industria, todos los equipos que poseía, camiones, tractores, carros, ferrocarril y hasta un avión eran exclusivamente de la marca Ford.  En sus viajes a Estados Unidos, Carlos, nuestro amigo, conocido como Carlos el mecánico, había pasado diferentes cursos y aprendido que el mejor carro americano era el Ford, pero que debía hacer concesiones en la calidad para bajar costos y lograr más ventas, lo mismo que hacían sus competidores, pero que los productos Ford construidos en Inglaterra, tenían estándares de calidad muy superiores a los americanos.  Por eso compró un Prefect para su uso personal.  Y en el 2011 cuando abandoné Cuba, todavía su hijo, que también se hizo un gran mecánico y un hace de todo como el padre, mecánico, electricista, soldador, carpintero, chapista, plomero, mantenía en perfecto estado el carro.

A su vez conocí otra experiencia, la del Dr. Entenza, que aparte de su condición de abogado civil, acostumbraba a viajar a Miami y regresar en el día para hacer compras, entre ellas un par de carros que enviaba hacia Cuba en el Ferry para venderlos posteriormente mientras él viajaba en avión.  Y para su uso personal tenía un Volkswagen Ghia que era un carro deportivo y que prefería entre todos los demás, después de haber tenido muchos carros americanos de todo tipo, desde económicos hasta un Chrysler Imperial, pasando por después de haber “disfrutado muchísimo”, como me decía, un "escarabajo" Volkswagen, conocido en Cuba como VW, que al final le era un poco chico para su estatura, pero que consideraba un carro excelente.   Esa excelencia del Ghia venía de que era un híbrido concebido a partir de un chasis y un motor Volkswagen, probado en el mundo entero, su mezcla con el Porsche, con el que tenía mucho en común, sobre todo en estilo, al que se le sumó el diseño de Virgil Exner, autor del Chrysler D'Elegance, todo con el toque del carro italiano, lo hicieron un auto único.

Audi https://saablog-in.blogspot.com

En el feo Audi de los años cincuenta nadie podía avizorar que sería uno de los carros de excelencia mundiales en el siglo XXI.  Eran tan feo que le decían "el sapo" y el único que lo superaba en fealdad, era el francés Citroen 2cv, probablemente el más horrible de la historia, pero igual que el otros galos, el Renault y el Peugeot, eran de excelente factura.  También aparecía en algunas cantidades algo mayores el Fiat en sus modelos 500 Topolino y el 600.  De todos se veían muy pocos realmente.

                             El Citroen CV-2

Se veían algunos carros de lujo, como los ingleses Bentley, el Aston Martin y el Jaguar, pero el más aceptado por los pudientes y por ende con mayor presencia era sin duda el alemán Mercedes Benz.  Pero todos ellos en cantidades limitadas por sus altos precios y mantenimiento.
SAAB https://saablog-in.blogspot.com

Estaba presente en no pocas cantidades el Saab, un carro que se consideraba feo, pero en realidad era subvalorado, pues esa compañía sueca produce autos de altísima calidad y hasta aviones, de donde comenzó su historia, construyendo aviones para la fuerza aérea sueca.  El inglés Vauxhall y el alemán Opel, eran a su vez subsidiarias de la General Motors, ocurría lo mismo que con la Ford, y a su vez la historia se repetía con el Hillman, un producto inglés de la Chrysler.


Indicadores de Cuba

El hecho de que Cuba contara con un sistema de transporte altamente eficiente, en el cual se incluía por encima de todos el ferrocarril, no era producto de la casualidad.   El ferrocarril era clave para la principal industria del país, la azucarera, pero el resto del transporte terrestre era inherente al desarrollo.

No solo era un reflejo de que Cuba tuviera los mejores indicadores y se ubicaba dentro de los tres países más desarrollados de Latinoamérica, y que en algunos aspectos era el primero tras Estados Unidos, las divisas eran las más sólidas de la región, el país no tenía deuda externa y la inflación era la más baja de la región y el peso se igualaba al dólar, lo que no tenía ningún otro país, era el más saludable de Iberoamérica, con la mortalidad infantil más baja, el segundo lugar en habitantes por médico, y la mortalidad total más baja, había más de seis millones de cabezas de ganado, casi una por habitante, ocupaba el tercer lugar en alfabetizados, era el de más alto porcentaje de gasto público en educación y muchos otros indicadores positivos.   La nación con más autos, televisores y cines de América Latina no podía estar ajena a la existencia de automóviles. 

Y por ello en 1958 Cuba era el sexto país del mundo en el promedio de automóviles por habitantes.   Había registrados más de ciento ochenta mil carros sin incluir los de chapa oficial, ni unos veintiocho mil registrados como de alquiler.  Y de ellos el 94 por ciento eran de procedencia norteamericana.

          Messerschmidt KR175 - http://historicphotosets72.blogspot.com

A diferencia de los aviones, este carro daba risa, pero era muy eficiente.

Del total de autos importados, la cantidad según el volumen la ocupaban Chevrolet, Ford, Dodge, Buick, Willys, Plymouth, Pontiac, Oldsmobile y le seguían el Chrysler, De Soto, Mercury, Cadillac, Studebaker y Hudson y de ahí comenzaban los europeos, en cantidades representativas de un muy bajo porciento de los norteamericanos y representada por marcas como el Ford Ingles (Prefect), VW, Opel, Hillman, Land Rover, Isetta, Messerschmitt (esa imitación de carro del que las gente se reía), el Isetta, Fiat, Peugeot, Citroen,Renault y otros.

1951-52_Henry-J  https://cubanclassics.blogspot.com

Un carro que me impresionaba mucho era el Henry J., producido por Kaiser-Frazer y nombrado en honor a su fundador Henry John Kaiser, fue un carro barato y atractivo que le hizo gran competencia a las grandes compañías sobre todo por su bajo consumo de combustible.  Pero en un mundo dominado por la troika de los grandes de Detroit, era imposible alcanzar costos de producción inferiores a ellas.   Pero dejó una herencia impresionante, fue el primer carro con "coladepato" comos se le llamara después al Cadillac que imitó su cola.

                            Un Jaguar, excelencia pura.


Dos experiencias para no olvidar

Cuando uno es joven, y probablemente es algo que continúa durante toda la vida, tener un carro es un deseo de los materiales que no cesa de atraernos.  Por eso cuando se me presentaron dos oportunidades, que aunque fueron simples espejismos, las disfruté muchísimo.

La primera fue con un Jaguar.  No se si todos serían igual, pero este era de un lujo impresionante.  Tenía todo su interior, salvo el techo y los asientos, hecho con maderas preciosas, los relojes eran algo exquisito, con un radio Thomson considerado una joya de las comunicaciones, asientos de piel y lujo por todas partes.  Estamos hablando de 1962 o 1963 y ese no era un Jaguar viejo, pero aparentemente llevaba algún tiempo sin usarse y era la fantasía de los que teníamos que hacer guardia en el trabajo, al menos pasar esas horas admirando una maravilla de la tecnología y hacernos idea de que lo estábamos manejando.
            El fenomenal Mercury - http://thevancouverexpress.blogspot.com

La otra se presentó en 1960 cuando un primo mío trabajaba cuidando por las noches un parqueo donde se guardaban carros de un organismo vinculado a las relaciones exteriores situado en el Vedado.   En un sótano había una docena de carros pero que no eran cualquier cosa, y tenía a su alcance las llaves de todos.

Así que nos subimos a prodigios de último modelo tales como un un Lincoln Premiere, un Chrysler Imperial, un Cadillac Coupé de Ville, un Packard Clipper, un Bentley Continental y un Mercury Montclair.  Muchos de ellos ya venían con asientos regulables, subida y bajada de los cristales de las puertas con motor, indicadores para doblar y muchas otras cosas que los carros regulares no tenían.  Todo era de primera y eran carros del año o del anterior.

Por supuesto que con mucho cuidado todos los arrancamos y nos movimos un poco dentro del parqueo, asustados para no darles un golpe.  Habíamos probado por primera vez la dirección hidráulica y el corte y lo suave del timón nos impactó.   Al final cada uno escogió el suyo: mi primo Héctor se quedó con el Lincoln, el carro de los presidentes y yo no cambiaba ninguno de aquellos por el más modesto, pero más impresionante, el Mercury.  No se realmente por qué fue desactivada esta marca, pero sin duda en motores marinos, continúa produciendo por su calidad que compite con los mejores.


