jueves, 26 de abril de 2018

Un adolescente y el triunfo de la Revolución


Un adolescente y el triunfo de la Revolución

A algunos les pasará por la mente que estas memorias no son cronológicas y es cierto, pero no pretendo escribir una biografía, sino pinceladas de mi vida, de la que seguramente muchos lectores habrán compartido parecidas vivencias. A eso hay que sumarle que hay cosas, que a pesar de que uno las tiene muy presentes en la mente, cuestan más trabajo de abordar o a veces se hacen espinosas, porque nos recuerdan cosas que no desearíamos recordar.  Y una de ellas es el triunfo de la revolución cubana, las esperanzas que ello nos trajo y las grandes frustraciones que la acompañaría después.  Y por supuesto completamente a este hecho está la memoria de mi padre, que como tantos se sumó al carro de la revolución y fue una de las decenas de miles o centenares de miles que sufrirían cárcel, discriminación, abuso, desprecio y destierro y al final laceró a todas las familias cubanas.

Después de casi un año de pesadillas a causa de haber sido apresado mi padre por el esbirro batistiano Carratalá, torturado intensamente en la estación de la Policía Nacional del barrio de el Cerro, las pocas visitas que le permitieron en las que se le llevaba comida y su posterior liberación bajo amenaza 4 meses después, a lo que siguió una orden del movimiento 26 de Julio al que pertenecía, de irse al exilio en Venezuela, la cual incumplió, después de estar, inmediatamente a salir de la cárcel, durante casi dos meses en la Embajada de Brasil en 19 y G, a la que fui a verlo varias veces y donde tuve la oportunidad de conocer la comida brasileña, que no me gustó para nada, pero si el compartir, aunque fuera de forma limitada, con mi padre.  A ello se sumó su peligrosa partida a mediados de 1958 para la sierra del Escambray, en la antigua provincia de Las Villas, donde se unió a la Columna del argentino Ché Guevara, siendo ubicado en el pelotón comandado por Ramiro Valdés.

Después de varios combates participa en la toma de Santa Clara y llega a La Habana con el triunfo de la Revolución, justamente el día de reyes, el 6 de enero de 1959.  Ante mi asombro, se pela, se afeita, quema su ropa del ejército rebelde y tras unos días de descanso regresa a su puesto de trabajo en la Cooperativa de Omnibus Aliados.

Por supuesto que con 14 años no entendía absolutamente nada de las razones que lo impulsaron a tomar esas acciones, pero como casi siempre ocurre con los padres, para no pecar de absoluto, el tiempo les da la razón.


Realidad y fantasía

Cuando somos niños nos enseñan qué cosas son las buenas y cuáles las malas, pero la realidad es que todo es relativo ¿Cómo sabemos en realidad si es así como nos lo enseñan?

La fantasía incluye lo que creemos que es real, una realidad que no está sujeta a comprobación, sino solo se sostiene por programación psicológica. El mejor ejemplo de ello es la religión. Nos enseñan a creer en sus postulados y al final nunca tenemos una prueba fehaciente de que ellos responden a cosas reales y convenientes para nosotros. La religión es la mejor manifestación de la fantasía, porque no está sustentada en el conocimiento del hombre, sino en algo que nos transmitieron de generación en generación, sin evaluar ahora cuál es su verdadero sentido, que no es otro que el miedo y la sumisión.  No precisamente las personas que se las dan de muy religiosos son las más piadosas y bondadosas, muchas veces es todo lo contrario.  Empezando por los sacerdotes, que son hipocresía pura y por eso nos dicen: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Ni ellos mismos creen en la fe que profesan y con la que nos quieren embutir. Podrá haber excepciones, pero son una gota en el mar.

Por eso hay que poner los pies en la realidad y dejar los prejuicios de una mente condicionada.

Eso fue lo que ocurrió con Fidel Castro y la revolución, todo fue una fantasía.  La revolución se convirtió en algo así como la canción de César Portillo de la Luz, titulada Realidad y Fantasía y que todos hemos tarareado. La revolución al final se quedó en eso, en un deseo.

“Cuándo podré tenerte en mis brazos
junto a mi pecho
decirte cosas que a nadie que no seas tú,
quiero decir.

