miércoles, 22 de diciembre de 2021

Pepe Botella y Quevedo

 Pepe Botella y Quevedo


¿Existe alguien de mi generación que no recuerde los cuentos de Quevedo?.  Estoy seguro que no, aunque ya nadie hable de ellos, pero voy a rememorar mis vivencias al respecto.


Una de las alusiones de mi abuela a su terruño y que repetía con mucha gracia, como es propio de los andaluces, era su referencia a Pepe Botella y a Quevedo, probablemente el escritor picaresco y no el de los cuentos, aunque al final vinieron siendo casi el mismo.


Pepe Botella


José I de Bonaparte reinó entre junio de 1808 y diciembre de 1813 en España gracias a su hermano mayor, Napoleón Bonaparte, y es el mejor ejemplo de tener una fama injustificada, sobre todo cuando se le atribuyen defectos que no merece.   Aunque se afirma que era abstemio o que tomaba muy poco, que nunca se le vio borracho y que era muy medido en la comida, la historia lo ha conocido como Pepe Botella, una fama indebida.


No era un hombre de virtudes y a la sombra de su emperador hermano hizo lo que le dio la gana, en particular en su afición a las mujeres.


Al llegar a Madrid en Enero de 1809, dictó decretos que favorecían el juego y la industria de bebidas espirituosas, a la vez que mantuvo varios romances, entre ellos con la Condesa de Jaruco,  María Teresa Montalvo y O'Farrill, que se había casado con el hombre más rico de Cuba y que después se arruinó por sus gastos en la corte de Carlos IV, y por poco  la condesa también acaba con el tesoro real manejado por Bonaparte.


No es extraño que los españoles, y una de las herencias que nos dejaron a los cubanos, es poner en ridículo, sin razón o con ella, a cualquiera que le moleste o le cause algún daño, por lo que tanto en Cuba como en la Madre Patria abundan estos motes y uno de los más manidos fue el de Pepe Botella y otro que ha llegado hasta nuestros días: Mambrú.


John Churchill era el comandante de las tropas británicas, holandesas y alemanas que luchaban del lado de los que querían que el archiduque Carlos de Austria acabara en el trono español. Churchill ostentaba el título de duque de Marlborough, que para un español tal nombre era casi impronunciable, por lo que se le rebautizó como Mambrú, lo que realmente no dista mucho de Marlborough fonéticamente, y se hizo popular este canto infantil:


“Mambrú se fue a la guerra,

¡qué dolor, qué dolor, qué pena!,

Mambrú se fue a la guerra,

no sé cuando vendrá.

que do-re-mi, que do-re-fa,

no sé cuando vendrá.”


Así que al rey impuesto por Francia había que molestarlo y a José I se le abdicó el apodo de Pepe Botella y se dijo que era un borracho perdido, y como decir las cosas con gracia es más efectivo, se hicieron famosas coplas como la siguiente:


“Cada cual tiene su suerte,

la tuya es de borracho

hasta la muerte.


Pepe Botella, baja al despacho.

No puedo ahora, que estoy borracho.”

No importa que el hermano mayor del emperador no fuera ni borracho ni tonto, lo que demostró tras concluir su corto reinado, cuando con la fortuna resultante de las joyas de la corona española se fue a vivir a New Jersey en Estados Unidos, donde adquirió tierras y construyó un palacete, con lujosos muebles, obras de arte y una biblioteca, donde vivió durante tres décadas casi hasta su muerte sin que nadie lo molestara mientras su hermano murió abandonado y despreciado en la isla de Santa Elena.


Y como una especie de maldición que dejó, Pepe Botella tuvo un sucesor despreciable, 


Fernando VII de Borbón , conocido como el rey Felón, que no le importaban los intereses ni deseos de sus súbditos, se mostró como un absolutista, vengativo, traicionero y sin escrúpulos, rodeado de aduladores y bandidos que le ayudaron a ejercer un control casi absoluto del poder mediante una fuerte represión ilimitada.  Gobernó como el peor de los déspotas y la historia lo considera de los peores reyes españoles, si no el peor.


Bajo el reinado de Fernando VII, la burguesía ganó terreno y el país dejó de ser una potencia de primer orden, perdiendo casi todos los territorios de ultramar y el caos económico, político y social, llevó a España a una crisis de la que no se repondría.


Y sobre Fernando VII conocí también el por qué de otra frase que decía mi abuela : “Así se las ponían a Fernando VII”, y es que el rey era aficionado al billar y los guatacas que jugaban con él fallaban los tiros, dejando las bolas en posición favorable para que hiciera carambolas y así ganara.


Francisco de Quevedo


Y ya mayorcito, los cuentos más atrevidos que corrían entre los jóvenes, eran los cuentos de Quevedo.


Mientras que eran voz popular los cuentos de Quevedo, muchos no sabían que se trataba de uno de los más grandes exponentes de la literatura española, sino lo identificaban como un personaje típico de la picaresca.   Pues de ese Quevedo, el escritor, también mi abuela me refería una copla, que se basa en esta historia:


Que viene como con vino


Un hombre completamente borracho, iba sobre un burro y su borrachera hacia que el animal se fuera de un lado al otro y el hombre estuviera al borde de caerse.  Quevedo lo vio y al preguntar a sus acompañantes que les parecía ese mamarracho, le contestaron:


-Viene como conviene a los que vienen de la romería.


A lo que Quevedo respondió con esta copla:

“Ese pollino que viene

montado en otro pollino

no viene como conviene

que viene como con vino.”


