miércoles, 17 de febrero de 2021

Las películas de clase B y el cine fantástico

 


Las películas de clase B y el cine fantástico 

“Los buenos artistas copian, los grandes artistas roban”

Pablo Picasso.

Los que éramos niños o jóvenes en los años de la posguerra, no nos explicamos cómo el cine ha ido cambiando, no por los soportes tecnológicos y la digitalización de la información, sino por algo muy simple: por qué los cines dejaron de proyectar dos filmes y ahora solo exhiben una.  En tiempos de mucha mayor producción cinematográfica, esto no tiene para nosotros mucho sentido.

En los años cuarenta y cincuenta, no se concebía ir al cine y que se proyectara una sola película.  El cine era el entretenimiento por excelencia y además era barato y una función se componía por muchos anuncios de comercios o productos (de la comunidad si se trataba de un cine de barrio o de mayor alcance en los circuitos de estreno), noticieros de actualidad, avances de las películas que serían exhibidas próximamente (ahora lo conocemos como trailers, que para nosotros era entonces el remolque de las rastras), la película principal con actores y directores reconocidos y que era el gancho para ir a ver el espectáculo y lo que se llamaba película de “relleno”, que después supimos que su nombre comercial era el de filmes de clase B.

Cuando por primera vez, muchos años después porque entonces no le ponía atención a ese calificativo que le daban los críticos de cine, analicé el caso, me di cuenta que muchas de las cintas llamadas de clase B, debían ser ubicadas como de clase A y a su vez, algunas de las películas de clase A o de estreno debían ser bajadas de categoría y clasificadas como B.


Pero la historia del cine serie B es muy interesante y se remonta a la edad de oro de Hollywood, cuando con ella se identificaba a una película con bajo presupuesto y a la que las distribuidoras (léase Metro Goldwyn Mayer, Columbia, Warner Bros., Universal, Paramount, 20th Century Fox, United Artists y otras) no le daban publicidad porque eran para formar parte de la acostumbrada doble exhibición, por lo que ese término conllevaba consigo una percepción negativa hacia ese tipo de películas, lo que era compartido por los críticos que regularmente no lo valoraban.

Y hablando del tema vuelvo al dicho picante de cuando joven que decía: “Si tu me la Movie Toons y a mi se me Paramount, yo te la Metro Goldwyn Mayer por la Columbia Pictures:, un poco indecente pero muy ingenioso sin duda.


Volviendo al asunto, el cine de clase B toma fuerza a partir de la Gran Depresión de 1929, que sorprendió a la industria cinematográfica en un momento de desarrollo y especialización capaz de enfrentar el desastre económico, al estar organizados para cualquier desafío el sistema de estudios, el sistema de estrellas o star system y la clara división del cine en géneros cinematográficos.  A su vez con el advenimiento del cine sonoro las grandes empresas ya mencionadas, lograron un control casi absoluto de la producción y distribución cinematográfica, de manera que eran capaces de lograr bajos costos y maximizar los beneficios.

Pero la crisis, que provocó una fuerte disminución a las salas de cine, hizo necesario reformular el sistema integralmente.  Fue en ese momento en que como atractivo adicional, se comenzó a exhibir en cada función otra película adicional al estreno, o simplemente dar funciones más baratas con películas de menor presupuesto.

Ello complicó aún más la situación de las salas independientes, las que fueron siendo controladas por las grandes compañías y al final quedó que todos los cines proyectaban dos películas por el precio de una, y cuya función quedaba conformada por una película de bajo presupuesto o clase B y una segunda, llamada de clase A, que era la principal atracción y la que era objeto de publicidad..  Hacia 1935 la mayoría de los cines en Estados Unidos y en Cuba funcionaban bajo este esquema.

De ahí que se hacía necesario contar con un suministro importante de películas clase B, bajo la dirección de productores conocedores de cómo hacer cine a partir de un bajo presupuesto, fueron creadas unidades especializadas.

Y como parte de ese cine de bajo presupuesto, se desarrolló una prolífica producción de filmes de un género que puede denominarse fantástico o de ciencia ficción, que nos dejó, tanto en clase A como en serie B, clásicos tan impactantes, que han sido objeto de los llamados “remake”, ahora con un uso más amplio de la tecnología.

Eso no quiere decir que no se haya tratado en la clase B el cine de guerra, cine negro y comedias y musicales, pero como este género fantástico tuvo su mayor desarrollo en la década de 1950, a tono con el ambiente de terror provocado por la guerra fría, la guerra atómica, los UFO u OVNI con sus marcianos, fue la era donde se introdujeron novedosos efectos especiales sobre los cuales se tejió una nebulosa para darle más interés y atractivo a la realización cinematográfica.


Por tanto vamos a repasar algunos de esos filmes, que los que no los vieron porque no habían nacido, y son amantes del cine, sin duda alguna los conocen porque fueron el reflejo de toda una época donde imperaba el star system (algo que de alguna forma se mantiene) y se relegaba a un segundo puesto un poco la cinematografía, la fotografía y los efectos especiales.  El star system era un método para promover y explotar a los actores en las películas, que incluía crear nombres para esas figuras y que ponía mayor énfasis en su imagen que en la actuación.  En los años sesenta tomó auge un estilo actoral más natural, basado en el Método Stanislavski, y que llevó a su desaparición, pero el fenómeno del estrellato permanece como algo esencial en el Hollywood actual porque es una forma de atraer espectadores, creando  audiencias que regularmente van a ver las películas de sus actores y actrices favoritas.

Algunas, o muchas de estas películas las he vuelto a ver y por supuesto le encuentro defectos si las comparo con las actuales posibilidades digitales y ópticas, pero sin duda son joyas del cine con una realización muy digna de acuerdo con las posibilidades de la época.

                                                   Roger Corman


Veamos algunas que vas a reconocer.   Pero antes vamos a hablar de un pionero, Roger Corman, al que el cine de hoy le debe mucho.


Grandes directores que empezaron en el cine B de la mano de Roger Corman

Roger Corman fue un productor, actor y director de cine estadounidense que se destacó por ser uno de los que ejecutó con mayor éxito una gran cantidad de películas de bajo presupuesto, y no solo eso, sino que bajo su dirección comenzaron sus carreras figuras que después serían grandes directores de cine como veremos a continuación y también descubrió a actores como Jack Nicholson, Peter Fonda, Dennis Hopper y Robert de Niro, casi nada.


Corman era un amante de las obras de Edgar Allan Poe, por lo que pudo realizar cintas como El cuervo (1963) y La máscara de la muerte roja (1964), así como  La caída de la casa Usher (1960), El péndulo de la muerte (1961) y en ellas destacó un ícono del cine de horror como lo fue Vincent Price y en algunas de ellas también trabajaron Jack Nicholson y Boris Karloff.   Pero su carrera concluyó con más de trescientas películas, de las que dirigió cincuenta.

Para el que le guste el tema del cine y sus curiosidades, su autobiografía, titulada “Como hice cien películas en Hollywood y nunca perdí un centavo”, es un verdadero gusto leerla.

Pero veamos algunas de las grandes figuras del cine que comenzaron de la mano de Roger Corman, al que tanto se le debe y poco se le ha reconocido.



Francis Ford Coppola

Son muchas las buenas películas de Coppola, pero solo una The Godfather (El Padrino, 1972), probablemente la mejor película de la historia del cine, A la que sumamos Apocalypse Now, nos dice quien es.  Pues Francis comenzó haciendo películas de clase B apadrinado por Corman.   The Bellboy and the Playgirls y Tonight for Sure fueron dos películas eróticas clase B y después fue contratado para reeditar y doblar una película rusa fantástica titulada Batalla más allá del sol (1962, y Corman admiró el detalle y precisión del trabajo de Coppola por lo que le asignó Tower of London (La Torre de Londres, 1962) y después al sobrarle dinero de un presupuesto, le permitió filmar una película algo parecida a Psicosis de Hitchcock, para lo cual Coppola escribió el guión y en poco más de una semana filmó una película que ahora se considera de culto: Dementia 13 (Demencia 13, 1963).  

Sin duda Corman tenía un sexto sentido.


Martin Scorsese

Goodfellas (1990), Taxi Driver (1976), Cape Fear (1991), The Wolf of Wall Street (2013), Boardwalk Empire (2013), son solo algunas de las cartas de presentación de uno de los mejores directores y productores de Hollywood, al que también Corman guió en sus inicios.

En 1967 se le asignó Who 's That Knocking at My Door? (¿Quién toca a mi puerta?), donde Harvey Keitel también debutó y en 1972 Boxcar Bertha (El Tren de Bertha), una buena película de acción con un presupuesto bien bajo, lo que le permitió saber que se podían  hacer películas entretenidas en corto tiempo y sin mucho dinero, pero su amigo John Cassavetes le dijo a Martin que después de ver Boxcar Bertha, nunca volviera a realizar otra película de mierda, (a mi no me lo pareció) así que en 1973 realizó Mean Streets (Calles Salvajes) con su actor preferido Robert de Niro, y que sería el primer gran éxito de un Martin Scorsese en ascenso y que nos ha dado tantos buenos filmes.


Ron Howard


Buenos filmes como How the Grinch Stole Christmas, (El Grinch, 2000),  Apollo 13 (1995),  A Beautiful Mind (Una Mente Brillante, 2001) o The Da Vinci Code (El Código Da Vinci, 2006), fueron obra de Ron Howard, que llegaría al cine de la mano de Corman con un extraño acuerdo, si Howard actuaba en su película (Eat My Dust!, 1976), le financiaría una película de bajo presupuesto (600 mil dólares), con lo que realizó Grand Theft Auto, en la que también actuaría y que traería una saga de varios filmes del mismo corte.


James Cameron

Titanic (1997) y Avatar (2009), están entre las películas más taquilleras de todos los tiempos a nivel mundial, y su director, James Cameron comenzó en el séptimo arte de la mano de Corman con el que trabajó en dos filmes considerados de culto: Battle Beyond the Stars (1980), donde dirigió los efectos especiales, y Galaxy of Terror (1981).  como escritor se desarrolló en Terminator Salvation, la magnífica serie Terminator: The Sarah Connor Chronicles, Titanic, Avatar, True Lies y Rambo First Blood, así como el ícono de la ciencia ficción: Aliens.  Y como director aparte de las ya mencionadas, True Lies, Terminator 2: Judgment Day, The Terminator y Aliens.  No hace falta más elementos para considerarlo de los mejores realizadores del cine actual.

