Grandes fotógrafos cubanos
¿A quien no le gusta la fotografía?, probablemente todos hemos sidos adictos a tener recuerdos que perduraran para siempre a través de fotos, en ocasiones tales como cuando nos casamos, nacen nuestros hijos, fiestas o celebraciones familiares, vacaciones, graduaciones o cualquier evento que vale la pena evocar.
Seguramente recordamos las viejas cámaras Kodak de cajón, y más tarde las Leica o las Nikon, las más caras y de más prestaciones y al alcance de pocos, las populares cámaras rusas Kiev o la fenomenal Zenit, la primera reflex que conocimos, en el tradicional formato 24 x 36 milímetros, y diseños populares de tipo compacto en las conocidas Smena, Lomo o la muy admirada Lubitel.
A la más profesional de todas, la Zenit, especialmente el modelo 122, se le conocía como el “tanque ruso” por ser dura y como todas las cosas soviética, casi irrompible, de mucha duración.
Y que esto existiera no era casual, en la Unión Soviética, desde sus inicios, la fotografía se constituyó en el medio por excelencia para la propaganda y con el que mostraban el heroísmo del pueblo soviético, el modo de vida y los esfuerzos para desarrollar al país. Junto su pariente cercano, el cine, tomó un vuelo impresionante en servicio del régimen, el que llegó a su cima con la Gran Guerra Patria.
Tras el triunfo aliado sobre el nazismo, la industria de cámaras fotográficas, se vio alimentada con nuevos elementos de avanzada, sobre todo en el campo de la óptica, donde la Carl Zeiss era líder mundial. Esta empresa reconocida mundialmente, tenía sus fábricas esparcidas por diferentes lugares de Alemania, por lo que al terminar la guerra, los soviéticos toman posesión de una de sus principales industrias, la de Dresden y desmontaron la totalidad de la maquinaria como una especie de botín de guerra. Con esta tecnología sus ingenieros comenzaron a producir nuevamente la famosa Contax, ahora bajo el nombre soviético de Kiev y en la Alemania Oriental recuperaron la empresa y crearon la VEB Zeiss Ikon Dresden, con la que se creó un conflicto con sus similares de la Alemania Federal.
Esta inyección de tecnología de punta permitió que se desarrollara la producción de camáras fotográficas y la URSS aplicaran su reconocida calidad en los campos del espionaje, la investigación espacial y en tareas militares, y llegaran, a diferencia de otros estratos olvidados para otras producciones, extensamente al consumo social.
Recuerdo que reporteros gráficos que conocí en diferentes periódicos y revistas, que eran unos privilegiados en el sentido de que contaban con cámaras Nikon, Pentax o Canon o hasta una exclusiva Leica, afirmaban que las Zenit eran unas cámaras toscas y atrasadas, pero sin embargo otros reconocidos fotógrafos afirmaban que la Zenit contaba con una óptica tan buena como la mejor y que aunque no era la más avanzada, permitía a cualquier persona con un mínimo entrenamiento, sacar fotos de primera calidad, y que además costaba diez veces menos que los famosos equipos japoneses o alemanes, en esos momentos en una ofensiva para dominar con su tecnología de última generación, los campos de la fotografía, la electrónica y el sector automotriz, en la que tuvieron un éxito tal que ha llegado hasta nuestros días.
Pero también otros fotógrafos, de los mejores, explicaron y aseguraron que la foto no la saca la cámara sino el que la maneja, que una buena cámara ayuda, pero lo más importante es el que está detrás de ella y es capaz de captar el momento.
Las cámaras soviéticas eran, sin duda excelentes, pero no se podía decir lo mismo de sus insumos. Era como tener un poderoso Mercedes Benz y echarle gasolina de bajo octanaje y eso ocurría con las cintas Orwo. Orwo era el monopolio productivo de la extinta República Democrática Alemana para fabricar cintas para fotografía y cine, papel fotográfico, casetes de audio y cintas para grabación de sonido para todo el campo socialista. Quizás mi experiencia personal no es muy válida, porque todos los organismos estatales, que eran la totalidad de los existentes en Cuba, empleaban de forma exclusiva esta marca y los archivos sonoros del cine y la radio y la televisión estaban conformados básicamente con Orwo. Pero mi valoración es diferente.
Sin duda, de mi extensa colección de casetes de audio, esos entrañables estuches plásticos con cinta magnética donde grabamos nuestra música preferida, que a veces hacíamos avanzar con un lápiz para cuidar los motores de la grabadora y que al recordarlos nos dá nostalgia porque eran más resistentes a los elementos y a los golpes que los soportes actuales, en mi criterio los de las marcas TDK (en mi opinión los mejores), Sony, Maxell, Philips, Ampex, BASF, eran los que todos queríamos tener aunque costaran mucho más caros que los Orwo, que se enredaban muy a menudo.