Pues “no viene como conviene sino que viene como con vino” era otra de las frases que mi abuela repetía cuando el caso lo amerita, sobre todo cuando llegaba mi tio Enrique un borracho perdido, que casi siempre llegaba a ver a su madre y con lágrimas etílicas se dedicaba a hablar mal de sus hermanos.


Ya después en la escuela, era objeto de gracia otras citas de Quevedo:


Una adivinanza: "Entre dos piedras feroces sale un hombre dando voces, qué es...¡el pedo!.


O esta otra, que al decirla ya nos sentíamos casi hombres:


“No hay contento en esta vida

que se pueda comparar

al contento que es cagar.

No hay gusto más descansado

que después de haber cagado.”


Pero después al comenzar a practicar mi entretenimiento favorito, la lectura, conocí muchas cosas de Quevedo, como estas.


El rey llama a la puerta


Quevedo acompañaba al rey Felipe IV y al subir una escalera, se detiene para abrocharse los cordones de un zapato, ante lo cual el rey, que ve a Quevedo con el culo empinado, le da una nalgada, a lo que el escritor responde con un viento.   El rey le dice que es una falta de respeto lo que ha hecho, pero Quevedo, con su agilidad y agudeza le responde:

-Oiga su Majestad, ¿a qué puerta llama el rey que no se le abra?. 


Quevedo estaba obsesionado con la parte trasera de los humanos y por ello escribió " Gracias y Desgracias del Ojo del Culo'', donde explica que se puede prescindir de los ojos de la cara pero no del ojo del culo, una expresión que si algún niño o joven de nuestra época decía textualmente, le costaba muy caro.


Pero es cierto lo que decía Quevedo en ese libro:


.....es más necesario el ojo del culo solo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir. Su vecindad, es sin comparación mejor, pues anda siempre, en hombres y mujeres, vecino de los miembros genitales y así se prueba que es bueno, según aquel refrán: Dime con quien andas, te diré quien eres. Él se acredita mejor con la vecindad y compañía que tiene que no los ojos de la cara, pues éstos son vecinos de los piojos y caspa de la cabeza y de la cera de los oídos, cosa que dice claro la ventaja que les hace el serenísimo ojo del culo.”


Una simpática alusión a este tema lo tenemos en el Poema al pedo, del cual un fragmento dice:


“El pedo es como la nube que va volando

y por donde pasa va fumigando,

el pedo es vida, el pedo es muerte

y tiene algo que nos divierte;

el pedo gime, el pedo llora

el pedo es aire, el pedo es ruido

y a veces sale por un descuido”.


Caballo muerto


Su agudeza era tal que el rey tenía un caballo preferido que estaba enfermo y mandó a Quevedo a ver si estaba vivo o muerto, diciéndole que si estaba muerto, no se lo dijera, porque lo castigaba.  Quevedo cumplio el encargo y regresó a donde el rey, diciéndole:


"El caballo de mi Bamba, 

ni come, ni bebe, ni anda. 

Está tumbado en el prado, 

le entran moscas por la boca y le salen por el rabo”


Le dijo entonces el rey: - ¿Y qué quieres decir?, ¿qué está muerto?


A lo que respondió Quevedo: -Usted lo ha dicho, que yo no he sido.


Dame pie


Otra anécdota que no le hizo mucha gracia al rey fue la del pie.


El rey Felipe IV le dijo que como él era muy ingenioso para improvisar, que le compusiera al momento unos versos. Quevedo le dijo al rey que escogiera el tema, para lo que le dijo: 


-"Dadme pie Majestad".


Queriendo hacerse el chistoso, el rey en lugar de decirle un tema, estiró la pierna hacia él, pero  Quevedo, dándose cuenta de lo que pretendía le dijo:


-"Paréceme, gran señor, que estando en esta postura, yo parezco el herrador y vos la cabalgadura.


Escoja


Quevedo era amigo de las apuestas y apostó a que le iba a decir coja en su cara a la mismísima reina, la cual se molestaba mucho cuando le hacían alusión a su defecto.  Fue así que se presentó ante ella con dos flores y le dijo:


“Entre este clavel

y esta rosa,

su majestad ESCOJA”


La hermosura de Quevedo


Y la Descripción de la Hermosura de Quevedo, me produjo más nauseas que risa, ver solo este fragmento:



“...Piojos cría el cabello más dorado,

lagañas hace el ojo más vistoso,

en la nariz del rostro más hermoso

el asqueroso moco está enredado.


La boca de clavel más encarnado                               

tal vez regüelda a hálito fatigoso,

y la mano más blanca es muy forzoso

que al culo de su dueño haya llegado.


El mejor papo de la dama mea

y [a] dos dedos del culo vive y mora,                      

y cuando aquesta caga, es mierda pura.

Esto tiene la hermosa y más la fea,

veis aquí el muladar que os enamora,

cágome en el Amor y en su hermosura.”


Los cuentos de Quevedo


De Quevedo se puede uno morir de risa leyendo el Buscón, Poderoso caballero es Don Dinero, Érase un hombre a una nariz pegado o El Gran Tacaño, su libro de cuentos y chistes por excelencia y sobre él había muchas anécdotas, cuentos, chistes familiares y juegos de palabras, pero sobre todo me refiero a los chistes que se contaban popularmente en la Cuba de los cincuenta, junto con los de Pepito, su heredero.


¡Hasta por el culo me conocen!