Sam Raimi

Esa magnífica película titulada A Simple Plan de 1975 así como Oz the Great and Powerful (Oz: el Poderoso, 2013), Drag Me to Hell (Arrástrame al Infierno, 2009) y la saga de Spiderman (2002-2007), nos muestran a un triunfador, Sam Raimi, quien no siempre dirigió películas con tan buena realización, sino que comenzó con filmes de clase B como The Evil Dead (Posesión Infernal) de 1981, donde no sólo el resultado final refleja las precarias condiciones en las que se hacían esos filmes, sino que también la historia que hay detrás de ella es toda una odisea que merece ser contada. 


Jonathan Demme

Si no hubiera hecho otro filme, ya con uno solo tenía para ubicarse dentro de los grandes realizadores, Demme, ganó un Oscar en 1991 por The Silence of the Lambs (El Silencio de los Corderos), pero además nos ha brindado Philadelphia (1993), The Manchurian Candidate (2004) y desde 1971 hasta 1976, Demme trabajó con Corman como escritor en  Angels Hard as They Come (1971) y The Hot Box (La Cámara de Tortura, 1972), pasando a dirigir Caged Heat (La Carcel Caliente, 1974), Crazy Mama (1975), y Fighting Mad (Luchando por mis Derechos, 1976).


Ivan Reitman

Ghostbusters (Los Cazafantasmas, 1984), Kindergarten Cop (Un Detective en el Kinder, 1990), Evolution (Evolución, 2001) y My Super Ex-Girlfriend (Mi Super Ex Novia, 2006) son obras exitosas de Reitman, Sus primeras obras fueron en cine clase B con Foxy Lady (1971), la comedia de terror Cannibal Girls (Mujeres Caníbales de 1973 y la que lo consagraría para pasar a estadíos superiores, Meatballs, de 1979, que con Bill Murray, de un presupuesto de 1.6 millones, recaudó 43 millones de dólares.


Peter Jackson

Una absurda comedia de extraterrestres, Bad Taste (Mal Gusto, 1987), se convirtió en una película de culto, seguida por otras tan aberrantes como  Braindead (Muertos de Miedo/Tu Madre se ha Comido a mi Perro), lo sangriento al extremo y otro clásico de la serie B Meet the Feebles (El Delirante mundo de los Feebles, 1989), una parodia a los Muppets fueron los comienzos de Peter Jackson, quien con Heavenly Creatures (Criaturas Celestiales, 1994) le daría acceso a dirigir la trilogía The Lord of the Rings (El Señor de los Anillos, 2001-2003) y el remake de King Kong (2005), convirtiéndolo en un triunfador de Hollywood.

 Estos son solo algunos ejemplos de la influencia de Roger Corman, bautizado como el Papa del cinema Pop, un iniciador del mundo del cine independiente y el más hábil artesano estirando los presupuestos para hacer películas con financiamientos que hoy no cubrirían ni los costos de alimentación de los estudios contemporáneos.  Como ninguno tuvo un ojo especial para descubrir los talentos y fue el mentor de decenas de ellos.  A partir de sus numerosos éxitos comerciales puede convertirse en distribuidor independiente con su compañía New World Pictures, dando a conocer filmes de Ingmar Bergman, François Truffaut, Federico Fellini, Akira Kurosawa y otros grandes realizadores.  Le fue concedido un Premio Oscar Honorario por su habilidad sin paralelo para desarrollar nuevos cineastas y darles un espacio que ninguna escuela podía brindarles.

Probablemente haya sido el único que mientras buscaba una locación, filmaba escenas de la producción de otros al mismo tiempo en la misma locación.  Se dice que era capaz de negociar la producción de un filme hasta desde una cabina telefónica.  Sin duda un gran impulsor del cine serie B o de presupuestos escasos, lo que no necesariamente se puede identificar con mala calidad porque ha habido grandes superproducciones que son un bodrio.


Algunas producciones B que recuerdo pero no como películas de segunda categoría.


The Fast and the Furious (1954) o El diablo al volante

Un buen drama con muy buena acogida, producida por Roger Corman y dirigida por el actor John Ireland y con el protagonismo de la enigmática Dorothy Malone, una de las actrices que más nos impactó, sobre todo por sus ojos y sus actuaciones en películas del oeste o míticas u otras como Written on the Wind de 1956, junto con un elenco fuera de serie: Rock Hudson, Lauren Bacall y Robert Stack y con un éxito musical de los mejores de los Four Aces y por la que Dorothy ganó un Oscar.  Otras actuaciones memorables fueron en Basic Instinct de 1992 y la serie televisiva Peyton Place (La caldera del diablo), totalizando más de cien películas y varias series de TV, pero para mi era la estrella incomparable, en muchos casos la únicas mujer, de decenas de filmes del oeste, todos de serie B.

The Fast and the Furious fue en mi criterio de las mejores películas de cine B, (solo costó 66 mil dólares y recaudó 250 mil) y narra cuando un hombre acusado de asesinato se escapa de la cárcel para tratar de limpiar su imagen pero en su persecusión se ve obligado a secuestrar a una hermosa mujer y llevarla consigo en un viaje para alcanzar la frontera con México en un carro deportivo antes que la policía lo atrape. Una de las pioneras en lo que sería un cine atractivo de persecuciones en carro y road movies.


The Wayward Bus o El Ómnibus Perdido de 1957 

Es una de las películas que más recuerdo, a pesar de haberla visto hace sesenta años y está basada en una novela de John Steinbeck, narra el viaje accidentado de un autobús por California, donde tres personajes tienen que afrontar la realidad y la necesidad de cambiar de vida.  Filmada en Cinemascope en blanco y negro, era el relleno de una película muy publicitada que no recuerdo pero que era un verdadero ladrillo y estoy seguro que todos disfrutamos más con esta película que con la principal.  Uno esperaba probablemente un dramón con Jayne Mansfield y Joan Collins y nos encontramos con un filme fascinante donde las sorpresas abundaban.   Algunos críticos hicieron la excepción y hablaron de esta clase B como algo diferente, una especie de soap opera o novelita rosa con mucho de thriller.  Con un presupuesto de 1,4 millones, sólo logró recaudar 1,75 millones de dólares, pero resultó ser una película infravalorada por varias razones,  aunque Jayne Mansfield y Joan Collins, estuvieron muy por encima en sus actuaciones, Marlon Brando rechazó el papel asignado a Rick Jason y la dirección de Victor Vicas, fue inmaculada.  Una verdadera joya que vale la pena ver más de una vez.


The Day the Earth Stood Still (1951). El día que paralizaron la Tierra.

Calificada como una de las mejores películas de ese año y considerada entre las mejores de ciencia ficción de todos los tiempos, fue problemática porque se estrenó en una época de plenitud de la Guerra Fría y su mensaje se basaba en el peligro de una guerra atómica y la peligros de la acumulación de armas atómicas, y en particular en Estados Unidos chocó con el oscuro auge del Macartismo y la persecución y calificación de comunista a cualquier movimiento pacifista, lo que hizo que las autoridades militares no dieran ningún tipo de ayuda a la realización del filme.

En plena era de los platillos voladores, la nave que venía de otro planeta no podía ser de otro tipo.  Y ella aterriza en Washington y tiene dos ocupantes: un robot y un extraterrestre, el cual viene a la Tierra con la misión de transmitir a los jefes de estado la necesidad de la paz y por supuesto no hubo consenso, como no lo hay hoy en día y el visitante decide paralizar todos los equipos que usen electricidad para que los científicos escuchen su propuesta.  Su presupuesto fue de 1.2 millones y recaudó 3,7 millones.

En 2009 Scott Derrickson hizo un remake con Keanu Reeves, que se queda muy por debajo de la original.  Hay más uso de la tecnología, pero eso no es suficiente.  A pesar de ello, con un abultado presupuesto de 80 millones, logró recaudar 233 millones, lo que nos muestra que entre el Star System y los efectos espectaculares, o balaceras o explosiones, y no en el argumento o la actuación está la preferencia del cine actual.   


Creature from the Black Lagoon (1954) El Monstruo de la Laguna Negra

Fue filmada en tres dimensiones (3D) y originalmente proyectada por el método de luz polarizada, para lo los espectadores usaban espejuelos plásticos con un visor verde en un ojo y rojo en el otro . La versión que se proyectó en Cuba, con el título “El monstruo de la Laguna Negra”, no fue en 3D. 

Esta película, más que de terror que de ciencia ficción, tiene basamentos científicos muy limitados pero abunda en la fantasía y fue muy popular en la década de los cincuenta.    Su costo estuvo por debajo del medio millón de dólares y recaudó más de tres en su primer año.

El filme mezcla elementos místicos, como versículos del Génesis de la Biblia con una con una explicación darwiniana de la evolución del planeta y del surgimiento de las especies.  El argumento se ubica en la selva amazónica (aunque fue filmado en dos locaciones de Florida, en particular en los Everglades) y narra el encuentro con un animal no clasificado.

Para aclarar un fósil encontrado una expedición va hacia el Amazonas y allí sufren los ataques del monstruo que mata a varios, en su mayoría los marineros y ayudantes latinos, a los americanos no les pasa nada, y luego el monstruo muestra preferencia sexual hacia la heroina.  El monstruo, mezcla de anfibio, reptil y mamífero acuático es baleado pero no muere.  Por supuesto que aparecen secuelas: Revenge of the Creature (1955) y The Creature Walks Among Us (1956) que no tuvieron el éxito de taquilla de la primera, a lo que le siguen una una docena de películas, cada vez peores.  En este caso, las segundas partes no fueron nada buenas.


It Came from Outer Space (1953)

Partiendo de una historia de Ray Bradbury, una nave espacial de otro mundo, se estrella en el desierto de Arizona y un astrólogo y un maestro de escuela sospechan de una influencia alienígena cuando los habitantes locales comienzan a actuar de forma extraña, como si fueran otras personas y no los que conocían.   Esta es una de las primeras películas donde se muestran los créditos al final en lugar de al inicio.