Pero respecto a las cintas cinematográficas, tanto negativos para imprimir como transparencias o diapositivas, estábamos obligados a emplear las películas Orwo. En Cuba muy pocos tenían cámaras de cine, pero fotográficas eran muy abundantes. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que las diapositivas Orwocolor, se llenaban de hongos y el papel impreso, se volvía amarillento y nebuloso, ambas perdían la brillantez del color porque aparentemente no resistían la humedad de nuestro país y era entonces que extrañábamos con más fuerza al Kodachrome, al Agfacolor o al Fujichrome. Pero sin embargo si hoy en día tengo las fotos de mis hijos desde que nacieron hasta que llegó la fotografía digital, es gracias a la Orwo, estarán manchadas o amarillentas, pero al menos cuento con esos recuerdos.
No había otra opción sino ir con nuestros rollos a El Arte en Galiano y Zanja o a Cubacolor cerca del Mónaco para revelarlos o imprimirlos. Pero al menos podíamos tirar algunas instantáneas y perpetuar momentos que no queríamos olvidar.
Y hay otra cosa que ayuda a la fotografía en Cuba, que aparentemente la hace más fácil: la luz.
La intensidad de los colores y la luz de la Isla, cautivaron no sólo a fotógrafos, sino también a pintores. La Gitana Tropical de Víctor Manuel, los Guajiros de Carlos Enríquez, las Floras de Portocarrero o los Gallos de Mariano Rodríguez dan fe de su influencia en la pintura, con cuadros en los que la música casi aflora entre la luminosidad y donde destaca por encima de todo, los colores de Cuba. Y en la fotografía ni se diga.
Ya hoy en día Cuba, y en particular La Habana ofrece otros encantos no pensados antes para el fotógrafo. Los carros americanos viejos, los “almendrones” que subsisten, remendados o falsificados pero con la apariencia de cuando siete u ocho décadas atrás comenzaron a rodar, los edificios derrumbados y las ruinas de lo que fue la capital más linda de América Latina y la regresión al pasado que supone el visitar a Cuba, son un atractivo para los fotógrafos, aficionados o profesionales.
La realidad de hace 60 años puede compararse con la de hoy a través de las fotos y reafirma lo que define el refrán chino de que una imagen vale más que mil palabras, así que la gráfica es más impactante que lo que podamos decir o escribir. Podemos ver lo que estuvo y ya no es visible, la realidad de entonces y la actual y llegar a conclusiones sobre lo que ha representado la revolución socialista para nuestro país, al margen de concepciones políticas.
Por supuesto que los periódicos y revistas siempre tuvieron muy claro el papel de la imagen, pero en la historia de nuestros medios hubo un momento del cual no me canso de hablar, Lunes de Revolución, el magazín dirigido por Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante, que aprovechó como nunca antes el trabajo de los fotógrafos, lo que fue parte fundamental de su éxito inigualable hasta el momento. Se nutrió de los mejores, entre ellos Alberto Korda, Raúl Corrales, Osvaldo Salas, José Agraz, Jesse Fernández, Mario García Joya, Tirso Martínez, Liborio Noval, Rogelio Arias, Marino Bueno, Ernesto Fernández, Generoso Funcasta y Enrique Yánez, por mencionar algunos.
En Lunes de Revolución, los fotógrafos exaltaron, con impresionantes fotorreportajes los sucesos políticos, deportivos, de la farándula y la vida del país en todas sus situaciones y ambientes. Y ello fue pieza fundamental de la publicación más importante de toda la vida e historia cultural cubana
La historia de nuestro país, sus personajes, hechos y sucesos, fueron atrapados y congelados gracias a estos grandes fotógrafos, por lo que vamos a referirnos brevemente a algunos de ellos, sin desdorar a los que por lógica no están mencionados.
Hoy en día cualquiera tira fotos, con cámaras de todo tipo o con celulares. La fotografía digital ha revolucionado el mundo, pero las fotos excepcionales, esa las sigue tomando un ojo que solo lo tienen los grandes fotógrafos.
Jesse Fernández (1925-1986)
Entre los propios fotógrafos está reconocido como un hombre muy culto y el mejor fotógrafo de toda la historia en Cuba.
Sin duda hay otros más conocidos internacionalmente por coyunturas sumadas a su talento, pero esos mismos no dudan en señalarlo como la máxima expresión en la especialidad.
Jesse Antonio Fernández habanero, estudió pintura en la Academia San Alejandro donde compartió con destacados artistas plásticos y escritores de su época, como Lezama, Franqui, Cabrera Infante y los pintores Gina Pellón, Agustín Cárdenas, Agustín Fernández y Roberto Estopiñán.
Después estudiaría ingeniería en la universidad de Pennsylvania, los que abandonó por la pintura, yendo a Nueva York a estudiar de dibujo y pintura en la Art Student’s League con importantes pintores y donde conoce a Wifredo Lam y le sirve de traductor. Jesse participa en la vida bohemia del Village, donde vivía, y compartía con los pintores abstractos expresionistas que tenían talleres en la calle 10 y se hace un amante del jazz.