Cuando mis labios besen los tuyos
al fin podrá cristalizar
la loca fantasía que desatas en mi mente
toda tú.”
Mi padre, al triunfo de la revolución.


La guerra de Pan Duro.

No voy a hablar de una guerra o suma de escaramuzas, que al final dio al traste con la Cuba republicana y comenzó un período oscuro en la vida nacional que ya se acerca a los 60 años. Por supuesto que nadie aplaudió el golpe de estado del 10 de Marzo de 1952, pero voy a hacer una comparación.

En los años 50 cualquiera tomaba un avión hacia cualquier parte con la mayor rapidez, seguridad y tranquilidad. No se si los revolucionarios cubanos fueron los primeros, pero fueron varios los hechos de secuestro de aviones, poniendo en peligro a las personas para conseguir objetivos políticos.  Después se hizo viral con hechos contra israelíes, norteamericanos, en fin, se desató en el mundo una ola de terror tal, que tuvo su culminación crítica con el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de Septiembre de 2001.  Hoy es todo una aventura tomar un avión, hasta los zapatos debes quitarte, hay decenas de prohibiciones y  en fin esas aguas trajeron estos lodos. Sin esos antecedentes, todo estaría normal.   La violencia, solo genera más violencia y más represión y limitación de las libertades personales.

Eso fue lo que ocurrió con el pandillero Fidel Castro y el gobierno de Batista. En lugar de luchar por las vías pacíficas, decidió que como el no iba a poner los muertos, era mejor la lucha armada.  Y esta claro que no tenía la menor intención de poner el muerto, porque hasta en el ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba que desencadenó la crisis nacional,  evadió enfrentar al ejército alegando que se había “perdido” en una ciudad que conocía perfectamente y en la que había estudiado.  A eso le sumamos que en el resto de su vida no sufrió ni un solo rasguño. Pero ese no es el tema.

El tema es que sus acciones provocaron decenas de miles de muertos, en los que la peor parte la llevaban los combatientes o revolucionarios urbanos, ya que en la tranquilidad de sus montañas, comiendo puerco asado con malanga, como se jactaba y fumando incesantemente buenos habanos, no había mucho peligro.  Tampoco le importó orientar los criminales atentados mediante bombas en cines, cabarets, restaurantes y tiendas.

A lo mejor Fidel Castro esperaba que Batista le entregara mansamente el poder o se quedara de brazos cruzados. El no se quedó de brazos cruzados cuando alguien disentía de su forma de pensar,y peor cuando trataban de derrocarlo por las armas. Y tengo buen ejemplo de ello con lo que le pasó a mi padre, equivocadamente luchó con el ejército rebelde.
          Otra víctima, con la que se ensañaron, el Comandante Huber Matos.

Simplemente la violencia que el creó generó más violencia. Pero la historia la escribe el que gana y mucha gente piensa lo contrario. 
Sobre la unidad entre la violencia y la revolución se cuestiona si los principios de su justificación son morales, legales o políticos. Al revolucionario no le interesan ni la moral ni lo legal, lo que sirve para la revolución es el criterio político y aplicar la violencia solo se valora de inadecuada si amenaza a la propia organización. Por tanto alrededor de ella no hay ni ética ni política.

Pero hay muchos revolucionarios que han renunciado a la violencia, no por razones morales, sino prácticas. Estudios dan a conocer que el 53% de los movimientos revolucionarios pacíficos triunfaron, mientras que solo el 26% de los violentos lo ha hecho. Y ello se explica porque el no empleo de la violencia tiene ventajas y es que con ella es más fácil conseguir simpatías,  los regímenes atacados por oponentes pacíficos se sienten más propensos a negociar, y los compromisos y transiciones son más rápidos y efectivos.

Pero detrás de todo ello hay un pensamiento leninista y es que recordamos más fácilmente las barricadas y la muerte que las mesas redondas o los debates.

En Cuba había un ejército entrenado, armado y asesorado por Estados Unidos. esto se ha repetido hasta la saciedad. En realidad el ejército era muy mal retribuido, nada profesional y la mayoría de los que componían sus filas estaban allí porque no tenían de qué vivir o no tenían preparación u oficio para conseguir algún trabajo.
                                    Fusilamientos masivos al triunfo de la revolución.