Los preferidos de los cubanos.

Muchísimos años después en el ambiente de la informática se acudía a cada rato a una referencia:  Apple era el equivalente al Cadillac, más caro y lo usaban poca gente, mientras que Microsoft era el Chevrolet, más barato y por eso lo prefería la mayoría.  Y eso, decenas antes, ocurría con los carros.   Y eso ocurría cuando todavía los carros se producían para durar muchos años, si no hubiera sido así, Cuba habría regresado al transporte tirado por animales.

En primer lugar estaban sin duda los tres grandes: el Chevrolet Bel Air, el Ford Fairlane y el Dodge Coronet.  Eran los más baratos de las grandes productoras y con aceptable calidad, por lo que eran muy populares.  Pero tanto la GM, como la Ford y la Chrysler, se metieron en aventuras que los pusieron a temblar por los reveses económicos que representaron, en particular el Edsel y el Corvair.


                Edsel arriba, Chevrolet Corvair abajo.

Tenía un vecino propietario de un Edsel y después de un Chevrolet Corvair, los dos grandes fracasos de la Ford y la General Motors respectivamente.  El primero ha sido el fiasco más grande en la historia del automovilismo, cuando se trató de hacer un carro de corte lujoso sin que su costo fuera excesivo, pero la gente no veía diferencia entre un Ford corriente y un lujoso Mercury que gozaba de mucha aceptación, y menos fabricar algo a medio camino entre sus gamas altas y bajas y que tuviera problemas de fiabilidad mecánica y consumo excesivo aparte de no ser un auto hermoso.  En cuanto al Corvair, el único de la GM con motor trasero enfriado por aire y de tamaño mediano y su nombre venía de la conjugación de dos modelos exitosos: el Corvette y el Bel Air. Al principio fue muy exitoso y se vendieron doscientos mil autos del primer año de producción, pero a pesar de que se produjo, con modificaciones durante seis años, el carro que persiguió un aspecto juvenil y deportivo con soluciones técnicas de avanzada, barato para mantener lo que hizo que las otras grandes de Detroit sacaron el Ford Falcon y el Chrysler Valiant Para competir con él, el Corvair estaba condenado a muerte porque tenía grandes fallos de ingeniería que afectaban su seguridad, que seguramente hubieran sido resueltos por un rediseño, pero la competencia no daba tiempo para eso.

No se si mi vecino, que era dueño de un negocio de botellería y adicto a beber, era un mal chofer o algo parecido, pero nunca tuvo un carro al que no le encontrara muchos defectos, por lo que pienso que el defectuoso era él que no sabía manejar y que además era una persona tan agarrada al extremo tal que comentábamos sobre los lugares a donde íbamos a comer o pasear y la mujer le pedía que lo llevara, a lo que le respondía que vendiera una mandolina que tenían a ver si alcanzaba para comerse un sandwich.  Era el tipo de personas que tiene dinero y no aprovecha la vida.  Cuando murió, el hijo, un tipo detestable, viró boca abajo la casa y aparentemente halló el dinero porque se compró un Mercedes Benz de 1958 y metió a la pobre Carola, la viuda, en un asilo en Bejucal, en donde probablemente le fue mejor con las monjitas que con el hijo y su nuera.

                Buick 53 - https://jerrygarrett.files.wordpress.com

El Buick Roadmaster de 1953 era uno de los carros más poderosos y cómodos y a su vez hermoso, mientras que el Ford Fairlane de 1955 era un auto impresionante con un poderoso motor y un estilo modernista.   Eran pura potencia y mi padre los había comprado, pero a su vez los tenía entregados a dos personas que los manejaban como taxistas, lo que ayudaba a amortizar el gasto de la compra.  Y viajar en ellos era como ir en una amplia y cómoda alfombra mágica.  Y estamos  hablando de hace más de sesenta años, cuando todavía no eran comunes muchas de las comodidades actuales.

Y en lo que respecta al mercado de las motocicletas, dominaban la Indian, la más antigua  y mayor productora,  y sobre todo la Harley Davidson, para aquellos que podían pagarla, sin duda era la más reconocida.  Pero estaban las poderosas inglesas BSA y la Norton.   Y en las motos de bajo cubicaje estaban la austríaca Push para la que no hacía falta licencia de conducir, por lo que era el anhelo de todo joven, así como la multiusos motoneta Cushman.

               Cushman en Varadero- National Geographic Magazine 1947

Y hubo un caso curioso, que merece un punto y aparte, el del Skoda. 

El caso de la marca Skoda fue una excepción, porque construido en Checoslovaquia, era probablemente el único carro del campo socialista que se vendía en Cuba antes de la revolución.  Dentro de la óptica de los carros europeos no era el más feo y probablemente era de bastante buena calidad para los estándares de entonces.

Sin embargo, este carro no se vio masivamente después de la Revolución.  Sus razones habría porque probablemente tendría su mercado en la Europa capitalista y con los cambios sociales y políticos la Skoda, una de las empresas productoras de automóviles más antiguas del mundo, tras la caída del comunismo se convirtió en una subsidiaria del Grupo Volkswagen.

                                Skoda 701


Las guaguas Skoda

Y estaba el tema de las guaguas.  El transporte de la Gran Habana Metropolitana, estaba basado exclusivamente en el transporte por ómnibus con dos grandes compañías, la Cooperativa de Omnibus Aliados (COA) y los Autobuses Modernos, los primeros con General Motors americanos y los segundos con Leyland ingleses, con una eficientísima frecuencia de entre uno y cinco minutos y que hacía que las gente utilizara los carros particulares prácticamente para pasear o para determinadas gestiones y prefiriera el transporte público.  Las rutas conectaban a la Habana con los pueblos cercanos y el servicio de "confronta" en horas de la madrugada era impecable.  Es verdad que entonces La Habana tenía la tercera parte de la población actual, pero eso no demerita en lo absoluto la excelencia del servicio.



                Un General Motors Coach, la mejor guagua. Ruta 57 donde trabajaba mi padre con el recorrido Vedado-Avenida del Puerto.

Pero después de la revolución comenzaron a llegar varios modelos de ómnibus Skoda, los que existieron en un momento en que el parque de General Motors y Leyland todavía asumía el grueso del movimiento de pasajeros, y se garantizaba la frecuencia de las rutas en un minuto o dos.  Ya las guaguas soviéticas PAZ 672 y LIAZ 158 habían mostrado su incomodidad para los pasajeros y choferes, así como su alto consumo de combustible porque no eran adecuados para el clima cubano.   Fue así que llegaron las primeras guagua Skoda, que por su forma fueron bautizados como "pepinos” y que tampoco dieron buen resultado en el transporte urbano. 

          El Skoda, conocido por "pepino" por su forma.

Diganmelo a mi que durante dos años tuve que tomar diariamente en ida y regreso la ruta 5 hasta Guanabacoa y a cada rato se rompían, eran calurosos e incómodos.   Pero después se vio que en el transporte interprovincial y sin exceso de carga se comportaban bastante bien.  Los choferes de guagua a los que le tocara un Skoda tuvieron que quitarse el uniforme y la corbata que los identificaba, para vestirse con ropa de trabajo que les permitiera asumir las luchas con la grasa y el churre del motor que les tocaba a cada rato, lo que terminó cuando llegaron a Cuba los Hino, la versión japonesa de los General Motor Coach que ninguno ha superado.  

     La Hino conocida como Colmillo Blanco - www.elrinconcubano.es

Solamente la GM y la Hino tuvieron todas las condiciones para propiciar que el chofer manejara con comodidad y el pasajero con un mejor bienestar, tanto en su versión urbana como en la interprovincial al que se bautizó como “Colmillo Blanco” y constituyó un hito en la transportación en el país, una especie de renacer de los GM que tanto extrañaba la gente.

Pero todavía recuerdo los tranvías, los que casi no monté, y sí tengo muchas vivencias de las llamadas “Guaguas de palo”. de la COA que tenían carrocerías de madera combinada con lona encerada en el techo y estaban hechas sobre chasis de camiones.  Más tarde comenzaron a producirse en el país guaguas con carrocerías metálicas y el pasaje costaba seis centavos y fue subido a ocho cuando aparecieron los General Motors.  