A principios de los años 50 se radicó en Colombia donde se dedicó seriamente a la fotografía a la que llegó alentado por los fotógrafos que más admiraba: Henri Cartier-Bresson y Walker Evans, sobre todo Cartier Bresson un magnífico dibujante igual que Jesse, y su acercamiento a Evans era por ser un admirador de la literatura francesa.
Regresa a Nueva York a finales de los años 50 y sus fotos comienzan a aparecer publicadas en las principales revistas como Life, Time, Paris Match y Bohemia. En 1958 es designado director artístico en la revista Visión, propiciando sus viajes por América Latina, donde realiza numerosos y exitosos fotorreportajes.
Al triunfo revolucionario en 1959 Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante lo invitan a ser parte del equipo de fotógrafos del periódico Revolución y su suplemento literario Lunes, pero a finales de ese año se desvincula del proceso y regresa a Nueva York, donde regresa al dibujo y la pintura además de la fotografía, clases de lo cual imparte en la School of Visual Arts, vive de nuevo en el Village y en intensa vida cultural. Comparte su hogar entre New York, Puerto Rico, Toledo y Madrid, radicándose definitivamente en París, donde permanece hasta su muerte en 1986, sin dejar sus peregrinajes con la cámara a cuestas.
Publicó tres libros de fotos que se consideran excelsos: Cajas (1976), Les Momies de Palerme (1980) y Retratos (1984), y tras su muerte se han publicado varios sobre su vida y su obra. Decía Jesse que sus libros solo fueron el resultado de acumulaciones de sus fotos que con el tiempo surgió la idea de reunirlos y divulgarlos con el principio de plasmar con la mayor autenticidad la imagen íntima del ser humano en su ambiente habitual, sin falsificar su personalidad ni alterar el entorno donde se mueve, por lo que rechazó toda técnica pictórica, pese a dominarla perfectamente, para aplicarla a la fotografía.
Su gran amigo Guillermo Cabrera Infante lo definió de esta manera:
"El ojo incansable que lo ve todo, la máquina que atrapa cada instante para inmovilizarlo, un hombre apocado y audaz, un individuo vulnerable que detrás de la cámara se convertía en un héroe que no conocía el miedo, un americano de atuendo que conocía donde estaba lo cubano, un dandy popular que nos influyó a todos con su vestuario novedoso: camisas azules de obrero, pantalones de caqui, zapatos de cuero virado y un cigarrillo Player entre los labios. Había otro aspecto inquietante de Jesse: era capaz de llevar al viaje que hicimos por todo el territorio cubano tomando fotos para un número de Lunes titulado "A Cuba Con Amor", un inusitado volumen de las poesías completas de Rimbaud —que leía cada noche de viaje al fin de la Isla. Jesse era un hombre culto oculto". (El País, 23 de marzo, 1986).
Sus restos descansan en el cementerio de Père-Lachaise, en Paris. Entre su fecha de nacimiento y su muerte hay una rica vida marcada por su vocación por la fotografía y su constante peregrinaje por el mundo.
Constantino Arias (1920- 1991)
Su trabajo se ha valorizado como la obra gráfica más completa de la historia cubana de los últimos veinte años de la etapa republicana y de obligatoria consulta para la historia de la fotografía cubana.
Parte de esa calificación se debe a que fue el fotógrafo profesional del Hotel Nacional de Cuba desde 1941 a 1959, por lo que capturó fotos que reflejan aspectos tan disímiles como los vicios de La Habana pre revolucionaria, tales como el juego y la prostitución, la influencia en el país de la mafia italoamericana y la política, pero algunas nunca fueron publicadas por la censura del gobierno de Batista. La sociedad habanera de los años 40 y 50 se vieron retratadas en sus magníficas fotos.
Pero también fueron extraordinarias sus fotos de gente de pueblo en lugares como el Rumba Palace, la pobreza extrema y la corrupción e inestabilidad política de esas décadas con su acostumbrado movimiento incesante por cualquier parte fotografiando cualquier cosa que pudiera ser de interés para las revistas que abundaban entonces, aunque algunas nunca le pagaban.
Cubrió las luchas estudiantiles universitarias, las protestas obreras, los barrios marginales, la vanidad de la burguesía habanera y el ambiente bohemio de los clubes y cabarets que pululaban en la capital.
En sus más de cuarenta años de fotógrafo autodidacta, trabajó para periódicos, revistas y sobre todo para Bohemia. Nunca supo que estaba haciendo historia gráfica con sus imágenes realistas sin retoques con un uso del flash que los demás colegas envidiaban.
Su obra fue expuesta en Cuba, México, Estados Unidos, Japón y Francia y colecciones de su trabajo se encuentran en: Museo de Brooklyn, New York; Center of Cubans Studies, New York y el Museo de Bellas Artes en La Habana y publicadas en varias revistas de Italia, Estados Unidos y México.