Uno de los cuentos más populares es que Quevedo se va a una azotea para ver mejor un desfile que iba a pasar por la calle, pero le entra ganas de ir al baño y se le había cerrado la puerta de acceso por lo que decide irse a uno de los laterales y tratar de cagar hacia abajo, cuando pasa una señora y al ver lo que está ocurriendo, grita: ¡Que veo!, a lo que responde Quevedo: 


-¡Hasta por el culo me conocen!.


Limas y Limones


Quevedo, que está haciendo caca (siempre está haciendo caca), ve venir a unas monjas y no le da tiempo de ponerse todo el ropaje por lo que se sube a una mata y las monjas se detienen a coger fresco, una de ellas ve unas protuberancias que cuelgan, las toca y le dice a la otra: son limas, a lo que responde la otra:, no, son limones y así siguen con el toqueteo hasta que Quevedo responde: no son limas ni son limones, son los huevos de mis cojones.



Mostacita


Otro cuento nos habla de un personaje al que llaman Mostacita y que acostumbraba a hacer caca en su cuarto y tirarla por la ventana; en eso pasa Quevedo y un acompañante y lo llenan de excremento.  El acompañante le dice, -es Mostacita, a lo que Quevedo responde: -que Mostacita, es Mierda.


El de la cara redonda y el tabaco en la boca


Quevedo que va en un tren y tiene ganas de hacer caca (¡otra vez!) pero el baño está ocupado, por lo que decide bajarse los pantalones y sacar el culo por la ventana y comienza a cagar, pero siente que le gritan: el de la cara redonda y el tabaco en la boca que se meta que vamos a entrar a un túnel.


Pepito


Con el cambio generacional en Cuba la Orquesta Aragón y Benny Moré es música antigua, en Estados Unidos Frank Sinatra y Ella Fitzgerald es música antigua y leer es un hobby pasado de moda, al igual que practicar modales de convivencia y civilidad e igual pasó con los cuentos.


Con las nuevas generaciones, Quevedo quedaría poco a poco en el olvido y el nuevo protagonista sería Pepito, uno de los más representativos de la realidad de la Cuba revolucionaria, porque refleja toda una época, y uno de sus cuentos icónicos fue el siguiente:  

La maestra pregunta a los alumnos: ¿Cuántos tipos de leche ustedes conocen?


-Leche evaporada, dice uno.

-Leche condensada, afirma otro.

-Leche de chiva, agrega un tercero

-Leche de litro, dice otro, hasta que levanta la mano Pepito y responde.


-Leche de caballo muerto, maestra. 


Explícate Pepito, no entiendo eso, la que da la leche es la yegua y cuando está viva.


-Si, maestra, es que cada vez que le pido leche a mi mamá, ella me dice: ¡Cuando se muera el caballo!.


Lo cierto es que se murió Fidel Castro y los cubanos siguen sin leche que tomar.


Pepito se llama Jaimito en otros países latinoamericanos y España, Johnny en Estados Unidos, Little Johnny en el Reino Unido, Toto en Francia o Pierino en Italia, pero a mi se me hace muy cercano el Pepito cubano, que siempre sale de los apuros en que se ve metido y que para siempre se ha quedado niño lo que le permite ser cínico e irreverente, pero fiel a la verdad y a narrar el contexto en que se vive, representando el pensar cotidiano del pueblo, siempre haciendonos reir, aunque en ello haya una dosis de amargura.


Pero al final, si vamos al humor fino y profundo, ese que no pasa a pesar de que cambien los gustos, me quedo con Francisco de Quevedo, una prueba de que el tiempo no puede llevárselo todo.






domingo, 12 de diciembre de 2021

Los barbudos en Cuba

Los barbudos en Cuba


A veces, cuando me miro la palma de la mano izquierda por alguna razón, veo una fea cicatriz en el dedo del medio y recuerdo exactamente el día que me corté sacándole la punta a un lápiz de aquellos bicolor, mitad rojo y mitad azul, cuando estaba de visita en casa de unos tíos en el poblado de El Cano.  La cantidad de sangre que manaba del dedo, a pesar de estar bien apretado por un trapo, el viaje hasta la Casa de Socorros de Marianao en el jeep Willys de mi tio Armando, el susto por las puntadas, me vienen a la memoria de golpe, como también me viene la cuchilla Gillette azul de un solo filo que me lo provocó, o me lo provoqué yo por mi descuido.


Era principio de los años cincuenta, cuando todo el mundo usaba sombrero, y todo el mundo se afeitaba sistemáticamente.  El afeitarse me parecía entonces un acto propio de los hombres y mis pensamientos iban siempre encaminados a que me salieran al menos tres pelitos en el bozo para comenzar a afeitarme como hacían los adultos.


Muy atrás habían quedado los tiempos en que los hombres dejaron la costumbre de no pelarse ni afeitarse, de ser desaseados y malolientes y entre las prácticas más civilizadas estaba el estar correctamente afeitados y olorosos.


Recuerdo a mi padre afeitándose diariamente, con agua caliente y un jabón para afeitar que con una brocha hacía una espuma grandiosa.  Después se echaba, a golpecitos, una loción olorosa para después de afeitar, y parecía no un simple guaguero, sino un ejecutivo.  


Cuando podía hacerlo, me metía en el baño y a escondidas me echaba aquella loción en la cara añorando el día en que pudiera hacerlo por necesidad.  Creo que ese era un deseo de todos los adolescentes y algunos se declaran estúpidos por haber tenido esos pensamientos porque ahora les pesa ser esclavos del afeitado.