Una guagua de palo y un tranvía en la Esquina de Tejas https://www.pinterest.com.mx/

Las guaguas de palo eran muy curiosas porque tenían carrocerías aerodinámicas y algunas viajaban desde la capital hasta Santiago de Cuba.  Ah y las guaguas de palo no tenían puertas, así que siempre cabía uno más.

De lo ocurrido después de los primeros años de la revolución con los Ikarus, Girón, las guaguas holandesas asfixiantes, los camellos y los articulados mejor ni hablar, el transporte ha ido de lo sublime a lo ridículo.

                                         Studebaker Lark 


Tu Studebaker "estudesgracia"

Ese chiste me lo disparaba a cada rato un amigo mecánico, pero después me decía, pero al final me explicaba que solo era solo un juego de palabras y que no respondía a la realidad porque el Studebaker era un buen carro.

Peter Studebaker, un inmigrante holandés, a principios del siglo XX se erigió en el mayor fabricante de carros arrastrados por caballos, de lo que pasó, al iniciarse las era del automóvil,  a la construcción de chasis para varias automotrices.  Ya en 1902 construyó su primer carro, el Studebaker con un motor eléctrico, el estándar hacia dónde vamos ahora, pero poco después incorporaron el motor de explosión interna, el que erróneamente triunfó, y en 1910 fundó la Studebaker Corporation.

Le hizo una buena competencia a los grandes de Detroit y en 1935 al recuperarse la industria de la recesión, logró un gran éxito con motores de seis cilindros con el Champion, el Commander y el Land Cruiser.

                 El camión de Studebaker fue básico para el Ejército Rojo.

Studebaker fue durante seis décadas sinónimo de carros de buena calidad a bajo precio, de robusta construcción y estilo de avanzada.  En diferentes competiciones obtuvo récords de categoría y resistencia.  Ello le valió para que la Studebaker obtuviera contratos muy favorables para suministrar camiones y motores de aviación al ejército durante la Segunda Guerra Mundial.  El Studebaker US6 de 2 y 5 toneladas fue construido en la inmensa cantidad de 220 mil unidades y fue suministrado mayoritariamente a la Unión Soviética y fue reconocido por su resistencia, potencia y fiabilidad, incluyendo su buen funcionamiento con combustible de mala calidad.  Sirvió no solo para transportar tropas sino también carga, piezas de artillería y fue la plataforma de los lanzacohetes Kastiusha, por lo que el propio Stalin envió una carta de agradecimiento a la compañía por su excelente calidad y ayuda a la victoria.  Y por si fuera poco, el diseño soviético del famoso camión ZIL 151 y 157 se basó en copiar el Studebaker.


Tras concluir la contienda, presentó en 1947 el modelo Starlight y en 1953 el Starliner, considerados entre los carros más hermosos jamás construidos, pero los problemas financieros hicieron que tuviera que unirse a la Packard, lo que no logró resolver su permanencia en el mercado, a pesar del éxito del Studebaker Hawk en 1959.


Al final, el Studebaker no era ninguna desgracia, todo lo contrario, pero no siempre triunfa lo mejor, sino el que tiene mejor administración, publicidad o ambas cosas, aunque sea un producto mediocre y no el mejor.  No se puede aplicar a todo, pero si a muchas cosas.  

No necesariamente el producto de más calidad es el que se convierte en éxito en ventas, lo que muchas veces obedece a cuando la innovación deja atrás a sus competidores, aunque sea momentáneamente.  Algunos se han posesionado de una fama y un mercado y no notamos que de le han introducido cambios en el tamaño o las fórmulas con el fin de ahorrar y ganar más.  El caso del Studebaker es todo lo contrario de la Madre Teresa de Calcuta, que nos la vendieron como buena, mientras que los tres grandes le hicieron una campaña de descrédito a la compañía tal que la gente olvidó lo que había representado la Studebaker durante la Guerra.


         Carros patrulleros Oldsmobile de 1952 y 1957 https://www.pinterest.com.mx


Las perseguidoras y los “caballitos”

Creo que desde que por primera vez se sustituyeron los caballos de la policía por motocicletas, la empleada siempre fue la Harley Davidson, sin duda alguna la mejor, más potente y sobre todo más impresionante.   Recuerdo el novio de una tía que vivía con nosotros y que era de la llamada “motorizada” (a los policías que andaban en motos les decían “caballistas”) y del cual me llamaba mucho la atención cuando llegaba y sobre todo cuando se iba por el ruido que hacía la Harley y que según he leído es un sonido patentado y que no puede ser imitado por ninguna otra marca, era la sensación de los muchachos del barrio, pero lo que iba a contar al respecto es que un día vinieron con la noticia de que el joven había tenido un accidente en la Calzada de 10 de Octubre, llegando a la Quinta Dependientes, donde hay una curva pronunciada y una bajada con algún declive, había patinado y a causa de ello se dió un golpe en la cabeza que le costó la vida.  Desde entonces y a pesar de que me gustan, le tengo un respeto extremo a lo que tenga solamente dos ruedas y si las he montado ha sido por necesidad extrema.

        Policia Nacional de Cuba 1950 - httpswww.flickr.com

Mi relación con las motos es tan nefasta que poco más de una semana antes de irme de Cuba, una moto de un policía encubierto me rozó y me tiró al piso y me hice un rasponazo en la cabeza y en el brazo, pero afortunadamente más nada, pero lo tomé como una advertencia para ratificar que me cuidara de ellas.

Y en cuanto a las llamadas “perseguidoras” que no son otra cosa que los carros patrulleros de la policía, hago memoria y siempre me vienen, por lo menos hasta 1958, la marca Oldsmobile.  Al menos así eran las perseguidoras en La Habana, supongo que las del resto del país se irían nutriendo de los modelos que la policía habanera sustituyera.   Y después vino un carro famoso y fabricado especialmente con ese objetivo, el Ford Interceptor de 1958 que aparentemente fue el escogido a partir de ese año..

        Ford Interceptor 1959

Varios años después, tenía un amigo que había sido sobrecargo en un buque de la marina mercante y había comprado en Holanda por una suma ridícula que todavía me cuesta trabajo creer, un VW escarabajo, que tenía un radio Blaupunkt que probablemente debía costar más que el carro.  Pero un buen día un jeep de la policía se llevó una luz roja e hizo del VW un puré.   Tras meses de negociación le dieron en compensación un Ford Interceptor, del cual me di gusto en revisar completamente y manejar.  Era una maravilla, con un tanque adicional de combustible que representaba ciento veinte galones de combustible, pero que a ningún particular le hacía falta ni podía tener esa cantidad de gasolina,  un radio Motorola con un amplificador y dos bocinas que abastecían a una fiesta ruidosa, pero que en la práctica era poco útil y lo peor, un motor V8 de más de trescientos caballos de fuerza y con un supercargador que tragaba más gasolina que un avión.

Eran los tiempos en que el gobierno tenía negocios con la VW de México y en Cuba se ensamblaban muchos de los VW Beetle o Escarabajo, llamados “vochitos” en ese país y que en Cuba además desarrollaron en una especie de jeep plástico con motor y tecnología de la Volkswagen bautizado como Montuno, que no era más que una imitación del Volkswagen Thing, por lo que perfectamente le podían haber entregado  en compensación al menos uno de esos, pero lo que querían era salir de los Interceptor.

Así que en esos tiempos, donde solamente se podían vender o comprar los carros americanos anteriores a 1959, tuvo que realizar mil gestiones hasta que al final lo autorizaron a venderlo y con ello compró una moto MZ para no quedarse a pie, pero sin dudas salió perdiendo.

Ahora veo en los clasificados de venta de carros usados, los Ford Interceptor, que ahora no son parecidos al Ford Fairlane sino que son utilitarios SUV, que se venden a precios ridículos a pesar de que son modelos de un par de años atrás y no tienen un millaje excesivo, pero la gente conoce lo gastadores que son.