Yo recuerdo que en la librería y encuadernación donde trabajaba, había un muchacho un poco mayor que yo, de unos 20 años, que estaba deseoso de ser piloto, e ingresó al ejército donde le habían hecho esa promesa, y sin embargo lo mandaron a la Sierra Maestra a combatir a las fuerzas rebeldes.  Por supuesto que él y otros que estaban en su misma situación desertaron y se entregaron al ejército rebelde.  Estuvieron presos pero después los soltaron, pero sobre ellos siempre pesó la acusación de que habían sido "casquitos" que era como se les llamaba a los ejércitos del gobierno de Batista.  Es por ello que en la primera oportunidad, se fue del país, porque sabía que allí no tendría futuro, y mucho menos hacerse piloto.

La situación se hizo tan tensa e insostenible, que todos ansiamos que la insurrección triunfara porque pensamos que la Revolución nos iba a cambiar la vida, que iba a cesar la violencia (provocada por los mismos revolucionarios con sus prácticas terroristas), que habría mayores oportunidades de trabajo, que la economía, a partir de ser Cuba un país con bastante grado de desarrollo, muy cercano a los Estados Unidos, y que contaría con una estabilidad política, tendría una desempeño favorable y una mejor vida para todos a partir del incremento de las inversiones asociado a la tan ansiada paz social.
Todos pensamos que el país se iba a transformar, y se transformó, pero no en la forma que todos queríamos, sino al capricho del líder en que habíamos confiado.  Desgraciadamente, la mayoría de los cubanos no avizoramos que las transformaciones tenían como principal objetivo el crear un gobierno dictatorial, de poder absoluto como no se había visto nunca antes, que sería el único medio de los medios de producción, de los medios de difusión y que configuraría nuestras mentes, a partir de censuras de todo tipo, como pensadores de una sola versión, no dejando el menor resquicio al discernimiento personal y mucho menos a la disensión.

Quien iba a decir que aquello que habíamos oído decir o leído de los regímenes comunistas, que en más de una ocasión hasta nos parecieron exagerados, iba a ser el día a día del cubano, no a través de la imposición de una cortina de hierro, sino una cortina de caña o de bagazo.


Fidel y la caravana (?de la libertad?). El comandante empezó con un show y terminó con otro.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, se efectuaron una serie de desfiles conmemorativos en varios países, entre los que se destacaron los siguientes.

El Desfile de la Victoria de Londres del 8 de junio de 1946 fue un desfile militar celebrado por las Fuerzas Armadas Británicas (junto con representantes de ejércitos aliados de Bélgica, Reino de Grecia, Francia, Países Bajos y Estados Unidos entre otros) tras la victoria aliada sobre la Alemania nazi y Japón en la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, el 12 de enero de 1946, tuvo lugar en Nueva York un desfile de la victoria que contó con la participación de 13.000 oficiales y soldados.  El 24 de junio de 1945, tuvo lugar el Desfile de la Victoria  en la Plaza Roja de Moscú. Al final del mismo, unos 200 veteranos marcharon acarreando del revés banderas militares nazis y las arrojaron en montones al pie del mausoleo de Lenin. Ha pasado a ser uno de los momentos más conocidos de los desfiles de la Plaza Roja.

Todos estos históricos desfiles, después de una cruenta guerra que costó cerca de 70 millones de vidas, fueron imitados por la llamada caravana de la libertad. Fidel Castro en su afán de protagonismo, creaba un espectáculo para lo que no había razón.

Cuando Fidel Castro murió, su despedida fue algo parecido, pero en sentido contrario a su caravana triunfante hacia la capital en enero de 1959.  En ese tiempo que medió entre su toma del poder y su muerte,  tuvo la triste tarea de destruir a un país, su economía, sus instituciones, su ética y sus valores.  Pero con la caravana, llamada de “la libertad”, muy pocos tuvieron vista para mirar con atención lo que se avecinaba, el show del momento era la caravana.

 El 2 de enero parte la Caravana rumbo a La Habana desde Santiago de Cuba. Finalmente se desviaría para cubrir totalmente al país, como parte de una especie de campaña electoral sin elecciones y sin rivales electorales.