Unos no se afeitan porque quieren que una cuchilla les dure una eternidad o porque no usan un buen producto, o no usan agua caliente o dejan muchos días entre una afeitada y otra y por ello dicen que el afeitado les produce ronchas, erupción y molestia, o no saben descañonar debidamente y entonces se dejan crecer la barba.


Y entonces hemos vuelto a un siglo atrás, cuando imperaba el hombre barbudo, pero con una diferencia: la mayoría de las barbas que vemos no son cuidadas, sino crecidas espontáneamente, así que nos vamos acercando a la imagen del hombre primitivo.


Por eso mi memoria vuela a mi infancia y adolescencia, donde imperaba el hombre rasurado.


Afeitarse en Cuba antes del desastre comunista


Como dije cuando comencé este artículo, las hojas desechables de las cuchillas de afeitar, que sustituyeron en gran medida a las navajas y sus afiladores de cuero, una vez que cumplieron su cometido y no daba afeitadas satisfactorias, se les guardaba en un pomo con talco, sobre el que se frotaban para recuperar su filo y tenían múltiples usos, como eliminar los pelos de las piernas y las axilas de las mujeres, zafar costuras, trabajos manuales de los escolares, afilar lápices, y otras tareas no tan sanas como eran cortar carteras en las guaguas para robar su contenido, ponerlas en los rabos de los papalotes para cortar a otros y en peleas callejeras. 


Ya he hablado del dia en que un aprendiz de guapetón del barrio me amenazó con una cuchilla de afeitar para que le diera mi maleta de piel con los libros, libretas y útiles de la escuela y tras entregarlos, el mandato de mi padre de recuperarlos, lo que hice con un bate y entonces el que corrió fue el pichón de delincuente, que más nunca se metió conmigo y cuando me veía se desaparecía.


Pero los hombres, sin excepción, estaban siempre pelados y afeitados.  Cuando uno veía a alguien con el pelo largo o barbudo, la explicación siempre era que se trataba de un vagabundo o que era una persona que había hecho una promesa a algún santo.



En esos tiempos los accesorios más conocidos eran las máquinas y cuchillas de afeitar Gillette, Gem, Wilkinson y Pal, mientras que las cremas de afeitar y lociones para después de rasurado, más demandadas eran Gillette, Mennem, Old Spice, Varon Dandy, Palmolive, Williams y Colgate.


Pero sin duda alguna el sinónimo de una buena afeitada era Gillette.


Gillette y las dos caras


King C. Gillette fue el inventor de una máquina de afeitar de hoja económica y desechable hecha con acero estampado.  Ya había inventado el tapón o tapa de las botellas, que se convirtió en un estándar en la industria embotelladora, pero un día, mientras se afeitaba con las conocidas navajas, le vino la idea de crear una hoja de afeitar que fuera desechable, por lo que fue a una ferretería y compró las piezas sobre las que trabajó para desarrollar un prototipo de máquina de afeitar.


Tenía claro un concepto de que el éxito consistía en producir algo barato, que se hiciera de uso habitual y cuyo empleo conllevara a ser demandado sistemáticamente.


En 1899 patentó la maquinilla de afeitar, con un marco para fijar las hojas de acero, que tras varias afeitadas, eran desechadas y sustituidas por otras.  Con ello fundó la Gillette Safety Razor Company en septiembre de 1901.


En su primer año las ventas fueron desastrosas, se vendieron 51 maquinillas y 168 hojas, pero dos elementos, la aceptación popular y su propaganda de “Usted tiene dos caras”, con la fotografía de un diablillo, con cuernos y barba, sobre un cuerpo con cola y trípode y otra, la del rostro afeitado y el peinado perfecto, la sonrisa satisfecha y alas en la espalda, como un angelito, lograron que el producto tuviera un éxito insospechado rápidamente, que hizo que en el segundo año se vendiera noventa mil máquinas y más de doce millones de cuchillas.


Paralelamente Gillette se convirtió en uno de los hombres más conocidos del mundo porque su foto estaba presente en miles de millones de envoltorios de cuchillas.


No pasó mucho tiempo para que Gillette dominara el mercado y surgieran nuevas ofertas, la máquina de mariposa o Gillette Relámpago con su expendedor, con el que era más fácil cambiar la hoja, la Gillette Azul, que se decía era la hoja del filo perfecto sobre todo para barbas duras y cuya propaganda decía que garantizaba que sus usuarios tuvieran cada mañana una cara de domingo, los jabones, lociones y otros accesorios, tuvieron todos gran acogida.



Tuve la suerte de que salieran cuatro pelitos antes del triunfo revolucionario y pudiera conocer las afeitadas con Gillette, que acompañé con la crema de afeitar Colgate Mentolada y mi preferida, que sigo usando, la Loción para después de afeitar Mennen Skin Bracer.


Llegó el comandante.


El triunfo de los rebeldes del 26 de julio y otros movimientos en contra del gobierno de Batista, que anduvieron meses en las montañas sin afeitarse ni pelarse en su mayoría, hizo que se hicieran populares los “barbudos”, por lo que llevar barba en esos primeros meses de la victoria revolucionaria era signo de distinción.


Por eso me extrañó cuando mi padre, el mismo día de Reyes de 1959, cuando regresó a casa tras una ausencia de ocho meses, lo primero que hizo, junto con el botar la ropa del ejército rebelde, fue pelarse y afeitarse la barba.  Años después, comprendería lo que me dijo ese día.