Se graduó en la escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana en 1961 y trabajó a partir de entonces en la revista Bohemia.
La esposa de otro gran fotógrafo, Mayito, comenzó a coleccionar las fotos de Arias en su carácter de historiadora y crítica y halló en sus obras la más completa imagen de la sociedad cubana de mediados de siglo en un voluminoso archivo de aproximadamente diez mil negativos. Constantino no tenía interés en imprimir toda su obra, pero Mayito comenzó a procesar sus negativos porque consideraba que había que ver su increíble obra.
Algunas de sus obras hoy son altamente valoradas en el mercado internacional, tal como la foto de Richard Nixon durante su visita a Cuba en 1955 en un campo de caña, Chano Pozo en 1947, el retrato de una bailarina en 1958, la fabulosa foto de una ama de casa 1952 y otras.
La obra de Constantino es historia pura.
Mario García Joya, Mayito.
Ahora es más conocido como director de fotografía cinematográfica, pero sus orígenes fueron la pintura y la fotografía.
Sin duda es uno de los fotógrafos más influyentes e internacionalmente más reconocidos que ha dado Cuba y también estudió pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Alejandro.
En sus inicios trabajó en agencias publicitarias como la OTPLA, donde le empezó a interesar la fotografía, y ahí mismo dejó la pintura. y se dedicó a hacer foto-reportajes para la prensa. Mayito confiesa que en la pintura tenía un problema, si comenzaba un cuadro y no lo terminaba ese día, se quedaba a medias y no lo terminaba nunca, pero con la fotografía capturaba las imágenes, las revelaba e imprimía y podía rápidamente ver plasmado lo que había querido expresar, pero sin duda, al igual que con Jesse, su formación como artista plástico le permitía manejar el lenguaje con mayor precisión y arte.
Cabrera Infante lo incorporó a Lunes de Revolución y allí se desarrolló profesionalmente, pero en los años sesenta pasó a trabajar al cine, primero como camarógrafo y después como director de fotografía, donde ha acumulado más de noventa largometrajes, entre ellos La última cena, Los sobrevivientes, Hasta cierto punto y Fresa y chocolate.
Sus fotos se han publicado en revistas especializadas de cien países, así como en portadas de libros, folletos y discos y se han expuesto en sitios como el Centro Georges Pompidou, de París, The New Museum of Contemporary Art y la Ledel Gallery, de Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el Palacio de Bellas Artes y el Museo de Arte Moderno, de México, el Centro Cultural de São Paulo y The Australian Centre for Photography.
Acumula una considerable cantidad de premios en Cuba y el extranjero como fotógrafo y como cineasta y en el año 2002 recibió la prestigiosa beca Guggenheim.
Fue el director de fotografía del fallecido cineasta Tomás Gutiérrez Alea (Titón) desde finales de los 60 hasta 1994. Titón refiriéndose a su labor diría “…el trabajo con Mayito comienza desde la fase en que se está desarrollando el guión y sus aportes son a veces decisivos. Él no es simplemente un fotógrafo sino un coautor de la película”.
Por ello Mayito es una leyenda en la fotografía cubana.
Pepe Agraz (1909-1982)
Pero aunque era un fotógrafo especializado en deportes, donde fue pionero en fotos de acción deportiva, en particular en el boxeo, también tuvo trabajos destacados como le entrada de Fidel Castro en La Habana y la explosión del vapor La Coubre.
De fotógrafo callejero, llegó a ser considerado un experimentado fotorreportero de eventos sociales y posteriormente en la prensa, en particular en el deporte, registrando torneos de boxeo y series de béisbol durante medio siglo desde la década de los años treinta hasta los ochenta.
Sus impresionantes fotos, únicas han hecho que sea considerado un innovador en la fotografía periodística en Cuba. Para poder captar el instante decisivo en los eventos deportivos y eventos que debía cubrir como fotógrafo, Agraz dotó a su cámara con un mecanismo de su invención que él bautizó como “el ojo mágico”, que le permitía obtener no sólo un fotograma sino una secuencia de varias instantáneas, y posteriormente en el laboratorio seleccionaba la más adecuada y esa era la que entregaba a la publicación.
Su labor en la prensa fue muy extensa en el Diario de la Marina, Información, Bohemia, El País, Avance, Carteles, Revolución, el Instituto Nacional de Deporte y Granma. Fundó y dirigió la revista Fotos.
Fue pionero en el obtener fotos de momentos de acción de las peleas de boxeo sin otra luz que las existentes en el cuadrilátero, pero no las fotos convencionales de los boxeadores posando dentro del ring sino escenas de la pelea con la luz del ring utilizando una cámara más pequeña, objetivos más luminosos y aumentado la sensibilidad de la película.