Es probablemente una de las mejores películas de ciencia ficción de la década de los cincuenta y en ella actúan juntos  el actor y la actriz principales que repetirían en la más aclamada película de Jack Arnold, El monstruo de la Laguna Negra.  Los efectos especiales son muy buenos y su costo fue de 800 mil dólares, recaudando el doble, 1.6 millones al final del año de su estreno.


Tarántula (1955) 

Hay dos curiosidades con este filme: fue el inicio de una serie de películas sobre insectos que crecían descomunalmente a causa de la radioactividad generada por pruebas nucleares, como fueron hormigas gigantes, avispas, etc. 

Los insectos siempre están ocultos y después aparecen y acaban con pueblos y personas.

Y el otro detalle es que fue la primera película en que actuó el que después sería un monstruo del cine: Clint Eastwood en el papel de jefe de un escuadrón militar.

Y algo mas importante, su director Jack Arnold, sorprendería después con otras grandes del cine fantástico: El monstruo de la Laguna Negra un año antes y The Incredible Shrinking Man en 1957, más Revenge of the Creature o el Regreso del Monstruo de la Laguna Negra en 1955 y antes en 1953 había realizado la nada despreciable It Came from Outer Space (Llegaron de otro mundo) y la magistral, para mi la mejor película de todas las de este género y una de las mejores de todos los tiempos, Invasion of the Body Snatchers (1956).


Invasion of the Body Snatchers (1956)

Conocida en Cuba como Los Muertos Vivientes, esta película quizás es la que mayor cantidad de versiones con posterioridad se han realizado y fue considerada en 1956 entre las mejores películas de ese año   Fue elegida para su preservación en el Registro de la Biblioteca del Congreso como una cinta “cultural, histórica o estéticamente significativa”. Está incluidas por la prensa especializada dentro de las cien mejores películas de todos los tiempos, así como entre las diez mejores películas de ciencia ficción de la década de 1950, y entre las veinticinco  mejores películas de terror.

Con un bajísimo presupuesto de 417 mil dólares, se filmó en menos de tres semanas, pero solamente el primer año ingresó tres millones.

Se hizo muy popular su argumento, basado en la aparición de unas semillas procedentes de otro planeta que crecían y en unas vainas reproducían exactamente a los seres humanas, los que actuaban sin sentimiento alguno, como robots, por lo que podían ser identificados.  De esa manera iban sustituyendo a los humanos para adueñarse del planeta.  Su mensaje es algo confuso, fue filmada en plena era del Macartismo y la Guerra Fría, con un gran temor a invasiones extraterrestres y una guerra atómica.

Su final es espeluznante porque un camión lleno de vainas comienza la invasión de otros territorios, pero afortunadamente se vuelca y la amenaza puede detenerse.

Actúa en ella Sam Peckinpah, el gran director de filmes como The Getaway, The Wild Bunch o Straw Dogs, donde hace un pequeño papel como actor en este filme.  Y su director, Don Siegel, después nos traería joyas como Escape from Alcatraz de 1979 y Dirty Harry de 1971.

Dado su éxito, este filme tuvo tres secuelas: Invasion of the Body Snatchers (1978); Body Snatchers (1993) y The Invasion (2007), en mi criterio la mejor y más lograda fue la de 1978 protagonizada por Donald Sutherland que logra transmitir el miedo y la paranoia de la obra.    Pero igual que con El Monstruo de la Laguna Negra, las segundas partes se quedan cortas.

Y una curiosidad que hay que recalcar es que The Day the Earth Stood Still, Alien e Invasion of the Body Snatchers se encuentran dentro de las diez mejores películas de ciencia ficción escogidas por la AFI (American Film Institute).  Y eso que eran de clase B.


The Thing from Another World (1951). 

Muchos recordarán The Thing (La Cosa) de 1982 dirigida por John Carpenter como una magnífica obra, pero sin duda los que conocimos el filme del legendario Howard Hawks The Thing from Another World (1951) conocida como El Enigma de otro Mundo, no tenía mucho que envidiarle, salvo efectos especiales.


En un año lleno de películas banales sobre platillos voladores y extraterrestres (con la excepción de la tremenda El día que paralizaron la Tierra), The Thing from Another World está entre las mejores películas de ese año y de la década.

El descubrimiento de un platillo volador sepultado en el hielo, al ser sacado del mismo su tripulante una especie de vegetal con forma humana que se alimenta de sangre, revive y busca la manera de reproducirse, por lo que al ser un vegetal es casi indestructible porque se regenera.  Y también, a la luz del temor de una guerra nuclear, culparon a los científicos de la radiación que había permitido que esta “cosa” volviera a la vida.

Fue una película muy popular e inclusive superó en ingresos a The Day the Earth Stood Still de ese mismo año 1951.

The Fly (1958), conocida como La mosca de la cabeza blanca.

Fue filmada en colores y CinemaScope bajo la dirección de Kurt Neumann y su argumento narra las peripecias de un científico tratando de inventar un teletransportador de objetos, tuvo éxito con cosas inanimadas, pero no lograba hacerlo con materia viva, por lo que cuando trata con él mismo como objeto del teletransporte, una mosca entra a la cámara con el y sus partículas se mezclan de tal forma que termina con la cabeza y una pata de la mosca y a la inversa la mosca con su cabeza y un brazo.  No es un filme muy terrorífico pero si un tema interesante, por lo que no es nada para desechar el disfrutarla y reconocer el tratamiento de un tema complejo con un presupuesto tan mezquino.

El maquillista que confeccionó la cabeza de la mosca para ser llevada por el actor, siempre la consideró una obra maestra, pero no era él el que la llevaba, sino el actor, el cual tenía que hablar por señas pues pesaba más de veinte libras. El filme costó 700 mil dólares y recaudó poco más del doble.

A mi me gustó más la versión de 1986 The Fly (La mosca) de David Cronenberg, con un Jeff Goldblum en una de sus actuaciones estelares.  Esta versión costó 15 millones y recaudó 40.5 millones, no en balde ganó un Oscar por mejor maquillaje.


The Incredible Shrinking Man (1957) o El Hombre Increíble.

Esta película, otro éxito de Jack Arnold, se basa en un hombre que se va encogiendo aceleradamente.  Tras verse envuelto en una neblina en un yate en alta mar, ve como la ropa le va quedando grande, aparentemente como consecuencia de una exposición a radiaciones y más tarde a insecticidas.   Va reduciendo su tamaño de forma tal que para él los gatos y hasta una araña son un peligro mortal y al final tiene algo de filosófico, sin duda vale la pena verla.

Su presupuesto fue de 750 mil dólares y recaudó 2.6 millones.  Un clase B curioso sin duda alguna..


Earth vs. the Flying Saucers o La Tierra contra los Platillos Voladores 1956

Fred F. Sears, experto en baratijas clase B, sorprendió con esta película que mostraba lo que se consideraba entonces espectaculares efectos especiales, gracias a Ray Harryhausen, algo mucho mejor que la chapucería de otra de sus películas B, The Giant Claw de 1957, con efectos que daban risa.

La trama gira alrededor de la operación Skyhook que envía cohetes para probar vuelos espaciales, pero todos desaparecen.  Se muestra entonces como en discos voladores  semejantes a trastos de cocina provenientes de otros mundos, llegaban a las cercanías de la Tierra.  En la película se dan muchos datos científicos, que a pesar de estar tratados con poco rigor, mostraban la imaginación de los guionistas y la ingenuidad del público, porque todos nos creíamos aquella avalancha de términos relativos a la tecnología del momento.

Algunos logros de la película son los platillos volando sobre las edificaciones icónicas de países mundiales, como el Capitolio de Washington, el Big Ben de Londres, el Kremlin de Moscú o la Torre Eiffel de París.

Al igual que otros que hemos reseñado, se puede ver hasta el final esta película de ciencia ficción de siete décadas atrás, lo que es todo un logro.  A diferencia de otras, los extraterrestres no son ingenuos ni tontos.  Por todo ello  debe considerarse dentro de los clásicos del género que hemos mencionado.

Como casi todas las obras de esos tiempos, está dentro del ambiente de la Guerra Fría y da un aviso sobre la fuerza militar norteamericana para enfrentar cualquier agresión, incluso de extraterrestres.  Los platillos o discos voladores solo son una justificación para el mensaje.

Su presupuesto ha sido calificado de “vergonzoso” y recaudó 1.7 millones de dólares.

Otros filmes clase B destacados fueron El Tiroteo (1966)  con Jack Nicholson que se ubica entre los mejores del cine del oeste; Bird of Paradise o Ave del Paraiso de 1951  una aventura, drama y romance en las islas del sur del pacífico.trazos de documental, ceremonias de apareamiento, bailes, costumbres, y por supuesto, los espectaculares paisajes y playas de Hawai. A Pesar de los momentos National Geographic de Delmer, Ave del paraíso es una bonita y curiosa película en technicolor, sobre las desigualdades y los acercamientos culturales entre distintas civilizaciones.


Los seriales clase B

Y qué decir de los seriales clase B, aquellos que pasaban en las matinés y eran interminables.  Siempre acababa cada capítulo con el "muchacho" o actor principal envuelto en una situación límite y había que esperar hasta la semana siguiente para saber el desenlace y ahí venía otro reto y así hasta el infinito.  Buck Rogers, Flash Gordon, Dick Tracy y los "pesados" cowboys como Cisco Kid, Hoppalong Cassidy y Roy Rogers, con sus guitarritas, que nunca se ensuciaban ni se les caía el sombrero, nunca pude soportarlos, eran poco creíbles y demasiado edulcorados aun para un niño como era entonces.

En esta relación seguramente se me escapan muchas otras que vale la pena mencionar como memorables a pesar de no ser concebidas con tal propósito, pero mi memoria no llega a tanto.

Y ya que reseñamos algunas de las que más me impactaron, voy a tratar de referirme a algunas que por ser tan malas, no he podido olvidar.  Deben estar entre las peores de las peores que jamás se hayan realizado.

The Blob (1958) La Mancha Voraz 

Esta película fue el debut de Steve McQueen, ese magnífico actor y en la cual una forma de vida extraterrestre consume todo a su paso en la medida que va creciendo, a partir de cuando una nave espacial se estrella cerca de un pequeño poblado y comienza a tragárselo todo a su paso, creado el pánico mientras el ejército y los científicos tratan de contener a la bola gigante venida de otro planeta.