Pero con el paso de los meses, la práctica de llevar barba se convirtió en algo no tan simbólico como pragmático, no había hojas de afeitar y la existencia de navajas se agotó.


Se promulgó un ridículo Código de Defensa Socialista en 1961, que pretendía combatir el acaparamiento y la especulación y que amparaban sanciones contra la venta callejera de varios artículos, entre ellos muchos productos de aseo y limpieza, entre los que estaban las cuchillas de afeitar.



Afeitarse se convirtió en una odisea, y la llegada de cuchillas de afeitar, hechas en Checoslovaquia, atenuó pero no resolvió el problema. Aparecieron primero las Patria o Muerte y Venceremos, una marca tan revolucionaria como de desastrosa calidad, a la que bautizaron como “lágrimas de hombre”.  Después vendrían otras soviéticas como Sputnik y Neva, y otras Checas como Admiral y Astra, ya de mejor calidad.


No obstante no se me olvida que una de esas cuchillas tenía impresa a un hombre con la cara enjabonada afeitándose y con una cara de sufrimiento tremenda.  Una dolorosa experiencia era afeitarse en un sistema que no dejó casi ningún resquicio de la sociedad que no afectara negativamente.


También estuvo disponible una máquina de afeitar soviética que al menos a mí no me afeitaba nada.  Luego inventaron el Barberito, un dispositivo para pelarse en casa con un par de cuchillas de afeitar, que muchos empleamos, pero que al final era una porquería.


Con el paso de los años y el incremento de la emigración, algunos tuvieron suerte de que sus familiares enviaban dentro de las cartas (si llegaban tras meses después de haber sido enviadas y en el correo no se las robaban) cuchillas Gillette.


Con los cambios en el sistema monetario del país y los viajes de los emigrados, ya algunos tienen nuevamente buenas máquinas de afeitar y cuchillas y otros al menos tienen acceso a las baratas máquinas desechables.  Pero como todo en Cuba, si no se cuenta con divisas, afeitarse es un suplicio.


Es por eso que la barba ha regresado a Cuba cuando a la revolución no le quedan barbudos.


Los nuevos barbudos.


En el siglo XVIII Pedro el Grande puso un impuesto al uso de barbas, para evitar que se usaran, pues habían pasado de moda y el afeitado diferenciaba a las clases pudientes de las populares.  Ya esa idea se le habia ocurrido antes, en el siglo XVI a Enrique VIII de Inglaterra, pero con un único objetivo: recaudar impuestos y no como el de Pedro el Grande, que era el cambiar los hábitos capilares de la población.


Una cosa es la relacion de las barbas con las religiones, ya sea el catolicismo, el judaismo o el islam, donde los hombres buscan alcanzar la apariencia de sus idolos y otra los que usan la barba como moda estética para aparecer como gente muy ruda (los lumberejack) que muestran su hombría con barbas tupidas y camisa de cuadros y también muchos conocidos homosexuales se hicieron patrones de esta moda.


En determinadas profesiones como pilotos y bomberos o en el ejército, están prohibidas las barbas por razones lógicas, el sellado de las máscaras de oxígeno o antigás, pero para muchos el no afeitarse tiene una excusa perfecta en la moda actual aunque haga que la gente parezca mucho mayores de lo que realmente son y una barba descuidada y desaliñada da la sensación de falta de higiene.


Yo se que las modas van y vienen, desaparecen y regresan, pero no es lo mismo un pantalón más ancho o más estrecho, una blusa o camisa más ajustada o desahogada u otros vaivenes de la moda al hecho de que la gente no se afeite ni se pele, que parecen vagabundos o mendigos con una imagen deplorable.    Si a veces creemos que el estilo es una cosa superficial y que por supuesto que hay otras cosas más importantes, no hay que dejar de lado que el lucir más atrayentes equivale a hacernos más humanos, porque enriquece nuestras vidas.



Algunos artistas o deportistas impusieron en cierto modo la moda de usar barba, pero barbas cuidadas, cortas o hasta aquellas que más bien parecen una sombra pareja, pero de ahí a lo que veo en deportes, en particular el que más me gusta, el béisbol, me parece infame.


En los tiempos de mi juventud, lucir una barba era propio de personas muy mayores, de fuerte personalidad, artistas, científicos o escritores y que regularmente eran respetados, como el caso de Hemingway, magia que se rompió cuando apareció Fidel Castro y sus seguidores, pero hoy en Cuba por necesidad y en el resto del mundo por moda absurda, la gente quiere parecerse al hombre de las cavernas.


Resumiendo, que tener barba no es necesariamente sinónimo de adultez.


Mientras tanto, yo sigo a la antigua, porque cuando pasan dos días y no me he afeitado, me siento más viejo.












.











miércoles, 1 de diciembre de 2021

Las pañoletas y las Matrioskas

 


Las pañoletas y las Matrioskas


Mucho hemos abundado en el tema de la influencia soviética en Cuba, de la nostalgia por lo sovietico y de lo complejo de ese sentimiento, pero ahora lo voy a abordar a través de estos dos artículos, representativos de toda una época, que para muchos no pasa.


Después de la desaparición de la Unión Soviética y con ella el ficticio campo socialista en 1989,la influencia ruso-soviética para muchos quedó solo como un recuerdo porque no comemos, ni hablamos, ni bailamos, ni pensamos como los rusos y ni siquiera tomamos vodka, porque preferimos el ron y la cerveza.  Aunque seguramente todos tenemos añoranza por la Salianska y los platos deliciosos del restaurante Moscú.