También fue pionero cuando cubrió la pelea entre Kid Gavilán con Ray Sugar Robinson en Filadelfia, donde tomó las fotos y regresó a La Habana tras cumplir una planificada y estricta coordinación de itinerarios y horarios que hizo posible que el periódico Avance publicara esas fotos al día siguiente, lo que aparte de tratarse de una exclusiva, puso en jaque a las agencias de prensa, haciendo que los diarios cubanos exigieran la instalación del servicio de radiofotos, lo que no ocurrió hasta varios años más tarde.
Pero ahí no paran sus aventuras, la celebración del Gran Premio Cuba de Automovilismo, en el Malecón habanero en 1958, momento en que el 26 de Julio secuestró al campeón Juan Manuel Fangio para llamar la atención internacional, un fatal accidente segó la vida de 6 espectadores cuando el coche número 54 del cubano Alberto G. Cifuentes patinó arremetiendo contra el público. Agraz captó impresionantes fotos del accidente, sobre las que todavía se comenta.
Otras fotos impresionantes son la de dos boxeadores que gateaban aturdidos sobre la lona, pues se había noqueado mutuamente y el referee daba conteo de protección a ambos, o las instantáneas de la pelea del cubano Joe Legón y el americano Hankin Barrows, dominada por el norteamericano, pero en el último round se ve como el cubano sale sin su zapatilla derecha porque la molestaba y ahí mismo noqueó a Barrows.
El valor de las fotos de Agraz radica en haber podido captar el momento mágico en el que se desarrolla una acción. Eso han podido hacerlo pocos, aunque tiren millones de fotos
Osvaldo Salas (1914-1992)
Una gran definición nos dio Oswaldo Salas, uno de los grandes fotógrafos cubanos del siglo XX, y es que la cámara no es lo definitorio. No negaba la tecnología y la conocía muy bien y estaba al día en las innovaciones en esa materia, pero sostuvo que una buena fotografía se lograba a base de un cinco por ciento de técnica y un noventa y cinco por ciento de imaginación. Y eso es un postulado que no va a variar.
Al igual que otros grandes, en su adolescencia matriculó en la Academia de San Alejandro, pues quería ser pintor, pero tuvo que dejarlo pues tenía que trabajar.
Fue mensajero, soldador y electricista en un taller de equipos de comunicaciones, y allí casualmente había aficionados a la fotografía, los que le enseñaron una cámara y allí encontró no solo un objetivo, sino también una manera de acercarse a su ambición de ser pintor.
Decidió hacerse fotógrafo, se fue a Nueva York y se inscribió en 1947 en el Inwood Camera Club, abrió en 1950 un estudio en la calle 50, de Manhattan, cerca del Madison Square Garden y tras hacerse de un nombre renunció a las solicitudes de servicios habituales para registrar celebraciones familiares, y decidió dedicarse a captar lo que sucedía en ese centro de eventos deportivos y musicales y congelar para la posteridad los espectáculos, las personalidades que asistían al sitio y los lugares cercanos. Su obra en este sentido hizo que se le abrieran las puertas de periódicos y revistas, entre ellos La Prensa, de Nueva York; Clarín, de Argentina; y Alerta y Bohemia, de Cuba.
En esa época creó obras fotográficas que han pasado a la posteridad como son el de Salvador Dalí con sus bigotes únicos; Sarita Montiel con sus peinetas; Joe Di Maggio, el Yankee Clipper en sus momentos de mayor gloria deportiva y a Rocky Marciano sangrando pero contento por su victoria sobre Ezzard Charles en el Madison; y sus fotos famosos de Orestes Miñoso con dos bates y la de Luis Alomá, Willie Miranda y Héctor Rodríguez cuando jugaban con los Medias Blancas de Chicago.
Después de la revolución regresa a Cuba y hace una icónica foto del Che Guevara con un tabaco en la boca y otros de los dirigentes revolucionarios y finalmente se conceptúa como uno de los fotógrafos pertenecientes al selecto grupo de los creadores de la llamada “fotografía épica cubana”.
Korda (1928-2001)
A Korda el destino le tenía reservado un puesto destacado dentro de la fotografía mundial gracias a la fotografía icónica del Che Guevara con su boina que ha recorrido el mundo y que se ha convertido en un símbolo de los revoltosos y sobre todo de los ignorantes.
Alberto Díaz Gutiérrez, conocido por su nombre artístico de Alberto Korda es reconocido como uno de los maestros de la fotografía cubana de la Revolución y su fotografía más famosa es, sin duda, el retrato del Che tomado el 5 de marzo de 1960 y titulado El Guerrillero Heroico, es probablemente la imagen más reproducida en la historia de la fotografía. Es esa imagen que vemos en pullovers, camisetas, gorras, banderas y hasta en tatuajes en figuras tan detestables y problemáticas como Maradona y Mike Tyson, que lo tienen con un ídolo.
Pero aparte de ello, Korda es considerado el más versátil de los fotógrafos cubanos de su generación. Figura principal de la fotografía de modas en la década del 50, le asignaba a sus obras una verdadera categoría artística.