El conocido como cantante y sobre todo como compositor, Burt Bacharach, compuso muchos soundtrack para películas y esta fue su primera.

Ese día me fui del cine tarareando pero riéndome de la porquería que había visto.

Missile to the Moon 1958 o  Invasión a la Luna

Un absurdo total ya que un fracasado científico construye un cohete para viajar a la Luna y en él embarca, en contra de su voluntad, a una pareja y aun par de jóvenes delincuentes. Al llegar a la Luna, encuentran que está habitado únicamente por mujeres, las que están en busca de la manera de irse a vivir a otro planeta pues hay falta de aire y la amenaza de unas raras criaturas.

Su director, Richard E. Cuhha se especializó en filmes de horror de bajo presupuesto como Giant from the Unknown (El gigante de otro mundo), She Demons (Mujeres demonio), Frankenstein's Daughter (La hija de Frankenstein, todas de (1958), todas clase B y todas malísimas, parece que las hizo como  se hacen chorizos, pero mal hechos.

Abbott and Costello Meet the Invisible Man o Abbott y Costello Contra el Hombre Invisible (1951)

Lo mismo que admiraba a Laurel y Hardy (El Gordo y el Flaco) por ser graciosos, detestaba o Abbott y Costello por ser pujones.  Y ellos dejaron una colección de películas de corte humorístico (o pujístico) y de terror que para mi no tenían nada de graciosas, aunque los más pequeños, sensibles a los malos chistes de los payasos, se reían con ellas, como fueron:

Abbott and Costello Meet Frankenstein (1948)

Hold That Ghost (1941)

The Time of Their Lives (1946)

Abbott and Costello Meet Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1953)

Creo que nunca llegaron a donde estaban The Three Stooges (Los Tres Chiflados), Los Hermanos Marx y El Gordo y el Flaco, de los que se distanciaban, aplicando un término científico, a años luz.

Sin duda existieron cientos de bodrios como fueron La Bestia de un Millón de Ojos (1955); Invasores Invisibles (1959), Creature with the atom brain o Cadáver atómico de 1955, La mujer diabólica de Marte 1954, La reina del espacio exterior 1958, El Submarino Atómico (1959),, Curse of the Undead (1959) y Attack of the Giant Leeches, El Pantano Diabólico de 1959 que fue rodada en una semana y trata sobre unas sanguijuelas gigantes que gustan de la carne humana, The Thing that couldn't die (1958) o La Cabeza Maléfica, entraba en la categoría de cine Z, así era de mala.  Fiend Without a Face (1958) El Monstruo sin rostro, una producción británica que costó 50 mil libras y aunque se dice que tiene logros en los efectos especiales es un completo bodrio.  A ello hay que sumarle decenas de filmes de monstruos, zombies y vampiros, rellenos dignos de su categoría.

Y seguramente muchos nos preguntamos ¿Habrá alguna cinta peor?.  Y probablemente se podrá responder que sí, que el que vea esta película la lleva al sitial más bajo de la historia.


Plan 9 From Outer Space (Plan 9 del Espacio Exterior) de 1959

A finales de los años cincuenta surgió un subgénero del cine B, el llamado cine de clase Z, distinguido por un presupuesto aún más miserable y por ende un nivel de realización más burdo.  Y esta película fue reconocida como el primer filme de serie Z de la historia.

Es una mezcla de horror, ciencia ficción y absurdo, donde una pareja se muda cerca de un cementerio y se da cuenta de que extraterrestres están invadiendo la Tierra mediante la resucitación de los muertos, que serán un ejército inmortal para dominar el planeta.  A las naves espaciales o discos voladores se les podía ver claramente los hilos que las sujetaban y la trama puede llegar a ser la peor que se ha hecho en mucho tiempo.

No tengo muchas dudas de que peor que esta no es fácil, pero también hay otra que le sigue muy de cerca Bride of the Monster o La Novia del Monstruo de 1955 con la actuación de Bela Lugosi, y que que trata de un científico loco que busca crear super seres humanos mediante la energía atómica y la desaparición de personas hace que un reportero investigue y caiga en manos del loco.  Una película con monstruos tontos, efectos para tontos y un argumento para anormales, que nos hace pensar que la actuación del que se creía a sí mismo un vampiro (Bela Lugosi) con su actuación nos lleva a pensar que estamos dentro de la filmación del Plan 9 del Espacio Exterior.


El Mariachi: Un ejemplo de la clase B de años después.

La clase B como tal desapareció y los cines volvieron a una sola película de proyección por función, pero se siguieron produciendo películas de bajo presupuesto que bien podían entrar en esta categoría, y como entonces, algunas de ellas sorprendieron y se convirtieron en obras maestras.

Una de ellas fue El Mariachi 1992 de Robert Rodriguez, que a sus 23 años filmó con la ridícula suma de siete mil dólares (ganados como persona conejillo de indias de una farmacéutica desarrolladora de medicamentos y por el premio en metálico ganado en un concurso de competición de cine aficionado.) y por tanto él mismo realizó la producción fotografía, sonorización, edición y dirección de todo el filme y los actores fueron familiares y amigos. El Mariachi tuvo un gigantesco éxito y recaudó más de dos millones de dólares, por lo que ha sido la película más rentable en la historia del cine.

Por supuesto que en Hollywood le ofrecieron siete millones para dirigir Desperado, una secuela de El Mariachi con la actuación de Antonio Banderas, seguido de otro proyecto mayor, “Once Upon a Time in Mexico”.    En total los tres filmes, conocidos como la Trilogía de México, tuvieron un presupuesto de 36 millones y recaudaron tres veces y medio más, 125 millones

Un ejemplo de que lo costoso no necesariamente es sinónimo de calidad.

El presupuesto y la calidad

Hacer una buena película no es tarea fácil, porque hay que conjugar muchos elementos,  pero cuando se dispone de un presupuesto muy holgado, el asunto se vuelve mucho más viable.  Como ocurre en la vida, el dinero no da felicidad y en el cine no representa calidad, pero sin duda ayuda a lograr cosas mejores.

En contraposición han existido superproducciones protagonizadas por grandes actores y dirigidas por reconocidas figuras que resulta incomprensible que sus resultados sean tan horrorosos.  Algunas fueron muy esperadas y promocionadas y aunque recaudaron mucho dinero, fueron un fracaso artístico y como espectáculo.  Pero de eso se trata el mundo actual, de hacer crecer el dinero y no satisfacer los valores espirituales.  Algunos de esos “ladrillos” fueron:

Wild Wild West 

Will Smith para mi no es un gran artista, pero estaba rodeado de  Kevin Kline, Salma Hayek y Kenneth Brannagh, por lo que era poco probable que aquel western futurista saliese mal, pero la película fue un desastre.  A este filme la crítica lo hizo polvo, no obstante lo cual su presupuesto de 170 millones obtuvo como recompensa 222 millones de dólares.  Increíble que un producto de tan mala calidad haya dado ganancias.

Daredevil

Los personajes de los cómics de Marvel gozan de gran popularidad y entre ellos estaba Daredevil.  No bastó el talento de Ben Affleck para que la película fuera un desastre, pero el atractivo del actor hizo que de 78 millones de presupuesto, se recaudara mundialmente 179 millones de dólares, pero la crítica no perdonó al filme.

Catwoman

Igualmente el personaje de los cómics de DC tampoco pudo ser salvado por una actriz de tanto peso como Halle Berry, resultando una película decepcionante.  Su costo fue de cien millones y recaudó solamente cuarenta y los críticos le dan una calificación muy baja.

Batman & Robin

Los realizadores de este filme solo tenían un objetivo: hacer a los personajes más comerciales e infantiles, destinado exclusivamente a los niños para estimular la venta de juguetes.  Ello hizo que fuera criticado y desvalorado por los críticos y el público y los superhombres se vieron descalificados a nivel ínfimo.  Ni la presencia de dos grandes,  Arnold Schwarzenegger y George Clooney, salvó a este filme del desastre, pero como ocurre a menudo los 125 millones gastados en este bodrio dieron como resultado 238 de ganancia.

Superman 

No me voy a referir a una de las películas de Superman, uno de mis personajes preferidos desde niño cuando era adicto a los muñequitos o cómics, sino a todas, porque de ellas mejor ni hablar.  Esas películas, sin excepción, dan ganas de llorar o de reir.  Steve Reeves trató de hacer algo decente en Superman de 1978 de la mano de Richar Donner (ese maestro de Ladyhawke y Lethal Weapon), pero una película no es solo un actor y un director.  La cinematografía es la obra de muchos.


En resumen, el cine clase B fue una clasificación meramente económica porque algunas de sus obras fueron mejores que grandes producciones clasificadas como serie A e inclusive fueron más rentables que aquellas.  Y otra moraleja: muy malas películas han dejado grandes ganancias, algo así como el reguetón aplicado al séptimo arte.  A la gente le gusta la basura y no la excelencia, señal de que el gusto está perdido.

Y la cita de Picasso con la que comencé este artículo: “Los buenos artistas copian, los grandes artistas roban”, está asociada a que en buena medida el cine de las últimas décadas ha mostrado en buena medida de que buenas obras, realizadas con pocos recursos, han tenido sucesivos “remakes” con grandes superproducciones, los actores más populares y los mejores directores y sin embargo muchos de ellos no han alcanzado la excelencia del original, a menudo del cine clasificado como B.  Por eso acertadamente los buenos artistas copian, pero solo los grandes saben robar.




domingo, 14 de febrero de 2021

Las matinés de los cines de barrio

 


Las matinés de los cines de barrio

En este mundo tan diferente en que vivimos ahora, donde todo cada vez es más virtual y menos tangible o material, nadie, salvo los viejos, conocen que era una matiné.

De varias décadas atrás data un chiste contado por el inigualable Guillermo Alvarez Guedes que nos hablaba sobre un hombre que había alquilado un teatro porque iba a hacer una función especial el sábado por la noche con la presencia de Frank Sinatra.  Vendió todas las entradas y hasta hubo gente que se atrevió a ver la presentación de pie porque ya no había capacidades.  