Pero sin embargo existe en nuestro subconsciente una nostalgia restaurativa, que aparentemente es mutua, por una parte por los rusos, de volver a recuperar su grandeza histórica, el volver a contar con el poder transhistórico del imperio desaparecido, del cual formaba parte Cuba, y los cubanos de gozar de la bonanza económica gracias a los inmensos subsidios soviéticos a cambio de la integración política y económica a el imperio comunista.


Eso precisamente hizo que casi no se hablara de “Bloqueo imperialista” porque todos los problemas materiales estaban resueltos y si la campana se mantuvo y sobrevivió fue solamente para machacar en la maldad del capitalismo y en particular los Estados Unidos como su gran representante.


Pero hay otros lazos difíciles de romper, como son la influencia de la cultura rusa adquirida por decenas de miles de cubanos que estuvieron durante una buena parte de su juventud estudiando en ese país.  Aunque algunas voces oficialistas defienden que Cuba no era un satélite sovietico, en casi todas las esferas de la sociedad, en particular la economía, la educación y la cultura, la copia de los modelos soviéticos nos llevó a derroteros desastrosos y de ello solo se salvaron algunas esferas del arte y la literatura, en particular la ciencia ficción, bastante alejada de la perspectiva soviética.


Como tuve una experiencia personal relacionada con ello, puedo afirmar que si no hubiera sido por personas como Oscar Hurtado y sus Ediciones R, no hubiéramos conocido a Isaac Asimov, a Ray Bradbury, Frederick Pohl y Cyril Kornbluth, y la ciencia ficción hubiera sido terreno fértil para la literatura soviética de ese tipo, completamente idealizada y politizada con un futuro que pertenecía al comunismo.


Bald and Bankrupt.


Hay un famoso youtuber cuyo canal se llama “Bald and Bankrupt” (Calvo y en bancarrota) y que es un inglés llamado Benjamin, que tiene una obsesión casi delirante por todo lo sovietico y recorre los lugares (y los peores lugares) de los países que constituyeron la Unión Soviética, y en todos ellos se muestra, que sobre todo las personas mayores, sin excepción, sienten nostalgia por los tiempos soviéticos, los que consideran mucho mejores que los actuales.  Y en su periplo, al que le queda aún mucho, Benjamin también incluyó a Cuba.


Y eso nos explica un poco lo que consideramos inexplicable, la gratitud hacia los rusos-soviéticos y la extraña relación de un pequeño país del Tercer Mundo, situado en el traspatio y con una influencia casi total de la cultura y modo de vida norteamericanos y que pasa a convertirse de la noche a la mañana en un asimilador inconcebible de la influencia de una potencia desconocida, lejana y ajena totalmente a sus valores y costumbres, todo ello dentro del marco de la Guerra Fría.


Los cubanos (probablemente la mayoría) no lo vimos entonces, como tampoco la manipulación y la mentira que representaba la mal llamada revolución y que representaba ser colonizados por la Unión Soviética, un país por el que nunca tuvimos atracción alguna, salvo los cuatro miembros y simpatizantes del Partido Comunista.  No llegará a ser un caso típico del Síndrome de Estocolmo, pero si se ve una identificación con el opresor como una forma de sobrevivir.  A ello se suma que el trato amable y hasta amoroso de los soviéticos hacia Cuba creó el espejismo de que ellos actuaban a favor nuestro y no nos dimos cuenta de que nos habían privado de la libertad y convertido en títeres, siempre alineados con sus intereses y su voz de mando.



Los soviéticos desamparados


Al desaparecer la URSS no solo quedamos abandonados a nuestra suerte los cubanos, que por la tozudez de Fidel Castro la hambruna total y la extinción de los pocos valores que quedaban con lo que llamó eufemísticamente “Período especial”, sino que también quedaron olvidados miles o tal vez decenas de miles de rusas que se habían casado con cubanos, procreando en nuestro país y que además se quedaron sin trabajo, pues muchas eran profesoras de idioma ruso en Universidades, Preuniversitarios o traductoras en diversas instituciones.

 

Algunas pudieron cargar con sus hijos y hasta con sus maridos y regresar, ahora a la nueva Rusia, pero la mayoria permaneció en Cuba  convirtiendose en “bisneras” o luchadoras,  vendedoras de articulos deficitarios en el mercado negro.  Unas se nutrían de revender lo que podían conseguir en tiendas especializadas de la embajada Rusa, mientras otras realizaban viajes a Mexico, donde compraban para su venta en Cuba, cualquier artículos deficitarios en la Isla (casi todo), y se convirtieron en viajeras compradoras por encargo, lo que les sufragaba el viaje y les daba buenos dividendos en moneda convertible.



Y como nota curiosa, recordemos que un astronauta (cosmonauta en la terminología soviética) estaba en la estación Espacial cuando el colapso de la Unión Soviética.  Serguei Krikalev fue al espacio como ciudadano de la URSS y regresó diez meses después a la Tierra como ciudadano ruso.  Fue quizás el último sovietico y uno de los icónos más visibles del abandono.