Sin duda fue uno de los grandes cronistas gráficos de la revolución cubana, cuando una décadas después del triunfo revolucionario nacionalizan sus estudios, fundó el Departamento de Fotografía Científica Submarina del Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencias de Cuba, donde desarrolló un trabajo no igualado hasta hoy. Elabora el Atlas de los corales cubanos y realiza fotos únicas de la belleza de los fondos marinos de la Isla, siendo el pionero en Cuba en fotografía submarina.
Korda, original del barrio del Cerro, estudió comercio en la Havana Business Academy, trabajó como vendedor de jabones, máquinas de escribir, material de oficina y visitador médico y de casualidad comenzó a hacer fotos de forma autodidacta para una compañía de seguros, cuya obra le valió un premio que le permitió fundar en 1956 los estudios fotográficos Korda junto con sus amigos Luis Peirce Byers (Luis Korda) y Newton Estapé. En su oficina del edificio La Metropolitana en la calle O’Reilly en La Habana vieja desarrolló exitosamente su trabajo, lo que le permitió mudarse al Vedado, frente al Hotel Capri.
Ya reconocido como un maestro, se empeñó en captar la belleza de las cubanas, entre las que destacó las de su esposa, la modelo Norka. La cual luego de divorciarse de su esposo, el famoso fotógrafo, se marchó a París en el 1962 convirtiéndose en la estrella de las pasarelas y favorita de la casa de Christian Dior.
Desde 1959 trabajó como fotógrafo del Periódico Revolución y como fotógrafo personal de Fidel Castro 1969, al que acompañó a numerosos viajes internacionales. Fue en 1960 cuando cambió su vida al realizar la famosa fotografía del Che Guevara, según los más prestigiosos críticos, uno de los diez mejores retratos fotográficos de todos los tiempos y que además es la obra más reproducida en la historia de la fotografía mundial. Fueron famosos una serie de reportajes del recorrido de Fidel Castro por toda la isla.
Desde 1980 se dedicó a la foto de modas, dirigió la fotografía de la Revista Opina y trabajó para las firmas comerciales EGREM, CUBAEXPORT, CONTEX y CUBAMODA.
Sus fotografías han sido publicadas en los periódicos Revolución, El Mundo, Hoy, Granma y las revistas Bohemia, Inra, Carteles, Revolución y Cultura, CASA. Y su fotografía “Guerrillero Heroico” del Che Guevara, ha sido objeto del documental “Una foto recorre el mundo”, del director Pedro Chaskel. No en balde entre las fotos más conocidas de la historia de la fotografía se encuentra el retrato del Che en el número 12.
Durante su carrera fue partícipe de numerosos proyectos y su obra se encuentra en colecciones de Cuba, Italia, Francia, Estados Unidos y México y ha sido presentada en muchos países de América, Europa y Asia. Sobre su obra se han publicado diez libros y catálogos y tres documentales sobre su vida.
Cuando se decía Korda, la gente sabía que detrás había una foto fuera de liga.
Armand (1905-1992)
Los dos fotógrafos más famosos y solicitados de La Habana en los años cuarenta y cincuenta fueron Armand conocido como “el fotógrafo de las estrellas” y su discípulo, Narcy (1908-1968).
Claro que nos referimos a las estrellas de radio, teatro y televisión, que querían imitar el estilo de Hollywood, por lo que las grandes divas de la época como Rita Montaner, Rosita Fornés, Celia Cruz, Olga Guillot o Josephine Baker se hacía retratar en escenas que recreaban la sofisticación y glamour de la meca del cine.
Armand, cuyo nombre era Armando Hernández López, matancero que se crió en Santa Clara y Cienfuegos y después fue a vivir a La Habana aprovechando el momento de oro de los declamadores y como tal trabajó en el Círculo de Amigos de la Cultura, de donde pasó a trabajar junto con su hermano Angelo, propietario de un estudio de fotografía en la calle Reina en La Habana.
Rápidamente tuvo un gran éxito y en 1943 creó su propio estudio en Centro Habana el que se mudó más tarde hacia el Vedado. A partir de su exitoso trabajo como retratista, fue bautizado como “El fotógrafo de las estrellas” y se consideraba que un artista no se podía considerar como consagrado hasta que Armand no lo fotografiara, porque era el que mejor podía hacer resaltar sus rasgos, belleza y encantos con su arte en el celuloide..
En 1961, emigró de Cuba hacia Miami, donde inauguró un estudio para después pasar a residir a Puerto Rico, donde vivió quince años regresando definitivamente a la Florida donde murió.
Todos los artistas querían que los retratara Armand y así tenían asegurada su fama porque sin duda saldrían en la revista Bohemia, la más leída.
Raul Corrales (1925-2006)
Natural de Ciego de Ávila, era portero de un restaurante, hasta que decidió ganarse la vida como fotógrafo, oficio en que se desempeñó en muchas publicaciones cubanas. Publicó en los diarios Hoy, Revolución y las revistas Bohemia y Carteles, en el Instituto Nacional de Reforma Agraria.
