martes, 26 de junio de 2018

Ir a La Habana


Ir a La Habana

Era costumbre, a todos los que no vivieran en el centro de la capital, cuando iban hacia esos lugares, decir: "voy para La Habana", cuando estaban realmente en la misma Habana.  Y durante mi niñez, los viajes a La Habana eran a dos lugares principalmente: la plaza de Cuatro Caminos y la obligada visita a las tiendas, sobre todo a las de la Calle Galiano y las de Monte.

El viaje de los sábados con mi padre era a "la Plaza" que era como se le decía a la Plaza de Cuatro Caminos o Mercado ûnico, y donde se hacían compras a precios más bajos de cosas que se consumían en grandes cantidades o que allí se podían encontrar más frescas, como era el caso de los quesos, las mortadellas o jamonadas, frutas y vegetales y sobre todo los productos del mar.  Era costumbre nuestra comprar usualmente allí camarones, serrucho en ruedas, cherna y en temporada de la corrida del pargo, ese pez y la rabirrubia.

Era una  hemorragia de olores de todo tipo y un banquete visual al ver tantos productos que realmente era una expedición que los muchachos anhelábamos porque llegara el día dedicado a las compras en la Plaza para disfrutarlo.  Aquello era una profusión interminable de cosas que uno no conocía y quizás lo primero que nos llamaba la atención era ver a los barberos ambulantes que pelaban a los clientes parados, aprovechando los escalones existentes a todo lo largo de la calle justo enfrente al Mercado Único en su lado de Monte.  Y eso sin contar las decenas de vendedores ambulantes que ofrecían lo inimaginable.

Pero el otro recorrido, aunque a veces se convertía en aburrido para un niño, también tenía su encanto, y era ir de recorrido por las tiendas.

Es por eso que vamos a rememorar lo que era un paseo por las tiendas, sobre todo por Galiano y por Monte.
                                                Galiano y San Rafael en 1953.

Galiano

Siempre se comenzaba por la calle Monte, donde la cantidad de tiendas era impresionante, casi no había local que no estuviera ocupado por una tienda. Las había de todo tipo, de telas, de confecciones, por departamento, zapaterías, bazares, en fin, cualquier cosa que a uno se le ocurriese o necesitara allí estaba, y a precios bajos.  A veces el recorrido se extendía, al terminar la Calle Monte, cruzando Monserrate, hacia La Habana Vieja, a la calle Muralla, el paraíso de los llamados polacos, casi todos inmigrantes provenientes de Europa Oriental y hasta algunos árabes del Medio Oriente. Era usual, sobre todo para las mujeres, comprar la tela y coserse los vestidos a su gusto y moda, y siempre era más económico el costo.

Pero mi paseo preferido era por la calle Galiano, desde su final en la Calle Reina, hasta casi su comienzo, en Sán Lázaro una cuadra antes de donde empieza en el Malecón.  También la concurrida calle estaba cundida de tiendas de todo tipo, pero había algunas verdaderamente interesantes, como eran Los Precios Fijos y Ultra, en la calle Reina; después venían en Galiano, la Peletería California "a los pies de usted" con su impresionante salón de venta; sin olvidar que ya pasamos por la famosa panadería "El brazo fuerte" de cuyos cangrejitos de chorizo era gran consumidor; la tienda para artistas plásticos y fotografía "El Arte"; la tienda de regalos exclusivos Le Trianon; la Colchonería Komfort; la peletería Picanes y la Joyería Riviera;  hasta llegar a uno de los lugares más concurridos de La Habana de entonces: Galiano y San Rafael.
                      La cafetería del Ten Cents de Galiano. Solo queda el casco y la mala idea.

En esa esquina confluyen varias cosas interesantes:  La gran tienda Flogar, frente a ella  la no menos impresionante Fin de Siglo con entradas y salidas por Galiano, Aguila y San Rafael, y justo al cruzar San Rafael y contigua a Flogar mi tienda preferida: el Ten-Cents de Galiano, una de las ocho tiendas Woolworth's existentes en Cuba y en las que se encontraban cosas variadas, muchas exclusivas de esa cadena, todas a muy bajos precios y contaba con un atractivo muy particular, una cafetería de primera con una cancha siempre congestionada, donde había que esperar a que se vaciara una banqueta para sentarse y ser atendido.  Que yo recuerde había Ten Cents en Galiano, Obispo, 23 y 10 en el Vedado, en la Copa en Miramar, en Monte y en el interior del país en Cienfuegos, Matanzas y Santiago de Cuba.