La alianza que naciera entre Nikita Kruschev y Fidel Castro terminó en un caos: por una parte una país que era una potencia mundial quedó sumido en una gigantesca crisis y en la que  apareció una mafia integrada por antiguos personeros del gobierno y el partido comunista y por la otra Cuba, una islita sin posibilidades algunas de salir, como su antigua colonia, de una crisis que se ha vuelto permanente, como lo ha demostrado la historia, a pesar de haber encontrado las fuentes de subvención necesarias para sobrevivir, como ha sido el caso de Venezuela y su inexplicable sumisión al régimen cubano.


La “ostalgia” no ha desaparecido


La “ostalgia” cubana, a pesar de todo, no ha desaparecido, aunque nos parezca que hemos olvidado, como hicimos con los muñequitos rusos y las peores películas panfletarias de Tanda del Domingo; en realidad todavía tenemos melancolía por “17 Instantes de una Primavera”, una de las más evidentes manifestaciones de la transculturación de la cultura soviética la que pudo integrarse, a nuestro ajiaco, en buena parte gracias a las familias mixtas cubano-rusas.


En nuestras obras artísticas, en particular en el cine, la influencia fue mayor, como fueron los casos de los filmes “Las Doce Sillas”, “La muerte de un burócrata”, y el remedo de “17 Instantes” que fue “En silencio ha tenido que ser”.


Pero ya nada es como antes, por mucho que le amargue a Rusia perder a su viejo aliado geopolítico, no  hay nada de lo que antes los unía: la ideología.  Solo permanece la nostalgia de Putin de rescatar el imperialismo sovietico del que él formó parte, pero Rusia no es la Unión Soviética ni sus recursos son los que aquel país tenía.


Probablemente por estas reflexiones decidí leerme nuevamente la obra de Ivan Efrémov “La Nebulosa de Andrómeda” y ver nuevamente su película, tan fiel al argumento central de la obra como mal realizada técnicamente, y llegué a una conclusión, o más bien a repetirme lo que ya tenía definido: el comunismo no es más que una utopía y las utopías son inalcanzables.


Pero siempre nos queda una chispa de esperanza de que lo ideal si no puede alcanzarse completamente, al menos puede lograrse algo bueno, aunque fuera poco.


Lo cierto es que los cubanos a veces nos volvemos unos ridículos y en verdad en este caso lo que estamos añorando son las migajas que nos dieron los soviets (migajas sin libertad) y que nos convirtieron en lo que fuimos y todavía somos, unos seres mediocres conformes con cualquier cosa y que solamente saben vivir bajo la espada y que extrañamos cuando ésta no aprieta suficiente.


El Caribe sovietico


No me refiero al televisor Caribe, sino a algo más profundo.


Los cubanos nacidos después de los años sesenta del pasado siglo, crecieron en una sociedad sin clases (aparentemente), entretenidos con dibujos animados (muñequitos) rusos y alimentados con leche en polvo, carne rusa y compotas soviéticas, enlatados y vinos de otros países socialistas.  Según nos enseñaron, ese era nuestro universo y fuera de él todo era maligno.


Pero sobre todo el imaginario audiovisual cubano fue inundado, con la influencia casi total del cine soviético y de los países socialistas, destacando el cine de guerra y el de ciencia ficción.  Todos recordamos “El hombre anfibio” (1961), “El Planeta de las Tormentas” (1962), y “La Nebulosa de Andrómeda” (1967) con su sociedad integrada de civilizaciones que viven en un sistema comunista, sin olvidarnos de esa obra maestra que fue “Solaris” de Andrei Tarkovski.


Pero hay curiosidades que debemos repasar, porque no son muy conocidas, como las obras literarias de cubanos que sirvieron para crear obras cinematográficas, como Agustin de Rojas con sus novelas Espiral, La leyenda del futuro y el Año 200; Angel Arango, el pionero de la Ciencia Ficción en Cuba con sus novelas Transparencia, Coyuntura y SIDER, todas resultantes de su libro de cuentos ¿A donde van los cefalomos?, que dio origen a tres películas y Richard Clenton Leonard con Expedición Unión Tierra, que tal parece escrita por un ruso y no por un cubano.


Y alrededor de ello una anécdota.  Cuando trabajaba como impresor de libros en el periodico Revolución, donde se publicaban las obras de Ediciones R, bajo la dirección de Oscar Hurtado, autor de varias obras de Ciencia Ficción y el máximo impulsor y entusiasta del género en Cuba, al que apodamos “el marciano”, pues no se cansaba de hablar del tema, hubo dos libros (curiosamente yo conservaba las pruebas de galera, las encuadernaba rústicamente y me leía el libro antes de ser publicado), ambos de Angel Arango, “¿A donde van los cefalomos? y “El Planeta Negro”, se hizo popular una pregunta tonta que solo podia tenia una respuesta, que era que los cefalomos iban al planeta negro.


Pero vamos a los símbolos principales que dejaron los soviéticos en Cuba. Las Matrioshkas y las pañoletas.


Las Matrioskas


Probablemente el juguete o adorno, según se vea, más conocido y representativo de Rusia sea la Matrioska, una muñeca que contiene otra menor y así sucesivamente hasta llegar a una diminuta que no puede contener ninguna más.


En Cuba la Matrioska se convirtió en un adorno que más que estético es afectivo y no por gusto pues en cada apertura está presente la influencia soviética en Cuba y por eso es uno de los objetos que ha sobrevivido al fin de la presencia de los “bolos” en la Isla.  Ella representa una cosa dentro de otra, casi hasta el infinito.


Ya lo ruso/sovietico no es presencia cotidiana, pero se mantiene viva en la historia más reciente cubana, la que también incluye el impacto de la tragedia nuclear de Chernobyl y la llegada durante dos décadas de más de veinte mil afectados por las radiaciones por ese cataclismo,  principalmente niños.