El triunfo de la revolución en 1959 tuvo gran impacto en Corrales, lo que lo llevó a desarrollar trabajos como la imagen de los guerrilleros barbudos cabalgando en una llanura, con sus banderas al viento; vistas de una formación de milicianos, captada desde las alturas, y otras que son referencia gráfica imprescindible de la Cuba de esos primeros años revolucionarios.
Su imagen de la Plaza de la Revolución vista desde detrás de la tribuna con Fidel Castro arengando al pueblo en la Primera declaración de La Habana se constituyó en el reverso de los billetes de diez pesos cubanos y esa y otra de sus obras han sido utilizadas en carteles propagandísticos y tarjetas postales.
Su obra ha sido tan representativa de la etapa de la Cuba revolucionaria que se ha expuesto en Cuba, Brasil, Francia, Estados Unidos, Italia y otros países. Ha obtenido diversos premios de fotografía contemporánea en varios países, salones de artes plásticas y fundaciones fotográficas y ha recibido numerosos premios y distinciones y hasta el Premio Nacional de Artes Plásticas y la Orden Félix Varela. Sus obras forman parte de la Fototeca de Cuba, la Casa de las Américas
Sus obras forman parte de las colecciones de la La Fototeca de Cuba, La Habana, La Casa de las Américas, del Centro Studi e Archivio della Comunicazione, Universidad de Parma, Italia. Del Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, Cuba.
Sin duda un gran cronista de la historia de este último medio siglo
Jorge Oller (1929-)
Oller nació en Barcelona, pero emigró a Cuba con su familia en 1936 durante la Guerra Civil en España. Estudió dibujo comercial y cinematografía en el Instituto de Artes y Ciencias Cinematográficas, así como fotoperiodismo en la Agencia de Noticias Zentralbild en Berlín, República Democrática Alemana. Antes se había graduado en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling en La Habana en 1952.
De 1950 a 1960 fue fotógrafo y reportero gráfico en el periódico Información y trabajó para las revistas Carteles, Bohemia y Talía, especializada en temas literarios. A partir de 1961 trabaja en el periódico Combate, el diario Hoy, donde fue jefe de fotografía y en la Agencia de Noticias Prensa Latina.
Fundador del periódico Granma, trabajó en éste hasta su jubilación en 1992. A partir de 1993 organiza el Archivo Fotográfico del Museo de la Ciudad de La Habana y el de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña.
Jorge Oller Oller. Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador del Periódico Granma. Miembro del Consejo de Dirección y redactor de la Revista “Fototécnica”. Ha escrito diversos artículos, folletos y catálogos sobre la historia de la fotografía cubana, y está considerado como un erudito en la materia. Ha publicado once libros ilustrados y recibido numerosos premios, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo y realizado exposiciones en varios países.
Ha viajado como corresponsal a decenas de países y considerado como un maestro del lente. Pero sobre todas las cosas, porque lo conocí personalmente, una persona sencilla y decente.
Liborio Noval (1934-2012)
De investigador de mercado en la publicitaria Siboney en 1952, pasó a ser fotógrafo de esa compañía hasta 1960, cuando pasó al periódico Revolución, después Granma donde laboró durante cuatro décadas hasta su muerte. Liborio se inició en la fotografía un poco por casualidad y accidente al lado de otro grande, Raúl Corrales.
Liborio Noval Barbera, fotorreportero cubano ostenta el Premio Nacional de Periodismo José Martí e incontables reconocimientos en Cuba y en el extranjero por su trabajo acumulando treinta y dos premios nacionales e internacionales. Su obra se ha publicado en revistas de varios países y en libros especializados.
Comenzó como laboratorista en el periódico Revolución, pasando a fotógrafo en 1960. También en 1960 trabajó en la revista INRA.
Fue jurado en varios concursos de fotografía y participó en obras para la Bienal de La Habana en el año 2000 y en la subasta humanitaria para la Fundación Chappard en Venezuela, para recaudar fondos contra el Sida.
A lo largo de medio siglo las fotos de Liborio Noval estuvieron a diario en la prensa, y la televisión hizo célebre su trabajo. Esa constancia en la fotografía política y su fidelidad al periodismo hizo que se conociera menos al otro Liborio Noval, el que trataba de hacer arte aún en fotos hechas con premura.
Conservaba en la pared de su casa dos imágenes captadas y dedicadas por Alberto Korda, su amigo de siempre, y otras fotos, pocas, del propio Liborio, las que consideraba sus pequeñas medallas olímpicas.