Al lado dos tiendas importantes, la Casa Quintana, una importante tienda de regalos y joyería y El Corte Inglés,  y también la fastuosa joyería El Cairo. Y al frente del Ten-Cents estaba la tienda de los ricos, El Encanto, que al quemarse en 1961 se convirtió en un parque. 
El Encanto fue fundado en 1888 por los dos hermanos asturianos emigrados a Cuba, creando un concepto moderno de tienda por departamentos y de gestión de venta  que con los años se convirtió en excelencia y al que muchos imitaron.

Sus propietarios y gerentes fueron César Rodríguez González y Pepín Fernández y Ramón Areces, quienes ampliaron el negocio con sucursales por toda Cuba.  Fundaron El Corte Inglés y Sederías Carretas, así como Galerías Preciados, y a su sobrino Ramón Areces, fue primer Director General de El Corte Inglés.

En la esquina de Galiano y Neptuno otras tiendas importantes, destacando La Época, donde la gente hacía su "agosto", pues en ese mes había grandes rebajas.  De ahí en lo adelante eran menos las tiendas pero las había, y destacaban Cancha (la revancha la dá Cancha) ;  La Ópera, la esquina del ahorro en Galiano y San Miguel cuyo edificio se derrumbara y a continuación habían varios comercios gastronómicos como la famosa cafetería El Camagüey, y el complejo del Edificio América con teatro, cines y cafeterías. Yendo por Neptuno en ambos sentidos encontrábamos decenas de tiendas, como Roseland;  Roberts & Company, los mayores importadores de cigarros norteamericanos; La Casa del Perro, con todo lo necesario para mascotas, aunque en esos tiempos la mayor parte de nuestros perros tenían por arreo una soga y comían las sobras y cuando mejor salían, piltrafa; el famoso bazar La Casa Cofiño; El Palacio de Cristal con adornos finos y cristalería; la famosa tienda la Filosofía; la camisería de lujo La Casa Pérez, con hermosas camisas que nunca estuvieron a mi alcance y otros.


 No recuerdo exactamente que tienda era, pero se hacía referencia a “Don Julio”, para reseñar que durante el mes de julio muchísimos productos se venderían por solo 90 centavos.

Si bajamos por San Rafael, nos vamos a encontrar un sin fin de tiendas, la de los Zapatos Florsheim,; a Giralt, tienda de electrodomésticos muy famosa; los concurridos cines Rex y Dúplex, tristemente en ruinas; el Cinecito; la joyería y relojería Cuervo y Sobrinos representante de Longines y que todavía existe en Miami; otra de electrodomésticos; la Cubana Radio Philco; la joyería Bared, representante de los relojes Omega y Cartier; los almacenes Cadavid; la tienda de adornos El Bazar Francés; Belinda Modas; la peletería Ingelmo, cuando los zapatos cubanos Ingelmo y Amadeo no tenían nada que envidiarle a los Florsheim o los Tom MccAnn; la tienda por departamentos Sánchez Mola; tiendas de discos como Puchito, Kubaney y Columbia; la reconocida óptica El Telescopio y la concurrida J. Vallés, que se ufanaba de ser la que más barato vendía y donde pude darme el lujo de tener un crédito, donde podía gastar y acumular una deuda de hasta 50 pesos (impresionante cifra para los años 50, cuando un pantalón McGregor costaba 5 o 6 pesos y una trusa Jantzen 3 pesos), abonando 5 pesos mensuales como amortización.  Por supuesto que era muy raro que comprara ropa en otro lugar que no fuera en J.Vallés.
                                                 Neptuno y Aguila, Roseland.