Curiosamente, Fidel Castro en su parada en Camagüey,  en la Plaza de la Caridad dice:

"Cuando hoy atravesaba las calles de esta ciudad (…) parecía que todo era una alegría inmensa en los rostros, y yo pensaba (…) detrás de cada rostro que se alegra, ¿cuántas preocupaciones habrá? ¿Cuántos de aquellos hombres y mujeres que caminan, que rebosan de júbilo, cuántos tendrán trabajo? ¿Cuántos tendrán un centavo en el bolsillo? ¿Cuántos tendrán la seguridad de que si se enferma su hijo o un hermano van a tener con qué comprarle una medicina? (…) Yo estoy seguro de que detrás de aquellos rostros de aquel hombre o mujer humilde, cuando pase el instante y vuelvan a su casa, volverán a su mente el cúmulo inmenso de preocupaciones de cada uno de ellos (…) La libertad no es todo. La libertad es la primera parte, es la libertad para empezar a tener el derecho a luchar."

Toda esa palabrería de politiquero, dio al traste cuando lo primero que hizo fue suprimir las libertades, sobre todo el derecho a disentir de él, y si cumplió la promesa de dar trabajo a todos fue sobre la base de empleos mal remunerados que no eran necesarios sino para ganarse adeptos lo que lastró a una economía que cimentada en el barril sin fondo del subsidio soviético necesario para mantener un país comunista en el patio de los Estados Unidos. Y por supuesto el derecho a luchar desapareció, al igual que los derechos humanos, del vocabulario del cubano.

                        Así celebraron algunos el triunfo de la revolución.

Después nos fuimos dando cuenta que la caravana de la libertad, fue su primer acto de lo que hoy se llamaría Reality Show, un espectáculo incesante con comparecencias ante la televisión o su aparición en cualquier cosa que le diera relevancia y oportunidad de demostrar que solamente él era capaz de comprender todo y saber de cualquier cosa más que los expertos, cosas que solamente un pueblo con el grado de estupidez del cubano de esos años fue capaz de creer.

Nunca olvido la llegada de Fidel Castro al campamento militar de Columbia, creo que toda la ciudad se volcó allí, excepto mi padre, que como expliqué no quería saber absolutamente nada de los rebeldes habiendo sido uno de ellos. Pero yo y un grupo de compañeros del trabajo nos dimos cita allí, y aunque no vimos nada por el gentío, más bien nos entretuvimos en andar entre los tanques, carros artillados, cañones y ver por dentro el mayor cuartel del país. Ahí se dedicó a ensalzar su hazaña, por la que no derramó una sola gota de sangre y el cierre fue digno de un acto de Hitler, todo un show que contó hasta con palomas que se posaron en su hombro, como símbolo de paz, que nunca fue, porque a él siempre lo rodeó la guerra y el conflicto.


Por supuesto, el pueblo enardecido, cegado e idiotizado, lo tomaron como una bendición de dios, un milagro que había traído la paz.

Un poeta campesino, que se volvería después en un gran adulador del régimen, Jesús Orta Ruiz, conocido como El Indio Naborí, escribió:

Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó espinas del llano
y ahora riega orquídeas, flores de montaña.

Y esto que las hieles se volvieran miel,
¡se llama Fidel! ¡se llama Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
¡se llama Fidel! ¡se llama Fidel!
Y esto que la patria no sea un cuartel,
¡se llama Fidel! ¡se llama Fidel!

Y esto que la bestia fuera derrotada
por el bien del hombre,
esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre:

¡Fidel Castro Ruz!


El presagio del destino de la Revolución y de Fidel con las palomas, de construir una sociedad culta, saludable, justa, libre y soberana se convirtió en todo lo opuesto.  Cuba fue a partir de ese momento, un país con guerras internas incesantes y participante en aventuras bélicas en todas las partes del mundo que a él se le ocurriera, con el aporte de la sangre del pueblo,  excepto la de los que detentaban el poder y sus familias.

El triunfo revolucionario era un anhelo de casi todos los cubanos, pero existían personas, como mi padre, que pensaban que ni Batista era el peor de todos, ni Fidel era el mesías que se auto titulaba.