Al llegar la hora fijada para comenzar el espectáculo y no aparecer Sinatra, la gente se inquietó y comenzó a gritar porque se sentían estafados.  El dueño del teatro le dijo al promotor que tenía que darle frente a aquello porque la gente estaba incontrolable y hasta podían darle candela al teatro.  El hombre se paró en el escenario y contó:

Yo se que ustedes están molestos, pero lo cierto es que Sinatra no va a venir esta noche, es solo un truco que utilicé porque a mí la vida me ha golpeado muchísimo, mi esposa me dejó solo con tres hijos, mi perro se escapó y no ha regresado, me botaron del trabajo y no tengo dinero para pagar el alquiler y darle de comer a mis cuatro hijos, los que además están con sarampión y no tengo cómo comprar las medicinas, por eso tomé esta mala decisión y les pido me perdonen, estoy muy avergonzado.

Al ver al hombre con lágrimas en los ojos, uno de los espectadores se levantó y dijo:

- Vamos a perdonar al hombre, que bastantes desgracias tiene... y a ello se le sumaron otras voces y todos comenzaron a retirarse, compadeciéndose.

Y justo en el momento en que salían del teatro, dijo el estafador: 

 ¡Ah y recuerden que mañana hay matiné!...

Los más jóvenes es posible que no hayan entendido el chiste, pero la matiné en mis tiempos infantiles y juveniles era el momento más esperado de la semana, un suceso con mucha expectativa y para el que nos preparábamos desde el mismo momento en que se había terminado el espectáculo.

                       El cine Edison, en Calzada del Cerro y Zaragoza

El cine de barrio, un fantasma que nos persigue.

La aparición primero de equipos de reproducción analógicos y más tarde de soportes digitales, a las que se ha sumado ahora las transmisiones por Internet y el streaming, repercutió escalonadamente y con mucha fuerza propinándole a las salas de cine un golpe casi mortal.   

A pesar de todos los avances tecnológicos el cine sigue siendo una industria muy floreciente y sus productos cuentan con grandes campañas de publicidad y que en su momento fue catalogado como el séptimo arte y sumado a las seis artes del mundo clásico (pintura, escultura, arquitectura, música, danza y literatura), pero ha sido mucho lo que ha llovido desde el cine mudo de los hermanos Lumière hasta el cine digital de nuestros tiempos.

                                                    IMAX, estás dentro del filme

Los cinematógrafos se han reinventado y existen muchas variantes para atraer a espectadores, como son el IMAX con películas en 4K o 3D y sonido Dolby Sorround, los cines restaurante o los cines dormitorio, los que exclusivamente están dedicados a las películas de estreno y en particular a aquellas en las que la industria ha hecho grandes inversiones. Unas salas cuentan con las tradicionales palomitas y los refrescos gaseados, mientras otras tienen auténticos restaurantes con una oferta muy amplia y bebidas de todo tipo, incluyendo vinos y bebidas alcohólicas.  También hay cines con asientos tipo cama, con mandos con los que se puede reclinar a tu gusto el colchón, y hasta cines flotantes, las variantes son infinitas, porque hay que atraer a la gente, que saben que van a ver lo mismo que pueden hacer en su casa con toda la comodidad del mundo.

Y por lo regular, la mayoría ha ido o está yendo del rollo de película hacia el Disco Duro y su distribución ha pasado de física a virtual, mediante acceso a Internet o satelital, pero al final ya no se diferencian mucho de los equipos y sistemas que tenemos en casa y sin duda alguna Netflix y otros servicios digitales son más cómodos, eficientes y baratos.

Es por ello que se ha producido un fenómeno mundial, la desaparición de los cines de barrio, y en el caso de Cuba, en específico en La Habana, que llegó a ser la ciudad donde más cines había, tiene una connotación muy triste pero que hubiera sido inevitable con revolución o sin ella.  Y junto con las salas de cine se fueron las matinés, o más bien las que quedaban porque con la nacionalización de los cines, este espectáculo fue feneciendo, como casi todo lo agradable.

La Matiné

La palabra es de origen francés, "matinée", y viene de "matin" (mañana) y a su vez del latín "matinum", por lo que debía referirse a una función cinematográfica, teatral o musical o un acto social o cultural que se celebra por la mañana.   Se emplea en algunos países para referirse a la primera función que en pocas ocasiones es en la mañana y normalmente se usa para funciones al mediodía o en las primeras horas de la tarde.

Y en Cuba la matiné era ese momento de la semana en que los muchachos íbamos al cine para saber el desenlace de las series con las que no habíamos enganchado y que siempre terminaban en un clímax donde "el muchacho" estaba a punto de ser devorado por un pulpo gigante u otro monstruo, lo iban a colgar de un árbol o estaba gravemente herido o a punto de ahogarse, pero siempre salía ileso de ese reto y el otro capítulo terminaba en algo parecido para que no nos perdiéramos la próxima matiné y tuviéramos toda una semana para elucubrar qué pasaría.

Si nos preguntaran cuántas horas hemos pasado cuando niños en las matinés del cine de barrio, probablemente ninguno sería capaz de responder, pero de lo que si no hay duda es de que estuvieron entre los momentos más felices de nuestra niñez.

Las matinés tenían una estructura muy parecida en todos los cines que la proyectaban.  Había que soportar primero los anuncios de los negocios del barrio: la pollería, el fumigador, el almacén de chinos, la panadería y dulcería, la ferretería, la lavandería, la farmacia y muchos otros.   Después seguían los avances de las películas que serían proyectadas próximamente y por supuesto de los capítulos siguientes de las series, para que no nos las perdiéramos.  Le seguía un muñequito o dibujo animado que era repetido cada pocas semanas, pero que disfrutamos igualmente. 


El escándalo de la matiné

No recuerdo haber ido a una matiné donde el cine no estuviera a lleno completo.  A algunos niños los padres los acompañaban, pero la mayoría íbamos en grupos o solos, con los amiguitos del barrio o los de la escuela, pues en ese círculo se comentaba lo que iban a presentar en la matiné.

La mayoría disfrutaba mucho las hazañas del cara cuadrada de Dick Tracy, el mejor detective del mundo y las series fantásticas como las de Buck Rogers con sus cohetes que parecían globos y sus correrías en el siglo XXV o las de Flash Gordon, siempre en crisis pero siempre victorioso frente al emperador Ming, y las atrayentes naves que echaban chispas parecidas a un poste de electricidad en cortocircuito, los hombres con alas y el científico con nombre ruso, el Dr. Zarkov.  Como a todos los niños les gustan los perros, nos deleitamos con Rin Tin Tin, que sigo pensando que actuaba mejor y era más inteligente que los actores de la serie.  Y no nos dábamos cuenta de que Buster Crabbe era el mismo que interpretaba tres de los personajes más populares de las series, Tarzán, Flash Gordon y Buck Rogers. Debe ser porque nos era más atrayente el malvado Ming en las aventuras de Flash y sus amigos en el planeta Mongo (había que ser mongo o mongólico para creerse esa historia).


De los seriales más abundantes, los del oeste, ni hablar porque aquellos personajes me parecían ridículos, era gente que se peleaba con otros cowboys o con indios, se arrastraban por el suelo, caían del caballo, le clavaban una fecha, lo mordía una serpiente de cascabel y le daban un tiro por cuyo orificio no sangraban y nunca se despeinaban, se ensuciaban o se les caía el sombrero.  A ello súmale una guitarrita con canciones ridículas, algo verdaderamente picudo, pero en verdad a los muchachos les gustaba aquello mientras yo odiaba a Hoppalong Cassidy y en particular a Roy Rogers.  Y otras series que eran del agrado de todos, pero a mi ya me tenía cansado como era El Zorro, lo que me hacía preferir a los viejos cowboys como Tim McCoy o Tom Mix y no importaba que algunas de sus películas fueran silentes, usaban unos sombreros ridículos que parecían un barquillo de helado y tampoco se ensuciaran, pero al menos no cantaban ni cogian la guitarrita.  Ni tampoco me afectaba porque en The Tim McCoy Show, el programa de televisión para niños, tuviera como compañero a Iron Eyes Cody (ojos de hierro), que hacía el papel de un jefe indio americano y era descendiente de italianos (su padre del sur de Italia, su madre siciliana y nació en Louisiana), pero parecía un Cherokee, como él aseguraba y estaba convencido que era, sufriendo un tipo de ilusión como la de Bela Lugosi, que se creía un vampiro y dormía en un ataúd.


Después cuando el cine se hizo más adulto (siempre saco el ejemplo de Unforgiven de Clint Eastwood) vimos que los cowboys no se bañaban, eran unos cochinos, vivían como unos salvajes y su muerte a menudo era muy cruel.   Y ya que entré en el tema, los cowboys o vaqueros tuvieron su origen en México y en el territorio que la Unión le arrebatara a ese país y entre ellos había blancos, mexicanos, indios nativos y negros.  Y el cowboy negro, hasta hace poco tiempo, Hollywood siempre lo ocultó.  El western o películas del oeste, se define por el WASP (blanco, anglosajón, protestante) sobre todo por el arquetipo creado por John Wayne y la propaganda de los cigarros Marlboro, como un tipo noble excepto con los indios, que todos eran unos asesinos cazadores de cueros cabelludos y les gustaba raptar mujeres blancas.  Pero la reallidad es que estudios muy interesantes nos dicen que más de un tercio de los vaqueros o cowboys de mediados del siglo XIX, cuando la explotación ganadera estaba en su máximo esplendor, eran negros o como se dice ahora, afroamericanos. Ese tipo de cosas, que abarcaron toda la vida norteamericana hasta hace poco menos de cincuenta años, y que mantienen una vigencia silenciosa, son de las que no les podemos perdonar a Hollywood.


Pero uno se divertía mucho sobre todo cuando el cine casi explotaba por los gritos al aparecer el “muchacho”, el personaje principal, con el que compartimos, como si fuésemos él mismo, sus victorias y derrotas y su alegría o tristeza, pero sobre cómo nos estremecíamos cuando estaba en peligro.

En ese momento cuando el “muchacho” estaba en una situación crítica, límite o comprometida, aunque sabíamos por experiencia que iba a salir de ella y no iba a pasar nada, nos angustiamos, aunque sin duda iba a aparecer una salvación inesperada.  No importaba que lo hubieran golpeado casi hasta matarlo, aunque no sangrara, lo amarraran con cadenas dentro de un tanque que se iba llenando rápidamente de agua o salieran de repente tiburones, caimanes o pulpos gigantes en el mismo, estuvieran a punto de partirlo en dos con una sierra gigante, indefenso amarrado a la línea del tren o a punto de caerse de un alto acantilado agarrado a un arbusto con una mano herida porque la otra la tenía inutilizada, siempre salía del apuro y en ese momento brincábamos de gusto y felicidad y solo esperábamos que llegara la justicia y los malos obtuvieran su merecido, algo que vimos al hacernos mayores que en la vida real no ocurre casi nunca.