En la década de 1950, la calle Galiano era la arteria comercial más elegante de la ciudad, compitiendo con ella solamente la vecina calle de San Rafael, pero con el desastre habanero de las construcciones urbanas y un comercio deprimido, el movimiento de personas no tiene el encanto de cuando allí me llevaban cuando iban de compras. Ahora la gente va a ver qué consigue y por supuesto ya no existen las vidrieras engalanadas y alumbradas que daba gusto ver en cualquier época del año, pero con mayor razón en la medida en que se acercara el día de los Reyes Magos, donde esperanzadoramente le pedíamos a Melchor, Gaspar y Baltazar, nos trajera el juguete que habíamos visto en nuestros paseos por Galiano.

La calle San Rafael se convirtió años después de la revolución, en un paseo peatonal de cinco cuadras y ahora se le llama el Boulevard de San Rafael, y va desde Galiano hasta el Paseo del Prado. Pero si el cronista por excelencia de La Habana de los años 50, Guillermo Cabrera Infante resucitara diría que el que el conoció cuando su familia se mudó a La Habana, se había convertido en un verdadero infierno.


La popular calle Monte

La Calzada del Monte, que comienza en la Habana Vieja en la intersección donde termina Egido y comienza Monserrate, al frente a la Plaza de las Ursulinas y llega hasta la intersección con Infanta, en la llamada Esquina de Tejas, a partir de lo cual se convierte en Calzada del Cerro, que a su vez llega hasta la Calle 26 en Nuevo Vedado, y a partir de lo cual continúa llamándose Avenida 51 o Calzada de Puentes Grandes o Calzada Real de Marianao como era conocida antes, y después se convierte en la Carretera Central continuando viaje hacia Pinar del Río.

Es sin duda una de las calles con más historia en la capital, y atraviesa varios barrios de la ciudad, todos poblados por clases populares o de bajos ingresos.  A pesar de que se bautizó con el nombre de Máximo Gómez en honor al Generalísimo, todos le siguen llamando Monte, porque era una ruta que inicialmente conducía al campo o al monte y por ella se iba al ingenio de Jesús del Monte. Monte es una de las arterias más populares y tradicionales de La Habana, sobre todo porque allí se encuentran muchísimas tiendas y sobre todo el Mercado Único.

Pero aparte de mis viajes para ir de tiendas con mi madre y mi hermano y mis visitas al Mercado Único con mi padre, cuando comencé a trabajar pasaba diariamente por ella. Tomaba la ruta 16 en la esquina de mi casa y me bajaba en Monte y Zulueta, justo en la puerta de la famosa tienda La Sortija, y de ahí tomaba por transferencia, la ruta 12 que me dejaba a dos cuadras del lugar donde trabajaba en Cuba y Chacón.
                                                     El Ten Cents de Monte.

Me maravillaba ver entre las 7 y 7 media de la mañana a los trabajadores baldeando y limpiando las vidrieras de todas las tiendas de la calle, trabajo que se complicaba pues prácticamente la totalidad de la calzada, a ambos lados, era una gran acera bajo techo, pero así y todo se respiraba limpieza hasta en la tienda más modesta.  Varias veces cambié mi recorrido y como tenía tiempo para ello, me quedaba en la parada de Cuatro Caminos e iba a pie hasta La Habana Vieja y así podía ver las tiendas de Monte y después pasaba por las de la calle Obispo, algo verdaderamente entretenido. Algunas veces me desviaba un poco para pasar por el Paseo del Prado, casi frente al Capitolio Nacional, donde estaba la concurrida tienda El Machetazo, el palacio de las gangas en Cuba y que por suerte se ha perpetuado en Panamá, constituida ahora en una cadena de tiendas bien popular en ese país. Sin olvidar las numerosas tiendas pequeñas que vendían souvenirs para el turismo y los muy baratos y excelentes “Alligator goods”, artículos de piel de cocodrilo para hombre y mujer.