De todas maneras los tiempos que viví con los Oldsmobile y los Ford Interceptor no los quiero recordar, porque todos les teníamos terror a la policía, que era, creo que como en todos los países, abusadores y a diferencia de lo que dicen en su lema de que protegen y sirven a la ciudadanía, lo que es relativamente cierto, al final siempre cometen muchos abusos que los denigran y hacen que la gente no los quiera.  En eso se parecen las fuerzas armadas a los políticos, que por lo regular se aprovechan y abusan, no sirven al pueblo, sino a sus intereses y se envalentonan cuando tienen un cargo o un uniforme.

                        Edificio de la Ambar Motors en la Rampa, Vedado.

La Vía Blanca y las agencias

Lo primero que recuerdo de la Vía Blanca, de este tema por supuesto, porque ese era el espacio preferido de mis aventuras para subirme a los vagones de miel de purga y corretear en el Parque Forestal, era los impresionantes sitios de ventas de carros usados, uno tras otro, sin interrupción, decenas de ellos con miles de ofertas.  Y en la esquina de Vía Blanca y Primelles, estaba el moderno salón de exposiciones de la Ford, con grandes vidrieras para que viéramos lo último de esa productora, entonces recién inaugurada y que antes radicara en la National Motor Co. Ford en la calle Marina frente al Malecón.

Pero para un artículo tan demandado, tenía que haber muchos representantes y vendedores, por lo que había cerca de 70 agencias de diferentes marcas,  la mayoría de ellas estadounidenses.

General Motors tenía sus salones de exposición en el edificio Ambar Motors de 23 entre Infanta y P en el Vedado, pero que además de distribuir autos, camiones y ómnibus, contaba con más de treinta agencias en el país e inmensos almacenes en Vía Blanca y Paso Superior.

Además tenía una agencia especial de la Buick en Hospital y 25, así como era muy conocida la agencia GM de García Tuñón en Calzada y F en el Vedado; Villoldo Motors era el distribuidor del Pontiac; en Belascoaín 857  estaba otra agencia de Oldsmobile, Cadillac y camiones GMC; otra agencia en Malecón y G; Humboldt Motor en Humboldt 7 representaba al Pontiac; y uno de los comerciales de la televisión de esos años era el de Vaillant Motors anunciando la llegada del Buick de 1957 con un eslogan de esos de los que verdaderamente pegan: ”Usted si puede tener un Buick”.

       Antigua agencia de la Ford, ahora Peugeot a precios disparatados.

La Chrysler tenía su centro en Hospital y 23, pero estaba la de José Grande con los Dodge y los De Soto en 12 y B en el Reparto Almendares; Atlas Motors en 25 No. 107 en el Vedado con Chrysler, Fargo y Plymouth; Jorrín Motors en Hospital No. 3 con productos de la Chrysler; Sabatés Motor Co. en San Lázaro 308 era agente de la Lincoln y la Mercury; Autos Losada en Zanja y Hospital y Vía Blanca Motors en Fábrica 148 con igual oferta y en 23 y P, justo frente a Ambar Motors, la Dodge tenía su agencia.

En Calzada esquina a 10 estaba la Williams Motor, agentes de la Hudson; Luyanó Trading en Calzada de Luyanó 929 distribuía los Studebaker; J. Ulloa y Compañía en Prado 3 y 5 y en el 55 después, representaba al Packard, mientras que Aguilar Auto Company, en Zapata 1415; cara visible del Studebaker, también del Packard al unirse ambas en 1954.  En Animas y Escobar estaba la Willys Distributors representantes de la Willys y el Jeep; Autos Occidental S.A¨ en Calzada 210 era la principal Agencia para el Willys Jeep, aunque, también lo representaba Soler Motors, en Infanta 710.  En Marina y Vapor la Motors Mart Corp eran distribuidores de Kaiser Frazer.   Importadora Metropolitana, en Baratillo 9, era el representante del Hudson y la Cadena Automovilística S.A. en Zanja 505 al Nash, manteniéndose separadas después de la unión de ambas marcas  en 1954.  Y en Infanta y Benjumeda estaba la Land Rover, de bastante aceptación para el trabajo agrícola.

Y de lo que eran piezas, accesorios, gomas, acumuladores, lubricantes, etc. la oferta era interminable y muchos de ellos se producían en el país, por lo que había una sólida cultura automotor.

Y reitero entre 25 y 28 centavos el galón (galón, no litro) de gasolinas de calidad, como la Esso, Shell, Texaco, Sinclair las principales de entonces y que contaban con refinerías en La Habana y Santiago de Cuba, las que impulsaban con la propaganda sus productos estrella: Esso Extra Motor Oil, Shell con ICA, Sinclair HC Azul y Texaco Fire Chief, todas de primera.

           Ferry Key West-Havana - www.facebook.com

Pero como expliqué, estaba el Ferry entre Cayo Hueso y La Habana en el que por el precio de 30 dólares usted podía viajar con su carro o traer uno o varios de Miami. Este era un negocio altamente rentable pues en el Ferry cabían hasta 125 autos y su peaje era barato, por lo que era muy fácil  comprar autos usados y llevarlos a Cuba, ya que eran carros de poco uso, en excelente estado y muy baratos. La Vía Blanca, desde la ciudad Deportiva hasta el comienzo de Santos Suárez, el llamado Puente de Agua Dulce, estaba colmada de venta de autos usados traídos de Estados Unidos donde por 200 o 300 pesos se obtenía un auto en muy buen estado, casi nuevo.


Cuba, un museo rodante de carros anticuados

Se calcula que todavía circulan en Cuba unos 75 mil carros norteamericanos, construidos entre 1925 y 1960 y la mayoría de los años cuarenta y los cincuenta.

Por tanto, si hay algo abundante en Cuba son estos carros viejos, de sesenta años o más de haber sido fabricados, algo muy diferente a lo que ocurre en otras partes del mundo, cuando si se encuentra alguno de estos autos es porque son piezas museables o de coleccionistas, mientras que en Cuba durante medio siglo fueron casi exclusivamente los existentes, pues los de fabricación soviética y otros, fueron destinados al sector estatal y una parte muy pequeña a afortunados que se les asignó.  Estos carros americanos a los que se ha rebautizado como “almendrones”, la mayoría han sido modificados y convertidos en verdaderos Frankenstein con motores Diesel y otras piezas de decenas de marcas y modelos para los que se han desarrollado grandes inventos para adecuarlos a la tecnología original, algo sin duda inaudito.  Pero dentro de este universo se pueden encontrar verdaderas joyas que conservan su configuración inicial, vaya usted a saber cómo.  Necesidad e ingeniosidad se combinaron para que el cubano pudiera seguir motorizado.



Mi suegro tenía un Plymouth de 1952 y se usaba bastante poco, pero llegó el momento en que no había piezas para él o la cuenta no daba por lo que se decidió venderlo y yo solamente tuve oportunidad de tener carros propiedad del trabajo, aunque los usaba como propios, pero que desafortunadamente fueron todos Lada soviéticos, que daban más problemas que lo que resolvían, pero era la única forma de tener un auto.  No en balde mi esposa lo bautizó como “la bartabia”, un verdadero desastre andante.  Y que conste, siempre escuché hablar de “bartabia” como algo que no funciona bien, pero realmente no he encontrado de donde sale la palabra ni si se escribe así.

Hoy en día han desaparecido muchas de las marcas más gustadas en Cuba: el Plymouth, el De Soto, el Pontiac, el Oldsmobile, el Mercury, el Packard, el Studebaker, el Henry J., el extraño Messerschmitt, el BMW Isetta, la motoneta Cushman y muchos otros, y solamente los coleccionistas cuentan con modelos destacados, algunos considerados clásicos de más de medio siglo atrás, pero sin embargo en Cuba muchos de ellos siguen existiendo...y rodando.

Y no solo se han mantenido esos carros, se ha creado una especie de adoración hacia ellos, creando clubes.  Ellos son el Club de Autos Clásicos Británicos y Motos, el Club de VW Escarabajos de La Habana, Club de Autos Antiguos, Club de Motos Harley-Davidson, Club de Autos Clásicos A lo Cubano, Club Amigos del Motor de Cuba y hasta un Club de Autos Rusos de Cuba.

A este hecho, muy probablemente único en el mundo, le han dedicado artículos en revistas especializadas, reportajes, documentales y muchísimas historias en blogs personales y diarios.