La Matrioska y Chernobyl siguen vivas treinta años después del colapso de la URSS.


La Pañoleta


Sin dudarlo mucho diría que este es el signo distintivo de la influencia socialista soviética en Cuba.  Era una prenda para usar, igual que los pioneros soviéticos, por los escolares cubanos.  No creo que ese pañuelo para los alumnos fuera utilizado en ninguna escuela cubana, pública o privada, antes del triunfo revolucionario.


Al igual que había ocurrido en la URSS y sus países satélites, las presiones políticas y la represión asociada a ella, hicieron que los íconos, imágenes y cuadros religiosos fueran sustituidos por fotos de los dirigentes políticos, héroes o consignas revolucionarias.  De todas las casas fueron retirados y escondidos detrás de una puerta o en el escaparate el Sagrado Corazon de Jesus o la Virgen de la Caridad del Cobre.  Igual ocurrió con todos los valores que nos eran familiares, cívicos y morales o costumbres, como las Navidades, el Día de los Reyes Magos, la Semana Santa, los arbolitos de Navidad, el Aguinaldo y otros, los que fueron considerados nocivos.


Siempre, antes de la revolución, estaban los comunistas organizando un movimiento, del cual casi nadie se enteró, contra el árbol de Navidad, calificandolo de importación ideológica del imperialismo espiritual, algo ridículo y condenado al fracaso, como casi todo lo que hicieron, hasta que encontraron a un populista que supo manipular y engañar al pueblo con falsas promesas.


Es cierto que las costumbres navideñas, igual que otras celebraciones religiosas, aunque en Cuba no se puede identificar la Navidad ni los Reyes Magos con la religión, pues son fiestas de especial carácter familiar.   El supuesto suceso del nacimiento de Cristo tuvo lugar en Judea, donde no hay pinos, ni nieve, ni ningún otro símbolo nórdico.  Todo fue el resultado de una conveniencia de la Iglesia Católica en la medida en que fue extendiendo su poder y que fue ajustando las fechas que al final se hicieron costumbre. 


Por eso precisamente, por la tradición, no nos interesaba que en Cuba no hubiera durante esas celebraciones ni nieve, ni frío, todo ello lo ambientamos con el arbolito y grandes copos de algodón.  Pero lo verdaderamente bonito era el juntarse toda la familia en la cena de Nochebuena y después ver el brillo en los ojos de los pequeños esperando sus juguetes de los Reyes Magos, por pobres que fueran.


La Navidad era una fiesta de esperanza y de ilusión y eso nos lo quitaron.


El tener una buena casa y un Cadillac era símbolo de maldad (ahora recuerdo una canción de Silvio Rodriguez, su “Canción de Navidad”:


“Tener no es signo de malvado

Y no tener tampoco es prueba

de que acompañe la virtud…”


Si este álbum “Rodriguez” de 1994 lo hubiera publicado 30 años antes, también habría sido fustigado y censurado, (como en realidad lo fue, pero por otras causas) y hasta castigado con internamiento en la UMAP.


Y el vestir no podía ser ajeno a la nueva moral revolucionaria, donde prendas de vestir y estilos estéticos fueron asociados a posiciones revolucionarias y contrarrevolucionarias.  Usar un traje, cuello y corbata y vestir bien, o mujeres con medias de nylon y tacones era un comportamiento burgués.  Había que estandarizar la moda como hacían los soviéticos.


La revista Mella de 5 de octubre de 1964 publicaba:


“Agrupados en legiones que transitan por algunas calles de la capital, los desviados se identifican por el disfraz...espejuelos oscuros, sandalias y motas.  Pullovers de cebra y camisones anchos.  Pantalones estrechos.  Peinados Accattone, Nerón, etc., etc.  Pelos bien revueltos y en distintos colores.  Faldas bien cortas con pantorrillas al aire.  Medallones con tiras largas.  Patillas bien finitas.  Libros en el sobaco.  Todo puede combinarse.  De acuerdo con el sexo.  No es que el sayo siempre haga al monje, pero los “enfermitos”, a diferencia de los jóvenes obreros, campesinos, militares o estudiantes, siempre tienen un modo por el cual identificarse: el vestir extravagante.”


Sin comentarios. ¿Moral Victoriana, Nazi o Stalinista?.  O las tres juntas.


Las nuevas interpretaciones de la cultura del socialismo fueron incorporadas a la sociedad cubana como normas de conducta moral sin base alguna, como ocurre con los dogmas de la iglesia.


Todo se resumía en oponerse a la influencia de la moda de la sociedad de consumo y unificar la moda de la nueva sociedad socialista, en apariencia, igualitaria.


Las Matrioska queda como un objeto típicamente ruso, pero el símbolo más fuerte del comunismo, que forma parte de los uniformes escolares es la infaltable pañoleta, por la cual, para obtenerla, había que hacer un juramento (absolutamente en vano): ¡Seremos como el Che!. 


Por suerte ya nadie la asocia con ese lema y simplemente lo ve como un componente más del uniforme escolar.  Pero en el fondo, sin quererlo, sigue presente la presencia soviética, una utopía que nunca fue y de la que solo permanece lo peor: la falta de libertades.

Y la navidad, las religiones y otras costumbres han ido regresando para volver a tomar el lugar que siempre tuvieron.



                                             El arbolito de Fontanar.