Cuando aquello estudiaba Comercio por las noches en el Plantel Jovellanos del Centro Asturiano y tenía un compañero cuyo padre era dueño de una tienda contigua a La Sortija, llamada El Novator y la misma estaba en liquidación. Así que ante sus noticias, fui de los primeros en ir a comprar y obtener verdaderas gangas, y por la confianza, hasta obtener un crédito para pagar a plazos, entre cuyas adquisiciones recuerdo un buenísimo Jacket marca Saturno, que lo deseché muchísimos años después pero aquella prenda era irrompible y tapaba el entonces mayor frío que hacía en Cuba, aunque fuera en días contados, pero que era mucho más que los de ahora. No lo duden, el cambio climático no es ningún invento de los chinos como dice el ignorante presidente de turno de los Estados Unidos, es una realidad. Las personas andaban en cuello y corbata y traje en pleno verano, las mujeres con medias de nylon y yo trabajaba con camisa de mangas largas y corbata. Las guaguas y muchos centros comerciales no tenían aire acondicionado y no se sentía el calor como hoy en día.  Incluyo en ello a un cine al que iba asiduamente, el Valentino, situado en la esquina de Tejas y hoy desaparecido junto con la Valla de peleas de gallos contigua a él.  Todavía no se que gusto le encuentra la gente a ver dos animales peleándose hasta morir. Me parece una cosa grotesca, cruel y aberrante.
                   Ruinas es lo que queda de la más popular de las calles comerciales habaneras.

Era impresionante la zona de la calle Monte desde Zulueta hasta Cuatro Caminos, donde todo prácticamente eran negocios. En el resto de su recorrido había también negocios, pero menos,  Ya mencioné La Sortija y El Novator, pero estaban la peletería El Cadete; la impresionante tienda Isla de Cuba, el que fuera lujoso Hotel Isla de Cuba; Los Precios Fijos; La Isla; La Nueva Isla; El Gallo; la cuchillería La Sin Rival; las múltiples mueblerías, entre ellas La Casa Mimbre; La Defensa; la famosa Casa de los Tres Quilos   y por supuesto el Woolworths o Ten Cents de Monte.

Los portales de monte desde Cárdenas a Factoría, contaban con aceras anchas desde el inicio del Paseo del Prado hasta frente al Parque de la Fraternidad y eran famosos porque allí siempre había decenas de vendedores ambulantes y kioscos que ofrecían de todo, desde pollitos con las plumas de colores, jicoteas pequeñas, manzanas acarameladas hasta la profusión de miles de juguetes en las jornadas anteriores al Día de los Reyes Magos, alcanzando su máximo esplendor justamente en su víspera, o su gran movimiento en época de navidad o el día de los Enamorados o las Madres.

Pero desafortunadamente hay que decir que a lo largo de sus dieciocho cuadras, hoy en día es muy raro encontrarse una edificación en buen estado constructivo y apenas una décima parte de sus locales se mantienen como comercios .  Hoy en día pululan la miseria y la delincuencia en la que fue la arteria más popular para comprar en La Habana.

Y ya que estamos recordando asuntos relacionadas con compras, recuerdo algunas muy interesantes, como fue el hombre de la Casa Prado.
 San Rafael en la actualidad. A la izquierda Giralt y a la derecha J. Vallés (o las ruinas de lo que un día fueron)

El Hombre de la Casa Prado y la pregunta de los 64 mil pesos.

La Casa Prado era una sastrería de la calle Belascoaín, que se hizo famosa por su concurso semanal. Se hizo habitual escuchar su programa radial los domingos en la mañana con su anuncio en Radio Progreso de localizar al "hombre de la Casa Prado". El que lo identificara recibía de premio una guayabera hecha a la medida.

Por supuesto que mucha gente perseguía al Hombre de la Casa Prado. Un tío mío llamado Enrique, y que acostumbraba almorzar los domingos en mi casa, estaba obsesionado con  sorprender al citado Hombre, pero a pesar de que en varias ocasiones, cuando la localización del mismo no era muy lejana, salió a encontrarlo pero nunca lo logró.  Probablemente fuera más fácil ganar la pregunta de los 64 mil pesos, del programa televisivo que encontrar al hombre de la Casa Prado.

Cuando a alguien le preguntaban algo complicado o que no quisiera contestar, la respuesta más socorrida en Cuba en los años 50 era: "me hiciste la pregunta de los 64 mil pesos".