Pero había otro momento que esperábamos ansiosamente, que el rollo de la película se partiera o rompiera, aparecieran unas manchas en la pantalla y se encendieran las luces, para aprovechar y gritar a todo pulmón: “¡cojo suelta la botella!” y chiflar hasta el cansancio.  Hasta nos molestábamos cuando apagaban nuevamente la luz y el proyector continuaba su labor.

Y al final volvíamos a la realidad cuando, a la usanza de la época, aparecía en la pantalla "Fin" o "The End", mientras que nos íbamos con la convicción de que todo lo que habíamos visto era real, no había trucos, dobles ni balas o explosiones fingidas o de utilería, ni efectos especiales, y los actores eran unos verdaderos héroes por hacer lo que hacían, de ahí que fueran tan famosos y sobre todo tan respetados.

Y algo que no he dicho: la matiné era el momento para demostrar que los más grandes o mayores en edad, ya éramos unos hombres y llegábamos al cine con dos cigarritos y los prendíamos y echábamos más humo que una locomotora de vapor, para que todos vieran que habíamos llegado a donde el resto no, mientras en la pantalla las películas, algunas todavía en color sepia o verde, como las de tarzán, de cowboys y otras, ya empezaban a interesarnos menos y sin saberlo, buscábamos otras emociones.


La película de la matiné

Seguramente de adultos hemos disfrutado de buenas películas, por su actuación, su argumento, su fotografía, su música, los efectos sonoros o visuales, la edición y todo lo que se relaciona con esta industria artística, pero seguramente que nunca nos hemos deleitado de la forma, ingenua tal vez, que lo hicimos cuando niños en las matinés del cine de barrio.

Normalmente las películas de la matiné eran de acción, de guerra, de cowboys, algo atrayente para los muchachos, que siempre nos íbamos complacidos de lo que habíamos visto, pero sin embargo había otras matinés que no nos gustaban para nada.

                                        El teatro Maravillas

Una matiné que no me gustaba

Cuando a mi madre o a mi tía o a ambas se les ocurría ir a la matiné del cine Maravillas, entonces se me desgraciaba el domingo. 

El Maravillas, del que me gustaba el restaurante que tenía a un lado y sobre todo el puesto de fritas y el de ostiones, no era un cine al que yo concurriera mucho, en realidad no iba nunca porque se especializaba en películas mexicanas, argentinas y españolas.   Después, ya mayor pude apreciar que esas cinematografías también tienen muy buenas producciones, pero entonces no las valoraba, es más, las despreciaba..

Pero el Maravillas, que también me gustaba porque situado en la misma esquina de Palatino y Calzada del Cerro, nos obligaba a pasar por un lugar frente a él donde se jugaba algo parecido a los bolos y el sitio estaba siempre repleto de españoles viejos.  Nunca pude saber cómo se llamaba ese juego, pero eran unas pesadas pelotas como de piedra que pretendían tumbar a unos bolos más rudimentarios de madera que se veían bien pesados.   Luego conocí que hay muchas variantes de juegos de bolos en España (burgaleses, murcianos, navarros, alaveses, leoneses, cartageneros, pallareses) y que se juegan en tres grandes modalidades: Bolo Palma, propio de Asturias y Cantabria, Bolo Leonés, propio de Castilla y León y el Bolo Asturiano, exclusivo de Asturias.  Pero me inclino a pensar, que el que se jugaba frente al Maravillas era el juego llamado Bolos de Cantabria, propia del norte y noroeste de España (Galicia, Asturias, Cantabria y de los centros de emigrantes de estas comunidades en América).

El juego de bolos me entretenía muchísimo pero el objetivo era ir al cine así que no pude disfrutarlo hasta ser mayor.  Y el otro asunto que me gustaba del Maravillas es que estaba a pocos pasos de la dulcería La Flor del Cerro, donde había una cantidad y variedad tal de dulces que de solo pensar en ello se me hace la boca agua.

Al final tenía un rechazo total para ir a la matiné del Maravillas que era exclusivamente con películas en español, casi siempre de amor y dramas y además había funciones en vivo de artistas conocidos como Olga y Tony y Manolo Fernández, no me olvido del día que proyectaron una película musical española cuyo nombre no recuerdo y que dio cuerda para hablar de ella semanas enteras.  A mi me gustaba escuchar a Juan Legido con los Churumbeles, pero las películas no las resistía.

Al final mis intereses estaban en otra onda, aquello me caía como una bomba y no dejaba de pensar lo que me estaba perdiendo en el Edison.

El cine de Bejucal.

Nada se parece más a un cine de barrio que el cine de un pueblo, con la diferencia de que la importancia de los cines de pueblo son, junto con la sociedad o el liceo y la iglesia, las mayores atracciones de su vida social.

De Bejucal, donde nací, nos mudamos a La Habana cuando yo tenía tres años, pero no dejaba de ir algunos fines de semana a ver a mis tías.  Recuerdo que se tomaba la ruta 36 que iba directo a Bejucal o se iba en la 76 hasta Santiago de las Vegas y allí se cogía otra para Bejucal u otra que iba hasta La Salud.   Soñaba con los dulces de Los Pinos Nuevos donde trabajaba mi tía o simplemente me conformaba con el arroz más rico del mundo, el que hacía mi tía Yoya en una cazuela de hierro y que quedaba desgranado y con una raspa tan deliciosa que no la he comido igual.

Y a menudo con mis primos, iba al cine de Bejucal a la matiné y aquello es algo inolvidable.  Y para mis primos el cine de Bejucal era como el ombligo del mundo, lo más importante que había para poder socializar y aprender.

El cine de Bejucal estaba a un costado de la Iglesia, casi frente al mesón del Gallo, se llamaba Martí y tenía una curiosidad: uno compraba la entrada y había que esperar pacientemente a que abrieran las puertas del cine.   Cuando ello ocurría, aquello era sálvese quien pueda, entraban todos a tropel a ver si lograban alcanzar el puesto que les gustara y si no a conformarse con el asiento que hubiera disponible.

Por supuesto que el cine se llenaba y tras ello venían tres personas, cada una por los tres cuerpos de lunetas, recogiendo los tickets de la entrada.  Resulta que había muchachos que se habían colado sin pagar y se ponían a correr y a esconderse bajo los asientos o hasta en el baño.  Supongo que cogerían a algunos y siempre habría quien era capaz de eludir ese control tan ineficaz.  ¡Tan fácil que es organizar la entrada por una sola puerta y recoger ahí los tickets!.

No dudo de la valentía de Audie Murphy, pero las balas no rebotan en los cuerpos, por eso Regreso del infierno es uno de los mayores “paquetes” que he visto

Pero eso era parte del show y la gente estaba encantada con esa persecución al estilo de una película de nazis.  Y hablando de ello en una ocasión vi en el Martí una película de guerra con la que los muchachos nos volvimos locos.  Se llama “To Hell and Back” o Regreso del Infierno de 1955 y que es una especie de biografía de Audie Murphy, un tipo bajito que parecía insignificante y fue el soldado norteamericano más condecorado en la Segunda Guerra Mundial, con 33 distinciones, todas las posibles a otorgar incluyendo la Medalla de Honor, el máximo galardón de Estados Unidos y también fue reconocido por Francia y Bélgica por su heroísmo.  Después de la guerra se hizo actor y esta película es una especie de biografía suya.  He vuelto a ver Regreso del Infierno y me sigue pareciendo un buen filme pero creo que exagera, algo propio de la época, donde la efervescencia del triunfo sobre el nazismo necesitaba reverdecer a tenor de la Guerra Fría, el heroísmo, no puesto en duda en ningún momento, pero tratado de forma que le puede parecer convincente a un grupo de niños, pero no a personas maduras, que pueden valorarlo como un “paquetón”.

Al margen de todo, ¡quién fuera niño otra vez, pero en esos tiempos!. Realmente no me veo esclavizado por la tecnología, a pesar de todo lo bueno que nos trae, pero que se usa muy poco.

Y por supuesto debo dar una evaluación de los cines de mi barrio.  La mejor matiné: la del Edison; la más ruidosa: la del México y la indeseable: la del Maravillas.

Pero esto no se acaba aquí, el cine siempre nos trae muchas memorias.

                 El Maravillas: el más bonito y grande, pero era el indeseable.





sábado, 13 de febrero de 2021

Yo soy de los Baby Boomers cubanos

 Yo soy de los Baby Boomers cubanos

Yo soy de la generación que en Estados Unidos llaman Baby Boomers, de aquella de los que nacimos después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1964, los que ahora tienen de 57 a 76 años de edad.  Y como nací en 1945 soy de los primeros Baby Boomers.

El masivo incremento de la natalidad tras el conflicto definió el nombre de esta nueva generación, que ahora cuenta con millones de personas

Se dice que esta generación se caracteriza por su independencia, su responsabilidad y su madurez.  Y ello está dado porque los años cincuenta fueron de hecho años de inocencia, el gran entretenimiento era el cine, que además era muy barato y era particularmente atractivo el ir a las matinés para darle continuidad a las series dirigidas a ese segmento juvenil.   Después el cetro lo iría ganando la televisión, donde Lassie y otras aventuras, sobre todo Patrulla de Caminos o La Ley del Revólver nos capturaron.  Los comics o muñequitos, también muy accesibles, estaban entre los entretenimientos preferidos y ello nos llevó a otra afición más seria y duradera: la lectura, en una época en que los libros también eran muy baratos. Y algo muy peculiar es que fuimos la primera generación que creció junto con la televisión.