Recuerdo que en los primeros meses del triunfo ninguno de los barbudos, salvo mi padre, ni se había afeitado ni pelado y estaban acosados por muchachitas a las que le regalaban recuerdos de la guerra de pan duro en la que participaron y que ellos comparaban con la segunda guerra mundial, o más cruenta. Balas, rosarios, medallas, pañuelos, cualquier cosa era un objeto de culto que se atesoraba para recordar el triunfo revolucionario.

Estábamos en un estado de ensoñación tal que no sabíamos lo que nos esperaba.  Como siempre ocurre, los hombres nos olvidamos del pasado y no aprendemos de él.


Las Bohemias de la libertad.

En la cubierta de la primera revista Bohemia, la revista más popular en Cuba que salía semanalmente y fue fundada en 1908, que se publicó inmediatamente después del triunfo revolucionario en enero de 1959, aparece Fidel Castro como el "héroe nacional", mirando hacia su izquierda, como indicando el rumbo que tomaría la revolución bajo su mando. La edición constó de un millón de ejemplares. En la primera página del número, aparece José Antonio Echeverría baleado frente a la universidad de La Habana, después de haber asaltado al emisora Radio Reloj. El título de esa página era "Los muertos mandan", y así debió haber sido, pues Manzanita, como lo llamaban, fue uno de los mártires y verdadero héroe revolucionario.


.El haber hecho una tirada de un millón de ejemplares, comparado con entre los diez mil a cien mil normales, nos da una idea de la impresionante estrategia comercial para capitalizar el nuevo mercado que surgía con la revolución.

Cuba tenía entonces seis millones de habitantes, 18 periódicos nacionales, 66 televisores por cada 100 habitantes y cinco canales de televisión y uno a color, único en el mundo aparte de Estados Unidos, que tenía dos, y el semanario de mayor circulació, Bohemia, se aseguró que uno de cada seis cubanos tuviera una revista histórica.  Y tal es así que yo la guardé celosamente durante más de medio siglo, la encuaderné y hasta la salida de Cuba la conservé. Y aún hoy se sigue comercializando a precios increíbles, por ejemplo, en ebay aparece a 200 dólares, unos 165 euros.

Las Bohemias de la libertad son un reflejo nostálgico de lo que pudo ser y no fue.

Decía una de las Bohemias, con la carátula con José Martí. "Maestro, ahora si puedes pasar, porque tus hermanos fieles, tumbaron mástiles crueles, con bandera cuartelaria, y la Estrella Solitaria ilumina los cuarteles." Sin comentarios.


Cuarteles en escuelas.

Uno de los principales logros de la revolución, gracias al subsidio soviético, fue la educación. Sin duda la alfabetización fue más show que otra cosa, pero la educación al alcance de todos si se puede valorar de muy eficiente y beneficiosa. No hablemos de que cualquiera podía cursar estudios universitarios y después por ello obtenía ingresos infinitamente inferiores a los de un maletero de un hotel o a un taxista, para lo que no había que estudiar. Eso es parte de la aberración del sistema.

El primer paso en este sentido fue totalmente político: convertir los cuarteles en escuelas.

El campamento o base militar de Columbia fue convertida en una escuela. Igualmente ocurrió con muchos de los cuarteles de la Guardia Rural en los pueblos. Pero paralelo a ello se crearon cientos de unidades militares a lo largo y ancho del país.  Nunca el país había tenido tantos soldados, ni obligado a todos sus ciudadanos aptos, a ser llamados al servicio militar activo o a entrenamientos o a movilizaciones cuando se le antojase a las unidades gubernamentales. O peor aún, a participar en guerras en otros países.

Para que nadie se escapara de ello, todo el mundo tenía que estar inscrito en el Registro Militar, para lo que se crearon los Comités Militares municipales, que controlaban a cada persona, y cuyo registro era un requisito para optar por un trabajo, recuerden que el Estado era el único empleador.
  Yo en Columbia el día que llegó Fidel, con camisa a cuadros, al lado Tomasito, un compañero de trabajo.  Estaba vestido completo con ropa de McGregor, gracias a mi crédito en la tienda Sánchez Mola.   Comenzaban a ponerse de moda los pantalones sin pliegues y sin bajos.