“El Gran Premio de los 64,000” era un programa televisivo creado por el genio de la televisión cubana nacido en Santander y conocido como "El hombre del Choripán", Gaspar Pumarejo, que supo,  además de poner en funcionamiento la primera televisora en Cuba en 1950 y el primer canal a color en 1958, y crear la quizás única en su tipo emisora Radio Reloj, supo concebir éxitos televisivos tales como Hogar Club, Reina por un Día y la Pregunta de los 64 mil pesos.

Pero era tan difícil que  la frase: ¿Dónde está el Hombre de la Casa Prado? que ha quedado en el refranero popular cubano como el alcanzar un imposible, algo así como : !cógelo que no tiene espinas!. Y junto a ella se encuentra también la irrealizable respuesta a la pregunta de los 64 mil pesos.

                                 Lo que queda del Minimax de 42 y 19 en Playa.
Minimax

Y ya que abordamos el tema de las tiendas, vamos a recordar al Minimax.

Todavía hoy en día, casi 60 años después que desapareciera esta cadena de supermercados, los que vivimos en Fontanar le seguimos diciendo a cualquier comercio de este tipo, en cualquier parte del mundo, Minimax.

Y es que el Minimax fue el pionero de los supermercados en Cuba, junto con Ekloh. Existían sucursales de Minimax en el Reparto Fontanar, en Kasalta en 5ta Avenida y 2 en Miramar, en el Edificio FOCSA, en Altahabana, en el Reparto Casino Deportivo, en San Miguel del Padrón, y en el Reparto Sierra Maestra en Boyeros.

A su vez Ekloh contaba con unidades en 41 y 42 en Miramar y en 17 y K en el Vedado.

Siempre se hablaba de que Ekloh era una cadena alemana, pero realmente el empresario panameño de origen judío, David Brandon, era presidente y propietario de la cadena de Supermercados Ekloh, S.A.  Y lo sorprendente es que Brandon también era dueño de Minimax Supermercados S.A. la principal cadena de ventas al detalle, con un almacén y 11 tiendas de supermercados.


Mucho antes de casarme ya existía y era famoso el reparto Fontanar, donde a su entrada se ubicaba un alto pino de los llamados "siete pisos", que en Navidad se adornaba con luces de colores, siendo visible desde gran distancia y que era visitado por mucha gente que daban el viaje hasta Fontanar exclusivamente para observarlo. Y a su lado estaba el flamante Minimax

 MiniMax (MINImos precios MAXima calidad)  era en esos tiempos, similar a los groceries norteamericanos, tipo de comercio que extrañamente no existían en el país, al menos en esa escala, cuando era usual que todas las experiencias y negocios norteamericanos también se extrapolaran a Cuba y hasta probaran su eficacia en la Isla antes de ser masificados. Así que Ekloh y Minimax fueron los pioneros en este campo.


Puede que vaya a Walmart, Publix, Sedano, Liverpool, Soriana, HEB, cualquier tienda por departamentos o supermercados en México o Estados Unidos, en ellos siempre voy a ver un Minimax, de los primeros que conocí, no los restos de lo que un día fue y al que solo le queda el nombre con el que se hizo famoso. No importa que les de risa que los llamemos así, para nosotros Minimax es sinónimo de que hay de todo y a buenos precios, no importa donde sea.


Lo que queda del Minimax de Fontanar.  Sin falso techo, sin aire acondicionado, con las ventanas rotas, sin estantería, con goteras, un verdadero desastre constructivo. Menos mal que los cimientos fueron bien hechos.










2 comentarios:

Unknown dijo...

Deseo felicitarlo calurosamente por este tan detallado artículo de las tiendas de La Habana.
Me ha traído infinidad de gratos recuerdos el leer sobre tantos y tantos lugares de La Habana y mentalmente seguir su descriptivo recorrido. (¡Recordar es volver a vivir!) Específicamente, el leer tantos nombres conocidos de Monte, San Rafael y Galiano.
Yo nací en la calle Antón Recio, a media cuadra de Monte, y de niño viví en Corrales entre Suárez y Factoría y de joven en Someruelos entre Apodaca y Gloria.


Rolando Figueroa

Unknown dijo...

Saludos y felicitaciones por tan extraordinario recuento. Existió en los años 1950 en La Habana un negocio llamado Colavito? Gracias.