Más tarde, la era de los sesenta definiría a los Baby Boomers.  La música y los cambios sociales dejaron una huella permanente.  La inocencia de la década anterior sería sustituida por el impacto real de la amenaza de una guerra nuclear, la Guerra Fría y las guerras como la de Viet Nam y otros conflictos que no daban tregua.  Cambiaron los pelados y la moda, muchos se desilusionaron por las cosas nuevas y por lo que sus padres consideraban escandaloso,  pero al final el idealismo de esos años hizo que surgieran verdaderos valores y sobre todo que nunca se perdiera la educación formal y el respeto a los mayores.  El asesinato del presidente Kennedy impactó de forma tal que en Estados Unidos se priorizaron los derechos sociales y de la mujer y se aprobaran leyes que ocasionaron un cambio político en ese país e impactaron en el resto del mundo, con excepción de Cuba, donde se había optado por un camino hacia el fracaso, el del comunismo. 

Por cosas como esa los Baby Boomers cubanos (ahora descubrimos que nuestra generación se llamó así) fuimos diferentes a los del resto del mundo occidental porque nos vimos atrapados en cambios políticos, económicos y sociales y en una cultura muy diferentes al mundo que habíamos conocido en nuestros primeros años.


En sentido general los Baby Boomers alcanzaron un nivel de educación mayor que ninguna otra generación anterior y el que no podía llegar a la universidad al menos aspiraba a estudiar en la Escuela de Comercio y dominar la contabilidad, las finanzas, la mecanografía y otras especialidades muy demandadas; gracias a los descubrimientos científicos aumentó la esperanza de vida y la mayoría lograron una existencia plena con actitudes responsables, ya que la vida a finales de los años cuarenta y cincuenta se centraba en la familia y ésta a su vez se centraba en los niños y su futuro.

No importaba cual fuera nuestra situación económica, todos comíamos lo que nos pusieran al alcance; los carros, del que tuviera, no poseían ni aire acondicionado ni transmisión automática; la leche la traía el lechero, una ocupación desaparecida, y la dejaban en la puerta de las casas y nadie se los robaba; los que podían iban al auto cine a ver las películas, lo que era toda una aventura;  todavía había películas en sepia o en color verde y la mayoría eran en blanco y negro; se podía fumar donde quiera: en las tiendas, en las guaguas, en los aviones, en el cine, en las oficinas, en los restaurantes y hasta en los hospitales, era raro que alguien no fumara; si disponías de servicio telefónico, muchas llamadas se hacían a través de una operadora; la televisión finalizaba sus transmisiones a medianoche con el himno nacional; los teléfonos tenían un disco para marcar los números y era muy común usar teléfonos públicos tragamonedas; el medio de comunicación más rápido y  usual era el telegrama, y la forma más común de comunicarse con la familia lejana o amigos era el correo postal; el conseguir y acumular sellos de descuento de determinadas tiendas era una  práctica usual y obtener gratis artículos con ello todo un suceso.


Para las niñas había disponible muñecas que hablaban, algo increíble; los niños disfrutábamos de las pistolas con fulminante, un rollito de papel con un poco de pólvora que hacía ruido y provocaba humo y nos parecía un disparo real y también el que podía, con los trenes eléctricos de juguete; la mayor aspiración de un niño o niña era tener una bicicleta Niágara; los juegos de mesa eran muy populares y pasábamos muchas horas en ellos, siendo los más usuales las damas, el parchís, las damas chinas, las cartas (americanas o españolas con sus diferentes juegos) y el más complejo y entretenido, el Monopolio; como todos los niños jugamos a la pelota con lo que fuera, inclusive a las cuatro esquinas con pelotas hechas con cajetillas de cigarros; el café se hacía con un colador de tela; la tecnología más avanzada estaba representada por las máquinas de escribir y las calculadoras; a los refrigeradores se les llamaba neveras rememorando aquellas que conservaban el alimento con hielo; el agua se tomaba directamente de la pila, y en algunos lugares después de filtradas; aparecieron masivamente muchos artículos para el hogar, en particular para la cocina, como batidoras, mezcladoras, hornos y cocinas eléctricas o a gas, planchas eléctricas y ventiladores y poco a poco se fueron rebajando los costosos equipos de aire acondicionado y los televisores; muchos nos acordamos de los reverberos, que calentaban pero no cocinaban.


Las voluminosas guías telefónicas eran de uso común para todo; los supermercados eran escasos y más caros que las populares bodegas; la música se escuchaba en la radio y más tarde en radios portátiles a transistores; las victrolas difundían constantemente música, te gustara o no, por cualquier esquina, aunque casi siempre era la que preferíamos;  la televisión a color era algo que vendría en el futuro; todos los uniformes de médicos y enfermeras eran blancos; los números telefónicos comenzaban con letras seguidas de cuatro dígitos; los controles del televisor eran botones que estaban en su mueble; uno de los lujos deseados por todos era tener un tocadiscos y si era automático, mejor, porque nos permitía disfrutar de nuestros artistas preferidos en la forma y momentos en que deseáramos. 


A pesar de que los taxis eran muy baratos, éstos se tomaban solo en ocasiones excepcionales o cuando íbamos con una carga voluminosa; quedaron atrás las llamadas guaguas de “palo” sin puertas y fueron sustituidas por las cómodas General Motor Coach, con suspensión de aire y puertas neumáticas; los viajes interprovinciales, fuera por tren o por ómnibus eran cómodos y asequibles a todos los bolsillos y los viajes aéreos fueron incrementándose y bajando sus tarifas; para los que no viajábamos en avión, quedaba una opción nada despreciable como la que yo empleé muchas veces, ir a la cafetería del aeropuerto, disfrutar de una deliciosa merienda y después ir a la terraza a ver partir y aterrizar los aviones, lo que fue una aventura muy deseada para mis hijos.


Todos jugamos con el hula-hula o hula-hoop;  no hubo excepción a salir con la novia que no fuera con una chaperona; muchos bailaron el rock and roll y el twist; las fiestas de quince años se celebraban con la música de los Platters y Paul Anka, pero también nos gustaba la Aragón y Benny Moré y tarareamos La Engañadora y El Bodeguero sin parar; todos aspiraban a tener un pantalón sin pliegues y sin bajos y una camisa McGregor y a hacerse un pelado tipo alemán y las hembras a tener una saya de paradera bien ceñida en la cintura y unos zapatos de tacón; mientras unos imitábamos a Elvis Presley con la mota y las patillas, otros al aparecer los Beatles, se dejaron el pelo largo, lo que en Cuba fue un grave problema.   Los que tuvimos acceso nos encantamos con el el View Master, que a pesar de su limitada colección de imágenes era un preferido y nos asombramos con sus vistas en 3D; la gasolina costaba una miseria, menos de 30 centavos el galón, que era como se vendía; el transporte público era una maravilla y a no ser en casos muy especiales se podía esperar la siguiente para no ir de pie; había más guaguas que personas y salvo después de las seis de la tarde en La Habana Vieja, donde se producían grandes tranques, el resto del día cumplían sus recorridos al mejor estilo inglés con una puntualidad no acostumbrada para el cubano.


Esperábamos con ansia el verano para ir a la playa y chuparnos unos mamoncillos y el invierno para comernos unas manzanas acarameladas; todos disfrutamos como una cosa curiosa ir a una fonda de chinos o a la cafetería del Ten cents o Woolworths ya fuera el de Obispo, el de Galiano o el de 23 y 12 y además ver todas las cosas admirables que vendían a muy bajos precios en esas tiendas; un deseo común era ir al Coney Island en la Playa de Marianao a montar los carros locos, las sillas voladoras y al que le gustara, la montaña rusa de madera que allí había; conocimos lo que era La Habana de día, visitando sus comercios interminable y sus intensas noches con anuncios lumínicos por dondequiera; el pan se compraba en la panadería y siempre había distintas especialidades recién horneadas con un olor que nos invitaba a comerlo. 


Fuimos a las cafeterías a comer perros calientes y batidos de trigo, de chocolate, de plátano, mamey o fruta bomba; disfrutamos de las fritas en los puestos callejeros, con sus riquísimas papitas a la juliana y los puestos de venta de ostiones y huevos de carey; conocimos los discos voladores y las cafeterías que los ofrecían tuvieron mucha aceptación, sobre todo los de queso y guayaba, hasta que los aparatos llegaron a las casas y se convirtieron en un preferido; nuestras madres y abuelas por lo regular no trabajaban en la calle, sino que se dedicaban a las tareas del hogar, por lo que los desayunos, almuerzos y comidas eran, para los estándares alimenticios de hoy, difíciles de comer por su abundancia y por sus componentes, muchos satanizados hoy en día.



Vimos cómo los turistas americanos desfilaban por La Habana vieja y hacían visitas al Sloppy Joe's, el Floridita y a las tiendas de artículos de piel, los llamados Alligator Goods; los vendedores de billetes de lotería, en puestos fijos o ambulantes, estaban por dondequiera, pero no se nos ocurría comprar alguno; los heladeros de Guarina, Hatuey o Santa Beatriz estaban dondequiera y los deseos de consumirlo eran permanentes, y aparecieron los puestos de frozen que fueron muy populares al principio pero nunca destronaron al helado; cuando teníamos dinero nos aventurábamos a disfrutar de un Coco Glacé o una Piña Glacé, un derroche financiero y una avalancha de sabor y mientras tanto consumíamos barquillos, paletas o los deliciosos bocaditos de helado; nos sentamos en el muro del malecón a comer maní tostado calentico o un tamal mientras disfrutábamos la brisa marina y tratábamos de descifrar los destellos de la farola del Morro.


Nos volvimos expertos conocedores de todos los muñequitos o cómics existentes, hicimos colecciones y buscamos las ofertas de números atrasados no vendidos para comprarlos a menor precio y creamos todo un submundo de trueque de esas publicaciones; esperábamos con ansia los periódicos de fin de semana para ver las tiras cómicas que traían; nos entusiasmamos con nuestras primeras lecturas de las obras de Salgari y Julio Verne, pasamos de largo por las novelitas de bolsillo del Servicio Secreto, el FBI y del oeste americano, seguimos con Las mil y una noches, Don Quijote de la Mancha, la Ilíada y La Odisea y después aprendimos a valorar los clásicos, comenzando por Victor Hugo, Stevenson, Dickens, Poe y Mark Twain y continuamos con Dostoievski, Tolstoi, Balzac, Hemingway,  William Faulkner, F. Scott Fitzgerald y George Orwell hasta llegar a Miguel Hernández, García Lorca y Neruda.

Belascoaín y Reina, a la derecha la Casa de los Tres Quilos y al fondo a la izquierda, tras lo que sería el Templo Nacional Masónico, estaba La Biblioteca.