Tirso Martínez (1915-1990)
Numerosas resultan las fotografías tomadas durante la gesta de Playa Girón, en particular una en la que aparece Fidel Castro bajando de un tanque T-34 fue seleccionada entre las mejores imágenes captadas por los corresponsales de guerra en aquella gesta. Y hay que tener en cuenta que siete corresponsales extranjeros también estuvieron en Playa Girón, entre ellos Jorge Ricardo Masetti, entonces al frente de la agencia Prensa Latina, fundada en La Habana en 1959, Timur Gaidar corresponsal de Pravda, Lothar Graff, fotógrafo alemán, Robert Taber y Leo Huberman, periodistas estadounidenses, Cedric Belfrage, periodista inglés, director de The National Guardian y Oldrich Strafelda, corresponsal de la agencia checoslovaca CTK, todos reconocidos fotógrafos.y sin embargo ninguno pudo lograr una obra tan vívida como la de Tirso. Ellos vivieron la guerra y capturaron imágenes impresionantes en los momentos de mayor peligro, escribieron entrevistas, divulgaron partes de guerra y relataron los hechos detalladamente, pero sin el impacto de la obra del fotógrafo cubano, que logró la obra gráfica
más completa y significativa que existe sobre los sucesos de Bahía de Cochinos, conocidos en Cuba como Playa Girón.
De forma similar a lo ocurrido con el retrato fotográfico más famoso y reproducido del mundo, el de Ernesto Guevara, captada por Korda en 1960, que fue “descubierto” siete años más tarde al ser publicada por los editores del Diario del Che en Bolivia en la portada del libro, la fotografía de Tirso en Girón, fue “descubierta” por los diseñadores de propaganda política cubana.
Tirso Martínez Sánchez, fotorreportero del periódico Avance, se había hecho famoso en 1955 cuando daba cobertura a la persecución por miembros del Servicio de Inteligencia Militar de una persona que fue asesinada en el barrio de San Leopoldo en La Habana. Tirso fue maltratado y atacado por los sicarios, hecho que fue denunciado y fue objeto de una protesta del Colegio Nacional de Periodistas.
Este hecho es bastante conocido, pero mucho más su obra en obra en la etapa revolucionaria cubriendo hechos como Playa Girón y la Campaña de Alfabetización.
Su vida laboral la desarrolló en sus inicios en el periódico Avance, cuyo director Jorge Zayas abandonó el país invocando que en Cuba no existía libertad de Prensa. Esto ocurrió el 19 de enero de 1960 y el día 23 el diario era intervenido por el gobierno, por lo que fue la primera defunción de la prensa libre. A partir de ahí continuarán dejando de circular, una tras otra, la mayor parte de las publicaciones excepto Hoy, del Partido Socialista Popular y Revolución, del Movimiento 26 de Julio.
Magnífica obra de Calixto N. Llanes
Colofón
Se puede hablar perfectamente de una fotografía antes de la Revolución y otra después.
La fotografía prerrevolucionaria se basaba en los mismos esquemas del resto del mundo y con mucha influencia de la gráfica norteamericana. En ella se destacan los retratos comerciales de estudios, cumpleaños, bodas, graduaciones, vida social, el mundo de la farándula, eventos deportivos y sucesos trágicos entre otros y también muchísima fotografía publicitaria destacándose el papel creativo y artístico del Club Fotográfico de Cuba.
Con el triunfo revolucionario de 1959, el cambio fue total no solamente por los temas abordados, básicamente documentales, por lo que la fotografía se constituyó en el soporte
iconográfico por excelencia que dió a conocer la Revolución y sus líderes a todas partes del mundo. Cientos de fotógrafos de diversos países también llegaron a Cuba a testimoniar esos momentos únicos, y hasta los que se habían dedicado a realizar fotografías de arte también se unieron a ese movimiento arrebatador.
Obra de Juan Moreno Hernández.
Hay quienes afirman que esas fotografías son exclusivamente testimoniales, pero la realidad es que muchos de ellos, sobre todo los que hemos nombrado, marcaron esa época por ese tipo de trabajo con sus fotos épicas, pero también muchos de ellos ya venían desde antes haciendo imágenes de disímiles temas de gran contenido artístico y técnico y pasada la efervescencia continuaron tomando fotografías y temas completamente diferentes, por lo que la referencia a una fotografía pre revolucionaria y posrevolucionaria no tiene validez alguna.
Todos fueron magníficos artistas del lente que se destacaron por un trabajo u otro y que al final conforman el panteón de los grandes de la fotografía en Cuba. Y por supuesto que quedan muchos más que aquí no se mencionan.
Asesinato del mafioso Albert Anastasia en la foto de Chinolope.
Habría que mencionar a Generoso Funcasta, Fernando Lezcano, Ernesto Ocaña, Jose Manuel Acosta Bello, Felipe Atoy Vasconcelos, Tito Alvarez, Venancio Díaz, Paco Altuna, Jesús Valdés Gómez, Félix Arencibia, Sergio Canales, Maria Eugenia Haya Jiménez, Rufino del Valle, Luis Korda, Ernesto Fernández, Ricardo López, Juan Moreno, Chinolope y una lista extensísima. Pero hemos escogido a este pequeño grupo para representarlos a todos.
Martí, de Ernesto Fernández
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