Ejemplos de ello son History Channel con "Carros Americanos Clásicos de Cuba" muestra que Cuba ha hecho un homenaje lleno de amor a la edad de Oro de Detroit; Discovery Channel con la exitosa serie "Cuban Chrome", un reportaje bien completo y objetivo; Full Galaxy realizó "Cuba sobre ruedas", así como varios reportajes de Automotriz TV, Mekanikeando a lo Cubano, Cuba Classic Car Club "A lo Cubano", y hasta se han filmado varias carreras ilegales de carros clásicos y motos y miles de otras producciones de aficionados.  No en balde la octava parte de la saga fílmica Rápido y Furioso, se filmó en La Habana.

Y en las imágenes utilizadas para las campañas turísticas de viajar a Cuba, junto a una mulata rumbera y una playa, tiene que aparecer sin falta un carro americano de los cincuenta.

Y como de recuerdos se trata, recuerdo muy intensamente mi casa y frente a ella el Lada Combi que quisiera olvidar a pesar de que me resolvió muchos problemas, pero me torturó mucho con su deficiente tecnología.






















lunes, 10 de agosto de 2020

Cosas de mi niñez que me impactaron para siempre

 

             Una vidriera - http://fidelseyeglasses.blogspot.com

Cosas de mi niñez que me impactaron para siempre

Como es lógico, las memorias comienzan por la niñez, y algunos de estos temas ya los he abordado en diferentes artículos, pero vale la pena recopilar los de mayor impacto, que seguramente han sido comunes para la infancia en muchos países de América o España, por lo que tienen un significado que va más allá de lo personal.

Nací en 1945, por lo que la era digital estaba todavía muy lejos en el tiempo y los principales entretenimientos de mi niñez eran la lectura, para la cual no he encontrado rival todavía a pesar de los atractivos que nos da el cine y la televisión, y ahora Internet, pero sigo prefiriendo dejar volar la imaginación que recibir la información masticada, sin poder aportar nada, que es el estándar de nuestros días.

Ello ha llegado a un límite tal que la sociedad va en vías de estupidizarse y convertirse en esclava de la tecnología, la cual tiene a su favor entre sus bondades que nos permite leer textos digitalmente, y acceder a la prensa, videos, música la radio y el cine, pero vuelve a una mayoría adictos a las redes “antisociales”, donde casi todo es banal.

Pero al inicio de los años cincuenta la televisión apenas comenzaba y no todos tenían acceso a ella, afortunadamente, porque este medio también tiene tantas virtudes como amenazas.  Ya la influencia de los medios nos mostraba lo que podía ser el futuro cuando nos sentábamos como unos idiotas frente al televisor viendo el patrón de pruebas en espera de que comenzaran las transmisiones.

                                          http://pinterest.com

Gracias a ello se propiciaba que la interacción social fuera infinitamente superior a la casi inexistente hoy en día.  Las familias compartían entretenimientos, juegos y conversaciones, algo que hasta parece raro hoy, cuando en una fiesta o encuentro familiar la gente en lugar de compartir se ensimisma en lo que pasa en su celular y en la vida cotidiana la familia se encierra en sus habitaciones a ver la televisión.  Nunca antes el hombre ha estado más aislado y es impactado mayormente por lo que ve en Internet y no por su intercambio con otras personas.

Esa situación ya la había predicho Einstein, el que aseguró:  "Le temo al día en que la tecnología sobrepase la interacción humana.  El mundo entonces tendrá una generación de idiotas”.   No cuesta mucho trabajo darse cuenta de la exactitud de sus palabras, pero no peor no ha llegado, este es solo el comienzo.

Pero por suerte mi niñez tuvo otro estilo de vida, no con tantas comodidades y adelantos, pero con mucha más riqueza espiritual.  De ahí que hay muchas cosas que los que vivimos aquellos años no olvidamos, por lo que vale la pena recordar algunas de ellas.

La vida era muy diferente en todos los sentidos, sobre todo en que se compartían “en vivo y en directo” todas las vivencias y deseos.  Nadie podía pronosticar que llegaría un momento de dialogar de otra forma que no fuera cara a cara cuando entonces hasta el hablar por teléfono se consideraba necesario pero impersonal.

Repasemos pues algunos de aquellos momentos que no hemos olvidado.

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Los juegos de mesa

Eran probablemente los más populares y había muchos: de cartas, tanto con barajas americanas como españolas y sus diferentes juegos; el cubilete, un infaltable al que solamente le ganaba en popularidad el dominó cubano ; las damas; las damas chinas, el parchís y el más aristocrático monopolio y el menos difundido por su complejidad, el ajedrez.  Y por supuesto, el rey de los juegos de mesa cubanos, el dominó, pero con doble nueve.  Como los cubanos o no llegamos o nos pasamos, en cuanto al dominó nos pasamos, pues mientras en el resto del mundo el dominó tiene veintiocho fichas, hasta el doble seis, en la modalidad dominante en la parte occidental y central de la Isla (los orientales se quedaron cortos) se emplean cincuenta y cinco fichas, hasta el doble nueve.

                    View Master - http://arnoldogualino.blogspot.com

El View Master

Era un especie de estereoscopio con discos conteniendo siete pares de fotografias en color en tercera dimensión.   Solamente tenía cuatro o cinco vistas o discos, que recuerde, una de Tarzán, otra de paisajes de Estados Unidos y otras de las Cataratas del Niágara.  Realmente un invento poco atractivo aunque a primera vista parece un prodigio.

Los muñequitos

Eran mi pasión, lo mismo las tiras sabatinas y dominicales en los periódicos, que las revistas procedentes casi todas de editoriales mexicanas.  Ya he hablado del tema en varias ocasiones, de las colecciones que tenía, como los adquiría sacrificando el dinero asignado para viajar en guagua a la escuela o eliminando la merienda, yo prefería dedicarlo a comprar cómics, los cuales fueron la génesis de mi afición a la lectura, y hacia los cuales nunca perderé el gusto.

Las postalitas

Otro entretenimiento, por cierto muy sano, entre los niños, eran las postalitas y los álbumes o colecciones de ellas.  Como escribí en un artículo anterior, nunca fui un gran adicto a ellas. Prefería leerme los muñequitos o cómics, pero la presión social de mis contemporáneos era tremenda y todos caímos en la trampa.

Cada serie consistía en un álbum con una cantidad de postalitas que había que conseguir y pegar en el mismo.  Las postalitas eran imágenes en dibujos o fotos del tema. Era famoso el álbum del baseball cubano de La Ambrosía, uno de los más extensos con 250 postales y que promocionaba a "La marca del famoso chocolate".

Cercana a mi escuela estaban las fábricas de La Estrella y La Ambrosía, a donde íbamos todos los años de excursión.  Allí nos daban todo tipo de golosinas: galletas, caramelos y sobre todo chocolates, pero nunca, a pesar del reclamo de muchos, las postalitas que nos faltaban y que eran promocionadas por ellos.

Las excursiones, que eran paseos a lugares cercanos, en que los maestros nos llevaban a conocer, en nuestro caso, fábricas como La Estrella y La Ambrosía,  las mayores productoras  de golosinas y a la fábrica de la Coca Cola, donde recuerdo nos daban reglas y otros útiles promocionando lo que no necesitaba promoción.  Todo ello nos servía para conocer en la práctica que las cosas no son tan sencillas como parecen y que es necesario estudiar y prepararse para la vida.

Había postalitas de todo tipo, pero mis preferidas eran las de peloteros, comenzando por el equipo Almendares y siguiendo con los Yankees de New York.  Colecciones enteras de equipos por años, que mucho trabajo me costaron, las dejé en el olvido y ahora veo que valen una millonada.

Lo normal era que se promocionara y saliera el álbum junto con un grupo de postales y se demoraba meses y hasta más de un año para completar la colección, mientras que pasábamos el tiempo buscando los números que nos faltaran, por lo que se intercambiaban las repetidas y hasta  jugábamos a las cartas apostando las postalitas.

Al final las postalitas eran solamente un gancho para que uno comprara determinados artículos, casi siempre golosinas, con las cuales venía una postalita, pero había algunas que ni comprando la producción completa se encontraban, lo que hacía que el consumo fuera imparable y dedicáramos los pocos centavos de que disponíamos en este comercio que visto en el tiempo se nos hace abusivo y engañoso.