Curiosamente de esa época de las cosas que más nítidamente conservo en la memoria son mis visitas a La Biblioteca, un punto de venta de libros y discos de uso que estaba en la calle Belascoaín esquina a Pocitos, justo al fondo del Edificio Masónico, y de paso enfrente a la Casa de los 1, 2 y 3 centavos, llamada popularmente “La casa de los tres quilos”.


Vimos con asombro y orgullo la construcción de los tres túneles habaneros, el de Línea, el de 5ta Avenida y el de la Bahía y en algunos nos aventuramos as cruzarlos a pie; cómo se erigieron los grandes rascacielos: el FOCSA, el hotel Habana Hilton, el Hotel Capri, el Hotel Habana Riviera, el Edificio Someillan, el Retiro Odontológico, el Retiro Radial y muchos otros; Vimos la construcción del Cristo de La Habana, la vía Monumental y el desarrollo de La Habana del Este; el desarrollo de Miramar y muchas otras obras, y gracias a todo ello la capital se constituyó en la ciudad más moderna y cosmopolita de la región.  No olvidamos nuestras primeras experiencias sexuales en lo más oscuro de los cines, en el Turf Club de Calzada u otro bar escandaloso o sintiéndonos hombres visitando el Teatro Shanghai o un prostíbulo del barrio de Colón.

Los trajes de los hombres pasaron de ser holgados, con amplias solapas y corbatas, a ser estrechos, ajustados, con solapas y corbatas estrechas, lo que fue cambiando con el tiempo y ahora vuelve a ser tendencia de la moda masculina, como muestra de que el pasado no pasa, siempre queda algo de él.


No todo fue miel sobre hojuelas, al aumentar la cantidad de carros disponibles, aumentó dramáticamente los accidentes donde estaban involucrados niños, entre ellos yo, aunque fue más susto que otra cosa y paralelamente hubo miles de casos de poliomielitis, en particular en la casa de al lado donde vivía, lo que hizo que tuviéramos que vacunarnos y vivir en un semi terror durante un tiempo por el temor a enfermarse, a que nos metieran en un horrible aparato o respirador mecánico llamado el pulmón de acero, donde solo la cabeza quedaba libre o de quedar lisiados como mi vecinita, contemporánea conmigo y con mi hermano.  Pero ni por asomo podríamos pensar que algo muy malo nos acechaba: un país muy diferente al que habíamos conocido.


Vivimos la dura etapa de la lucha contra el gobierno de Batista y algo peor, lo que vino después y por lo que tuvimos que renunciar a muchas de nuestras costumbres, heredadas de nuestros ancestros, como las navidades, los carnavales sanos, las celebraciones patrióticas y muchas otras; decir lo que uno piensa se convirtió en una prohibició y un tabú y aprendimos a callar y obedecer por no existir, para la inmensa mayoría, otra opción.  Hubo que asumir una cultura muy diferente a la nuestra, hasta la gastronomía cubana tradicional sufrió por las carencias y las nuevas costumbres y disponibilidades de productos y lo peor: tuvimos que asumir una doble moral resultante del miedo y la represión.


Mientras el mundo entero aplaudía el programa Apolo y la hazaña de haber llegado el hombre a la Luna, en Cuba se desconocía y ocultaba el hecho; la información disponible era la que el gobierno decidiera; la música, el cine y la literatura eran las que no criticaran al socialismo y el resto era prohibido.  Cuba se convirtió en el país en que lo que no estaba prohibido era obligatorio, no había opción para la voluntad personal.  

Convivimos con nuestros padres y abuelos y el relevo generacional tuvo que acostumbrarse a lo mismo, inclusive a vivir con sus bisabuelos si estos habían llegado a una edad avanzada.  Ello trajo como consecuencia un agravamiento del siempre presente conflicto generacional y aunque en Cuba no lo conocimos, había surgido la frase: “OK Boomer”, como reacción a las actitudes negativas o anticuadas de algunas personas mayores, que aseguraron que los Millennials o Generación Y y la Generación Z, nacidos después de 1979, poseían el síndrome de Peter Pan, como expresión de que nunca quieren crecer y piensan que los pensamientos utópicos e idílicos de su niñez se van a mantener en la adultez.


Por supuesto que no todos los Baby Boomers pensamos igual, en particular los que no tuvimos una vida reparadora del esfuerzo de toda una vida, como ocurrió en los países desarrollados, sino que vivimos no solamente sojuzgados y al final no tenemos ninguna recompensa como aquellos.  Los cubanos Baby Boomers que no se fueron de Cuba no saben lo que es tener una casa propia, ni un carro, ni viajar, ni disponer de una vida holgada para jubilarse, solo han tenido lucha, trabajo, carencias y han conocido el dolor de la separación de las familias.


Mientras los cubanos nos acostumbrábamos a aprender a vivir como mediocres marionetas, aparecía en el mundo la contracultura de los Boomers, luchando por igualdad social, política y económica, manifestándose contra la guerra en Viet Nam y los abusos en todas partes del mundo, surgieron los hippies con sus cabellos largos, el amor libre y el consumo de drogas y sobre todo con el rechazo a los políticos, todo ello resultante a que la mayoría de los Boomers, crecieron en una era de prosperidad, de subsidios para levantar el nivel de vida y estimular la economía durante la posguerra y con la esperanza de un mundo mejor, como así fue.

Mientras en muchos países se fueron creando todo tipo de facilidades para los Baby Boomers retirados, como es el caso de la Florida, con un clima más amigable que otros lugares de Estados Unidos, surgieron cientos de emisoras radiales especializadas en la música de los cincuenta, sesenta y  setenta y recreaciones propias para ese segmento, en Cuba los Boomers no tienen otras opciones sino ponerse a vender maní, inventarse una plaza como cuidador de parqueos o a cuidar un baño público, si no es que quieren morirse de hambre y necesidades, un destino muy diferente a sus compañeros generacionales en el resto del mundo.

No nos ha quedado siquiera el consuelo de ir nuevamente a algunos de los cines donde soñamos, cuando jóvenes, en tener una vida plena y feliz, porque ya no existen, o ir a centros turísticos, restaurantes u otros lugares donde disfrutamos porque han estado vedados para los cubanos y ahora no hay posibilidad financiera para acceder a ellos.  Todo ello nos lleva a que a diferencia del resto del mundo los Boomers cubanos hemos vivido sin esperanza y en una existencia mucho peor que el resto del mundo y de la Cuba que existió cuando nacimos y en nuestros primeros años.


El Baby Boomer cubano es algo así como un día me dijo mi amigo y maestro, Juan Carlos Oliva respecto a los trabajadores que cursaban estudios nocturnos de ingeniería por el llamado CPT (cepeté) o Cursos para Trabajadores: ustedes los “cepetianos” son un bicho raro, como los marcianos.  Lo que Oliva no sabía es que él también era un bicho raro, un Baby Boomer cubano.

Los Baby Boomers han destruido a América y ahora a otros Boomers  les corresponde repararla

En estos días turbulentos en que vivimos, hay quien dice que un Baby Boomer ha destruido a América y que hay que traer a otro Baby Boomer para que la arregle.  Se dice que los problemas de Estados Unidos, y aun los del mundo los han creado durante tres o cuatro décadas, los Baby Boomers, que son los que han estado dominando la vida política.


Se afirma que los días prósperos que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, hizo que esta generación se dedicaran a reducir los impuestos, asegurarse de que se legislaran programas que los protegieran a sí mismos e hicieron poco para proteger el medio ambiente, invertir en infraestructura y atenuar la crisis creciente de deudas educacionales.  Como vivieron una era donde casi todo el tiempo hubo pleno empleo, los salarios crecieron y a su vez la productividad a un ritmo mayor, hizo que los Boomers envejecieran junto con un modelo económico que no estimula la producción y alimenta la inequidad.


Este es un interesante análisis económico que pone el dedo en la llaga cuando analiza la llegada al poder de otro Boomer, el peor de todos, no como político porque no lo es, sino como persona y como ciudadano, el que hizo un recorte histórico de los impuestos, beneficiando a los más ricos y con el objetivo aparente de debilitar el gobierno.   Del resto del desastre que ha representado Donald Trump para los Estados Unidos y para la imagen y ejemplo de ese país líder de la democracia en el mundo, y para la crisis de valores que ha impregnado en su partido, sacando lo peor a flote, mejor ni hablo.                                                   

Sin duda, los otros Boomers, que han llegado al poder, lo han hecho con el apoyo y la esperanza de otras generaciones más jóvenes, que van a reclamar su lugar y lo que merecen en cuanto al legado que le han dejado los Baby Boomers.

Por nuestros hijos y nietos, y porque la democracia y la libertad prevalezca, deseamos que esta reparación se haga realidad.

                                            Woodstock


Eventos históricos relacionados con los boomers

Es muy halagador que haya habido eventos que definieron la generación de los Baby Boomers, como son el movimiento de derechos civiles, la elección del presidente más joven como John F. Kennedy, la marcha de Martin Luther King Jr. a Washington, El Acta de Derechos Civiles que cambió a América radicalmente, la llegada a la luna del primer hombre en el Apolo 11, el festival de música de Woodstock fue un momento cumbre del movimiento hippie, integrado por boomers, la caída de la Unión Soviética y el sistema socialista, entre otros.

Y hubo otros muy tristes, como fueron el McArtismo, la revolución cubana,la construcción del Muro de Berlín, la Crisis de los Misiles soviéticos en Cuba, el asesinato del presidente Kennedy y el de Martin Luther King Jr., el envío de baby boomers a la Guerra de Vietnam (se dice que el 40% de ellos sirvieron en el ejército), el escándalo de Watergate y la renuncia de Nixon fue un momento político definitorio como lo es el actual.  Y yo agregaría como el más triste el haber llevado a la Casa Blanca a un personaje tan negativo como Trump, apoyado (no puedo explicarme por qué) por más de la mitad de los Boomers, sobre todo de áreas rurales, blancos, evangélicos y super conservadores (quieren conservar las ideas obsoletas).

Pero lo cierto es que el conflicto generacional no da tregua y ahora las nuevas generaciones apuntan a los Boomers, con bastante razón, como los responsables de los problemas que ellos deben ahora afrontar y resolver.