Durante medio siglo el gobierno militarista  se ufanó de haber hecho una revolución en la educación, lo que comenzó con la llamada campaña de alfabetización , la creación de varias universidades y la proyección de la enseñanza politécnica.  Y era repetido hasta la saciedad el lema de la propaganda política de “Convertir los cuarteles en escuelas”.

Más tarde vinieron  las escuelas en el campo que, según las autoridades, se basaban en el principio de combinar estudio y trabajo para la formación integral de los alumnos y el cacareado hombre nuevo producto del cerebro del Ché; pero su resultado fue un verdadero dolor de cabeza financiero, para el Estado y para las familias de los alumnos, que eran alejados del hogar en la difícil edad de la adolescencia. 


Después se cerraron todos los Institutos Pre Universitarios existentes en las ciudades, dejando a los estudiantes la única opción de becarse en los centros construidos en el campo, estúpido proyecto que aumentó la descomposición de la familia, y generó altos niveles de promiscuidad, pre delincuencia, además de un bajísimo rendimiento económico y académico.

Cuando cesó el subsidio soviético y Cuba entró en el eufemísticamente llamado Período Especial, las antiguas escuelas secundarias y preuniversitarias en el campo, fueron convertidas en prisiones calificados de menor rigor.

Resumiendo, se cerraron una cantidad de cuarteles y se crearon en su lugar una cifra exponencialmente superior de unidades militares y las nuevas escuelas creadas se convirtieron en refugio de residentes ilegales o en cárceles.

Todo un gran logro de la revolución.


La mayor consecuencia

Después del triunfo de la revolución vinieron muchas cosas, algunas buenas, pero sobre todo abundaron las malas. Si personalmente me dijeran cual fue el mayor logro de la revolución o mejor expresado, la mayor consecuencia que trajo la revolución, yo diría que el exilio del pueblo cubano.

Ahora se dan cifras de migraciones en el mundo entero, unas por causas económicas, otras huyendo de situaciones de inseguridad, pandillerismo y gangsterismo, o guerras. Pero la de los cubanos se pueden ver desde muchos puntos de vista, pero todos convergen en una causa política, al margen de que puedan tener rasgos económicos, sociales o religiosos.

Si la vida del cubano hubiera sido otra, no hubiera existido el desencanto social, la falta de oportunidades y de libertades, el cubano no hubiera optado como única opción por el dejar su país, su cultura y su identidad.

En 1974 una décima parte de la población de Cuba vivía fuera del país, volviéndose el mayor éxodo per cápita en la historia latinoamericana, y ese porcentaje se incrementó notablemente con los éxodos masivos del Mariel y de los "balseros" y que ha permanecido constante en el tiempo a pesar de todas las prohibiciones migratorias, la incertidumbre y hasta jugarse la vida para lograrlo. Alguien dijo una vez que Cuba era el país más grande del mundo pues tenía su territorio en la isla caribeña, su gobierno en Moscú y su población en Estados Unidos.
                     Casi 11 años estuvimos sin reunirnos a la vez con nuestros dos hijos.

Ahora recordamos los incesantes éxodos de países del bloque soviético que tenían frontera con países capitalistas, como era el caso de Checoslovaquia y la artificial República Democrática Alemana, la forma en que eran reprimidas estas fugas que nunca terminaban y cuya causa era la propaganda imperialista.  Muchas series televisivas como el Capitán Zeman y Policía 110 luchaban contra estos hechos. Lo real es que en Cuba, sin fronteras terrestres, se repitieron esos hechos, aún en mayor medida, como muestra de lo insano y aborrecible del sistema socialista. 

El cubano ha tenido que vivir, gracias al triunfo revolucionario, la mutilación moral de ser un exiliado, donde abandona no solo su patria y su patrimonio, sino lo peor, una gran parte de si mismo, su identidad formada en su desarrollo como ser humano. Ningún cubano que haya dejado su país, como lo han hecho la mayoría, sin esperanzas alguna de regresar, puede olvidar su partida y mucho menos las causas que lo obligaron a tomar esa decisión.

Por eso creo que el hecho de que haya casi una quinta parte de los cubanos fuera de su país, en los lugares del mundo menos imaginados, tuvo su origen en aquel día fatídico en que triunfó Fidel Castro.



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