Por supuesto que no faltaban las postalitas y álbumes de Tarzán, pero también estaban clásicos como Robin Hood, Sandokan el Tigre de la Malasia o El Corsario Negro y eran muy gustados los de las radio novelas Los Tres Villalobos, Taguarí el rey blanco del Amazonas y Kazán el Cazador y por supuesto El Derecho de Nacer, la radionovela por excelencia.  Había otras series enfocadas a la educación como la del Zoológico de La Habana y las de los cigarros Gener con sus álbumes de la Historia de Cuba y la Vida de Napoleón Bonaparte.    

Algunos álbumes y series tenían valor educacional, pero muchas no seguían ese objetivo, aunque se convertían en fascinantes y adictivas.  Yo recuerdo en particular un álbum con la historia y desarrollo del transporte en el mundo y que nunca pude completar, lo que me molestaba mucho.  Al final era tan popular para los niños como los celulares hoy.

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La Radio

Sin duda alguna era el entretenimiento por excelencia.  Por mi cercanía laboral con los medios de difusión ya he escrito sobre el tema, pero no es ocioso insistir en que tal y como es hoy en día Internet, la telefonía digital o la televisión, la Radio era entonces el medio dominante y aparte de su atractivo, donde también mucho queda a la imaginación, igual que la lectura, escuchar radio podía simultanearse con otras actividades, no como hoy que los medios absorben totalmente nuestra atención.

Por eso a pesar de tanta abrumadora tecnología, la Radio no ha dejado de existir ni de seguir contando con muchos fieles, gracias también a que el amplio espectro de asuntos que cubre se ha especializado en emisoras con programación destinada a un público determinado.

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Los juguetes

Aparte del cariño y la educación que pueda darle la familia, para un niño no hay nada más importante que un juguete.  Había de todos los tipos y afortunadamente para casi todos los bolsillos.  Mayoritariamente se construian de metal y por supuesto muy lejos de los actuales estándares de elegancia y resistencia.  

Y por supuesto los hijos de gente con poder económico, eran más afortunados, al menos en ese aspecto; yo no se como no me convertí en pelotero porque todos los años los Reyes Magos me traían un bate, un guante, una pelota y un uniforme de pelotero que cosía a escondidas mi madre o mi tía con mi nombre a la espaldas.  Pero al menos nos quedaba el dulce recuerdo de ir varias veces a las tiendas de Galiano a ver los escaparates con los nuevos juguetes, de los que nunca me tocó uno.

                         http://12monthsofchristmaslinkup.blogspot.com

Pero algún día la suerte tenía que tocar a mi puerta y probablemente fue cuando en mis últimos reyes magos, que me trajeron un vagón de los que se usaba en aquellos tiempos y que me sirvieron para cargar a mi hermano menor y para llevar mis muñequitos o cómics a diferentes lugares para cambiarlos y completar la colección de mis preferidos.  Y hasta me atreví a empujarlo como si fuera una carriola y subirme a ella en una bajada. Fui muy afortunado porque este fue uno de los juguetes de múltiples usos más deseados.

Y de mis revólveres no quiero ni acordarme, aquellas armas de fulminante, el que por cierto era un rollo de papelitos que se acababa muy rápido porque uno disparaba muy seguido, de haber sido en el legendario oeste, yo hubiera sido de los primeros muertos.

Y estaban los juguetes que duraban todo el año y con los que jugábamos constantemente, como el trompo, las bolas, los soldaditos de plomo o el yoyo.  Eran muy populares los patines de municiones, los únicos existentes entonces, y los que podían contaban con una bicicleta.  Yo no sé andar en ninguno de los dos, porque los Reyes no me incluyeron en las lista de agraciados y no me atreví a pedirle a otro que me permitiera aprender a montarlas.  Entonces las suizas, como se le llamaba en Cuba, conocida por cuerda o comba en otros países, eran propias para las niñas, o al menos eso pensábamos y no nos fijamos en que los boxeadores lo practican como parte de su entrenamiento extremo.

De todas maneras me quedé con las ganas de tener un tren eléctrico, con varios vagones, con estaciones, luces, pasos a nivel, estaciones, luces de emergencia, diferentes sonidos, señales de frenado en los pasos a nivel, desvíos en la línea, apartaderos,  Lo más que pude acercarme a mi ambición fue una triste locomotora de cuerda con un vagón de carga, una línea ovalada y una estación, sin luces ni sonido, pero que de todas maneras me parecía una maravilla.

                            Algo parecido a este artefacto era mi tren.

Pero al final no necesitábamos mucho más que un pedazo de calle o un solar no construído para compartir con otros niños y si no había otra cosa, inventábamos nuestros propios juguetes, en particular para jugar a la pelota o a los policías y ladrones, a las bolas, a la una mi mula, a los escondidos o lo que fuera, en particular a meternos mentiras unos a otros, exagerando las virtudes de nuestros padres.

Otro entretenimiento de los niños era cazar pájaros y buscar nidos, pero yo no solo me negaba porque lo consideraba cruel y de mala entraña y hasta me fajaba con mis amiguitos por ello.   Y otro más atractivo pero menos afortunado era tener una alcancía en forma de cochinito, la que nunca se llenaba a pesar de que se la enseñábamos a todos.  Muchas veces tratamos de sacarle dinero con un gancho de pelo para un antojo y cuando llegaba el momento de romperla lo que asumíamos sería una pequeña fortuna, ni remotamente lo era, pero nos enseñó que es necesario ahorrar.

Y por supuesto que no nos olvidamos de otras cosas, como las medicinas.

                          Linimento-de-Sloan - https://yofuiaegb.com

Las medicinas

Ahora la gente casi no sabe qué son, pero entonces había palabras mágicas que nos asociaban a remedios que curaban casi cualquier cosa.  Estaban el Aceite de Higado de Bacalao, con una etiqueta tambien infaltable: “Emulsión de Scott, el Hombre con el Bacalao a cuestas”, el que nos disparaban a los niños y ancianos como si fuera un ritual inevitable.  Ahora me río cuando veo, escondido en lo más lejano de un estante en algunos supermercados: Emulsión de Escocia”. ¡ Le zumba !.

La Leche de Magnesia Phillips, era un curalotodo para el estómago, pero para mí no tenía nada de agradable.  Ahora viene en veinte sabores diferentes.

          Leche de magnesia Phillips - http://arnoldogualino.blogspot.com

El Linimento de Sloan no podía faltar en ninguna casa y no había dolores que se le resistiera, lo mismo una contracción muscular que un golpe.

Y recomendaciones había muchísimas: no podía uno bañarse ni en la ducha ni en la playa hasta pasadas tres horas de haber comido algo porque podía pasar un “corte de la digestión”, había que salir del baño abrigado porque podías coger un aire y muchas cosas podían “pasmarte”.  Y ni pensar que te cogieran abrir el refrigerador para tomar agua fría cuando venías sudado de jugar, eso era algo mortal.  El plátano no se podía comer junto con la leche (a pesar de que muchas cafeterías ya hacían batidos de plátano), por supuesto que no podíamos mojarnos con la lluvia y los jugos había que tomarlos rápido para que no se fueran las vitaminas.

Estas recomendaciones iban juntas con los valores y paradigmas que nos enseñaban.  A unos nos hacía efecto, a otros no, pero todos compartíamos las supersticiones y creencias que nos transmitían sobre todo nuestras abuelas, entre las que estaban poner el pan boca arriba para que no llorara la virgen, tocar madera para tener buena suerte, cruzar dedos para evitar maldiciones, decir "Jesús" cuando alguien estornudaba porque si no la persona podía reventar, al que se masturba le salen pelos en la palma de la mano (todos nos la mirábamos a ver si teníamos pelos), el pan no se puede botar porque es de Dios, escupir a la candela es un pecado, no se puede tomar agua antes de sentarse a la mesa, hay que estirarse cuando uno se acuesta a dormir para crecer más, y quien sabe cuántos más que ahora no me vienen a la mente.

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Una larga lista de medicamentos de entonces, ahora son muy dañinos, es casi un milagro que hayamos sobrevivido al yodo, el mercurocromo, el argirol, el árnica.  Los bacilos búlgaros eran el remedio por excelencia para tener una salud gastrointestinal firmas y si había problemas lo solucionaban unas gotas de elixir paregórico, que ahora es un opioide, o lo era, pero nadie lo consumía como tal.

Un par de veces al año había que purgar a los niños, dándoles unas cucharadas del intomable Palmacristi.  Y peor que eso para mí era la práctica de darnos a tomar el Vino Viña 95 o el Vino Sansón con una yema de huevo cruda, algo que no soporto, no el vino sino el huevo crudo.

                Nuestros ídolos musicales y artísticos todos eran fumadores.

Entonces fumar era no solo una moda, sino algo distinguido, al igual que tomar refrescos gaseados, por suerte en eso la ciencia no se equivocó y demostró que realmente son nocivos.

Y la salud de los niños respondía a que estuvieran gorditos, no importa que después fueran diabéticos u obesos, había que estar llenitos y el flaquito era porque tenía algún problema de salud.

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Los comercios que nos rodeaban.

En todas las esquinas había una bodega y en cada barrio varios cines, dulcerías y cafeterías, sin contar los puestos de chinos. Y no se diga de algo a lo que no teníamos acceso, como eran los puestos de fritas, papas rellenas y biste con pan, los puestos de ostiones y huevos de carey y los vendedores ambulantes de maní y tamales.

Casi todos los comercios ofrecían golosinas, de todo tipo y al alcance de todos, pero sin duda el producto más popular, por su precio y porque duraba bastante, y era entretenido, al menos al principio, eran los chicles.  El Adams era el favorito porque una cajita con dos chicles costaba un centavo, de ahí el dicho, “no tengo ni para el chicle”, es decir, no tengo nada.  Y de los chinos ni se diga, campeones en frutas, helados y frituras.

Y si había algo que a los niños nos llamaba mucho la atención eran las Victrolas y las cajas registradoras.

La National Cash Register, dominaba casi completamente el mercado y seguramente que todos las recordamos porque estaban en todos los comercios y la era digital estaba muy remota y aquellos artefactos nos parecían una maravilla de la tecnología.

Y si algo había en La Habana que abundaba, eran las Victrolas, predominando las de la marca alemana Wurlitzer, aunque también estaban las Rock-Ola, la AMI y la Seeburg .  Sin duda no había esquina habanera donde no hubiera una, y casi siempre reproduciendo alguna melodía.  Una estadística confiable señala que a finales de los años cincuenta había más de veinte mil  Victrolas en la Isla.   Algunos le llamaban vitrola, sin C, lo que era un error porque la palabra procedía de la R.C.A. Víctor, y no hay dudas acerca de su  relevancia, baste con decir que dichos artefactos obraron como decisivos voceros de la música popular, manifestación que posee un peso gigantesco dentro del espectro cultural cubano y que era indicador, junto con la radio y la venta de discos para definir el gusto musical y el pago del derecho de autor.  

Y además llenaba a la ciudad de música, casi toda buena.  No podía ser de otra forma en una época en la que no había vulgaridad ni chusmería en lo musical.

También nos asombraban, cuando no era masivo el uso de la telefonía, los teléfonos Kellogg, negros y pesados, que dominaban toda el servicio, eran irrompibles y se escuchaban perfectamente a pesar de estar respaldados por una tecnología que ahora se considera antediluviana.

Y estaban las cabinas telefónicas, teléfonos públicos había dondequiera, en casi todas las esquinas y comercios, pero cabinas telefónicas con privacidad, sólo dentro de edificios importantes u hoteles, por lo que eran toda una curiosidad

El paso anterior a la dispensadora automática

Aparecieron las dispensadoras automáticas. Todos buscábamos la manera de tener un medio (moneda de cinco centavos) para adquirir en la moderna máquina dispensadora una Coca Cola, la que terminaba siendo canjeada por dos centavos y cuyos envases recolectaba el profesor de sexto grado para pagarse su café con leche que costaba ocho centavos.  En lugares muy exclusivos ya había dispensadoras de golosinas o cigarros.  Y no olvido una que había dentro del cine Mónaco, que en lugar de despachar una botella, hacía descender un vaso parafinado donde caía el refresco hasta el nivel correspondiente a la ración, lo que era una bobería, pero para nosotros entonces muy emocionante.

                  La clase de Sexto Grado con el Director a la derecha.

El colegio

Todos envidiábamos a los mayores que andaban con sus plumas fuente Parker 51 con punta de oro, o las más sencillas y muy usadas plumas fuente Esterbrook, y sobre todo a los poseedores de un nuevo invento: el bolígrafo.  Si a eso le sumábamos que iban vestidos elegantemente las mujeres y de traje y cuello y corbata, el éxito era total.

Y así andaban los maestros de la escuela donde estudié, y sobre todo el Director.  Del tema ya he escrito, pero vuelvo a ello porque probablemente no haya habido una etapa de mi vida que me haya impactado tanto como la escuela primaria y no solamente por la educación cultural que allí recibí, sino por las enseñanzas cívicas y morales impartidas a través del ejemplo del cuerpo docente.   Creo que entonces todos queríamos ser como el Dr. Collazo, el director de la Escuela, descendiente de mambises y un hombre correcto y afable a pesar de que un Director en aquellos tiempos era una figura que inspiraba el mayor de los respetos.

Ese Director era de ese tipo de gente de los que ya quedan pocos.

La escuela contaba con pupitres de madera sólida, muy fuertes y en los que podían guardarse los libros y hasta las maletas; las valijas eran de cuero, irrompibles y eternas; había que aprender caligrafía y se hacía con pluma y tintero; eran imprescindibles los sacapuntas, personales o de uso colectivo, las gomas de borrar  llamadas de pan o de dos usos, para lápiz y tinta; los útiles para dibujar como compás, regla, transportador, semicírculo, cartabones y otros no podían faltar, así como los lápices Staedler; los lápices más codiciados eran los Mirado No.2; la tijera, la goma arábica y los papeles de colores para las manualidades.

La pelota y el Kickingball eran los juegos que prefería y veo como el último ha fenecido y casi nadie lo conoce en Cuba.

Y algo seguro, es que no olvidamos de que aparte de nuestra autodisciplina, los maestros, casi todos, tenían una larga regla de madera para evitar cualquier rebelión.  El Dr. Gaspar Agüero, de sexto grado tenía una imponente al que llamaba "la cariñosa", a la cual nadie quería conocer y que hacía que no falláramos en hacer las tareas o responder correctamente las preguntas en clase, y mucho menos hablar cuando no nos dieran la palabra.  Ahora se considera un tipo de enseñanza negativa y nociva, por eso es que se ha perdido el respeto a todo.

Los maestros no permitían masticar chicle y mucho menos pegarlo bajo la mesa o el pupitre, esa era una falta grave y por eso nos desquitábamos cuando íbamos al cine para pegarlo en el asiento cuando nos íbamos.  Y después nos molestábamos mucho cuando nos sentábamos y algún desgraciado (como nosotros mismos hicimos)  había pegado un chicle en el asiento y nos desgració el pantalón.  Donde las dan las toman.

Había dos momentos impactantes en la clase: cuando sonaba el timbre y decían "recreo" y cuando volvía a sonar el timbre y decía "recojan".  Primero era el recreo, a media mañana o media tarde, según el horario docente, porque yo estudié la primaria de doce y media de la tarde hasta las cinco y media.  Por eso el recreo era un momento esperado que nos daba la sensación de libertad temporal al poder salir del pupitre, comer una merienda e ir al baño y todavía quedaban unos minutos para bromear y acordar alguna aventura con los compañeritos.  Y cuando decían "recojan", entonces la libertad ya era total hasta el día siguiente.  

La salida de la escuela me recuerda el experimento de medición del tiempo que demoraba la gente en evacuar un edificio ante un ataque nuclear y el que demoraban cuando llegaba la hora de salida.  No hay nada que gane en velocidad al hombre sino el momento en que se siente libre de una obligación.

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Las vidrieras

En todas partes las había, probablemente en todas las esquinas, solas o dentro de otro comercio, algunas exhibían cientos de artículos diferentes como golosinas, cigarrillos y tabacos, artículos de aseo y belleza, revistas y otros artículos, mientras se mostraban algunas más misteriosas, que casi no ofertaban nada y nunca veíamos que nadie comprara nada, y no imaginábamos siquiera que fueran las más rentables porque eran lugares donde se apuntaba o jugaba la charada o bolita y la vidriera no era más que una pantalla.  Los que no fallaban allí eran los policías de la roda del barrio, que iban asiduamente a ver si había algún problema y a recoger su parte.


Otros recuerdos, ya de mayorcitos

Como es lógico, fuimos creciendo y a la vez aumentando nuestra sed de conocer lo que no supimos de niños.  Pero no teníamos ni idea de que nos esperaba un mundo completamente diferente al que conocíamos.

Así abordamos el enigma del sexo, aprendimos de dónde vienen los niños y el invento de la cigüeña, el embuste de los Reyes Magos y otras cosas que nos resultaron decepcionantes.   ¿Cómo era posible que nos hayan podido engañar durante tanto tiempo?.  Y lo peor, no habernos dado cuenta.

Muchos, cuando nos dijeron que los Reyes Magos eran los padres, nos quisimos fajar, y cuando una prima mayor que nosotros nos enseñó cómo le habían crecido los senos y que ella no tenía pipi como nosotros, nos llenamos de asombro, al igual que cuando alguien mostró una pluma famosa en aquellos años en donde aparecía una mujer en trusa y cuando la rotábamos se quedaba desnuda, o la primera revista Can Can con mujeres como Dios las trajo al mundo pero más creciditas, todo ello como parte del despertar de la carne y la acción de las hormonas.

Y seguramente todos recordamos cuando por presumir delante de las muchachas, le dimos una cachada a nuestro primer cigarro. Ya la edad nos aconsejaba dejar atrás los tabaquitos de chocolate y pasar a los de verdad.  Y todo ello porque era una convención social el fumar y era un práctica que veíamos en todas partes y de la que la propaganda estaba saturada, en los hombres era un símbolo de hombría y en las mujeres de distinción, en las películas, la televisión y en todas partes la gente fumaba y los ceniceros pululaban por doquier y en particular los cines fueron nuestros primeros fumaderos.  Por ello muchos, la mayoría tragamos humo durante muchísimos años y derrochamos en destruir nuestra salud, miles de pesos que podíamos haber dedicado a otras cosas. Ahora sabemos el daño que hace el fumar y en nuestro cuerpo sentimos las secuelas de ese veneno.  Realmente no se como adquirí ese vicio porque en mi casa nunca nadie fumó, de ahí la influencia social en lo bueno y sobre todo en lo malo.

Y una salvedad, en la escuela Redención donde estudié, jamás vi un cenicero ni ninguno de los profesores o auxiliares fumando, por lo que de cierta forma estaban adelantados a su tiempo en ese sentido.

Y qué decir de cuando nos salieron los primeros pelitos en el bigote, estábamos desesperados por tener un tremendo bigotón como el del tipo del Linimento Sloan o el del famoso personaje Bigote e’ Gato.  Aquello era un deseo comparable a tener un pantalón sin pliegues y sin bajos y un pelado tipo alemán.  O tener un buen reloj.

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Los mandados

Los niños éramos los encargados de hacer los mandados, por lo menos para las compras del día, es decir, ir al puesto de chino y traer cebolla, ají, tomate, ajo, viandas o alguna verdura; después ir a la carnicería a comprar la carne que se consumiría ese día, es decir casi siempre falda para las sopas y potajes, porque había que almorzar y comer con un entrante que eran esos platos, o principalmente palomilla para el plato principal y nunca comprar picadillo porque en ese podían intercalar mucho pellejo por lo que se hacía en casa, y de paso comprar piltrafa o bofe o huesos para los gatos y perros; ir a la panadería a comprar las flautas de pan de manteca o de agua o el tan gustado pan polaco y finalmente ir a la bodega.

En la bodega tradicionalmente no se pagaba con dinero, se llevaba una libretica donde el bodeguero apuntaba lo consumido, y eso no fallaba, ni te apuntaban de más ni tu cuestionabas nada porque la lealtad y la honestidad era una divisa para todos y el que no la cumpliera perdía como decía el dicho: "güiro, calabaza y miel". Ahí se hacía el grueso de la compra y yo aprovechaba y cuando tenía un par de centavos no me fijaba en los numerosos frascos de cristal conteniendo caramelos, galleticas, queques, besitos de chocolate y otras golosinas, iba directo para donde se guardaban los camarones secos y por dos centavos tenía un montón de ellos.

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La pérdida de la imaginación

Tristemente los juegos tradicionales, que son patrimonio de la humanidad y que se han ido transmitiendo de padres a hijos, se ha ido perdiendo ante el avance casi total del papel de la tecnología en la sociedad, amenazando sobre todo el papel de primer orden que representa la imaginación en los niños.   

Es precisamente el predominio tecnológico el que ha abierto una brecha entre los niños de ahora y los niños que un día fuimos, cuando cualquier juguete, el más humilde o elemental, era atesorado y con el que pasábamos horas jugando.   Antes cogíamos un primitivo carro de hojalata e imaginábamos luces y sonidos junto con el movimiento que le impregnábamos.  Ahora todo viene con movimiento, luces y sonidos de todo tipo incorporados, no dejando nada a la imaginación.

Nos parecen magníficos pero es lo mismo que ocurre cuando en vez de leernos un libro y visualizar en nuestra mente lo que ocurre, que tiene infinitas lecturas, una en cada persona, es sustituido por la visión personal de quien se basa en ese texto y crea una película.

Los niños en todas las épocas, han tomado de ejemplo o modelo a sus mayores, imitando lo que ellos hacen.  Es por eso que no podemos aspirar a otra cosa, sino a lo que dijo Einstein, una generación que se acerca a pasos agigantados al imbecilismo.  No es absoluto, pero es aterrador.

Eso ocurre porque hoy se ve ridículo o extemporáneo y hasta antiguo el cumplir aquellas normas estrictas que todos cumplíamos en la casa, en la escuela y en la calle, que no violábamos jamás, acerca de saludar, dirigirnos correctamente a las personas mayores y levantarnos cuando llegaran visitas a la clase.  Y a nadie se le ocurría decir malas palabras delante de sus familiares o de otros adultos.  Ahora hasta las niñas dicen cosas que solo  hemos dicho en la intimidad y al dirigirse a nosotros no nos tratan de usted, sino de: “puro”.

Por eso vuelvo, aún sin quererlo, a la vieja frase de "cualquier tiempo pasado fue mejor", a pesar de los pesares.

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Un olvido que no puedo dejar pasar: los carretones

Si hay algo que nos impresionaba mucho eran las carretas.  Tiradas por caballos, yeguas o mulos, con sus campanillas sonando, nos avisaban que venía un carretón que normalmente llevaba carbón, con lo que entonces cocinaba mucha gente.  El carbonero estaba tiznado casi completamente y cuando nos mandaban a llevar un cubo o algún depósito para coger el carbón, al menos yo me disgustaba porque me parecía que iba a quedar igual que el carbonero, aunque no era así.  Hasta pensaba que si el hombre estaba tan sucio es porque aquello no se limpiaba.

Pero en los meses de verano, cuando venía la estación donde maduraban los mangos, entonces aparte del carretón de carbón venía el de los mangos.  

Aunque varía según las lluvias o el viento, la producción de mangos por lo general era muy elevada y en Cuba se mostró como una planta muy productiva al tener las mismas condiciones climáticas que la India de donde es originario.  Pero los injertos propiciaron nuevas variedades y en Cuba eran famosos Delicias, Haden y Super Haden, mango Macho, mango Señora, Mayebe, San Felipe, Toledo, Corazón, Santa Cruz, el mango Manzano, el mango Mamey, mango Jobo, la Manga blanca y el Filipino, estos tres últimos los menos atractivos para mí.   Todos hablaban del mango Bizcochuelo y de los mangos de El Caney en Santiago de Cuba, pero ese no lo conocimos entonces, y en los carretones se ofertaban los mangos de todo tipo que ya estuvieran maduros.

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El carretón pasaba por la mañana temprano y los que menos teníamos no comprábamos nada, pero a su regreso al atardecer, cuando ya necesitaba liquidar lo que no había vendido y bajaba todos los precios, entonces era cuando escogíamos lo mejorcito de lo que quedaba y a veces hasta nos regalaban dos o tres mangos de los que habría que botar si no se vendían ese día.  

Un suceso que muchos quisiéramos se repitiera en nuestros días.